En realidad Donald Trump no
busca reducir la hegemonía global estadounidense, ni mucho menos ponerse al
servicio de intereses extranjeros, específicamente de Rusia, como
tendenciosamente afirman los medios de comunicación del establisment. En este
sentido el portal ruso Fort Russ advierte, que se tendría que ser fabulosamente
inocente para creer que Trump es algo parecido al equivalente estadounidense de
Gorbachev. Trump defenderá únicamente los intereses de los EE.UU y los de los
lobbies que lo llevaron al poder.
DONALD TRUMP Y LA HEGEMONÍA
GLOBAL DE LOS EE.UU
Por lo observado hasta ahora y, cuando faltan pocas horas para que el
presidente electo, Donald J. Trump asuma el poder en el despacho oval de la
Casa Blanca, la facción anti-Trump del establishment y toda su omnímoda
estructura de poder que ha dirigido por mucho tiempo los destinos de los EE.UU
se encuentra en estado de alerta máxima, esa es la percepción, emitiendo
señales de alarma roja ante lo que afirman es la amenaza que representa el
hombre más detestable y peligroso para la seguridad y los intereses hegemónicos
de los Estados Unidos. Es tal la dimensión de la campaña anti-Trump y la
histeria que la acompaña que se ha llegado al punto de acusarlo de ilegitimo y
traición porque supuestamente, según las organizaciones de “inteligencia”, estaría
desempeñando el papel del hombre de Moscú en Washington, manejado por el
malvado Putin, con la misión de destruir la resplandeciente democracia
estadounidense.
En realidad Donald Trump no busca reducir la hegemonía global
estadounidense, ni mucho menos ponerse al servicio de intereses extranjeros,
específicamente de Rusia, como tendenciosamente afirman los medios de
comunicación del establisment. En este sentido el portal ruso Fort Russ
advierte, que se tendría que ser fabulosamente inocente para creer que Trump es
algo parecido al equivalente estadounidense de Gorbachev. Trump defenderá
únicamente los intereses de los EE.UU y los de los lobbies que lo llevaron al
poder. Ellos en su mayoría forman parte de la esfera económica donde Rusia y
los EE.UU no tienen conflictos –de lo contrario nos encaminaremos a una fuerte
confrontación al punto de choques militares, finaliza Fort Russ.
Todo se reduce a un conflicto donde están en juego los intereses del actual
grupo de poder en Washington comandado por los neoconservadores y la plétora de
liberales intervencionistas para quienes la continuidad de las políticas del
intervencionismo militar es fundamental para mantener a flote al complejo industrial
militar, el gran beneficiario del caos y de la guerra sin fin. Por su parte
Trump y su equipo de extrema derecha compuesto por grandes banqueros,
empresarios del petróleo y militares estarían interesados en corregir la agenda
de la política exterior de los EE.UU centrada en el uso excesivo de su poderío
militar, que según Trump, ha estado plagado de errores y solo ha contribuido a
la pérdida de credibilidad, sumir en el caos a regiones como el Oriente Medio,
y al desperdicio de miles de millones de dólares que habrían podido ser invertidos en la
reconstrucción de los EE.UU, de ahí que Trump y su equipo favorezcan la
diplomacia sobre los conflictos sin fin,sin que esto signifique desistir del uso de su poderío militar .
Esa dimensión de la política exterior que pretende implementar el grupo de
Trump, es decir, priorizar el acercamiento o el mejoramiento de las relaciones con
otros países, el caso de Rusia, en lugar de la actual política que favorece la
agresión militar y económica, es la que genera la oposición y el rechazo del
partido de la guerra en Washington, que ve como ese posible giro en la política
exterior de Trump, terminaría por afectar su poder de influencia y afectar los
jugosos contratos del complejo industrial militar. Para la facción guerrerista encabezada por los neoconservadores, una
posible apertura hacia Rusia, levantando las sanciones económicas y hacer
negocios en el sector energético, o peor aún, una alianza militar para combatir
el terrorismo en el Oriente Medio, es anatema, dado que Rusia y Putin son
considerados enemigos, amenazas existenciales que deben ser sometidos o
eliminados ya que representan un grave obstáculo a la exclusividad del dominio
global estadounidense que debe ser preservado a cualquier precio aun si esto
significa una conflagración sin precedentes con una potencia nuclear como Rusia.
El panorama que enfrenta el presidente electo cada día se complica más, las
acusaciones de traición y los intentos de deslegitimar su presidencia por su
supuesta asociación con Vladimir Putin, aun antes de tomar el juramento presidencial,
todo forma parte de una intensa y bien orquestada campaña dirigida por las
agencias de inteligencia y cuyo objetivo es desestabilizar su futura
presidencia impidiendo la normalización de las relaciones con Rusia, a la que
se acusa de haber cometido un “acto de guerra” en contra de los EE.UU por su
supuesta participación en los ataques cibernéticos que interfirieron en la
campaña presidencial favoreciendo la candidatura de Donald Trump. Y aunque
todas estas acusaciones carezcan de credibilidad, pues no se ha presentado
pruebas concluyentes, y todo se basa en evidencias circunstanciales, las mismas
son muy serias y pueden conducir, incluso, al enjuiciamiento temprano de Trump
en caso no actué de conformidad con los deseos del partido de la guerra. La
presidencia de Trump, bajo estas condiciones no augura un buen inicio, ni mucho
menos un final feliz.
No se sabe hasta qué punto la presión que se está ejerciendo sobre Trump
influirá en su actitud, si se doblegará o continuará con su tono confrontacional,
sobre todo en lo relacionado con Rusia. Por un momento pareciera que estuviera
cediendo al conceder que Rusia efectivamente ha participado en los ataques
cibernéticos contra el partido Demócrata y el Republicano, sin embargo rechaza
que la interferencia rusa haya sido un factor en su victoria. En una entrevista
reciente a medios británicos y alemanes, Trump manifestó, según el Times de
Londres, que estaba preparado a cortar lazos con ambos Putin y Merkel:
“Comienzo confiando en ambos -pero veremos por cuanto tiempo. Puede que no dure
mucho”. Todo esto, según el rotativo, a pesar de las muestras de admiración por
parte de Trump hacia el señor Putin y la señora Merkel. ¿Estará cediendo a las
presiones o es simplemente una táctica para apaciguar a sus enemigos?
Al final, Donald Trump es solo la punta del iceberg de la encarnizada lucha
que se viene dando dentro del establisment estadounidense donde las diferentes
facciones corporativas están disputándose el control sobre el próximo
presidente. Es la manifestación de las rivalidades intracapitalistas en los
sectores de la banca, el petróleo, el complejo industrial militar etc. Trump como
parte del establishment cuenta con apoyo de poderosos interese económicos que
buscan controlar las riendas de la política exterior de los EE.UU, desplazando
al actual partido de la guerra, para fortalecer sus propios intereses económicos
y al mismo tiempo continuar con la supremacía global de los EE.UU. Es demasiado
improbable que el gobierno de Trump intente separarse o dejar de lado el
principal pilar de la política exterior de los Estados Unidos, es decir, la hegemonía
militar y dominación económica global.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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