Esos años brutales de
la conquista todos los humanos dignos los rechazamos. Los vemos vituperables,
repudiables. Sin embargo, esas crueldades son hechos políticos consumados e
irremediables.
SU ATROZ CODICIA, SU INCLEMENTE SAÑA,
CULPAN FUERON DEL TIEMPO Y NO DE ESPAÑA…
Por Luciano Castro Barillas
Narrador y poeta
El dístico que antecede a este ensayo cae como anillo al dedo para don Manuel López Obrador, actual presidente de México. Esa forma de poesía de la antigüedad griega y latina son compendios de sabiduría, apotegmas que dicen en pocas palabras lo que un sociólogo o un historiador las diría en muchas. Los dísticos, esa forma brevísima de poesía, se emparentan con el refranero popular que también rebosa de sabiduría popular. Por eso, precisamente, la poesía es una revelación, tan alta como la música. Sin embargo, hay cosas, asuntos, que ya no son posibles. Prescriben con el tiempo. Ya no hay acción política, ni judicial, ni moral que tenga efecto alguno. Pero hay asuntos prácticos que se pueden hacer si se tiene la percepción de una injusticia, de una deuda no saldada; con sensibilidad propia de las buenas personas.
Eso es precisamente don Manuel López Obrador: un presidente excepcional para el pueblo mexicano, con una única razón: construir una verdadera democracia para México, que implica justicia social, prosperidad económica, quebrantamiento de la impunidad y, sobre todo, desmitificar que ser presidente no es un privilegio, sino una gran responsabilidad. Un ejemplo sencillo pero grandioso al mismo tiempo fue el hecho de derribar el jardín murado para el pueblo que era la mansión ostentosa de Los Pinos y la servidumbre interminable, militares y civiles, que hacían perder el contacto con la realidad a tanto idiota que pasó por allí.
No es, ni será fácil para don Manuel corregir tanto desaguisado. Se necesita una alta compenetración de trabajo responsable para reconstruir los casi 90 años de devastación, de funcionamiento de la perfecta dictadura del Partido Revolucionario Institucional, PRI, y los del PAN que siguieron. Pero don Manuel se ve sorprendido en su buena fe, posiblemente por el influjo de los movimientos indigenistas que él tanto aprecia y respeta. Porque tiene plena consciencia de las atrocidades cometidas por los conquistadores y la Iglesia que avaló el despojo, la violencia y el genocidio. Esos años brutales de la conquista todos los humanos dignos los rechazamos. Los vemos vituperables, repudiables. Sin embargo, esas crueldades son hechos políticos consumados e irremediables. Y quedan más que sanciones morales imprácticas, el digno resarcimiento para los agraviados: devolverles hasta donde se pueda sus tierras despojadas.
México tiene la forma de tenencia de tierra ejidal, no solo la privada o pública, que podría ser muy funcional. Ahora bien, exigir al actual rey de España, Felipe VI y al Papa Francisco una sentida disculpa por los crímenes cometidos a granel por los invasores y sus alcahuetes es un tanto ridículo. Sería como que la Hispania romana, la actual España, solicitaran los españoles al presidente o primer ministro de Italia disculpas por los excesos y extremas crueldades de los conquistadores romanos. O Enmanuel Macron solicitara lo mismo a Italia por el exterminio y masacre de los galos. O Teresa Mey hiciera lo mismo por la muerte de tanto anglo pintado de azul. Eso quedó para la historia y ya no para el dolor humano, aunque claro, los indígenas de América Latina siguen viviendo la explotación, el racismo, la exclusión y la extrema pobreza. Visto así, lo que procede no es tanto una disculpa, sino una reparación digna. Y lo tendrá que empezar AMLO, que tanto podría hacer en este caso.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario