En mi chamba de comunicador
de barrio he tenido el privilegio de compartir con esos hombres y mujeres
organizados de las comunidades populares, pero no solo eso, sino que también he
ido a sus espacios con cientos de visitantes de otros países que han compartido
con ellos y que pueden, al leer esto, dar fe de que están nada más lejos estos
movimientos de ser "células terroristas bajo las órdenes de un
régimen".
UNA CRÓNICA PARA DEFINIR QUÉ
SON
LOS COLECTIVOS EN VENEZUELA
Por Gustavo Borges
La fuerza motorizada del chavismo es uno de los objetivos estadounidenses a
demonizar (Foto: Henry Tesara / AVN)
La primera vez que vi un colectivo en acción y de lo que es capaz, era yo
muy carajito. Tendría como nueve, diez años tal vez. Eso nos lleva a 1969, en
los cerros de Los Frailes de Catia, parte alta del barrio Macayapa, al pie del
Waraira Repano.
El lugar donde se desarrollaba toda una actividad colectiva era la quebrada
El Encanto, que cuando se crecía por las lluvias nos dejaba a unas ciento
cincuenta familias aisladas debido al caudal que bajaba de la montaña de San
Chorquis, de porai donde llaman el Camino de los Españoles. Eran casi cien
hombres y mujeres alrededor de mí, allí en esa parte del cerro, activados, en
movimiento, que no dejaban de cargar, subir cosas, pasar herramientas, vaciar
tobos de concreto y piedras, mientras otros fijaban firmemente vigas de una
orilla a la otra. Una inmensa olla de sancocho humeaba cerca.
Este recuerdo se me vino a la memoria al leer recientemente que altos
voceros del gobierno de los Estados Unidos han solicitado que los movimientos
populares organizados de Venezuela bajo la figura o voz de
"colectivos" sean agregados a su larga lista de "organizaciones
terroristas que son un peligro para el mundo". La campaña de satanización
vía redes sociales y medios se dispara de inmediato. Se suman a las tareas de
fabricar falsos positivos, imágenes trucadas para mal alimentar
"circunstancias" que involucren a los colectivos y alienten al Norte,
que anda con unas temerarias ganas de invadirnos, a endurecer aún más el
bloqueo y asedio contra el pueblo venezolano.
Aquellas personas, de ese colectivo de mi infancia, traído a mi memoria,
construían nada más y nada menos que un puente encima de la quebrada El Encanto
para el barrio. Aún existe, perdido en esas montañas. Ni el tiempo, los
deslaves o el uso han podido contra la infraestructura. Mi viejo, Augusto,
lideraba el Colectivo de Macayapa. Luz, tuberías, resguardo y mantenimiento de
los manantiales, principales fuentes de agua para la comunidad, apagar los
incendios forestales, el deporte, construcción de escaleras, las fiestas
anuales del barrio y, claro está, la seguridad del sector estaban a cargo de
estos hombres y mujeres de este colectivo por aquellos tiempos en el cerro de
Macayapa. Hoy serían incluidos junto a cientos de colectivos en la lista de
terroristas de Washington, junto a mi viejo, porque su accionar no ha cambiado.
He perdido la cuenta de cuántos colectivos conozco a todo lo largo y ancho
de mi país. Desde un Comité de Tierra Urbano (CTU), en lo alto de los
Magallanes de Catia, donde se acaba el asfalto; el aguerrido Consejo Comunal
del Caruto, en lo profundo de los llanos de Barinas, conformado solo por
mujeres; o el Colectivo de Trabajo La Piedrita, con sus casi treinta y cinco
años de organización comunitaria en el 23 de Enero. Imposible dejar de nombrar
al el Movimiento Revolucionario Tupamaro, histórico colectivo de la parroquia,
del barrio.
El colectivo Alexis Vive tiene una fundación con la que hace trabajo social
en los barrios (Foto: Fundación Alexis Vive)
Y de ellos pasamos a las más recientes: las células urbanas y rurales de
gran resistencia en sus zonas populares: los Comités Locales de Abastecimiento
y Producción, mejor conocidos como CLAP. Están por todos lados. Es increíble.
Su nivel de organización con los de abajo ha convertido esta estructura en un
colectivo que se fortalece cada vez más. Lograr desviar la cadena de
distribución capitalista para que el alimento llegue directamente a los hogares
no es concha de ajo. Y eso es solo uno de sus significantes logros en las
comunidades.
En mi chamba de comunicador de barrio he tenido el privilegio de compartir
con esos hombres y mujeres organizados de las comunidades populares, pero no
solo eso, sino que también he ido a sus espacios con cientos de visitantes de
otros países que han compartido con ellos y que pueden, al leer esto, dar fe de
que están nada más lejos estos movimientos de ser "células terroristas
bajo las órdenes de un régimen". Pero también pueden contarles el gran
poder de defensa y movilización que han logrado acumular estos colectivos a
través de años de chamba comunitaria.
Hay dos sectores o colectivos ampliamente satanizados desde las redes
sociales y repicadas estas falsedades por los medios: son los colectivos
motorizados y los colectivos del barrio 23 de Enero. Unos, los primeros, forman
parte de un gigantesco gremio laboral del país, en su mayoría abiertamente
chavistas y de sectores populares; son del barrio. Son famosas sus incursiones
motorizadas que logran convocar a cientos y cientos de ellos cuando hay marchas
y concentraciones en apoyo al proceso bolivariano.
Los otros, en el 23 de Enero, como el Frente de Resistencia del Grupo de
Trabajo Comunitario Ernesto Che Guevara o la Coordinadora Simón Bolívar o la
Comuna El Panal de Alexis Vive, con una marcada y reconocida trayectoria
revolucionaria y comunitaria aun antes de la llegada del comandante Hugo
Chávez.
Es larga la lista que tendrá que elaborar Marco Rubio, el Departamento de
Estado y el Departamento del Tesoro de su país, para incluir al chavismo dentro
de las llamadas por ellos "organizaciones terroristas", porque aquí
todas y todos somos un colectivo.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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