miércoles, 30 de abril de 2025

Es hora que los judíos rechacen la 'protección' de Trump

Los judíos liberales afirman que se está abusando del antisemitismo. La verdad es más complicada

 

ES HORA QUE LOS JUDÍOS RECHACEN
LA 'PROTECCIÓN' DE TRUMP



Sam Adler-Bell
New York

En las últimas semanas, los agentes federales han puesto en la mira a casi una docena de estudiantes y profesores nacidos en el extranjero, muchos de los cuales han criticado a Israel o han participado en protestas en los campus universitarios contra su brutal asedio a Gaza. Mientras tanto, el Departamento de Estado -utilizando IA para escanear las redes sociales en busca de pruebas sobre opiniones favorables a Hamás- ha revocado unos 300 visados, amparándose en una ley de 1952 concebida originalmente, en parte, para deportar a “comunistas”.

Al mismo tiempo, la Casa Blanca ha amenazado con revocar miles de millones en subvenciones federales a universidades acusadas de “no proteger a estudiantes y profesores judíos de la discriminación ilegal” y ha presionado a prestigiosos bufetes de abogados para que se unan a litigios pro bono para “combatir el antisemitismo”, entre otras cosas. Después de detener al graduado de la Universidad de Columbia, Mahmoud Khalil, que sirvió como intermediario entre activistas y administradores durante las protestas de la primavera pasada, el presidente Trump escribió en Truth Social: “Este es el primer arresto de muchos por venir. Sabemos que hay más estudiantes... que han participado en actividades pro terroristas, antisemitas y antiestadounidenses... Encontraremos, aprehenderemos y deportaremos a estos simpatizantes de terroristas de nuestro país -para que nunca vuelvan”. A los diez días de su mandato, ordenó a las agencias ejecutivas a que “movilizaran todos los recursos federales para combatir la explosión de antisemitismo” y al Departamento de Justicia a que “investigara y castigara el racismo antijudío”. No tiene gracia, pero parece una broma: ¿Con que finalidad llegó el fascismo a Estados Unidos en 2025? Para proteger a los judíos.

Khalil, residente legal y casado con una ciudadana estadounidense, lleva detenido al menos desde el 11 de marzo en un centro de Louisiana que los abogados de inmigración han descrito como un “agujero negro”; los detenidos duermen en literas metálicas, 50 por habitación. Otro de los objetivos, Yunseo Chung, estudiante de Columbia que vive en Estados Unidos desde los 7 años, se escondió. Rumeysa Ozturk, estudiante turca de posgrado en la Universidad de Tufts, fue secuestrada en una calle de Somerville (Massachusetts) por agentes del ICE vestidos de civil. Su delito: ser coautora de un artículo de opinión para el periódico Tufts Daily en el que pedía a la administración que respondiera a las demandas de los estudiantes. Se les castiga explícitamente por expresarse políticamente. “Les otorgamos un visado para venir a estudiar y obtener un título”, dijo el secretario de Estado Marco Rubio, “no para convertirse en activistas sociales”.

Es difícil exagerar la perversidad de esta situación. La Ley de Inmigración y Nacionalidad (Immigration and Nationality Act), la ley de la época de la Guerra Fría, en virtud de la cual Khalil y otros han sido detenidos y entregados, se utilizó para impedir la inmigración de judíos supervivientes del Holocausto. La ironía no pasa desapercibida para los judíos liberales, para quienes el vídeo de la detención de Ozturk, como informa el New York Times, “evocó dolorosos recuerdos de la historia judía”. Muchos dicen que la administración está manipulando sus temores para llevar a cabo un ataque más extenso, de paso poniendo en peligro a los judíos.

Pero las acusaciones de hipocresía y cinismo ocultan una verdad más siniestra. Cuando se aprobó la Ley de Inmigración y Nacionalidad, la Liga Antidifamación (Anti-Defamation League) y otros líderes políticos judíos se opusieron a ella. El entonces director nacional de la ADL, Benjamin Epstein, la calificó de ejemplo “del peor tipo de legislación, discriminatoria y abusiva de los conceptos e ideales estadounidenses”. Los tiempos han cambiado. Después de la detención de Khalil, la ADL, bajo la dirección de Jonathan Greenblatt, elogió la decisión: “Apreciamos el amplio y audaz conjunto de esfuerzos de la administración Trump para contrarrestar el antisemitismo en los campus”. Organizaciones pro-Israel como Canary Mission y Betar USA llevan años reuniendo bases de datos de estudiantes y académicos que critican a Israel; ahora Betar se jacta de que la Casa Blanca está utilizando estas listas negras.

La realidad es que ampliar la definición de antisemitismo para incluir las críticas a Israel -y criminalizar la protesta antisionista- ha sido un proyecto expreso de las principales organizaciones judías durante décadas. (“El antisionismo es antisemitismo” ha sido el mantra de Greenblatt.) La actual represión representa el premio a su éxito.

Tanto el gobierno de Biden como el de Trump adoptaron la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (International Holocaust Remembrance Alliance’s), que incluye “establecer comparaciones de la política israelí contemporánea con la de los nazis” y “afirmar que la existencia de un Estado de Israel es una empresa racista”. Que uno pueda amar a la gente judía, como hago yo, y cuestionar la virtud de un etnoestado judío, como también lo hago, no está contemplado por la IHRA. En Estados Unidos, por definición, soy antisemita.

Pero al menos soy judío (y ciudadano). Puede que no quiera la “protección” de Trump, pero la tengo. De hecho, mientras la Casa Blanca intenta eliminar los derechos civiles de otros grupos, son los judíos, y solo los judíos, los que son tratados como una minoría que merece ser defendida.

Los judíos liberales prefieren pensar que la campaña de la Casa Blanca es un pretexto: ¡Nos están utilizando! No se trata de nosotros. “El propósito de las deportaciones... no ha sido combatir el antisemitismo”, escribe Yair Rosenberg de The Atlantic en X, “sino más bien utilizar el antisemitismo como cabeza de playa para deshacerse finalmente de los estudiantes extranjeros por completo, utilizando a los judíos como pretexto para una agenda política no judía”. Este punto de vista nos libera de la complicidad. Pero, ¿en qué sentido la deportación de activistas antiisraelíes en defensa de estudiantes judíos puede considerarse una agenda política “no judía”? La verdad es que sí: Estamos implicados. Nuestro deseo de inocencia no sirve de nada ante los desaparecidos.

Es importante recordar cómo hemos llegado hasta aquí. Durante medio siglo, los líderes políticos y religiosos judíos han insistido en que defender a Israel es obligación de todo judío. Muchos judíos de izquierdas, como yo, lo rechazamos como un chantaje moral e intentamos crear una identidad judía separada del sionismo. Pero otros tomaron al pie de la letra las lecciones de sus mayores y llegaron a considerar el amor a Israel como algo inherente a su judaísmo. Es comprensible que estos jóvenes se sientan amenazados cuando sus campus estallan en indignación contra Israel. Sus rabinos, sus padres y sus abuelos les dijeron que protestar contra Israel es lo que hacen los que odian a los judíos, y que cuando éstos se congregan es el primer paso hacia la aniquilación. ¿Podemos culparles por creerlo?

Mientras tanto, en las últimas décadas, los administradores universitarios abrazaron la idea de que los estudiantes necesitan sentirse vistos y reivindicados en sus identidades. Determinados discursos políticos se convirtieron en motivo de castigo. La guerra de Gaza puso en serias dificultades a este régimen. Los activistas tenían todo el derecho a expresar su indignación por las atrocidades cometidas en Gaza; al mismo tiempo, no resultaba inadmisible que los estudiantes judíos esperaran ser protegidos de discursos que pusieran en peligro su sentido de identidad.

Si combatir el antisemitismo es un pretexto, nosotros hemos contribuido a crearlo. Un gran número de voces judías han anhelado públicamente que alguien les librara de estos fastidiosos manifestantes. Si ahora les horroriza que alguien haya escuchado sus lamentos, que lo digan. Si a los líderes judíos les molesta que su anterior preocupación por la seguridad en los campus se utilice para deportar a disidentes, deberían ser ellos quienes en voz alta denunciaran estas acciones, no los tímidos como Greenblatt o Chuck Schumer, cuya declaración sobre la detención de Khalil sirvió para estigmatizarlo y abdicar de su responsabilidad.

El hecho innegable es que nuestro discurso sobre el antisemitismo está roto, divorciado de la realidad, pedante e ilógico a la vez, un vehículo para la pequeñez, el narcisismo moral y la confusión. O, tal vez, funciona exactamente como fue diseñado. El concepto de antisemitismo en la vida política estadounidense existe ahora para demonizar a los críticos de Israel; es lo que hace. Y lo que está haciendo es alimentar el autoritarismo.

Hay que decirlo: El efecto de fusionar el sionismo con la identidad judía (la premisa del pensamiento político judío dominante desde 1967) fue fomentar el antisemitismo real. Los líderes judíos estadounidenses e israelíes insisten en que amar a Israel es una obligación judía. Pero cuando Israel se comporta mal, las mismas personas exigen a los críticos de Israel que distingan cuidadosamente entre los judíos e Israel. (De hecho, la definición de antisemitismo de la IHRA incluye, entre sus ejemplos, “Responsabilizar colectivamente a los judíos de las acciones del Estado de Israel”). No es de extrañar que algunos activistas propalestinos estén agotados por este juego de culpas y exculpaciones. Si los judíos no quieren ser considerados responsables de las acciones de Israel, seamos los primeros en denunciar sus crímenes. Si los judíos no quieren que su seguridad sea la excusa de Trump para abrazar la tiranía, rechacemos en voz alta su oferta. Decir “No en nuestro nombre” está bien. Pero también deberíamos decir: “En absoluto”.




Publicado por La Cuna del Sol

sábado, 12 de abril de 2025

La “pausa” arancelaria de Trump…

La medida se produjo en medio de crecientes señales de que todo el sistema financiero, en particular el mercado del Tesoro de los Estados Unidos, estaba a solo días o incluso horas de una crisis equiparable a las de septiembre de 2008 y marzo de 2020, o potencialmente aún mayor.

 

LA “PAUSA” ARANCELARIA DE TRUMP: OTRA MUESTRA
DE LA CRISIS CRECIENTE DEL IMPERIALISMO
ESTADOUNIDENSE Y EL ORDEN CAPITALISTA



Nick Beams
WSWS
11 abril 2025

El anuncio de ayer del presidente estadounidense Trump de una pausa de 90 días en la implementación de sus llamados “aranceles recíprocos”, ostensiblemente para permitir que se lleven a cabo negociaciones, es otra muestra de la profundización de la crisis económica y financiera del imperialismo estadounidense y su Estado.

La medida se produjo en medio de crecientes señales de que todo el sistema financiero, en particular el mercado del Tesoro de los Estados Unidos, estaba a solo días o incluso horas de una crisis equiparable a las de septiembre de 2008 y marzo de 2020, o potencialmente aún mayor.

Al anunciar la pausa, Trump reveló el núcleo esencial de sus aumentos arancelarios al intensificar la guerra económica contra China, la segunda economía más grande del mundo, que todas las facciones de la élite política estadounidense consideran una amenaza existencial para la hegemonía global estadounidense.

Trump declaró que, debido a que China había tomado represalias contra los aumentos arancelarios de Estados Unidos, los aranceles sobre los productos chinos se elevarían al 125 por ciento “con efecto inmediato”.

En un período anterior, tal bloqueo económico habría sido reconocido como un acto de guerra.

Si bien los “aranceles recíprocos” para todos los demás países se suspenden temporalmente, el arancel del 10 por ciento para todos los bienes que ingresan a los EE. UU. permanecerá vigente.

En el período previo al anuncio, continuaba la caída de los mercados bursátiles mundiales. Sin embargo, resultó aún más significativa la venta de bonos del Tesoro de EE.UU., una base del sistema financiero mundial, que impulsó los rendimientos considerablemente más altos. Esta creciente agitación financiera fue un factor clave en la decisión de Trump.

Según una persona “cercana a la Casa Blanca”, citada por el Financial Times: “Trump está de acuerdo con que Wall Street reciba un golpe, pero no quiere que toda la casa se derrumbe”.

Una serie de factores estaban impulsando la creciente crisis en el mercado de bonos del Tesoro. Los fondos de inversión y otros inversores importantes, recuperándose de las pérdidas acumuladas en el mercado de valores que ascendían a cientos de miles de millones de dólares, se enfrentaban a llamadas de margen de los bancos, es decir, demandas para proporcionar una cobertura adicional como garantía para mantener las líneas de crédito esenciales para sus operaciones.

A medida que los mercados se hundían, la única fuente disponible de efectivo adicional era la venta de bonos del Tesoro. Si esto hubiera continuado, podría haber desencadenado un pánico como el de marzo de 2020, cuando el mercado del Tesoro se congeló y la Reserva Federal de los Estados Unidos intervino, inyectando billones de dólares en el sistema en cuestión de días para restaurar la estabilidad.

Se hizo evidente que los inversores extranjeros y los Gobiernos, que poseen aproximadamente un tercio de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, estaban comenzando a retirarse del mercado.

También hubo indicios de que los fondos de inversión se estaban viendo obligados a deshacer sus llamadas “operaciones básicas”, una estrategia que se beneficia de las pequeñas diferencias entre el precio de los bonos del Tesoro y sus correspondientes contratos de futuros. Debido a que la brecha de precios es mínima, estas operaciones se basan en un apalancamiento masivo, con un volumen total estimado en alrededor de 1 billón de dólares.

Surgían temores de que China, el segundo mayor tenedor de bonos del Tesoro de Estados Unidos, pudiera comenzar a deshacerse de los activos en dólares en respuesta a la guerra económica de Trump contra ella.

El dólar ha estado cayendo en los mercados de divisas, lo que plantea crecientes dudas sobre cuánto tiempo puede mantener su papel como moneda de reserva mundial en condiciones en las que la política estadounidense es una fuente importante de inestabilidad e incertidumbre.

Resumiendo el empeoramiento de la situación, el analista de larga data Ed Yardeni comentó que la liquidación de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, generalmente considerados un refugio seguro durante períodos de estrés financiero, era una señal de que “la Administración de Trump puede estar jugando con nitroglicerina”.

Larry Summers, el secretario del Tesoro bajo Clinton, dijo ayer que los eventos de las últimas 24 horas eran una advertencia de que podría estar surgiendo una “grave crisis financiera totalmente inducida por la política arancelaria del Gobierno de Estados Unidos”.

Tras el anuncio, Wall Street entró en éxtasis. El NASDAQ subió casi un 12 por ciento, su mayor ganancia diaria desde 2008, mientras que el S&P 500 subió un 9,5 por ciento y el Dow subió un 8 por ciento.

Como con todas las acciones de la Administración de Trump, los eventos de ayer estuvieron llenos de corrupción y criminalidad. Justo antes de que abrieran los mercados, y varias horas antes del anuncio público de la “pausa”, Trump publicó en las redes sociales que “este es un buen momento para comprar”. Se dejará a la investigación futura descubrir cuántos miles de millones ganó la familia Trump y la pandilla de fascistas que operan en y alrededor de la Administración.

Trump y sus acólitos afirmarán que el creciente número de países que ahora buscan negociaciones sobre aranceles, y sus métodos erráticos, intermitentes e intermitentes, son una prueba de su supuesta gran habilidad para asegurar acuerdos beneficiosos para el capitalismo estadounidense.

Nada podría estar más alejado de la verdad. Los giros de Trump no son signos de fuerza, sino la expresión personificada de la crisis cada vez más profunda del imperialismo estadounidense y su Estado, para la cual no tiene solución.

La deuda pública asciende a 36 billones de dólares y aumenta a diario, en una trayectoria universalmente reconocida como “insostenible”. Solo los pagos de intereses se acercan a 1 billón de dólares anuales y se están convirtiendo rápidamente en el mayor gasto del presupuesto de los EE.UU.

El déficit comercial ronda el billón de dólares, habiendo aumentado un 17 por ciento en los últimos 12 meses.

A nivel nacional, el gasto y la confianza de los consumidores están cayendo, y cientos de millones de trabajadores y sus familias se enfrentan a nuevas reducciones en sus niveles de vida a medida que aumentan los precios de los bienes procedentes de China, que representan una gran parte del consumo de los hogares, debido a las subidas de aranceles.

La confianza empresarial está hecha jirones por la incertidumbre que generan las políticas de la Administración. Una pausa de 90 días para las negociaciones con las docenas de países afectados por los “aranceles recíprocos” no hará nada para revertir este colapso. Una recesión está claramente en el horizonte.

Nadie sabe qué saldrá de las negociaciones. Pero la idea de que países como Vietnam, Tailandia y Camboya, así como varias naciones africanas empobrecidas, puedan tomar cualquier acción capaz de resolver el déficit comercial de Estados Unidos es ridícula.

Las grandes potencias, como Japón y la Unión Europea, tampoco tienen solución. Y nadie, incluido Trump, tiene idea de lo que sucederá después de la “pausa”.

Hay un aspecto de la “pausa” que sigue una lógica clara. Es parte de un impulso más amplio para acorralar a los países en una ofensiva global liderada por Estados Unidos contra China. Esto es especialmente evidente en el sudeste asiático, donde las amenazas económicas dirigidas a los países de la región tienen como objetivo presionarlos para que no se acerquen a Beijing.

El mensaje que se está transmitiendo es: alinéense con los Estados Unidos en el tema clave de la “seguridad nacional”, es decir, la preparación para la guerra contra China, y hagan grandes concesiones a los Estados Unidos tanto en temas económicos como en política exterior o sufrirán las consecuencias.

La escalada del arancel contra China a niveles históricamente sin precedentes es la forma a través de la cual se está implementando este dictado.

Las acciones de Trump de ayer han sacado a Estados Unidos de una crisis financiera a gran escala que podría haber estallado durante el fin de semana. Pero lo que ocurrió ayer no fue una resolución de la crisis, sino solo un paso hacia la siguiente, que tomará una forma aún más explosiva.

Esto se debe a que el llamado “día de la liberación” de Trump, el 2 de abril, no fue una táctica de negociación, sino la destrucción de lo que quedaba del orden comercial internacional de la posguerra. No se puede volver a armar. Todas las llamadas “barandillas” establecidas después de 1945 para evitar el tipo de crisis que estalló en la década de 1930 y condujo a la guerra ya no existen.

La política del Gobierno Trump tiene un lado descabellado, pero es una locura con una base objetiva. A medida que avanza de una improvisación económica a otra, enfrentando una crisis para la cual no tiene solución, la Administración está llevando a cabo un asalto sistemático a los derechos democráticos y erigiendo el marco de una dictadura en los Estados Unidos. Y cualesquiera que sean los conflictos que existan dentro del aparato estatal, todas las facciones están unidas en su determinación de defender un sistema capitalista que se precipita hacia la catástrofe.

Trump, la personificación grotesca y criminal del imperialismo estadounidense, junto con los representantes de las clases dominantes en todos los países, utilizará la “pausa” para coordinar sus respuestas contra rivales internacionales y afilar sus armas contra la clase trabajadora en el país, en preparación para la erupción de la lucha de clases que todos temen y saben que se avecina.

La clase obrera internacional debe hacer un balance sobrio de los acontecimientos de la semana pasada. El peor error que podría cometer es pensar que con la “pausa” la crisis ha pasado de alguna manera. Para nada.

Así como las clases dominantes capitalistas están haciendo sus preparativos para lo que está por venir, también debe hacerlo la clase trabajadora, en los Estados Unidos e internacionalmente. Esa preparación involucra sobre todo la lucha política por el programa del socialismo, como la única solución viable a la profundización de la crisis del sistema capitalista que se manifiesta con tanta fuerza.

 

(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de abril de 2024)




Publicado por La Cuna del Sol

martes, 4 de marzo de 2025

Trump echa a Zelensky y desbarata la estratagema europea para escalar la guerra contra Rusia

Los europeos están encubriendo su deseo de continuar la guerra proxy con una tardía como disimulada preocupación por lograr la paz y respaldar la diplomacia de Trump.

 

TRUMP ECHA A ZELENSKY Y DESBARATA
LA ESTRATAGEMA EUROPEA PARA
ESCALAR LA GUERRA CONTRA RUSIA



Finian Cunningham 
 TheAltWorld

Tras la vapuleada que le propinó el presidente Trump, en directo por televisión, y su posterior expulsión de la Casa Blanca, el ucraniano Zelensky telefoneó inmediatamente a los líderes europeos.

Esa reacción demuestra que el actor ucraniano convertido en presidente había volado a Washington desde Kiev no para limitarse a firmar un supuesto acuerdo sobre minerales con Estados Unidos, sino para hacer caer a Trump en una trampa para intensificar la guerra proxy en Ucrania contra Rusia.

No hay duda de que existe consternación y alarma entre los europeos porque su agenda para prolongar la guerra contra Rusia está en bancarrota. Peor aún, un Trump furioso puede ahora abandonar a Ucrania y dejarla completamente a merced de Rusia.

Los líderes europeos sostendrán una reunión de emergencia el domingo en Londres, convocada por el primer ministro británico, Keir Starmer. Zelensky asistirá y recibirá una lluvia de muestras de apoyo europeas y miles de millones más del dinero de los contribuyentes. Increíblemente, siguen defendiendo al impúdico estafador como un “héroe churchilliano”.

Las argumentaciones en el Despacho Oval el viernes fueron un sórdido espectáculo. Trump y su vicepresidente, JD Vance, arremetieron contra Zelensky bajo la mirada de las cámaras de televisión por atreverse a exigir más garantías de seguridad estadounidenses en el marco de un acuerdo que permitiría a las empresas estadounidenses acceder a las supuestas riquezas minerales de Ucrania, como petróleo, gas y metales de tierras raras.

La reunión comenzó cordialmente, pero Trump se abstuvo de dar “garantías de seguridad” específicas a Ucrania. La fastidiosa insistencia de Zelensky en obtener compromisos explícitos de apoyo militar estadounidense tras cualquier acuerdo de paz con Rusia provocó que Trump y sus funcionarios reprendieran al líder ucraniano por discutir en público y no ser respetuoso.

Después de los fuegos artificiales, un indignado Trump echó a Zelensky. No se firmó ningún acuerdo sobre minerales y Zelensky se fue de Washington con las manos vacías. Y la cosa no acabo ahí. Trump posteriormente les manifestó a los periodistas que Zelensky no será bienvenido hasta que esté dispuesto a hacer las paces con Rusia.

Trump fue astuto ante el intento de mala jugada. Ante los periodistas en el jardín de la Casa Blanca y tras la reprimenda a Zelensky, Trump declaró: “Queremos la paz. No queremos que alguien se adhiera a una potencia fuerte y luego no llegue a un acuerdo de paz porque se sienta envalentonado. Eso es lo que vi que estaba ocurriendo. Él quiere pelear, pelear y pelear. No busco involucrarme en nada prolongado”.

Las inmediatas llamadas telefónicas de Zelensky al presidente francés Emmanuel Macron y al jefe de la OTAN Mark Rutte tras el fiasco de la Casa Blanca es la gran revelación aquí.

Días antes de la visita de Zelensky a la Casa Blanca el viernes, los líderes europeos habían tratado persuadir a Trump para que Estados Unidos ofreciera garantías de seguridad como parte de cualquier acuerdo de paz con Rusia.

Macron se reunió con Trump el lunes. El jueves le tocó el turno a Starmer de congraciarse con Trump. La jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, también estuvo en Washington. Sorprendentemente, su reunión con el secretario de Estado de EE UU., Marco Rubio, fue suspendida abruptamente “por problemas de agenda”.

El principal objetivo de Macron y Starmer era conseguir que Trump se comprometiera a un “respaldo” militar en Ucrania para reforzar su propuesta de desplegar tropas francesas y británicas bajo la apariencia de “fuerzas de paz”.

Según la BBC, los británicos querían “cobertura aérea” estadounidense para sus tropas.

Tanto Macron como Starmer fueron despachados con vagas evasivas a pesar de la cordialidad y los cumplidos, y de un incentivo británico del rey Carlos de invitar a Trump a una visita real.

El acercamiento diplomático de Trump con el presidente ruso, Vladímir Putin, que comenzó con una llamada telefónica el 12 de febrero, seguida de una reunión de alto nivel de diplomáticos estadounidenses y rusos en Arabia Saudí el 18 de febrero, ha causado conmoción entre los miembros europeos de la OTAN.

Se sienten agraviados de que Trump vaya a alcanzar un acuerdo de paz con Putin sin contar con ellos. Los europeos siguen atados a la narrativa propagandística de la anterior administración Biden sobre “defender la democracia y la soberanía en Ucrania de la agresión rusa”.

Trump quiere salir del extravagante lío de Ucrania. Reconoce que el conflicto siempre fue una guerra proxy con el objetivo ulterior de derrotar a Rusia. Se han malgastado cientos de miles de millones de dólares y euros en alimentar una guerra proxy inútil que, como se ha visto, Rusia está ganando decisivamente.

Marco Rubio, el jefe de la diplomacia estadounidense, reveló en una entrevista a CNN tras la disputa en el Despacho Oval, que un ministro de Asuntos Exteriores europeo le había dicho que “el plan de ellos” consistía en continuar la guerra en Ucrania durante un año más con la esperanza de que acabara “debilitando a Rusia” y haciendo que Moscú “suplicara por la paz”.

La frialdad de los europeos y su obsesión rusófoba son grotescas. Los tres años de conflicto en Ucrania han costado la muerte de hasta un millón de militares, millones de refugiados en toda Europa y economías destrozadas, por no mencionar el peligro de que se convierta en la Tercera Guerra Mundial.

Sigilosamente, los europeos están encubriendo su deseo de continuar la guerra proxy con una tardía como disimulada preocupación por lograr la paz y respaldar la diplomacia de Trump.

En la superficie, Macron y Starmer elogian a Trump (tras sentirse inicialmente descontentos por esta llamada con Putin) y hablan de “encontrar un camino hacia una paz duradera”.

Sin embargo, su aparente oferta de desplegar soldados franceses y británicos como “fuerzas de paz”, es un Caballo de Troya que nada tiene que ver con mantener la paz. Por su parte, Moscú ha declarado categóricamente su oposición a la presencia de tropas de la OTAN en Ucrania, mismas que serán consideradas como combatientes.

Esa es la razón por la que, Macron, Starmer y otros líderes europeos insistieron tanto en intentar que Trump diera “garantías de seguridad”. El llamado “apoyo” militar estadounidense sería una forma de intensificar la guerra proxy contra Rusia.

Zelensky fue a Washington con la misión de engatusar a Trump para que le diera una garantía de seguridad mientras le tendía la carnada de un lucrativo acuerdo sobre minerales.

Se informó de que la Casa Blanca de Trump, quería cancelar la reunión del viernes antes de que Zelensky partiera de Ucrania el jueves. Pero Macron intervino e imploró a Trump que siguiera adelante con la recepción.

Zelensky, acostumbrado a recibir un sinfín de cheques en blanco, pensó que podría sonsacarle a Trump algo más que un simple acuerdo minero. Se esperaba que consiguiera la participación militar directa de Estados Unidos que desean los líderes rusófobos europeos. De esa manera, la guerra proxy se intensificaría y los que están montados en el jugoso negocio de la guerra seguirían exprimiendo la mayor crisis de seguridad del mundo.

Afortunadamente, Trump echó a Zelensky y echó por tierra la estratagema europea.

La ironía es que Trump se había deshecho en elogios hacia Macron y Starmer, exaltando a Francia por ser el “aliado más antiguo” de Estados Unidos y a Gran Bretaña por su “relación especial”. Puede que Trump quiera revisar radicalmente esos anticuados clichés.




Publicado por La Cuna del Sol

jueves, 13 de febrero de 2025

Lecciones de la historia…

Incluso la reciente declaración de Donald Trump de que utilizaría la acción ejecutiva para abolir la ciudadanía por derecho de nacimiento tiene un vínculo histórico con la experiencia chino-estadounidense.

 

LECCIONES DE LA HISTORIA SOBRE
EL EXTREMISMO ANTIINMIGRANTE



Michael Luo
The New Yorker

El presidente electo, Donald Trump, ha prometido que en el momento que asuma el cargo empezará a poner en vigor la agenda antiinmigración en la cual centró su campaña: deportaciones masivas, medidas enérgicas contra las personas que “arriban en grandes cantidades a través de México y otros lugares”, e incluso la eliminación de la ciudadanía por derecho de nacimiento. (El futuro de la inmigración altamente cualificada es un área de incertidumbre; una disputa sobre los visados H-1B consumió al mundo MAGA durante las vacaciones). La magnitud de lo prometido por Trump es difícil de comprender y carece de precedentes recientes. Hace siglo y medio, sin embargo, comenzó a acelerarse en Estados Unidos un movimiento para expulsar a un grupo diferente de personas.

En abril de 1876, un comité del Senado del estado de California celebró una serie de audiencias en Sacramento y San Francisco sobre el “efecto social, moral y político” de la inmigración china. Según algunas estimaciones, más de cien mil chinos vivían en el estado. Funcionarios del gobierno, agentes de policía y líderes cívicos testificaron que representaban la escoria de su tierra natal y estaban plagados de un “elemento criminal”; vivían hacinados y en condiciones inmundas (como manifestó un testigo, “más parecidos a cerdos que a seres humanos”); eran vectores de enfermedades y libertinaje. Tal vez lo más importante es que, mientras una prolongada depresión económica se apoderaba del país y San Francisco bullía con miles de hombres blancos desempleados, los testigos argumentaban que los trabajadores chinos hacían bajar los salarios y quitaban puestos de trabajo a los estadounidenses. Un pastor de California proclamó que los trabajadores blancos debían “morir de hambre, o ponerse al nivel de los chinos, o en caso contario abandonar ellos mismos el país”.

Más de diez mil personas de California y Nevada se unieron a las “facciones” locales de la Orden de los Caucásicos (Order of Caucasians), una organización que tenía como objetivo “proteger al hombre blanco y a la civilización blanca”. En julio de 1877, un mitin en San Francisco degeneró en días de disturbios cuando las turbas arrasaron el barrio chino y destrozaron negocios de propiedad china, en su mayoría lavanderías, por toda la ciudad. Varias semanas después, los senadores del estado enviaron un mensaje urgente al Congreso, advirtiendo que los residentes blancos de toda la costa oeste estaban empezando a manifestar un “profundo descontento con la situación” y que llegaría un día “en que la paciencia acabaría”.

Un tratado entre Estados Unidos y China garantizaba la libre circulación de personas entre ambos países, razón por la que los políticos de Washington eran reacios a imponer restricciones. Pero, entonces como ahora, la nación estaba dividida políticamente, y los estados del oeste eran un premio estratégico tanto para republicanos como para demócratas. Ganarlos, evidentemente, dependía de resolver la cuestión china. Como resultado, en 1882, Estados Unidos -por primera vez en su historia- cerró sus puertas a un grupo de personas debido a su raza, cuando el Congreso aprobó una ley que prohibía el ingreso de trabajadores chinos al país. (La legislación llegó a conocerse como Ley de Exclusión China). Sin embargo, los inmigrantes seguían encontrando formas de entrar, por lo que el Congreso aprobó leyes cada vez más severas. Residentes alarmados de docenas de comunidades del oeste también se unieron para expulsar a sus vecinos chinos.

Sin embargo, los chinos no fueron víctimas pasivas: en 1892, después de que una nueva ley les exigiera obtener un certificado de residencia que estableciera su derecho a estar en el país, los líderes de la comunidad organizaron una campaña de resistencia. Los líderes antichinos, a su vez, prometieron deportaciones masivas, sólo para que el esfuerzo fracasara cuando quedó claro que la medida sería exorbitantemente costosa. La comunidad china no bajó los brazos, pero existió en una especie de estado de tensión permanente hasta 1965, cuando el presidente Lyndon Johnson promulgó una ley de reforma del sistema de inmigración.

Las preocupaciones económicas de hoy en día están nuevamente sirviendo de combustible a las exhortaciones abiertamente racistas y populistas de los políticos. Una nébula de indignación entre los votantes de la clase trabajadora ha impulsado al movimiento MAGA, muy similar a la rabia que impulsó al movimiento antichino. Incluso la reciente declaración de Trump de que utilizaría la acción ejecutiva para abolir la ciudadanía por derecho de nacimiento -los expertos debaten si esto sería legal- tiene un vínculo histórico con la experiencia chino-estadounidense. En 1898, treinta años después de que la Decimocuarta Enmienda estableciera el principio como una forma de salvaguardar los derechos de los estadounidenses negros anteriormente esclavizados, la Corte Suprema lo confirmó en un caso histórico presentado por un estadounidense de origen chino, Wong Kim Ark.

Una de las tragedias de la exclusión china es que la ira contra los inmigrantes era probablemente errónea. Los trabajadores chinos generalmente no competían directamente con los blancos. En un estudio económico publicado en 1963, el historiador Ping Chiu encontró que en California los dos grupos estaban mayoritariamente estratificados en diferentes grupos de mano de obra, con los chinos concentrados en empleos de salarios más bajos en la agricultura y en industrias como la textil y la fabricación de puros. Los principales factores de las dificultades económicas que afectaban a los trabajadores blancos de California eran la competencia de las fábricas del este, tecnológicamente más avanzadas y eficientes, junto con el cambio a la producción en masa.

Similarmente, otros estudios han sugerido que la exclusión de la mano de obra china no mejoró la suerte de los trabajadores blancos. El pasado otoño, un grupo de economistas publicó un documento sobre el impacto de la Ley de Exclusión China en los estados del oeste. Según sus conclusiones, esta ley afectó considerablemente a las economías de Arizona, California, Idaho, Montana, Nevada, Oregón, Washington y Wyoming, los estados con mayor población china, al menos hasta 1940. Los economistas tampoco encontraron “pruebas de que el trabajador blanco promedio se beneficiara de la partida de los chinos” y concluyeron que los efectos positivos de los inmigrantes chinos en la mano de obra, incluidas las economías de escala logradas por su presencia, superaban cualquier oportunidad de empleo que surgiera de su ausencia. Las conclusiones no son sorprendentes. Un estudio reciente del, Brookings Institution afirma que el aumento de la inmigración ayuda a explicar la fortaleza de la economía estadounidense desde 2022, beneficiando a los empresarios que necesitan trabajadores y contribuyendo al gasto de los consumidores.

En el siglo XIX, los chinos tenían pocos defensores entre el público. John C. Weatherred, ejecutivo de un banco de Tacoma, Washington, escribió en su diario el 1 de octubre de 1885, un mes antes de que los chinos fueran expulsados de su ciudad, que habían “muchos tontos en relación al asunto antichino” y que deseaba “ayudar al indefenso en su lucha”. Elogió al “chino” por su “laboriosidad, economía y sobriedad”. Sin embargo, Weatherred al igual que otros simpatizantes se guardaron casi siempre sus sentimientos. Mientras una envalentonada Administración Trump se prepara para una nueva ofensiva contra los inmigrantes, la historia ofrece lecciones sobre el costo del silencio.




Publicado por La Cuna del Sol

martes, 28 de enero de 2025

Una nueva era de teatro fronterizo

La agenda antiinmigración es el caballo de Troya que ha permitido a las fuerzas antidemocráticas consolidar su poder bajo el segundo mandato de Trump e intentar acabar con todo, desde los derechos de las mujeres hasta nuestra democracia.

 

UNA NUEVA ERA DE TEATRO FRONTERIZO



Melissa del Bosque
The Border Chronicle

Sólo se necesitaron 30 años y la ayuda del Partido Demócrata para que esto sucediera.

Desde el momento en que Donald Trump bajó por la escalera mecánica dorada de la Torre Trump en 2015 para anunciar su candidatura presidencial al ritmo de "Rocking in the Free World" de Neil Young (y sin el consentimiento de Young), hemos estado sometidos de manera continua al teatro político de MAGA. El papel de Trump como presidente de Estados Unidos es lo peor del reality show estadounidense, con consecuencias de vida o muerte. Y actores antidemocráticos mucho más peligrosos han acumulado poder gracias al éxito de Trump.

En los siguientes cuatro años, la región fronteriza entre Estados Unidos y México servirá como el escenario principal para la propaganda MAGA. El gobernador de Texas, Greg Abbott, ya ha construido un área al estilo Hollywood, de miles de millones de dólares, para el Ministerio de Propaganda MAGA, llamado Operation Lone Star (Operación Estrella Solitaria), completo con soldados, cárceles escuálidas, un sistema de tribunales canguro, kilómetros de alambre de púas y vehículos militares Humvees.

Es de esperar que gran parte del espectáculo de Trump tenga lugar en Texas, donde el reparto ya está reunido y los escenarios ya están construidos. Pasamos los últimos cuatro años viendo la serie de la derecha, Invasión, rodada por aliados de Trump, entre ellos Ken Cuccinelli y Russ Vought.

En 2025 se nos ofrecerá una creación de contenidos más autocrática, que se difundirá a través de plataformas de medios sociales controladas por multimillonarios. Para mantener nuestra atención, la programación requerirá de muchos antagonistas (también conocidos como enemigos del pueblo), entre los que habrá inmigrantes, periodistas, activistas, educadores, científicos, etc.

Cuando se trata de una estrategia política eficaz, “es bueno tener un enemigo”, declaró a la BBC en 2023 George Birnbaum, especialista estadounidense en el asesoramiento de lideres autoritarios. Birnbaum ayudó a Benjamin Netanyahu y al húngaro Viktor Orbán a llegar al poder. Tuvo como mentor a Arthur Finkelstein, un consejero político republicano que ayudó a Richard Nixon a ganar la presidencia en 1972. En un memorándum de 1970, Finkelstein escribió: “Uno debería... intentar polarizar las elecciones en torno al tema que más le beneficie a uno, es decir, las drogas, el crimen, la raza en el estado de Nueva York”.

En este caso, para el movimiento MAGA son los inmigrantes y la frontera. Lo que resulta del todo chocante del segundo mandato de Trump son sus muchos ecos del pasado y de cómo hemos llegado a este momento. Los republicanos, una y otra vez, han demonizado a los inmigrantes como una cuestión controversial para polarizar a los estadounidenses, ganar elecciones y consolidar el poder. A menudo termina mal para ellos, pero luego los demócratas promueven la agenda republicana de todos modos.

Una táctica de 30 años

They Keep Coming(“Ellos continúan viniendo”), formaba parte de la a propaganda política del ex gobernador, Pete Wilson en 1994, que utilizaba los mismos mensajes racistas y xenófobos que vimos en miles de anuncios publicados durante el ciclo electoral de 2024 y repetidos por Trump. Wilson, un republicano, ganó las elecciones, pero su alarmismo hacia los inmigrantes y la promoción de la Proposición 187 acabaron con su carrera política. También impulsó el formidable ascenso del poder político latino en California y convirtió a la quinta economía más grande del mundo en sólidamente azul.

A menudo se hace referencia al hecho que Wilson ganó las elecciones, pero los republicanos perdieron la batalla. Pero no se escribe lo suficiente sobre cómo el presidente Bill Clinton, como reacción a este movimiento antiinmigrante, firmó la Ley de Reforma de la Inmigración Ilegal y Responsabilidad Migratoria de 1996 (IIRAIRA, en inglés), que allanó el camino para el sistema de detención y deportación masiva que tenemos en 2025, ese del que Trump habla tan ominosamente. Cuando se trata de deportaciones masivas, los demócratas han superado a los republicanos. Durante su primer mandato, Trump deportó a 1.5 millones, una fracción de los casi 5 millones que Obama deportó durante sus dos mandatos, lo que le valió el apodo de “deportador en jefe”.

La severa aplicación de la ley por parte del presidente Obama fue una respuesta a otro movimiento antinmigración republicano que se aglutinó en torno a la ley SB 1070 de Arizona, que dio lugar a varios proyectos de ley similares en todo el país, propagados por el American Legislative Exchange Council (ALEC) una organización comandada por el sector privado.

Como periodista en Texas, observando desde lejos, me preguntaba cuánto tardaría en llegar a nuestro estado la iniciativa contra la inmigración. Durante años, había sido rechazada por republicanos como el ex gobernador George Bush, y su asesor político Karl Rove, que la consideraban perjudicial para sus partidarios de campaña que dependían de trabajadores indocumentados mal pagados.

Y luego tuvimos a Trump en 2016, quien aprovechó el muro fronterizo como una estrategia política ganadora y de nuevo puso en marcha la vieja máquina de discursos antiinmigrantes, etiquetando a las personas que migran desde México como “violadores» y «criminales”.

Para entonces, Abbott y su vicegobernador, Dan Patrick, estaban de acuerdo con la estrategia política. Ambos han adoptado plenamente al MAGA y la política de deportación masiva, y no está claro cómo las industrias de Texas, desde la agricultura a la construcción, van a sortear la riesgosa zambullida del estado en el agujero de MAGA.

Y así, en cada ocasión en los últimos 30 años, los republicanos han optado por demonizar a los inmigrantes como estrategia política. En cada ocasión, han perdido miserablemente y, como consecuencia, han estimulado el crecimiento de un poderoso movimiento político de latinos y aliados que se oponen al racismo. Esto sucedió en California en la década de 1990 y en Arizona en la década de 2010.

¿Latinos con Trump?

¿Por qué algunos latinos votaron por Trump, especialmente a lo largo de la frontera en Texas? Una razón podrían ser los repetidos fracasos de los demócratas del establishment. De hecho, el Partido Demócrata es el actor más confuso en el teatro de la frontera, porque el partido ha hecho más para ayudar a la agenda MAGA que para obstaculizarla. Los demócratas se negaron a desafiar la narrativa antinmigrante de la invasión utilizada por Trump, promoviendo en su lugar la agenda antiinmigrante republicana mientras prometían hacer lo contrario. En este momento, el sistema de deportación masiva es una creación bipartidista. Lo presenciamos de nuevo durante el gobierno de Biden, cuando en reacción a la nociva agenda antiinmigrante de Trump, el presidente Biden restringió el asilo y otorgo al ICE y a Aduanas y Protección Fronteriza el mayor presupuesto de la historia.

Después de 30 años, los demócratas deberían tener muy claro que es hora de intentar algo radicalmente distinto. Esto significa construir una nueva visión, una nueva narrativa que no esté basada en el miedo, que incluya a todos los estadounidenses y que abarque los muchos puntos fuertes de las comunidades fronterizas. Para los republicanos, la frontera nunca será lo suficientemente segura. El alarmismo sobre la inmigración es una herramienta política demasiado útil para ganar las primarias republicanas y para encolerizar a sus bases. El “caos” de la frontera es ahora una industria arraigada que emplea a miles de personas y genera miles de millones para las empresas. También sirve para crear contenidos y una valiosa propaganda política.

Leyendo este artículo de 1995 en Los Angeles Times, me llama la atención cómo los organizadores de la Proposición 187 querían utilizar la iniciativa antiinmigración como catalizador para formar una coalición más amplia que, entre otras cosas, “aboliera el gobierno federal y su autoridad fiscal, restringiera la ciudadanía principalmente a los ‘nacidos de un estadounidense’, cambiara el nombre oficial de la nación por el de “América” y despojara a los extranjeros de la mayoría de sus derechos”.

Resulta que su objetivo tardó 30 años en alcanzarse. La agenda antiinmigración es el caballo de Troya que ha permitido a las fuerzas antidemocráticas consolidar su poder bajo el segundo mandato de Trump e intentar acabar con todo, desde los derechos de las mujeres hasta nuestra democracia. Propongo un nuevo Proyecto 2025 para rechazar el miedo y construir una nueva narrativa en torno a nuestras fortalezas colectivas como democracia diversa. Es hora de un nuevo guion, y de que los demócratas entiendan por fin el mensaje.




Publicado por La Cuna del Sol

jueves, 16 de enero de 2025

The yanquis are coming

En 2020, el último año de su primer mandato como presidente, Trump había considerado lanzar ataques con misiles contra los cárteles. Mark Esper, en aquel momento secretario de Defensa de Trump escribió en sus memorias de 2022, A Sacred Oath, (Un juramento sagrado), que Trump manifestó que” Nadie sabría que fuimos nosotros”.

 

THE YANQUIS ARE COMING: TRUMP AMENAZA
A MÉXICO CON UNA “INVASIÓN SUAVE”



Charles Pierson
Counterpunch

Hacia el final de la novela de 1935 de Sinclair Lewis, It Can’t Happen Here (No puede ocurrir aquí), la dictadura fascista que ha llegado al poder en EE UU. ha lanzado una guerra de agresión contra México. He pensado en esto al leer que el presidente electo Donald Trump ha estado hablando de utilizar unidades de operaciones especiales estadounidenses contra los cárteles de la droga mexicanos.

En 2020, el último año de su primer mandato como presidente, Trump había considerado lanzar ataques con misiles contra los cárteles. Mark Esper, en aquel momento secretario de Defensa de Trump escribió en sus memorias de 2022, A Sacred Oath, (Un juramento sagrado), que Trump manifestó que” Nadie sabría que fuimos nosotros”.

Nunca hay que dudar de la fortaleza de una mala idea. Rolling Stone informó en noviembre de 2024 y enero de 2025 que la administración entrante de Trump está contemplando una “invasión suave” para acabar con los cárteles de la droga de México; la único que ocupa sus mentes es el alcance de la operación. La acción militar estadounidense podría adoptar la forma de asesinatos selectivos o el secuestro de líderes de los cárteles, ataques aéreos contra laboratorios de drogas, entrenamiento de tropas mexicanas, incursiones en las bases de los cárteles por parte de fuerzas de operaciones especiales estadounidenses, o todo lo anterior. Estas acciones se llevarían a cabo con o sin el consentimiento del gobierno mexicano.

Al plan de Trump lo llaman “Irak otra vez”. Esto es también imperialismo yanqui a la vieja usanza. Los mexicanos no han olvidado la intervención estadounidense en México (la Guerra de México de 1846 a 1848), el despojo directo de la mitad del territorio mexicano. Los estados del oeste y suroeste de Estados Unidos están formados casi en su totalidad por tierras conquistadas. Un año antes, en 1845, Estados Unidos se anexionó Texas. En el siglo XX, las fuerzas estadounidenses intervendrían en dos ocasiones durante la Revolución Mexicana: primero, en 1914, invadiendo el puerto de Veracruz en respuesta a un desaire contra marineros estadounidenses borrachos que habían sido detenidos brevemente por el ejército mexicano; luego, en 1916-17, enviando una “Expedición Punitiva” en un intento fallido de dar caza al revolucionario mexicano Pancho Villa después de que éste asaltara la ciudad fronteriza de Columbus, Nuevo México.

Los planes de Trump para México son consistentes con la totalidad de sus designios imperiales. Trump ha renovado la oferta de su primer mandato para comprar Groenlandia a Dinamarca. Groenlandia proporciona una ruta de acceso al Ártico, donde se perfila un enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia por el petróleo del Ártico. Trump ha enviado a su hijo Don Jr. a sondear Groenlandia, lo que suscita la interrogante, ¿qué ha hecho Groenlandia para merecer esto?

Trump también amenaza con retomar el Canal de Panamá; y (¿en broma?) se refiere al primer ministro canadiense Justin Trudeau como «Gobernador del Gran Estado de Canadá» mientras en su sitio de redes sociales Truth Social se regocija ante la posibilidad de que Canadá se convierta en el “Estado 51”. (Trudeau anunció el 6 de enero que, tras nueve años, deja el cargo de primer ministro).

En una rueda de prensa en Mar-a-Lago en enero 7, Trump no descartó el uso de la fuerza militar por parte de Estados Unidos contra Panamá o Groenlandia, en cuanto a Canadá mencionó que únicamente haría uso de la fuerza económica en su contra. Es bueno saberlo. Trump no ha hecho mención del “Destino Manifiesto”, pero eso probablemente se debe a su ignorancia sobre la historia de los Estados Unidos1. Los simpatizantes de Trump a menudo han expresado su admiración por no haber iniciado “nuevas guerras” durante su primer mandato. Sin embargo, ahora parece que esta listo para iniciar dos o tres.

Algunos podrán objetar que la administración Trump no puede justificar una invasión en vista de que México no ha atacado a Estados Unidos, sin embargo, podrían estarse equivocando. En un post del 25 de noviembre en Truth Social, Trump se hizo eco de otros halcones republicanos al calificar de “invasión” la entrada de drogas, en particular el fentanilo, y de “extranjeros ilegales” en EE UU. En el mismo post, Trump declaró:

“El 20 de enero, como una de mis primeras Órdenes Ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para imponer a México y Canadá un Arancel del 25% sobre TODOS los productos que entren a los Estados Unidos, y sus ridículas Fronteras Abiertas. Este Arancel permanecerá en vigor hasta el momento que las Drogas, en particular el Fentanilo, ¡y todos los Extranjeros Ilegales detengan esta Invasión a nuestro País!”

Luego, el 22 de diciembre, en una reunión del grupo de extrema derecha Turning Point USA, Trump manifestó ante la audiencia que al asumir el cargo “designaría inmediatamente a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras”. Esta medida haría que la acción militar en México fuera legal según la legislación estadounidense, aunque sin el consentimiento del gobierno mexicano los ataques seguirían constituyendo una agresión según el derecho internacional. Eso estaría bien para Trump. Violar el derecho internacional no molesta a Trump de la misma manera que violar el derecho interno.

Claudia Sheinbaum Pardo sólo ha sido presidenta de México desde el 1 de octubre y ya tiene que lidiar con un Gringo loco -un Gringo loco y misógino. La presidenta Sheinbaum y Trump aún no se han reunido, pero durante una conversación telefónica el 27 de noviembre, que ambos líderes describieron positivamente, la presidenta mexicana trató de convencer a Trump que su amenaza de imponer un arancel del 25 por ciento a los productos mexicanos podría devastar las economías de ambas naciones. Previamente, la Embajada de México había dado a conocer una carta del 26 de noviembre de la presidenta Sheinbaum a Trump en la que le advertía que, si Estados Unidos elevaba los aranceles a México, México tomaría represalias elevando sus propios aranceles a los productos estadounidenses.

En un absurdo comentario posterior a la llamada, Trump afirmó en Truth Social que la presidenta Sheinbaum había “acordado detener la migración a través de México, y hacia Estados Unidos, cerrando efectivamente nuestra Frontera Sur”. Sheinbaum respondió en X (anteriormente Twitter) que no había dicho nada de eso: “reiteramos que la posición de México no es cerrar fronteras, sino construir puentes entre gobiernos y entre pueblos”.

Por último, la presidenta Sheinbaum ha descartado la posibilidad de que se produzca una “invasión suave” por parte de EE UU., pero ha enfatizado que México siempre defenderá su soberanía.

Es imposible opinar hasta qué punto el patrioterismo de Trump debe tomarse en serio; o si Trump realmente cree cosas como su afirmación de que EE UU. “gasta cientos de miles de millones al año para proteger [a Canadá]”. Al tratar de interpretar las intenciones de Trump, puede ser útil recordar aquel momento en 2015 en que Trump se jactaba en Fox News de ser él “la persona más militarista que existe”. De cualquier modo, los ruidos expansionistas de Trump deberían acabar con cualquier creencia de que Trump es un pacifista o un aislacionista. Tampoco debería nadie esperar que Trump ponga fin a las “guerras eternas”, una de las razones que la multitud MAGA aduce para apoyarle. Habrá que esperar respuestas.


Notas.

1 Resulta divertido que un columnista del rimbombantemente conservador New York Post se oponga a que Estados Unidos adquiera Canadá, no por una insípida preocupación por la soberanía canadiense, sino porque Canadá “arruinaría a Estados Unidos”. Esperemos que los republicanos sigan pensando así.


Charles Pierson es abogado y miembro de la Pittsburgh Anti-Drone Warfare Coalition. Su correo electrónico es Chapierson@yahoo.com.




Publicado por La Cuna del Sol