lunes, 1 de diciembre de 2014

“La postura hizo al hombre”

Los barberos-cirujanos medievales que tuvieron que enfrentarse con la casuística de los campos de batalla, hicieron más por el avance de la práctica médica que físicos académicos que raramente examinaban pacientes y que basaban sus tratamientos en el conocimiento de los textos de Galeno y otros manuales. Aún hoy, los investigadores "puros" tienden a despreciar la práctica y términos como "aggie school" y "cow school" son oídos con desagradable frecuencia en los círculos académicos. Si nos tomáramos en serio el mensaje de Engels y reconociéramos que nuestra creencia en la superioridad inherente de la investigación pura es lo que es -un prejuicio social- entonces podríamos forjar entre los científicos la unión entre teoría y práctica que un mundo que se balancea peligrosamente cerca del abismo tan desesperadamente necesita.


“LA POSTURA HIZO AL HOMBRE”


Por Stephen Jay Gould

Ningún evento hizo más por la fama y el prestigio del Museo de Historia Natural que las expediciones al Desierto de Gobi en los años `20. Los descubrimientos, incluyendo el primer huevo de dinosaurio, fueron excitantes y abundantes y se adecuaban perfectamente a las aventuras heroicas del más puro estilo holliwoodense. Es todavía difícil encontrar una mejor historia de aventuras que el libro de Roy Chapman (con su título chauvinista): The New Conquest of Central Asia. Sin embargo, la expedición fracasó por completo en cumplir el propósito original: encontrar en Asia Central los ancestros del Hombre. Y fracasaron por la más elemental de las razones – nosotros evolucionamos en África, como Darwin lo supuso cincuenta años antes.

Nuestros ancestros africanos (o por lo menos nuestros primos más cercanos) fueron descubiertos en depósitos cavernarios durante los años `20. Pero estos australopitecos fracasaron en dar el tipo de lo que las nociones preconcebidas suponían que el “eslabón perdido” debía ser, y muchos científicos se negaron a aceptarlos como miembros de buena fe de nuestro linaje. La mayoría de los antropólogos había imaginado una relativamente armoniosa transformación desde el mono al humano, impulsada por el crecimiento de la inteligencia. Un eslabón perdido debía ser intermediario tanto en el cuerpo como en el cerebro -Alley Oop o las viejas (y falsas) representaciones de los encorvados Neanderthals. Pero los australopitecos se rehusaban a adecuarse. Ciertamente, sus cerebros eran más grandes que los de los monos con tamaños corporales similares, pero no mucho mayores. La mayoría de nuestro incremento evolutivo en el tamaño del cerebro ocurrió después que alcanzamos el nivel australopiteco. Sin embargo, estos australopitecos con pequeños cerebros caminaron tan erectos como ud. o yo. ¿Cómo podía ser? Si nuestra evolución fue propulsada por el crecimiento cerebral, ¿cómo podría la postura erecta (otra “clave de la hominización” no un tema secundario) haberse originado primero? En un ensayo de 1963, George Gaylord Sympson se sirvió de este dilema para ilustrar el a veces espectacular fracaso para predecir descubrimientos aún cuando hay una importante base para esa predicción. Un ejemplo evolutivo es el fracaso para predecir el descubrimiento de un “eslabón perdido”, hoy conocido [Australopiteco], que caminó erecto y fabricó herramientas pero tenía la fisonomía y la capacidad craneal de un mono.

Debemos adscribir este “espectacular fracaso” principalmente a un prejuicio subterráneo que conduce a la siguiente extrapolación inválida: Nosotros dominamos a otros animales por el poder del cerebro (y poco más); en consecuencia el crecimiento del cerebro debe haber propulsado nuestra evolución en todos los estadios. La tradición que subordina la postura erecta al crecimiento del cerebro puede ser seguida a través de toda la historia de la antropología. Karl Ernst von Baer, el mayor embriólogo del siglo XIX (y segundo sólo después de Darwin en mi panteón personal de héroes de la ciencia) escribió en 1828: “La postura erecta es sólo la consecuencia del más alto desarrollo del cerebro. … toda la diferencia entre el hombre y los demás animales depende de la construcción del cerebro.” Cien años más tarde, el antropólogo inglés G. E. Smith escribió: “No fue la adopción de la postura erecta o la invención de un lenguaje articulado lo que separó al hombre del mono, sino el gradual perfeccionamiento del cerebro y la lenta construcción de la estructura mental, de lo cual la postura erecta y el lenguaje son algunas de sus manifestaciones incidentales.”

Contra este coro que enfatiza en el cerebro, unos muy pocos científicos sostuvieron la primacía de la postura erecta. Sigmund Freud basó mucho de su altamente idiosincrática teoría del origen de la civilización sobre esto. Comenzando con sus cartas a Wilhelm Fliess en los `90 y culminando en su ensayo de 1930 sobre Civilization and its discontents, Freud argumentó que nuestra adopción de la postura erecta había reorientado nuestra sensación primaria desde el olfato a la visión. Esta devaluación del olfato cambió el objeto de estimulación sexual en los machos desde el cíclico olor menstrual a la continua visibilidad de los genitales femeninos. El deseo permanente de los machos conduce a la continua receptividad de las hembras. La mayoría de los mamíferos copulan sólo alrededor de los períodos de ovulación; los seres humanos son activos sexualmente todo el tiempo (un tema favorito de los escritores sobre sexualidad). La sexualidad permanente colocó en el centro a la familia humana e hizo posible la civilización; los animales con copulación fuertemente cíclica no tienen ímpetu para una estructura familiar estable. “El fatal proceso de civilización” Freud concluye, “podría haber comenzado con la adopción de la postura erecta por el hombre”.





Traducido por Eduardo Sartelli de Monthly Review, vol 47, nro. 6, nov. de 1995







Publicado por LaQnadlSol
USA.

No hay comentarios.: