jueves, 29 de septiembre de 2022

Donde el deporte y la deportación confluyen

El 17 de junio, un avión pintado con los colores rojo, blanco y azul de los seis veces campeones del Super Bowl, los New England Patriots, despegó de Harlingen, Texas. Este avión, sin embargo, no iba a llevar al equipo de fútbol americano a un partido. Estaba cruzando el Golfo de México, con rumbo a San Pedro Sula, Honduras, en un vuelo de deportación.

 

DONDE EL DEPORTE Y LA DEPORTACIÓN CONFLUYEN:
EL ICE ESTÁ DEPORTANDO PERSONAS
EN LOS MISMOS AVIONES QUE SE USAN PARA
TRANSPORTAR A LOS EQUIPOS



Todd Miller
Counterpunch

El 17 de junio, un avión pintado con los colores rojo, blanco y azul de los seis veces campeones del Super Bowl, los New England Patriots, despegó de Harlingen, Texas. Este avión, sin embargo, no iba a llevar al equipo de fútbol americano a un partido. Estaba cruzando el Golfo de México, con rumbo a San Pedro Sula, Honduras, en un vuelo de deportación. Este sería el cuarto y último vuelo de deportación del avión (número de identificación N225NE) esa semana. Según Sports Aviation, una cuenta de Twitter que rastrea los vuelos de los equipos deportivos, el avión había sido utilizado en enero para llevar a los Patriots a un partido de playoffs contra los Buffalo Bills.

Ahora, en lugar de musculosos jugadores de fútbol que disfrutan de un sistema de entretenimiento de última generación con asientos espaciosos, el avión estaba lleno de gente encadenada de las muñecas, alrededor de la cintura, y los tobillos ceñidos. Para ir al baño, la gente tenía que arrastrar los pies y sortear las cadenas y las esposas. Tenían que encorvarse para comer. Un avión de un equipo de fútbol de primera se había convertido en una prisión aérea.

El avión, como se describe en este vídeo, es el de reserva del equipo (tiene dos aviones). Y aunque los Patriots parecen ser los dueños del avión, no lo operan. Lo gestiona una empresa de vuelos chárter llamada Eastern. Y Eastern hace negocios con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. El Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington, una organización que lleva unos cuantos años vigilando de cerca los vuelos de deportación, escribió sobre ello en un hilo de Twitter en junio.

La socióloga Angelina Godoy, directora del centro, me explicó que el objetivo de llamar la atención sobre esta conexión entre los Patriots y los vuelos de deportación no era para avergonzar a los atletas o incluso al equipo (que probablemente no lo sabía), sino mostrar que los "negocios que se benefician de la deportación están muy cerca de nuestros atletas y artistas favoritos", una realidad elocuente pero oculta. Y el asunto va mucho más allá de los Patriots, como demuestra Godoy en el informe, Abuses in the Air: Sports Travel and the Deportation Industry (Abusos en el aire: Los viajes deportivos y la industria de la deportación). El informe, publicado en junio, ofrece una gran cantidad de información que establece estas conexiones entre muchos equipos y varias aerolíneas diferentes.

Entre los meses de agosto de 2021 y de 2022, las operaciones aéreas del ICE operaron 7911 vuelos, según ha documentado el ejecutivo financiero retirado Thomas Cartwright, de la organización Witness at the Border. ICE Air es la flota de aviones de la agencia, según una hoja informativa del DHS (Departamento de Seguridad Nacional), que "facilita el movimiento de los no ciudadanos dentro de los Estados Unidos y su remoción a destinos en todo el mundo". Y desde la toma de posesión del presidente Joe Biden, se han realizado 11 011 vuelos de este tipo (y 16 117 desde principios de 2020, cuando Donald Trump estaba al frente). Para negociar esos vuelos, el ICE emitió en 2017 un contrato de 727.3 millones de dólares a Classic Air Charter (que expira este mes) para contratar a aerolíneas chárter como Eastern. Pero Eastern es una de las muchas compañías que se dedican a este negocio, y los Patriots solo un equipo.

Por ejemplo, el avión que el equipo los Baltimore Ravens de la NFL usaba con mucha frecuencia era un avión de Omni Airlines que hacía vuelos regulares de deportación a Somalia (número de identificación de la nave N207AX). Hay que destacar que Omni comenzó a ocultar sus números de identificación después de 2018). Esto incluiría el vuelo de deportación a Somalia de 2017 que se desvió a Senegal, donde se quedó en la pista durante horas antes de regresar a Estados Unidos por razones logísticas. Noventa y dos somalíes permanecieron encadenados durante toda la odisea de 40 horas. Los pasajeros informaron de que "sufrieron palizas, amenazas, el uso forzado de camisas de fuerza y la denegación de acceso a los baños, obligando a algunos a ensuciar sus asientos".

Durante los vuelos de deportación de Omni a África, el ICE ha utilizado un dispositivo de inmovilización de todo el cuerpo conocido como Wrap. Un hombre declaró que estuvo en el doloroso dispositivo durante nueve horas, y cuando finalmente lo liberaron, "tenía llagas abiertas en mis muñecas donde los grilletes del ICE habían cortado mi piel".

Omni, en virtud del contrato en el que la responsabilidad recae en el ICE, también ha deportado a personas a lugares en los que su vida corre peligro, como Camerún, mientras cobra al gobierno estadounidense hasta 1.8 millones de dólares por vuelo.

Ha habido incidentes similares con la aerolínea Swift/iAero, cuyos aviones de deportación han transportado equipos de baloncesto de la Universidad de Virginia, Penn State y Syracuse. En el mismo avión que transportó a estos equipos a sus partidos y torneos, ha habido casos de deportaciones de solicitantes de asilo que fueron asesinados después de ser deportados, como Camila Díaz, una mujer transgénero salvadoreña que intentó ponerse a salvo en Estados Unidos en 2017, pero fue deportada en un vuelo de Swift/iAero el 22 de noviembre de 2017 (número de identificación N418US). Ronald Acevedo, salvadoreño, fue deportado en el mismo avión una semana después de Díaz, después de que el DHS rechazara su petición de asilo. Días después de su deportación fue encontrado muerto en el maletero de un automóvil con signos de tortura, envuelto en sábanas blancas.

El Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington ha identificado cuatro patrones distintos de abuso en estas operaciones aéreas del ICE: (1) el principio de no devolución, o la deportación de personas a lugares donde sus vidas corren peligro; (2) la tortura por parte de funcionarios estadounidenses (3) ausencia de garantías procesales (de octubre de 2010 a mayo de 2020, 10 923 personas fueron deportadas a pesar de tener recursos de apelación pendientes, y durante ese mismo periodo 778 528 personas fueron deportadas sin ver a un juez); y (4) doble castigo (las personas son castigadas dos veces por el mismo delito, una vez por el sistema de justicia penal y otra vez por el ICE, a veces años después de que se cumpliera el primer castigo).

Los propios aviones pueden modificarse drástica y rápidamente, de la deportación a los deportes. El 18 de diciembre de 2021, un avión Swift/iAero (número de identificacion N625SW) realizó un vuelo de deportación de San Antonio a Ciudad de México antes de regresar para transportar al equipo de baloncesto, Butler Bulldogs, de Oklahoma a Indianápolis. Este mismo avión ha realizado vuelos de deportación a Haití, cuando no está transportando a otros equipos de baloncesto universitario de primer nivel, como los de la Universidad de Arkansas, Texas Tech, Georgia Tech, Notre Dame y la Universidad de Texas.

Las modificaciones de las aeronaves van desde personas con grilletes y aparatos como el Wrap a la "Clase Omni", con asientos reclinables y una bandeja de gran tamaño para "acomodar una comida gourmet de varios platos", así como "sistemas de entretenimiento equipados con pantallas de 15.6 HD para que los pasajeros tengan acceso a los últimos estrenos teatrales, juegos y música". En febrero, Swift/iAero inauguró su servicio de "ultra lujo", y su primer cliente fueron los Houston Rockets de la NBA.

En enero, cuando los Patriots se sentaron en amplios asientos y disfrutaron de otras comodidades de camino al partido de los playoffs, probablemente no sabían que en junio estaría deportando gente a Honduras. ¿Cuántos hondureños engrilletados iban en el vuelo del 17 de junio en el mismo avión? No lo sabemos, porque el ICE no revela información sobre los vuelos individuales. La frontera se manifiesta de forma poderosa e invisible en los lugares más inesperados. Para empezar, muchos de nosotros no sabemos que está ahí. En el caso del avión de los Patriots, no ha vuelto a aparecer desde aquella semana de junio, y probablemente no lo hará ya que la temporada de la NFL comenzó la semana pasada.

Eastern, la aerolínea que opera los aviones de Patriots, estuvo involucrada en la deportación masiva de haitianos después de que miles de ellos llegaran a la frontera entre Estados Unidos y México hace un año. El ICE otorgó un contrato especial de 15 millones de dólares a la empresa privada de prisiones, Geo Group, para que organizara los vuelos de deportación a Haití (uno de los muchos contratos que esta empresa tiene con el ICE), aunque no posee ningún avión. Como informó The Border Chronicle el martes, GEO Group es también uno de los principales donantes de la Asociación de Gobernadores Republicanos, que canaliza dinero a los halcones fronterizos autoritarios, como la candidata a gobernadora de Arizona, Kari Lake. De este modo, las compañías aéreas de vuelos chárter han encontrado un hogar en el multimillonario complejo industrial de la frontera y la inmigración, compuesto por una amplia franja de corporaciones, incluyendo empresas de tecnología, construcción y prisiones como GEO Group.

Para ICE Air, el negocio parece que seguirá creciendo. En agosto hubo 686 vuelos de deportación, según Cartwright, de Witness at the Border. Mientras que las deportaciones a Haití han disminuido, Cartwright ha notado un aumento de los vuelos a Colombia, "uno cada día de la semana", y a Perú, "una vez a la semana". Los principales destinos siguen siendo Guatemala, Honduras y El Salvador. "Todo es cuestión de disuasión", me dijo Cartwright, refiriéndose a la estrategia fronteriza de Estados Unidos a largo plazo.

En un artículo de 2009 titulado "America's Secret ICE Castles" (Los castillos secretos del ICE), la socióloga Jacqueline Stevens escribe sobre 186 instalaciones anónimas del ICE en todo el país, algunas situadas en centros comerciales y complejos de oficinas. Estos lugares parecen tan normales en la vida cotidiana de Estados Unidos, que uno no sospecharía que sean lugares del gobierno donde las autoridades federales armadas detienen e interrogan a las personas. En el artículo, Stevens cita a Natalie Jeremijenko, profesora de artes visuales de la Universidad de Nueva York, que calificó de "genio perverso" el hecho de ocultar a los agentes federales en un lugar como el Chelsea High Line de Nueva York, al que califica de "centro mundial de visualidad y espacio público".

Los aviones de deportación tienen una dinámica similar. Por un lado, la responsabilidad del gobierno se evade "detrás del pretexto de contratos privados". Por otro lado, como me aclaró Godoy en nuestra entrevista, hay una "yuxtaposición" de aviones que se utilizan para transportar a nuestros equipos favoritos, e incluso ofrecen viajes de lujo y cenas gourmet, mientras que otros vuelos transportan a personas engrilletadas, privadas de dignidad y expulsadas contra su voluntad.

Cuando vi el partido de los playoffs en enero, en el que mi equipo favorito, los Buffalo Bills, derrotó a los Patriots por 47-17, me encontraba entre los millones de espectadores, la mayoría de los cuales no tenían conocimiento de estas conexiones entre los aviones que transportan deportistas y también se utilizan en las deportaciones (yo incluido). Pero el aparato de control de fronteras e inmigración no es algo tan lejano al gran público, me dijo Godoy. "Seamos sinceros", dijo, "y démonos cuenta del grado en que muchos atletas y artistas que admiramos están haciendo posible las deportaciones al patrocinar los mismos negocios que las llevan a cabo, aunque haya otras opciones de transporte".


Originalmente publicado en The Border Chronicle.

Todd Miller es autor de Build Bridges Not Walls y editor de The Border Chronicle.




Publicado por La Cuna del Sol

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