La demorada Estrategia de Seguridad Nacional de Biden, es el tipo de trivialidad que disfraza el peligro y tiene un precio.
UN NUEVO MUNDO TENEBROSO
Patrick Lawrence
Consortium News
La administración Biden -perdón, la administración Biden-Harris, por favor-
al fin ha publicado su Estrategia de Seguridad Nacional, un documento que todos
los presidentes deben publicar según una ley aprobada hace cuarenta y tantos
años.
Se supone que estos documentos deben informarnos a nosotros, el pueblo,
cuál es el plan, cómo se propone nuestra república abrirse camino en el mundo
durante los cuatro años que el nuevo ocupante de la Casa Blanca residirá allí.
Les tomó bastante tiempo: ya ha pasado casi la mitad del mandato de Biden,
y sus asesores políticos han retrasado repetidamente la publicación de estas 48
páginas. Ahora que se han publicado, no puedo decir que les culpo. A mí tampoco
me gustaría poner este embrollo en papel.
"Desde los primeros días de mi presidencia, he sostenido que nuestro
mundo se encuentra en un punto de inflexión", comienza el texto que
aparece sobre la firma de Biden.
"La forma en que respondamos a los tremendos retos y a las
oportunidades sin precedentes a las que nos enfrentamos hoy determinará el
rumbo de nuestro mundo y repercutirá en la seguridad y la prosperidad del
pueblo estadounidense durante las próximas generaciones."
Hay que decir "Amén". Esto es una descripción exacta de nuestras
circunstancias. Pero este es el problema de la nueva ESN. Es un gesto de
asentimiento a nuestro tiempo de cambios trascendentales, pero es la obra de
una administración evidentemente incapaz de conducir los asuntos de la nación
en el exterior de una manera que sea totalmente diferente.
Estos documentos pretenden indicarle a los estadounidenses y al mundo hacia
dónde nos dirigimos y asegurarnos que hay manos firmes en el timón. Yo no me
siento tranquilo. Me siento asustado.
El liderazgo de Estados Unidos -y esto va más allá de las variadas
ineptitudes del régimen de Biden- es sencillamente incapaz de dejar de lado su
adicción a la primacía mundial y su búsqueda obsesiva de la misma incluso cuando
el poderío de la nación está en declive.
Dos temas
Son dos los temas que definen la actual ESN. En primer lugar, el documento
reconoce la necesidad de cooperar multilateralmente para abordar cuestiones de
carácter transnacional. El cambio climático es el principal ejemplo en este
sentido; otros incluyen los retos sanitarios mundiales, la delincuencia
internacional y la variedad de crisis económicas transfronterizas que vemos con
frecuencia en la actualidad.
Magnífico. Estos problemas son fáciles de resolver. Ninguno presenta un
desafío al poder de EE UU., por su puesto.
Es el segundo tema el que debe preocuparnos. Aquí nos encontramos en el muy
familiar territorio del antagonismo entre las grandes potencias, la
"competencia estratégica" y la obligación de Estados Unidos de
liderar el mundo en una confrontación casi bíblica entre democracia y
autocracia. Todo esto es lo que Biden y su equipo de política exterior repiten
a cada momento, nunca con ningún efecto persuasivo.
"El orden basado en normas", como era de esperar, hace su
destacado acto de presencia.
"Nos asociaremos con cualquier nación que comparta nuestra idea
fundamental de que el orden basado en normas debe seguir siendo el fundamento
de la paz y la prosperidad global".
Así pues, un simulacro de cooperación, que ni siquiera es eso cuando desafía
el papel tradicional que Estados Unidos se asigna a sí mismo. Esta es la tragedia
que todos estamos condenados a compartir, la configuración de un nuevo mundo
tenebroso, y espero que Biden se equivoque cuando dice que esto se mantendrá
durante "generaciones".
Se pretende que los dos temas de la ESN semejen líneas paralelas,
cuidadosamente trazadas para conducirnos hacia un futuro sólido. Pero no es
así. Son perpendiculares entre sí y no pueden conducir a ningún lugar más que a
un mayor desorden del que ahora nos acosa.
En un excelente artículo en Responsible Statecraft, Marcus Stanley,
ofrece un severo diagnóstico de la nueva ESN. "Es sorprendentemente
esquizofrénica", escribe, "alternando -a veces casi frase por frase-
entre ambiciosas promesas de liderar la cooperación global para abordar los
retos transnacionales, y describiendo un mundo de rivalidades casi
inextricables".
El Dr. Lawrence tiene una opinión diferente. El superego colectivo de
Washington entiende que una nueva época ha arribado en la historia humana. Pero
su superego está atascado en una etapa obsesivo-compulsiva, aferrándose
obsesivamente al poder que ejercía en las décadas posteriores a 1945 como un
niño con una manta de apego hecha jirones. Este documento es el ego tratando de
traducir la irracionalidad del id en una versión pulcra de la razón.
No es posible.
Provocar a China
La administración Biden intentó esta rutina con los chinos unos meses
después de la toma de posesión. Como todo el mundo sabe, el Secretario de
Estado, Antony Blinken, y el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan,
dejaron saber a los chinos que Estados Unidos cooperaría con ellos en algunas
cuestiones, competiría con ellos en otras y se enfrentaría a ellos como
adversarios estratégicos en otras.
Los chinos replicaron que no estaban de acuerdo con nada de esto a la
primera oportunidad que tuvieron, en aquel absurdo pero revelador encuentro en
Anchorage, en marzo de 2021. En retrospectiva, fue la decisión más inteligente
que pudo tomar Pekín.
Biden, en cuatro ocasiones distintas, ha declarado abiertamente que la
política Sobre Taiwan, imperfecta pero no obstante útil, llamada
"ambigüedad estratégica" ha muerto. Según Biden, Estados Unidos se ha
comprometido a defender militarmente a Taiwán en caso de que China ejerza su
derecho legal de reintegrar la isla a la nación china.
Las provocaciones estadounidenses sobre esta cuestión -visitas de
congresistas, sobrevuelos de la Fuerza Aérea, los llamados viajes de
"libertad de navegación" por el estrecho de Taiwán- son casi con toda
seguridad más constantes ahora que durante los años del ex Secretario de
Estado, Mike Pompeo, quien fue el que puso de moda la provocación en el otro
extremo del Pacífico.
En cuanto a la competencia en el plano económico, la recién anunciada ley
que regula las exportaciones de alta tecnología a China, es un esfuerzo
totalmente indigno para impedir que los chinos completen el clásico ascenso en
la escala de desarrollo que todas las naciones aspiran a realizar.
El informe del New York Times sobre este tema contenía un par de citas
escogidas de ambos bandos que evaluaban el asunto.
Liu Pengyu, en nombre de la embajada china en Washington, declaró al Times
que Washington pretende "utilizar su pericia tecnológica como ventaja para
frenar y suprimir el desarrollo de los mercados emergentes y los países en
desarrollo. Estados Unidos probablemente espera que China y el resto del mundo
en desarrollo permanezcan para siempre en el extremo inferior de la cadena
industrial".
Si no podemos competir con ellos, en otras palabras, los sofocaremos. En
cuanto a las políticas degradantes, esta es una de las peores.
A este respecto cabe señalar que: cualquier esfuerzo de cooperación en
cuestiones transnacionales queda anulado, imposibilitado, por el supuesto
pensamiento paralelo de que Estados Unidos debe seguir siendo el hegemón
mundial indiscutible. El tema uno y el tema dos sólo pueden coexistir en
teoría, no en la práctica.
No olvidar la retórica
¿Recuerdan toda la retórica durante la campaña de Biden para la presidencia
en 2020? Primero será la diplomacia, decían sus responsables políticos, la
opción militar una alternativa final cuando se hayan agotado todas las demás
opciones. Prometieron restablecer el acuerdo que rige los programas nucleares
de Irán y dejar de suministrar armas a los saudíes en su guerra contra Yemen.
Como nos recuerda Marcus Stanley, el hombre que llevó la cartera de Ucrania
como vicepresidente de Barack Obama se comprometió a "una relación estable
y predecible con Rusia".
La retórica, como debería ser evidente ahora, era solo eso. Y esto es todo
lo que constituye la nueva ESN. Se basa en generalidades y en una abyecta falta
de sinceridad del tipo que Biden siempre ha esperado que los estadounidenses
olviden en muy poco tiempo. Poco más puedo encontrar en este documento.
Sí, se dio la retirada de Afganistán el año pasado, algo bueno. Pero
entendámoslo por lo que fue, y lo que no fue. Fue la retirada de un imperio de
una guerra de dos décadas que nunca pudo ganar. Nada más cambió, ni un solo
principio de los objetivos globales del imperio.
En cuanto a la rutina de demócratas vs autoritarios, la ESN tiene esto que
decir:
"Algunas partes del mundo se encuentran inquietas por la competencia
entre Estados Unidos y las mayores autocracias del mundo. Comprendemos estas
preocupaciones. Nosotros también queremos evitar un mundo en el que la competencia
se convierta en una arena de bloques rígidos. No buscamos un conflicto ni una
nueva Guerra Fría".
Lo siento, pero no es así: hay que estar con los chinos y con otros países
no occidentales, cuando -seamos francos- el mentiroso más implacable que ha
ocupado la Casa Blanca en la era de la posguerra (e incluyo a Richard Nixon) se
conduce de esta manera.
Esta administración ya ha consolidado la nueva Guerra Fría que el Estado
Profundo ha anhelado desde la caída del Muro de Berlín. Biden y el circulo de
amateurs que le rodean estarían perdidos sin sus bloques rígidos, que es el
único principio organizativo lo suficientemente sencillo que pueden entender.
No esperaba mucho más de esta ESN mientras esperábamos su ya demorada
publicación. Pero, sin embargo, es angustioso verlo ahora en papel. Eta es
nuestra repulsa manifestada ingeniosamente. Este tipo de discurso, nos daremos
cuenta, si no es que ya lo hemos hecho, disfraza el peligro y tiene un precio.
Publicado por La Cuna del Sol