La guerra económica nunca
cesa. Juega al desgaste diario de ver hasta cuándo se podrá resistir. Saben,
quienes la planifican, que su viento más poderoso es el tiempo. Desconocen,
como desde el inicio del chavismo, la potencia que habita y despliega el pueblo
venezolano. En esa pulseada de relojes y consciencia se juega gran parte del
resultado por venir. Las elecciones del 6 de diciembre serán un momento de
medición, uno, la posibilidad de mantener lo que está. Las estrategias
golpistas no son nuevas, las coordenadas del proceso venezolano sí, ahí reside
la posibilidad -el deseo- de que la revolución se haga más revolución.
VENEZUELA: LA GUERRA POR LA
COMIDA
Por Marco Teruggi
Se trata de un tablero de posiciones. Las armas: hojas de ruta, llamadas
telefónicas, depósitos, trochas en la frontera, remarcaje de precios y
cantidades, camiones que cambian de color. Disparos, a veces, cuando es
necesario. Sucede sin pausa. De un lado se desabastece, se vende a cuentagotas,
se esconde y vuelve a colocar en góndola a más, mucho más caro. Del otro se
intenta lograr el abastecimiento, llevar lo que falta, que es mucho, y a precio
justo, ese justo que es un acuerdo inestable, fiscalizado, a veces traicionado.
El país, visto como fotografías, se parece así a miles de colas en puertas
de supermercados, abastos, estatales o privados. Comienzan cada día al alba,
cuando las ciudades huelen a hierro mojado y basura degollada. En cada una de
esas serpientes de hombres y mujeres -siempre más mujeres- que a veces se
extiende por varias cuadras se vende café, empanadas, se busca tener un número
para ingresar a comprar lo que esa mañana, en ese lugar, se pueda conseguir.
Pollo, arroz, aceite, azúcar, fideos, leche, harina: algunos de los más
buscados. Esas son las imágenes. Con ellas se vende prensa, se difunde por el
mundo una situación de país quemado.
Las fotografías esconden el movimiento, se sabe. Lo que queda por fuera del
rectángulo puede ser, como en este caso, lo principal: la trama, el tablero de
posiciones, los actores que planifican las cuotas de alimentos y las colas con
fuerza y complicidad. Y lo otro, sobre todo lo otro: la voluntad de no dejarse,
de vencer el cansancio impuesto a golpes de sol y alba, resistir.
***
El Valle, sur de Caracas, cinco de la tarde, día lunes. La Mesa de
Seguridad y Soberanía Alimentaria está reunida. Son doscientas personas, la
mayoría voceros de Consejos Comunales. También están la responsable del Partido
Socialista Unido de Venezuela, Carmen Blanco, representantes de Círculos de
Lucha Popular y Consejos Populares de Producción y Alimentación, de la
Superintendencia de Precios Justos (Sundee), y del Instituto Nacional de
Nutrición. Un tejido chavista, un debate: los mercados comunales. Uno a uno,
quienes los han llevado adelante el sábado anterior, cuentan su experiencia: el
censo, la cantidad y la contraloría de los alimentos vendidos -un promedio de
3.2 toneladas- los debates dados con los vecinos, el saldo final. “Hacemos
estas jornadas contra la guerra económica, para que la gente se beneficie, sepa
por qué pasa, por qué se lleva la comida barrio adentro. Es un acto político”,
dice uno de los casi quince voceros que cuentan cómo desarrollaron el mercado.
Los mercados comunales comenzaron en el mes de agosto, impulsados por
Nicolás Maduro. Se sumaron a los diferentes puntos de comercialización
estatales: la Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (Pdval),
abastos bicentenario, mercales, pdmercales obreros, mercalitos comunales, casas
de alimentación, y las recientes bodegas patrióticas. Con una diferencia: la
participación de las comunidades organizadas.
El objetivo es, explica Carmen, crear una red de distribución popular. Con
contraloría social, venta planificada por los espacios territoriales, resolver
lo que el presidente subrayó como un error: “No hemos avanzado lo que debimos
haber avanzado este año en el gobierno y control de los sistemas distributivos
a nivel nacional y en los circuitos regionales. Es un error, tenemos que
asumirlo autocríticamente. Por eso a veces nosotros importamos un producto y
sucede un hecho criminal: lo distribuye una empresa privada de esas que
esconden las cosas. Es responsabilidad nuestra, tenemos que rectificarlo”. Por
eso los mercados comunales, que ya son más de cuatro mil cada sábado en el
país.
***
Resulta difícil encontrar la fecha exacta de inicio de esta actualidad. La
Mesa de Seguridad y Soberanía y Alimentación de El Valle, por ejemplo, comenzó a
reunirse en mayo del 2012, cuando el plan de desabastecimiento comenzaba sus
primeros movimientos. El desabastecimiento era casual, con algunos productos,
un ejercicio. Fue creciendo, en rubros, cantidades, precios, a lo largo del
2013, 2014, con una agudización a partir enero del 2015. Las colas se hicieron
permanentes, y la costumbre, o algo parecido a la costumbre, se instaló.
Conseguir comida a precio regulado o subsidiado comenzó a significar horas de
espera, mirar el último número de la cédula para saber el día de compra,
conversar con los vecinos para saber en qué bodegas conseguir alimentos,
productos de limpieza, higiene. Así cada día.
Se aprende a distinguir entre las diferentes colas. Las inducidas,
casuales, inciertas, en barrios, hipermercados, comunales, con o sin
bachaqueros, sean estos familiares o parte de una red. Los primeros silvestres,
los segundos peligrosos: infiltrados en las colas con amenazas y arreglos
establecidos con comerciantes. Sucede en muchas partes, como en el centro comercial
de El Valle, cuenta Carmen. Ahí el acuerdo es entre revendedores, dueños y
cuerpos de seguridad.
Ellos son parte de la guerra de posiciones. Agentes de calle, abastecidos
por acuerdos zonales y desde arriba, por empresas como Polar, que tiene centenares
de galpones clandestinos -denunciados por los trabajadores que llevaron este
año una huelga de varios meses- y una red de distribución nacional con camiones
azules que cambian de color en el camino, son desviados a la frontera, no
llegan donde deberían, aunque los papeles digan que sí llegaron. La
arquitectura de desabastecimiento, aumento de precios, acaparamiento es
compleja. Involucra a los altos empresarios venezolanos y sus agrupamientos,
como la Asociación Nacional de Supermercados y Abastos, y la Cámara Venezolana
de Industria de Alimentos, agrupados en la Federación de Cámaras y Asociaciones
de Comercio y Producción de Venezuela, Y también a las multinacionales
instaladas en el país, como Colgate Palmolive, denunciada recientemente,
también por los trabajadores.
No se puede enfrentar la inteligencia del Estado durante más de dos años
consecutivos sin contar con un entramado que maneje poder. Financiero,
internacional, logístico. Así como sin establecer zonas de complicidad, donde
sectores de la institucionalidad permiten o son parte directa de las maniobras.
Cómo sino explicar la sentencia del presidente a dos años de haber establecido
la Ley de Precios Justos: “La Ley se relajó, pulverizó, fue mal utilizada”.
***
El Valle, siete de la mañana, día sábado. Las calles son angostas, casi
verticales a veces, hay colas frente a algunas casas particulares donde, en
cada una de ellas, más de doscientas personas esperan. En el interior se arman
bolsas con un pollo, dos paquetes de leche en polvo, uno de arroz, de azúcar,
de harina, y una mantequilla. Precio total: 570 bolívares. En el abasto solo un
pollo, si se consigue, cuesta más de 1000, y una leche, revendida, más de 400.
El sueldo mínimo, con el último aumento, es 9.649 más 6.750 de bono
alimentación.
En cada mercado comunal el censo fue hecho en los días anteriores. Quienes
esperan tienen su número, son conocidos por la comunidad. También se acerca
gente venida de otros sectores de El Valle, zonas de Caracas, avisados por
mensajes. Hay angustia, como siempre, a pesar de que la venta sea organizada,
en este caso, por los mismos vecinos de los consejos comunales. La guerra por
la comida ha inoculado esa preocupación diaria, ese preguntar por la calle a
cada persona que pase con una bolsa llena de productos -¿dónde la compró?- ese
organizarse para ver dónde comprar a precio justo, pasar, por ejemplo, más de
veinte horas de espera en colas en una semana. Cansancio, desgaste. No es solo
para los alimentos de la canasta básica. Casi todo -higiene, ropa, repuestos de
vehículos, etc.- aumenta, se esconde, reaparece a precio liberado. Conseguir
una bolsa a 570 bolívares es un alivio.
La disputa por aplicar el precio máximo de venta al público –remplazo del
pulverizado “precio justo”- es uno de los epicentros del tablero de posiciones.
Bajar el cartón de huevos de sus 1200 reales a los 420 regulados y lograr que
se consigan, es una disputa con distribuidores y comerciantes, camión a camión,
bodega a bodega. Para eso la Sundee cuenta con cerca de 3 mil fiscales,
apoyados por 11 mil inspectores del Psuv. Los primeros pueden aplicar
sanciones, los segundos no.
“Se trata de la transferencia del poder”, analiza Oliver Rivas, de la Red
de Defensores y Defensoras de la Seguridad y Soberanía Alimentaria. La
organización tiene una consigna vertebradora de sus propuestas: Ante el
chantaje económico de la burguesía, control comunal de la economía. Profundizar
los mercados comunales, nacionalizar el Sistema de Abastecimiento Comunal que
se ha venido desarrollando en Valencia, implementar inspectoría y contraloría
popular, por allí se puede. Para construir las soluciones desde el protagonismo
territorial, militante, como en el Valle, consolidar y ampliar los márgenes de
poder popular, achicar la posibilidad de zonas de complicidad, corruptas, de la
estatalidad.
La guerra económica nunca cesa. Juega al desgaste diario de ver hasta
cuándo se podrá resistir. Saben, quienes la planifican, que su viento más
poderoso es el tiempo. Desconocen, como desde el inicio del chavismo, la
potencia que habita y despliega el pueblo venezolano. En esa pulseada de
relojes y consciencia se juega gran parte del resultado por venir. Las
elecciones del 6 de diciembre serán un momento de medición, uno, la posibilidad
de mantener lo que está. Las estrategias golpistas no son nuevas, las
coordenadas del proceso venezolano sí, ahí reside la posibilidad -el deseo- de
que la revolución se haga más revolución.
Publicado popr La Cuna del Sol
USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario