La fecha de la victoria
deportiva es hoy conocida como Día de la Patria.
FÁBULA DEL PAÍS DE LOS
PALURDOS
Por Mario Roberto Morales
Erase una vez un pueblo de palurdos. Es decir, de rústicos e ignorantes. Su
religión era el futbol. Y su ritual más sagrado, los partidos dominicales. En
este pueblo, la religión futbolística tenía dos vertientes internacionales: el
barsismo y el realmadridismo. Las cuales a su vez tenían ramas locales que a
veces se llamaban rojos y cremas, y a veces cremas y rojos. La pertenencia a
una de estas denominaciones otorgaba identidad a sus adherentes, así como
orgullo (no nacional, sino) corporativo, de pertenencia a una empresa
“importante”, gracias a lo cual sus feligresías presumían ante enemigos y
allegados por igual.
Convertir a aquel pueblo en palurdo les había tomado buenas cuatro décadas
a la oligarquía local y a sus retoños neoliberales, pues demoler el sistema
educativo de la gesta revolucionaria que había convertido a aquel pueblo en una
nación moderna, fue una labor titánica en la que tuvo que intervenir el
Ejército Nacional perpetrando un genocidio de proporciones épicas, con lo cual
se ganó la distinción de Institución Benemérita de la Patria. Convertida ya
aquella nación moderna en un pueblo de palurdos, los oligarcas y sus juniors neoliberales
le recetaban a diario poco pan y mucho circo a sus ensimismados habitantes,
prostituidos por la violencia y la corrupción que producen la falta de empleo y
de esperanza en un futuro que debe construirse con las propias manos.
Como era un pueblo de palurdos, nadie sabía que su Selección Nacional de
Futbol era usada por los neoliberales como una casa de apuestas y que, para
ello, se le ordenaba a sus jugadores perder sus partidos como norma casi
inquebrantable, de modo que cuando ganaban un juego, todas las apuestas estaban
en contra y sus dueños —habiendo apostado a favor— aumentaban sus caudales. El
futbol local no se trataba pues de un esfuerzo para mantener cohesionada,
legitimada e identificada orgullosamente a la palurda ciudadanía, sino como
factor de sistemática e inagotable fuente de baja autoestima, a fin de que las
masas de palurdos no empezaran a creer en el poder de sus propias fuerzas y se
les ocurriera hacer alguna revolución, aunque fuera de colores. La mente no le
daba para eso a su palurda intelectualidad.
Pues bien, cuando llegó el día en que la Potencia Dominante del Norte (PDN)
adoptó al pueblo de palurdos como un protectorado —pues ya era incapaz de
gobernarse—, algunas voces críticas se alzaron en contra de la disposición. Y
entonces los dueños de la Selección de Futbol solicitaron que ésta le ganara un
partido a la Selección de la PDN, no sólo para desviar la atención del brote de
conciencia sobre la autodeterminación de los pueblos, sino para darle a la
chusma una dosis leve de autoestima y, de paso, ganar una apuesta jugosa.
Cuando un comentarista deportivo dijo que la PDN había perdido un partido
ante “un cualquiera” del futbol, las redes sociales —fuente de conocimiento y
creatividad del pueblo y la humanidad palurdos— lo lincharon como a un hereje.
Es decir, como a alguien que había dicho la verdad. Después, el palurdo
presidente de la república palurda, le declaró la guerra al comentarista
deportivo, lo cual le valió la absoluta adhesión de la ciudadanía palurda y
también su nominación, por parte de la Asociación de Empresarios Oligárquicos,
Juniors y Similares (AEOJS), como candidato al Premio Nobel de la Paz.
La fecha de la victoria futbolística es hoy conocida como Día de la Patria.
Publicado por La Cuna del Sol
USA
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