Thierry Meyssan analiza el
apoyo que el imperialismo estadounidense aportó durante la guerra fría a
las tendencias y grupos de extrema izquierda y sus actuales consecuencias.
Los grupúsculos que trabajaron con Social Democrats USA conformaron después el movimiento
neoconservador y aportaron además el aval “progresista” a la Hermandad
Musulmana y la «primavera árabe».
Y también garantizan la formación de espías selectos para la NED.
EXTREMA IZQUIERDA
IMPERIALISTA
Por Thierry Meyssan
El “comunista cristiano” Georges Sabra,
presidente del Consejo Nacional Sirio, y posteriormente de la Coalición
Nacional Siria, junto al socialista Laurent Fabius, cuando este último era
ministro francés de Exteriores.
Bajo los mandatos sucesivos de Lyndon B. Johnson y de Richard Nixon,
la CIA trató de reclutar, en todo el mundo, militantes comunistas
para utilizarlos contra Moscú y Pekín. Fue así como, en plena
guerra civil libanesa, Riyad el-Turqui se separó del Partido
Comunista Sirio, llevándose con él unos 50 militantes. Entre ellos
estaban Georges Sabra y Michel Kilo.
Para evitar el aislamiento, estos personajes se ponen en contacto con
un pequeño partido estadounidense de extrema izquierda llamado Social
Democrats USA, e incluso se afilian a esa formación.
Durante los «años de plomo» que Siria vivió de 1978 a 1982, con
la campaña terrorista de la Hermandad Musulmana, el líder de Social
Democrats USA, Carl Gershman, confió a Georges Sabra y Michel Kilo
la tarea de respaldar a la cofradía. Sabra y Kilo procedieron
entonces a publicar un texto donde aseguraban que la revolución
mundial estaba en marcha, que la Hermandad Musulmana era la
vanguardia del proletariado y que «Le Grand Soir»
se haría realidad gracias… ¡a Estados Unidos! Georges Sabra y
Michel Kilo acaban siendo arrestados debido a sus vínculos con los
terroristas de la Hermandad Musulmana.
En 1982, el presidente estadounidense Ronald Reagan creó, con sus socios de
los «Cinco Ojos» –o sea, Australia, Canadá, Nueva Zelanda
y el Reino Unido– una nueva agencia de inteligencia que se ocuparía
de apoyar activamente –incluso en el plano financiero– toda oposición interna
en los países clasificados como comunistas. Ese órgano es la National Endowment
for Democracy (NED).
La administración Reagan disfrazó la NED de ONG, cuando
en realidad es una agencia intergubernamental, y no confió
su financiamiento al gobierno federal sino que lo puso directamente
en manos del Congreso de Estados Unidos, aunque aparece en el
presupuesto del Departamento de Estado. Y la dirección de ese
financiamiento fue a parar a… Carl Gershman.
Algunos militantes de la formación trotskista de Carl Gershman siguieron a
este último en su viaje de la extrema izquierda estadounidense al ala derecha
del Partido Republicano. Entre esos militantes había una banda de periodistas
de la revista sionista Commentary, que pasarán a la historia
bajo la denominación de «neoconservadores», y también algunos
intelectuales, como el futuro secretario de Defensa Paul Wolfowitz.
El punto de encuentro entre esa extrema izquierda antisoviética y el
imperialismo estadounidense se sitúa en la noción de «revolución
global». Los trotskistas consideraban que con tal de lograr la «revolución
global», era válido actuar tanto contra Washington y sus aliados como
en contra de los soviéticos.
Estos individuos dotaron a la NED de 4 ramas: una para relacionarse
con los sindicatos, otra para los patrones, la tercera para los partidos
de izquierda y la cuarta para los partidos de derecha. Eso
les permitiría respaldar a cualquier facción social o política en
cualquier país del mundo.
Hoy en día, la rama de la NED dedicada a corromper los partidos de derecha
–el International Republican Institute (IRI)– se halla bajo la dirección
del senador John McCain, quien es simultáneamente parlamentario de la oposición
y funcionario de la administración a la que supuestamente se opone.
A la cabeza del National Democratic Institute (NDI), la rama de
la NED que se ocupa de las relaciones con los partidos de izquierda,
se halla la ex secretaria de Estado Madeleine Albright.
Durante la preparación de la «primavera árabe», la extrema
derecha árabe sigue trabajando con la Hermandad Musulmana. Eso hacen
el profesor Moncef Marzouki, futuro presidente de Túnez, y el también
profesor Burhan Galioun, futuro presidente del Consejo Nacional Sirio.
El opositor sirio Galioun, presentado a la opinión pública occidental como
un gran defensor del laicismo, escribió en el pasado los discursos del argelino
Abassa Madani, el jefe del Frente Islámico de Salvación, exilado
en Qatar.
La retórica de esta extrema izquierda se basa en una serie
de amalgamas, como la afirmación de que todos los Estados árabes
–ya sean la Arabia Saudita del rey Salman o la Siria del presidente Assad–
son más o menos lo mismo. ¿Quiénes merecen el respeto de esta extrema
izquierda? Sólo Washington y Tel Aviv.
Hoy en día, Galioun, Sabra y Kilo son los únicos que aún sirven de pretexto
a quienes se empeñan en afirmar que la mal llamada «revolución siria»
era de izquierda, pero pertenecen a una izquierda falsa, al servicio
no de la Humanidad sino de Estados Unidos e Israel.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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