El concepto de
“lumpenburguesía” aparece por primera vez hacia fines de los años 1950 a través
de algunos textos de “Ernest Germain” seudónimo empleado por Ernest Mandel
haciendo referencia a la burguesía de Brasil que el autor consideraba una clase
semicolonial, “atrasada”, no completamente “burguesa” (en el sentido
moderno-occidental del término). Fue retomado más adelante, en los años
1960-1970 por André Gunder Frank generalizándolo a las burguesías
latinoamericanas. Tanto Mandel como Gunder Frank establecían la diferencia
entre las burguesías centrales: estructuradas, imperialistas, tecnológicamente
sofisticadas y las burguesías periféricas, subdesarrolladas, semicoloniales,
caóticas, en fin: lumpenburguesas (burguesías degradadas).
ORIGEN Y AUGE DE LAS
LUMPENBURGUESÍAS
LATINOAMERICANAS
Jorge Beinstein. La Haine
A raíz de la llegada Mauricio Macri a la presidencia se desató en algunos
círculos académicos argentinos la reflexión en torno del “modelo económico” que
la derecha estaba intentando imponer. Se trató no solo de hurgar en los
curriculum vitae de ministros, secretarios de estado y otros altos funcionarios
sino sobre todo en la avalancha de decretos que desde el primer día de gobierno
se precipitaron sobre el país. Buscarle coherencia estratégica a ese conjunto
fue una tarea ardua que a cada paso chocaba con contradicciones que obligaban a
desechar hipótesis sin que se pudiera llegar a un esquema mínimamente riguroso.
La mayor de ellas fue probablemente la flagrante contradicción entre medidas
que destruyen el mercado interno para favorecer a una supuesta ola exportadora
evidentemente inviable ante el repliegue de la economía global, otra es la suba
de las tasas de interés que comprime al consumo y a las inversiones a la espera
de una ilusoria llegada de fondos provenientes de un sistema financiero
internacional en crisis que lo único que puede brindar es el armado de
bicicletas especulativas.
Algunos optaron por resolver el tema adoptando definiciones abstractas tan
generales como poco operativas (“modelo favorable al gran capital”,
“restauración neoliberal”, etc.), otros decidieron seguir el estudio pero cada
vez que llegaban a una conclusión satisfactoria aparecía un nuevo hecho que les
tiraba abajo el edificio intelectual construido y finalmente unos pocos, entre
los que me encuentro, llegamos a la conclusión de que buscar una coherencia
estratégica general en esas decisiones no era una tarea fácil pero tampoco
difícil sino sencillamente imposible. La llegada de la derecha al gobierno no
significa el reemplazo del modelo anterior (desarrollista, neokeynesiano o como
se lo quiera calificar) por un nuevo modelo (elitista) de desarrollo, sino
simplemente el inicio de un gigantesco saqueo donde cada banda de saqueadores
obtiene el botín que puede obtener en el menor tiempo posible y luego de
conseguido pugna por más a costa de las víctimas pero también si es necesario
de sus competidores. La anunciada libertad del mercado no significó la
instalación de un nuevo orden sino el despliegue de fuerzas entrópicas, el país
burgués no realizó una reconversión elitista-exportadora sino que se sumergió
en un gigantesco proceso destructivo.
Si estudiamos los objetivos económicos reales de otras derechas
latinoamericanas como las de Venezuela, Ecuador o Brasil encontraremos
similitudes sorprendentes con el caso argentino, incoherencias de todo tipo,
autismos desenfrenados que ignoran el contexto global así como las
consecuencias desestabilizadoras de sus acciones o “proyectos” generadores de
destrucciones sociales desmesuradas y posibles efectos boomerang contra la
propia derecha[1]. Es evidente que el cortoplacismo y la satisfacción de
apetitos parciales dominan el escenario.
En la década de 1980 pero sobre todo en los años 1990 el discurso
neoliberal desbordaba optimismo, el “fantasma comunista” había implotado y el
planeta quedaba a disposición de la única superpotencia: los Estados Unidos, el
libre mercado aparecía con su imagen triunfalista prometiendo prosperidad para
todos. Como sabemos esa avalancha no era portadora de prosperidad sino de
especulación financiera, mientras la tasas de crecimiento económico real global
seguían descendiendo tendencialmente desde los años 1970 (y hasta la
actualidad) la masa financiera comenzó a expandirse en progresión geométrica.
Se estaban produciendo cambios de fondo en el sistema, mutaciones en sus
principales protagonistas que obligaban a una reconceptualización. En el
comando de la nave capitalista global comenzaban a ser desplazados los
burgueses titulares de empresas productoras de objetos útiles, inútiles o
abiertamente nocivos y su corte de ingenieros industriales, militares
uniformados y políticos solemnes, y empezaban a asomar especuladores
financieros, payasos y mercenarios despiadados, la criminalidad anterior
medianamente estructurada comenzaba a ser remplazada por un sistema caótico
mucho más letal. Se retiraba el productivismo keynesiano (heredero el viejo
productivismo liberal) y comenzaba a instalarse el parasitismo neoliberal.
El concepto de
lumpenburguesía
Existen antecedentes de ese concepto, por ejemplo en Marx cuando describía
a la monarquía orleanista de Francia (1830-1848) como un sistema bajo la
dominación de la aristocracia financiera señalando que “en las cumbres de la
sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos
más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de
la burguesía , desenfreno en el que, por la ley natural, va a buscar su
satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer
se convierte en crápula y en que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La
aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus
placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres
de la sociedad burguesa”[2]. La aristocracia financiera aparecía en ese enfoque
claramente diferenciada de la burguesía industrial, clase explotadora insertada
en el proceso productivo. Se trataba, según Marx, de un sector instalado en la
cima de la sociedad que lograba enriquecerse “no mediante la producción sino
mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada”[3]. Ubiquemos dicha
descripción en el contexto del siglo XIX europeo occidental marcado por el
ascenso del capitalismo industrial donde esa aristocracia navegando entre la
usura y el saqueo aparecía como una irrupción históricamente anómala destinada
a ser desplazada tarde o temprano por el avance de la modernidad. Marx señalaba
que hacia el final del ciclo orleanista “La burguesía industrial veía sus
intereses en peligro, la pequeña burguesía estaba moralmente indignada, la
imaginación popular se sublevaba. París estaba inundado de libelos. “La
dinastía de los Rothschild”, “Los usureros, reyes de la época”, etc. en lo que
se denunciaba y anatematizaba, con más o menos ingenio, la dominación de la
aristocracia financiera” [4].
Resulta notable ver aparecer a los Rothschild como “usureros”, imagen
claramente precapitalista, cuando en las décadas que siguieron y hasta la
Primera Guerra Mundial simbolizaron al capitalismo más sofisticado y moderno.
Karl Polanyi los idealizaba como pieza clave de la Haute Finance europea
instrumento decisivo, según él, en el desarrollo equilibrado del capitalismo
liberal, cumpliendo una función armonizadora poniéndose por encima de los
nacionalismos, anudando compromisos y negocios que atravesaban las fronteras
estatales calmando así la disputas interimperialistas. Describiendo a la Europa
de las últimas décadas del siglo XIX Polanyi explicaba que: “los Rothschild no
estaban sujetos a un gobierno; como una familia, incorporaban el principio
abstracto del internacionalismo; su lealtad se entregaba a una firma, cuyo
crédito se había convertido en la única conexión supranacional entre el
gobierno político y el esfuerzo industrial en una economía mundial que crecía
con rapidez”[5].
Lo que para Marx era una anomalía, un resto degenerado del pasado, para
Polanyi era una pieza clave de la “Pax Europea”, del progreso liberal de
Occidente quebrado en 1914. La permanencia de los Rothschild y de sus colegas
banqueros durante todo el largo ciclo del despegue y consolidación industrial
de Europa demostró que no se trataba de una anomalía sino de una componente
parasitaria indisociable (aunque no hegemónica en ese ciclo) de la reproducción
capitalista. Por otra parte el estallido de 1914 y lo que siguió desmintió la
imagen de cúpula armonizadora, estableciendo acuerdos, negocios que imponían
equilibrios. Sus refinamientos y su aspecto “pacificador” formaban parte de un
doble juego peligroso pero muy rentable, por un lado alentaban de manera
discreta toda clase de aventuras coloniales y ambiciones nacionalistas como por
ejemplo las carreras armamentistas (y de inmediato pasaban la cuenta) y por
otro las calmaban cuando amenazaban producir desastres, pero esa sucesión de
excitantes y calmantes aplicadas a monstruos que absorbían drogas cada vez más
fuertes terminó como tenía que terminar: con un gigantesco estallido bajo la
forma de Primera Guerra Mundial.
El concepto de “lumpenburguesía” aparece por primera vez hacia fines de los
años 1950 a través de algunos textos de “Ernest Germain” seudónimo empleado por
Ernest Mandel haciendo referencia a la burguesía de Brasil que el autor
consideraba una clase semicolonial, “atrasada”, no completamente “burguesa” (en
el sentido moderno-occidental del término). Fue retomado más adelante, en los
años 1960-1970 por André Gunder Frank generalizándolo a las burguesías
latinoamericanas[6]. Tanto Mandel como Gunder Frank establecían la diferencia
entre las burguesías centrales: estructuradas, imperialistas, tecnológicamente
sofisticadas y las burguesías periféricas, subdesarrolladas, semicoloniales,
caóticas, en fin: lumpenburguesas (burguesías degradadas).
Pero ese esquema empezó a ser desmentido por la realidad desde los años
1970 con la declinación del keynesianismo productivista y sus acompañantes
reguladores e integradores. Se desató el proceso de transnacionalización y
financiarización del capitalismo global que desde comienzos de los años 1990
(con la implosión de la URSS y la aceleración del ingreso de China en la economía
de mercado) adquirió un ritmo desenfrenado y una extensión planetaria. Mientras
se desaceleraba la economía productiva crecía exponencialmente la especulación
financiera, una de sus componentes principales, los productos financieros
derivados equivalían a unas dos veces el Producto Bruto Mundial en el 2000 y
representaban en 2008 unas 12 veces el Producto Bruto Mundial, por su parte la
masa financiera global (derivados y otros papeles) equivalía en ese momento a
una 20 veces el Producto Bruto Mundial. Hegemonía financiera apabullante que
transformó completamente la naturaleza de la élites económicas del planeta, la
desregulación (es decir la violación creciente de todas las normas), el
cortoplacismo, las dinámicas depredadoras, fueron los comportamientos dominantes
produciendo veloces concentraciones de ingresos tanto en los países centrales
como en los periféricos, marginaciones sociales, deterioros institucionales
(incluidas las crisis de representatividad).
Todo ello se ha agravado desde la crisis financiera de 2008 confirmando la
existencia de una lumpenburguesía global dominante (resultado de la decadencia
sistémica general) cuyos hábitos de especulación y saqueo enlazan con ascensos
militaristas que potencian su irracionalidad, los Estados Unidos se encuentran
en el centro de esa peligrosa fuga hacia adelante. Escalada militar en el Este
de Europa, Medio Oriente y Asia del Este acompañada por claros síntomas de
descontrol financiero donde por ejemplo el Deustche Bank acumula actualmente
unos 75 billones de dólares en productos financieros derivados[7], papeles
altamente volátiles que representaban en 2015 unas 22 veces el Producto Bruto
Interno de Alemania y unas 4,6 veces el Producto Bruto Interno de toda la Unión
Europea, del otro lado del Atlántico solo cinco grandes bancos norteamericanos
(Citigroup, JP Morgan, Goldman Sachs, Bank of America y Morgan Stanley)
acumulaban derivados por cerca de 250 billones de dólares[8], equivalentes a
3,4 veces veces el Producto Bruto Mundial o bien unas 14 veces el Producto
Bruto Interno de los Estados Unidos. Imaginemos las consecuencias económicas
globales del muy probable desplome de esa masa de papeles, mientras tanto los
grandes lobos de Wall Street juegan alegremente al poker admirados por pequeñas
aves carroñeras de la periferia deseosas de “abrirse al mundo” y participar del
festín.
América Latina
América Latina no ha quedado fuera de esa mutación de carácter global.
Existe un consenso bastante amplio en cuanto a la configuración de las elites
económicas latinoamericanas durante las dos primeras etapas de la
“modernización” regional (es decir su integración plena al capitalismo) entre
fines del siglo XIX y mediados del siglo XX: la agro-minera-exportadora con sus
correspondientes “oligarquías” seguida por el llamado período
(industrializante) de sustitución de importaciones con la emergencia de
burguesías industriales locales. Especificidades nacionales de distinto tipo
muestran casos que van desde la inexistencia de “segunda etapa” en pequeños
países casi sin industrias hasta desarrollos industriales significativos como
en Brasil, Argentina o México con burguesías y empresas estatales poderosas.
Desde prolongaciones industriales de las viejas oligarquías hasta irrupciones
de clases nuevas , advenedizos no completamente admitidos por las viejas élites
hasta integraciones de negocios donde los viejos apellidos se mezclaban con los
de los recién llegados.
En torno de los años 1960-1970 el proceso de industrialización fue siendo
acorralado por la debilidad de los mercados internos y su dependencia
tecnológica y de las divisas proporcionadas por las exportaciones primarias
tradicionales, apabullado por un capitalismo global que impuso ajustes y
destruyó o se apoderó de tejidos productivos locales. La transnacionalización y
financiarización globales se expresaron en la región como desarrollo del
subdesarrollo, firmas occidentales que pasaron a dominar áreas industriales
decisivas mientras bancos europeos y norteamericanos hacía lo propio con el
sector financiero, al mismo tiempo se agudizaba la exclusión social urbana y
rural. La llamada etapa de industrialización por sustitución de importaciones
había significado el fortalecimiento del Estado y en varios casos importantes
la “nacionalización” de una porción significativa de las elites dominantes con
la emergencia de burguesías industriales nacionales inestables, pero eso
comenzó a ser revertido desde los años 1960-1970 y el proceso de colonización
se aceleró en los años 1990.
Lo que ahora constatamos son combinaciones entre asentamientos de empresas
transnacionales dominantes en la banca, el comercio, los medios de
comunicación, la industria, etc. rodeados por círculos multiformes de burgueses
locales completamente transnacionalizados en sus niveles más altos rodeados a
su vez por sectores intermedios de distinto peso. Los grupos locales se
caracterizan por una dinámica de tipo “financiero” combinando a gran velocidad
toda clase de negocios legales, semilegales o abiertamente ilegales, desde la
industria o el agrobusiness hasta el narcotráfico pasando por operaciones
especulativas o comerciales más o menos opacas. Es posible investigar a una
gran empresa industrial mexicana, brasileña o argentina y descubrir lazos con
negocios turbios, colocaciones en paraísos fiscales, etc. o a una importante
cerealera realizando inversiones inmobiliarias en convergencia con blanqueos de
fondos provenientes de una red-narco a su vez asociada a un gran grupo
mediático. Las élites económicas latinoamericanas aparecen como una parte integrante
de la lumpenburguesía global, son su sombra periférica, ni más ni menos
degradada que sus paradigmas internacionales. Muy por debajo de todo ese
universo sobreviven pequeños y medianos empresarios industriales, agrícolas o
ganaderos que no forman parte de las élites pero que si consiguen ingresar al
ascensor de la prosperidad inevitablemente son capturados por la cultura de los
negocios confusos, si no lo hacen se estancan en el mejor de los casos o
emprenden el camino del descenso.
Aunque cuando estudiamos a esas élites rápidamente descubrimos que su
dinámica puramente “económica” solo existe en nuestra imaginación, un negocio
inmobiliario de gran envergadura seguramente requiere conexiones judiciales,
políticas, mediáticas, etc., por su parte para llegar a los niveles más altos
de la mafia judicial es necesario disponer de buenas conexiones con círculos de
negocios, políticos, mediáticos, etc. y ser exitoso en la carrera política
requiere fondos y coberturas mediáticas y judiciales. En suma, se trata en la
práctica de un complejo conjunto de articulaciones mafiosas, grupos de poder
transectoriales vinculados a, más o menos subordinados a (o formando parte de)
tramas extra-regionales a través de canales de diverso tipo: el aparato de
inteligencia de los Estados Unidos, un mega banco occidental, una red
clandestina de negocios, alguna empresa industrial transnacional, etc.
A comienzos del siglo XX la élites latinoamericanas formaban parte de una
división internacional del trabajo donde la periferia agropecuaria-minera
exportadora se integraba de manera colonial a los capitalismos centrales
industrializados, en aquellos tiempos Inglaterra era el polo dominante[9].
Luego llegó el siglo XX y su recorrido de crisis, guerras, revoluciones y
contrarrevoluciones, keynesianismos, fascismos, socialismos… pero al final de
ese siglo todo ese mundo quedaba enterrado, triunfaba el neoliberalismo y el
capitalismo globalizado y cuando este entró en crisis en América Latina
emergieron y se instalaron las experiencias progresistas que intentaron
resolver las crisis de gobernabilidad con políticas de inclusión social a
sistemas que eran más o menos reformados buscando hacerlos más productivos,
menos sometidos a los Estados Unidos, más igualitarios y democráticos. Las
élites dominantes se pusieron histéricas, aunque no habían sido seriamente
desplazadas perdían posiciones de poder, se les escapaban de las manos negocios
suculentos y su agresividad fue en aumento a medida que la crisis global
dificultaba sus operaciones. Por su parte los Estados Unidos en retroceso
geopolítico global acentuó sus presiones sobre la región intentando su
recolonización. Al comenzar el año 2016 los progresismos han sido acorralados
como en Brasil o Venezuela o derrocados como en Paraguay o Argentina, Obama se
frota las manos y sus buitres se lanzan al ataque, los capriles y macris cantan
victoria convencidos de que estamos retornando a la “normalidad” (colonial),
pero no es así; en realidad estamos ingresando en una nueva etapa histórica de
duración incierta marcada por una crisis deflacionaria global que se va
agravando acompañada por señales alarmantes de guerra.
Las élites dominantes locales no son el sujeto de una nueva gobernabilidad
sino el objeto de un proceso de decadencia que las desborda, peor aún esas
lumpenburguesías aportan crisis a la crisis más allá de sus manipulaciones
mediáticas que tratan de demostrar lo contrario, creen tener mucho poder pero
no son más que instrumentos ciegos de un futuro sombrío. Aunque la declinación
real del sistema abre la posibilidad de un renacimiento popular, seguramente
difícil, doloroso, no escrito en manuales, ni siguiendo rutas bien pavimentadas
y previsibles.
NOTAS:
[1] Jorge Beinstein, "Serra contra o Mercosul: o auge das direitas
loucas na América Latina"
http://cartamaior.com.br/?/Editoria/Internacional/Serra-contra-o-Mercosul-o-auge-das-direitas-loucas-na-America-Latina%0D%0A/6/15507
[2] Carlos Marx, “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, en
Carlos Marx-Federico Engels, Obras Escogidas, Tomo I, páginas 128-129,
Editorial Progreso, Moscú 1966.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Karl Polanyi, “The Great
Transformation.The Political and Economic Origins of Our Time”, Bacon Press,
Boston, Massachusetts, 2001.
[6] Andre Gunder Frank, “Lumpenburguesía: lumpendesarrollo”, Colección
Cuadernos de América, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1970.
[7] Tyler Durden, "Is Deutsche
Bank The Next Lehman?", Zero Hedge,
http://www.zerohedge.com/news/2015-06-12/deutsche-bank-next-lehman
[8] Michael Snyder,
"Financial Armageddon Approaches", INFOWARS,
http://www.infowars.com/financial-armageddon-approaches-u-s-banks-have-247-trillion-dollars-of-exposure-to-derivatives/
[9] "La inversión de las naciones industriales, en especial de
Inglaterra, fluyó hacia América Latina. Entre 1870 y 1913, el valor de las
inversiones británicas aumentó de 85 millones de libras esterlinas a 757
millones, una multiplicación casi por nueve en cuatro décadas. Hacia 1913, los
inversores británicos poseían aproximadamente dos tercios del total de la
inversión extranjera". Skidmore, Thomas E. y Smith, Peter H.,
"Historia contemporánea de América Latina. América Latina en el siglo
XX", Ed. Grijalbo. 4a. edición, España, 1996.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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