La pandemia global del
Covid-19 puso en evidencia todos los efectos que puede causar un gobierno
impuesto por el “estado profundo” contra la población trabajadora brasileña.
LOS FRENTES DONDE BRASIL
ESTÁ SIENDO
DERROTADO A MANOS DE BOLSONARO
La pandemia global del Covid-19 puso en evidencia todos los efectos que
puede causar un gobierno impuesto por el “estado profundo” contra la población
trabajadora brasileña.
Jair Bolsonaro ganó en 2018 unas elecciones que cerraron el ciclo de cambio
de régimen, vía lawfare, en Brasil y en el que los sectores conservadores
desdibujaron a Dilma Rouseff y Lula Da Silva del espectro político para asaltar
el Estado y desconfigurarlo.
Su gobierno lanzó en marzo pasado la campaña publicitaria “Brasil no puede
parar” para pedirles a los brasileños abandonar la cuarentena y otras
restricciones por la pandemia abriendo empresas y comercios, en un claro
enfrentamiento contra los especialistas en salud, gobernadores y alcaldes. Todo
en nombre de la economía.
Tal campaña fue lanzada inicialmente en las redes sociales del senador
Flavio Bolsonaro, hijo del presidente e investigado por lavado de dinero y
desvío de fondos públicos de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro. El
presidente viene realizando convocatorias a la población para no entrar en
“pánico” calificando de “gripecita” al coronavirus.
Sin embargo, no todo ha sido fácil para el operador que la oligarquía
brasileña ha designado en defensa de sus intereses. A continuación algunos de
los tantos frentes donde el pueblo brasileño está siendo abatido por la mala
gestión de crisis por parte del magnate y capitán retirado del Ejército.
Lo sanitario: negación y
exponencialidad de la pandemia
Durante la semana en que las autoridades brasileñas declararon que el
Covid-19 había llegado a su territorio desde Lombardía, más de 90 mil personas
desembarcaron en sus aeropuertos provenientes de países donde el virus ya había
sido detectado, entre ellos Estados Unidos, España, Francia e Italia. Esto a
causa de que la administración Bolsonaro se había negado tanto a cerrar los
aeropuertos como a detener la actividad económica a un mínimo esencial.
La elocuencia de Bolsonaro desbloquea niveles de asombro casi a diario. El
mundo fue testigo privilegiado de cómo, hasta el cierre de esta nota, ha
insistido en llevar la contraria a las vocerías técnicas y hasta financieras
que recomiendan el distanciamiento social como mecanismo primario para el
combate del nuevo coronavirus.
A finales de marzo, Bolsonaro decía que el impacto del Covid-19 no
superaría las 800 muertes por gripe H1N1 registradas en todo 2019, sin embargo,
Brasil fue el primer país latinoamericano en tener más de 100 muertes en 24
horas (114) el pasado 7 de abril, y la pasada semana el número de muertos por
la pandemia creció más del doble.
El más extenso de los países de Suramérica ha superado las mil muertes a
casi 40 días del primer caso y su curva de muertes es peor que la de Estados
Unidos, sin que aún haya colapsado el sistema de salud. En la última semana
ocupó el puesto 14 en la lista de casos confirmados (21 mil 40 al 12 de abril)
y el 11 en casos fatales, con 1 mil 144 muertes.
El panorama indica que el país puede llegar rápidamente a lugares aún más
altos en el ránking mundial de la enfermedad. Solo en la ciudad de São Paulo
hay 670 muertes por síndrome respiratorio agudo severo (SARS) que están
esperando por la prueba del coronavirus.
El Secretario de Vigilancia Sanitaria del Ministerio de Salud, Wanderson de
Oliveira, emitió declaraciones que denotan la subestimación de casos de
infección y muerte afirmando que, entre febrero y abril, hubo 2 mil 176 muertes
por SARS que se produjeron en un período de siete semanas y que todavía se
están investigando. Esta cifra es casi el doble de las muertes atribuidas, en
cifras oficiales, al Covid-19.
Entretanto, Ivan França Junior, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública
de la Universidad de São Paulo, dijo a The Guardian que, si Bolsonaro continúa
alentando a la sociedad a sabotear el distanciamiento social, Brasil
experimentará “días dolorosos”, similares a los de Italia, en unas pocas
semanas.
Lo político: confrontación
por doquier y desplazamiento “informal” del poder
El pasado 6 de abril Bolsonaro intentó, sin éxito, usar su condición de
presidente para apartar del gobierno al ministro de Salud, Luiz Henrique
Mandetta, debido a que el funcionario se ha negado repetidas veces a
flexibilizar la política de distanciamiento social contra el Covid-19, como ha
alentado.
Al concluir esa reunión de gabinete, Mandetta mantuvo un lenguaje vehemente
y afirmó que el país no tiene una estructura para la escalada de casos en las
grandes metrópolis.
Por su parte el vicepresidente, general retirado Hamilton Mourao, informó a
la prensa que “Mandetta sigue en el combate. ¡Él se queda!”. Mourao ha sido
acusado por uno de los hijos de Bolsonaro de buscar la caída de su padre.
Mandetta ha mostrado protagonismo enfrentando la pandemia y las encuestas
comenzaron a revelar su popularidad, lo que ha agudizado la confrontación con
Bolsonaro. El pasado sábado 11 de abril criticó que el presidente diera varios
paseos y formara multitudes a su alrededor, dijo: “La gente que tiene una
actitud así hoy en día va a ser la misma gente que se va a arrepentir”.
Sigue en caída libre el presidente porque su enfrentamiento contra todo y
todos alcanzó a los gobernadores de los estados, a quienes llegó a confiscarles
respiradores e impedir la medición de fiebre en sus aeropuertos. Varios de
ellos fueron sus aliados y gobiernan los estados que concentran la mayor
cantidad de enfermos, Río de Janeiro y Sao Pablo, desobedecieron su exhorto
“para que la vida regrese a la normalidad”, también su instrucción de que
levantaran esas restricciones y dispusieran el aislamiento solo para los
adultos mayores y quienes tuvieran problemas de salud subyacentes.
Aunque la Corte Suprema determinó que los gobernadores y alcaldes tienen
decisión autónoma sobre la realización del aislamiento social, Bolsonaro ha
insistido en convencer a algunas ciudades como Río de Janeiro, o estados
frágiles económicamente como los amazónicos Rondonia y Roraima, de reanudar
actividades, en contra de las recomendaciones de las secretarías estadales de
Salud.
En medio de todo esto, el periodista Horacio Verbitsky y el medio digital
DefesaNet revelaron que Bolsonaro había sido desplazado “informalmente” del
gobierno de Brasil por su ministro jefe de la Casa Civil, el general Walter
Braga Neto, quien comandó la intervención militar de Río de Janeiro durante
2018 y entró al gobierno a mediados de febrero, cuando aún se desempeñaba como
jefe del Estado Mayor del Ejército.
El mandatario continúa en funciones, pero no cumplirá ninguna misión, así
lo deja entender un comunicado del 31 de marzo, firmado por el ministro de
Defensa, Fernando Azevedo e Silva, y los comandantes del Ejército, la Marina y
la Aeronáutica, cuando dice: “En cuanto dure la situación de crisis (por el
impacto del coronavirus) el Presidente Operacional de Brasil será el general
(Walter) Braga Neto”.
En aquella reunión del 6 de abril en el Palacio del Planalto, convocada por
el propio Bolsonaro, el “presidente operacional” Braga Neto y el resto del
equipo ministerial se pronunció en contra de echar a Mandetta, considerado
“esencial” para enfrentar el crecimiento exponencial del número de casos
previsto para las semanas que corren.
Lo internacional:
supremacismo y racismo contra un aliado clave
Actores políticos como el diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del jefe de
Estado, y el ministro de Educación, Abraham Weintraub, han puesto en
dificultades a la gestión del Covid-19 por parte de la administración Bolsonaro
en el frente internacional, en particular con la República Popular China.
A mediados de marzo el diputado manifestó, vía Twitter, que “la dictadura
china” escondió “algo grave”, haciendo un paralelismo entre el coronavirus y el
desastre de Chernobyl en la década de los 80's. Mientras que el pasado 5 de
abril el ministro insinuó irónicamente, vía Twitter, que el principal socio
comercial de Brasil podría haber impulsado la pandemia del coronavirus como
parte de una estrategia de dominación global.
En el primer caso, luego de la indignación por parte de la embajada china
ningún miembro del Gobierno pidió públicamente disculpas y el ministro de
Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, calificó como “inaceptable” y ofensiva la
respuesta del embajador chino. Posteriormente Bolsonaro telefoneó al presidente
Xi Jinping para intentar reconducir la situación.
En medio de la crisis diplomática causada por Bolsonaro hijo, el Consorcio
Nordeste, integrado por los gobernadores de los nueve estados de esa región
pidió, vía teleconferencia, a Yang Wanming, embajador chino en Brasil, la
cooperación para enfrentar la pandemia.
La solicitud de los mandatarios regionales, opositores a Bolsonaro,
consistió en explorar la “posibilidad” de que el mayor socio comercial de
Brasil pudiera “enviar material médico, insumos y equipos que puedan ayudar al
combate del flagelo que se está enfrentando”.
Ante las declaraciones, borradas por Weintraub de su cuenta Twitter, la
embajada del país asiático lamentó, mediante un comunicado difundido el 6 de
abril, las declaraciones “absurdas y despreciables” del ministro de Educación,
que en su opinión “tienen un cuño fuertemente racista y objetivos indecibles,
causando influencias negativas en el desarrollo saludable de las relaciones
bilaterales China-Brasil”.
Según su Ministerio de Economía, Brasil vendió a China un 20,9% más en
febrero de este año que en el mismo mes de 2019 y tiene un superávit comercial
de 30 mil millones de dólares con ese país, esto supone el destino del 78% de
las exportaciones de soja; un conflicto diplomático afectaría a la maltrecha
economía brasileña.
Por su parte la Agencia de Cooperación y Desarrollo Internacional de China
(CIDCA) informó que el país ha prestado ya asistencia a más de 90 países y
cuatro organizaciones internacionales para la lucha contra el coronavirus.
No caben dudas de quién sería el perjudicado en una eventual ruptura o
distanciamiento diplomático.
Y lo que falta…
Otros frentes como el socioambiental son parte del desmoronamiento de la
estabilidad brasileña ante el viraje que dará el mundo luego de que pase la
pandemia.
Según INPE, agencia de investigación espacial del país, la deforestación
aumentó un 30% en marzo de 2020 con respecto al mismo mes del año pasado, a
pesar del coronavirus. Esto a manos de la extracción ilegal de madera, la
minería desbocada y la expansión de la frontera agrícola.
En los primeros tres meses del año, la deforestación del Amazonas subió un
51% con respecto a hace un año a 796 kilómetros cuadrados, un área
aproximadamente del tamaño de la ciudad de Nueva York.
Asimismo, el conocimiento de algunos casos de contagio en comunidades
indígenas enciende las alertas ante el nombramiento de líderes de la Misión
Nuevas Tribus en puestos clave de la Funai, agencia indígena de Brasil, por
parte de Bolsonaro.
En el frente económico un estudio de la Fundación Getulio Vargas (FGV)
afirma que la crisis del coronavirus dejará hasta 12,6 millones de desempleados
y causará una contracción récord del 15% en los ingresos de los trabajadores si
el gobierno no amplía los instrumentos para transferir los ingresos a la
población y para ayudar a las empresas a mantener los puestos de trabajo.
Bolsonaro llegó a emitir una Medida Provisional que permitía suspender los
salarios hasta cuatro meses, sin ninguna compensación a los trabajadores, pero
dio marcha atrás a la medida después de fuertes críticas. Incluso con las
medidas ya anunciadas para garantizar ingresos adicionales a los trabajadores
formales e informales, que ascienden a 170 mil millones de reales, se espera
que la masa salarial disminuya un 5,2%, lo que supone una contracción récord de
la serie iniciada en 2003.
Sin estas y otras medidas, la caída sería del 10,3%. Tales medidas suman
cerca del 4% del PIB del país, considerado “absolutamente insuficiente”.
Su gobierno pretendía dar 200 reales (41 dólares) de “ayuda” a los
trabajadores informales que representan casi la mitad de la fuerza laboral en
Brasil y la Cámara de Diputados dio media sanción a una ayuda de 600 reales
(120 dólares) que se extendería a 1 mil 200 reales (240 dólares) para madres
jefas de hogar. Mientras tanto se anunciaba una inyección de 30 mil millones
para ayudar a mitigar los efectos de la crisis y dar apoyos a las empresas.
Su equipo económico ha anunciado que anticipará beneficios para
desempleados y a quienes vean reducidos sus salarios y jornadas laborales para
mitigar los efectos del Covid-19 en la actividad económica.
Pires argumenta que el aumento del endeudamiento público para pagar “un
esfuerzo de guerra” en ese momento debe ser pagado más tarde con aumentos de
impuestos, sin embargo Bolsonaro se empeña en defender al poder económico de
los empresarios, el capital financiero y los sectores agroexportadores, quienes
pueden pagar más.
La recuperación económica será más complicada si la pandemia hace colapsar
la infraestructura sanitaria, el tejido social y la fuerza laboral de la
población.
La visión de Bolsonaro es lineal y el problema es multidimensional; un
indeseable castillo de naipes se asoma en el horizonte brasileño.
Publicado por La Cuna del Sol
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