En fin, en dos meses
aprendimos (pero ya lo sabíamos, no es que la pandemia nos haga
superinteligentes) que las sabidurías y las construcciones colectivas y
populares son más certeras y eficaces que las decisiones tomadas al más alto
nivel, aunque quienes las toman y comunican digan que son doctores.
CORONAVIRUS EN GUATEMALA:
SESENTA DÍAS Y EMPEZAMOS A
CONTAR
Por Andrés Cabanas
Se cumplieron dos meses desde el primer diagnóstico de COVID-19 en
Guatemala y dos meses desde que el presidente Giammattei calificó la enfermedad
como gripona y nos mandó a relajarnos a la playa.
En este breve-intenso-interminable periodo nos han confinado; nos han dicho
que todo está bien y superamos la crisis; nos han vuelto a confinar porque
parece que no todo está tan bien; nos endulzan los oídos haciéndonos creer que
tenemos el mejor intensivo de Centroamérica (Parque de la Industria), que
finalmente resulta ser otro fiasco gubernamental-institucional: no hay médicos
suficientes, ni equipos de protección, ni camas, ni medicamentos, ni
alimentación digna, ni contratos para médicas, ni ¡¡¡salarios!!!.
En dos meses aprueban una ampliación presupuestaria multimillonaria que no
cubre las necesidades básicas, pero que tampoco empieza a llegar, y cuando lo
haga será -para variar- con criterios clientelares. En tan poco tiempo nos
dicen acarreados, mal portados, apeñuscados, conflictivos, esperpentos (casi
salimos a descalificación/insulto por semana).
Al final de los dos meses, con solo mil casos diagnosticados, en el inicio
de la fase ascendente de la epidemia (si es cierto, como afirman los
epidemiólogos, que un pico de contagios puede llegar en la semana dieciséis, es
decir, a mediados de julio) hemos visto el colapso del sistema de salud, ya sin
espacios para atención, y el colapso del sistema de mentiras, medias verdades y
ocultamientos que se construye desde la maquinaria de propaganda gubernamental.
SIN CONTROL DE LA CRISIS
El control de la crisis de la salud se perdió en poco tiempo (no existió)
por tres razones principales, en mi opinión:
1. Falta de capacidad técnica y recursos del Ministerio de Salud.
2. Opacidad en el manejo de información y centralización de toma de
decisiones en el Presidente, que impide la participación activa de otras
instituciones y la sociedad.
3. Subordinación de la estrategia de contención de la enfermedad a los
reclamos del empresariado organizado.
Además, en dos meses el gobierno pierde aceleradamente el control político.
Mientras las decisiones tomadas favorecen y atienden demandas de empresariado
organizado, diputados y alcaldes aliados, la sociedad ve que las ínfimas ayudas
ofrecidas (por ejemplo, el bono familia de solo un mil quetzales) no llegan, y
se restringen las posibilidades de trabajo.
Comercio popular, economía informal, trabajadores despedidos, pobladores de
zonas urbanas periféricas, campesinas y campesinos resienten el doble rasero
gubernamental (todo para los de arriba, nada para los de abajo) y la falta de
priorización de sus necesidades.
Cuando más hacen falta instituciones creíbles, legitimadas, que enfrenten
la crisis multidimensional construyendo consensos y grandes acuerdos, tenemos
esto: funcionarios incapaces de ver más allá de sus intereses corporativos.
Lo preocupante es que, ante la pérdida de control político, el gobierno
refuerce su proyecto autoritario, y quiera impedir la libre expresión de
críticas y descontento, y la fiscalización de la labor de las instituciones del
Estado.
LA SOLIDARIDAD SUPERA EL
CONFINAMIENTO
En dos meses hemos aprendido también que la solidaridad puede más que la
ineficiente y poco empática maquinaria gubernamental (las ollas comunitarias en
varios municipios del país tienen capacidad de atender a miles de personas
semanalmente); que la alimentación y quienes la proveen es un sector
estratégico que no puede seguir siendo descuidado (al igual que las trabajadoras
de salud); y que la fiscalización, la denuncia, la crítica argumentada
(eventualmente apasionada) son fundamentales para sobrevivir, resistir y
trascender este momento hacia mundos mejores (no es ilusión, es propuesta); que
las comunidades empiezan a ejercer su administración propia (todavía de forma
parcial y limitada) más apegada a las demandas de la gente.
Este puede ser un camino: autonomías territoriales, municipales y
comunitarias, con decisiones:
1. Basadas en información actualizada (no la interpretación cambiante y
alocada que este gobierno hace de datos muy parciales).
2. Adoptadas democráticamente a partir de consultas con todos los sectores,
especialmente los prioritarios para enfrentar la crisis (campesinado, salud,
comunicación, servidores públicos, comerciantes, comedores e iniciativas
solidarias, tortillerías...) y los más vulnerables en términos de necesidades y
demandas: economía informal, mujeres responsables de su familia, trabajadores
despedidos, personas sin hogar y otras.
3. Que tengan en cuenta de manera indivisible la dimensión sanitaria y
social de la crisis. Es decir, enfrentar la propagación del virus sin condenar
a miles de personas a enfermedades derivadas del hambre o directamente a la
muerte.
En fin, en dos meses aprendimos (pero ya lo sabíamos, no es que la pandemia
nos haga superinteligentes) que las sabidurías y las construcciones colectivas
y populares son más certeras y eficaces que las decisiones tomadas al más alto nivel,
aunque quienes las toman y comunican digan que son doctores.
Publicado por La Cuna del Sol
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