En estos días, México conmemora la llamada conquista española. El 13 de agosto hizo 500 años de la caída de Tenochtitlan, capital de los aztecas situada en el Valle de México, después de un implacable asedio de 93 días por parte de un masivo ejército de indígenas y unos cuantos europeos.
HACE 500 AÑOS LLEGARON A MÉXICO ― Y hace 497 a Guatemala
Mario Roberto Morales
mariorobertomorales.info
En estos días, México conmemora la llamada conquista española. El 13 de
agosto hizo 500 años de la caída de Tenochtitlan, capital de los aztecas
situada en el Valle de México, después de un implacable asedio de 93 días por
parte de un masivo ejército de indígenas y unos cuantos europeos. La fuerza
invasora estuvo compuesta por 914 españoles y 75 mil soldados indígenas, la
mayoría de los cuales eran tlaxcaltecas. Ellos conquistaron al imperio azteca.
No me voy a detener en los detalles del asedio, que son fascinantes, sino más
bien en el hecho obvio de que la derrota militar del imperio se debió a la
enorme cantidad de soldados indígenas comandados ―según tácticas de guerra ya
propias de la naciente modernidad europea― por una minoría de soldados
españoles.
Como se sabe, Cortés logró el apoyo de los pueblos del Valle de México
―perennemente acosados por el tributo y las guerras a las que los obligaban los
aztecas a fin de obtener prisioneros para el sacrificio a los dioses―, con
quienes se alió en contra del poder central que controlaba casi toda
Mesoamérica. Vale decir que el estado de confrontación militar en el que vivían
los pueblos asentados bajo el dominio azteca, fue un factor militar clave para
que tuviera éxito la conquista española de México, pues es obvio que los
vencedores en el terreno de la guerra fueron los tlaxcaltecas y otros pueblos
aliados a éstos y a los españoles.
La pregunta cándida suele ser ¿por qué no se unieron todos los pueblos
indígenas contra el invasor extranjero? Y la respuesta es más desangelada de lo
que podría esperarse. Porque creyeron que venciendo a su enemigo inmediato
podrían recobrar su autonomía. No tenían idea de cómo pensaban y actuaban los
españoles ni de qué era Europa y mucho menos de para qué se llevaba a cabo
aquella guerra. La idea de colonización no figuraba en el imaginario indígena.
En consecuencia, la secuela de esta inicial victoria militar fue la “segunda
conquista”: el control de los corazones y las mentes de los vencidos por medio
de la catequización y la imposición de una cultura sobre otra, así como por un
mestizaje generalizado que acabó venciendo la resistencia cultural que duró
todo el período de colonización, dando con ello lugar a un nuevo pueblo.
Tres años después, en 1524, el caso de Guatemala fue similar. Pedro de
Alvarado ―con apenas 153 jinetes, 120 soldados de infantería y cuatro cañones,
seguido por 400 mexicas, tlaxcaltecas y cholutecas― se alió con los cachiqueles
y otros pueblos acosados por las guerras imperiales de los quichés y logró una
rápida victoria sobre éstos, la cual fue luego consolidada por unos 300 mil
guerreros quauhquecholtecas al mando de Jorge de Alvarado. Éstos instituyeron
poderes locales propios que, entre otras cosas, cambiaron los nombres de origen
maya de muchos poblados por nombres nahuas. Así, todo lo que termina en “tlan”
y “nango” está en nahua. El control directo fue quauhquecholteca.
En el 2024 hará 500 años de la guerra de colonización de Guatemala, la cual
se conoce como Conquista o, en otro tenor ideológico, Invasión española. Y
supongo que, al igual que el Bicentenario de la Independencia, aquello habrá de
ser celebrado y condenado por unos y conmemorado críticamente por otros. Sería
sensato que unos y otros nos preparáramos para librar un cimentado debate
intelectual crítico y respetuoso, a fin de no sólo atrincherarnos en la
debilidad de la historia oficial y en la de la corrección política. Aún
tenemos tiempo.
Publicado por La Cuna del Sol
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