¿Podrá la clase capitalista china arrebatar el poder político al Partido Comunista?
LA NEP DE LARGA DURACIÓN, CHINA, Y XI
Branko Milanović
Brave New Europe
Muchos periodistas, comentaristas y politólogos consideran que los recientes
cambios políticos en China significan "el regreso al comunismo". En
particular, señalan una serie de medidas cuyo objetivo ha sido limitar los
préstamos de las empresas de Internet, prohibir las clases particulares con
fines lucrativos y ipresionar a las empresas que producen juegos de Internet
(estas últimas fueron, de forma reveladora y ominosa, comparadas con "los
propagadores del opio espiritual entre la juventud china"). Los
comentaristas occidentales están horrorizados por la aparente indiferencia del
gobierno chino ante lo que estas medidas podrían suponer para los mercados
bursátiles de Shanghai, Shenzhen y Hong Kong. (En efecto, todos han estado a la
baja durante el último mes). Esto contrasta con la preocupación, e incluso el
pánico, del gobierno cuando el mercado bursátil chino atravesó graves
turbulencias en el verano de 2015.
Los comentaristas "transfieren" o imputan a China sus propios
sesgos ideológicos. Ese sesgo consiste en una excesiva atención a los mercados
bursátiles como si fueran los únicos indicadores de la salud de una economía.
Por supuesto, esto no es sorprendente en un país, como Estados Unidos, donde el
93% de los activos financieros están en manos del 10% de la población (véase E.
Wolff, A Century of Wealth in America). Estos
últimos son también los más ricos y, en consecuencia, las cosas que les afectan
serán reportadas más ampliamente -dado que controlan los medios de
comunicación, ya sea directamente (como Bloomberg) o indirectamente, porque son
los principales compradores de las noticias- que las cosas que afectan al otro
90% de la población. Todo ello hace que la bolsa adquiera una importancia
excesiva en comparación con lo que es su relevancia real. Sin embargo, nos
brinda una excelente percepción sobre quién controla realmente la vida social y
económica de un país.
Donald Trump no fue más que un ejemplo extremo de la singular (y totalmente
razonable, desde el punto de vista de sus intereses financieros) obsesión de la
clase dirigente con el mercado de valores. Trump con frecuencia decidía sus
medidas políticas, no sólo a nivel interno sino incluso externo, en función de
su efecto en el mercado de valores. Cabe recordar que la única razón de Thump
para no permitir que los pacientes infectados desembarcaran de un barco en las
aguas de Long Beach en marzo de 2020, fue para no asustar al mercado bursátil.
(Poco sabía él -y todos nosotros junto con él- de lo que ocurriría después).
Permítanme contarles una historia personal que resume la importancia del
mercado de valores para los ricos. En agosto de 1991, estaba de vacaciones en
Martha's Vineyard, la isla justamente conocida como la morada de los demócratas
muy ricos. (El más reciente propietario de una casa allí es Barack Obama). Las
vacaciones coincidieron con el golpe de Estado contra Gorbachov en Moscú (19-22
de agosto). Por consiguiente todo el mundo, en ese pequeño enclave en el que me
encontraba, se apresuró por la mañana a ver las noticias de la televisión (eran
los años anteriores a Internet y los teléfonos inteligentes). En Moscú se
desarrollaban acontecimientos absolutamente dramáticos, con consecuencias
globales e históricas: los golpistas daban una rueda de prensa mal organizada,
el ejército había tomado los principales edificios de Moscú, los manifestantes
empezaban a salir a las calles, Yeltsin tomaba el edificio del Parlamento ruso,
no estaba claro si Gorbachov estaba detenido o no... Estábamos presenciando
cómo la historia ocurría delante de nuestros propios ojos. Pero después de una
media hora de cobertura en directo desde Moscú, la élite liberal decidió que
era suficiente y cambió de canal: sintonizaron la Bolsa de Nueva York y
observaron atentamente la evolución de los acontecimientos, probablemente
calculando mentalmente cuán buenos (o malos) eran los sucesos de Moscú para sus
carteras de valores. Los que estábamos más interesados en el destino de la
Unión Soviética, el comunismo y el mundo, y no en las cotizaciones bursátiles
éramos una minoría, y teníamos que adivinar los acontecimientos de Moscú a
partir de los movimientos de las acciones en Nueva York.
China quiere ser diferente. En una sociedad de capitalismo político, como
argumenté en Capitalism, Alone,
el Estado trata de mantener su autonomía. En Estados Unidos, el Estado actúa
generalmente como custodio del interés capitalista "gestionando los
asuntos comunes de la burguesía". Sin embargo, en el capitalismo político,
el Estado no debe permitirse cooptar o ser "contaminado" por el
interés capitalista. En otras palabras, el interés capitalista es uno de los
intereses a tener en cuenta, pero no el único, o incluso quizás no el
principal.
Este enfoque es consistente con la larga tradición china de mantener el
Estado a distancia de los intereses de los comerciantes y capitalistas. Ho-fung
Hung, por ejemplo, describe muy bien cómo la burocracia Qing se puso del lado
de los trabajadores en las disputas industriales, y no de los "amos",
como solía ocurrir en la Gran Bretaña del siglo XIX (mi reseña). Los mismos argumentos fueron
expuestos por Giovanni Arrighi (reseñado aquí), Jacques Gernet (en Southern
Song China), Kenneth Pomeranz (reseñado aquí) y Martin Jacques (reseñado aquí).
Por otro lado, si se observa al actual partido dirigido por Xi desde una
perspectiva leninista (a la que Xi no es renuente), se refuerza la misma
conclusión. El capitalismo chino puede verse como una "NEP prolongada"
-que podría durar un siglo o incluso dos- en la que se da vía libre a los
capitalistas en prácticamente todas las áreas de la economía, pero las alturas
de mando de la economía se preservan para el Estado (lo que significa que están
bajo el control del PCCh) y el poder político no se comparte con nadie, y menos
con los capitalistas. De este modo, el Estado mantiene la libertad de acción
frente al grupo socialmente más poderoso (los capitalistas) y puede ignorar sus
quejas cuando está en juego un interés social preponderante; como fue
posiblemente el caso en los tres ejemplos de regulación y medidas legales
enérgicas.
¿Puede terminar la autonomía del Estado y la burguesía apoderarse del
Estado chino como lo hizo en Occidente? Es muy posible. La teoría de la
modernización lo sostiene. Hay, creo, tres formas en las que podría ocurrir.
En primer lugar, podría haber una revolución de la clase media o burguesa.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que ninguna revolución contra un régimen
comunista ha tenido éxito. La que más cerca estuvo fue la revolución húngara de
1956, pero fue aplastada externamente por las armas soviéticas. Por tanto, esa
posibilidad, mientras el Partido-Estado esté unido es, creo, extremadamente
improbable.
La segunda posibilidad es la "Gorbachovización". Esto significa
que las altas esferas del partido se muevan hacia la socialdemocracia. Esto
tiene mucho sentido desde el punto de vista ideológico, ya que originalmente
los comunistas formaban parte de la socialdemocracia. Así que la brecha
ideológica entre ambos no es muy grande. El fin de los regímenes comunistas en
Europa del Este y en la Unión Soviética llegó cuando varios partidos comunistas
se convirtieron en socialdemócratas, ya sea en su cúpula (como el PCUS) o en
todos sus miembros. Este último fue el caso, en 1988-89, de al menos los
partidos comunistas húngaro, polaco y esloveno. Ideológica y políticamente
guardaban mucha similitud con el PC italiano.
La tercera posibilidad es el "Jiang Zeminismo", a través del cual el partido acepta cada vez más entre
sus miembros principales a los capitalistas, y refleja sus intereses. En un
artículo publicado recientemente en el British Journal of Sociology, Li Yang,
Filip Novokmet y quien escribe, descubrimos que, si bien la membresia del CPCh
(al final del gobierno de Jiang Zemin) se parecía más a la composición general
de la población urbana de China que anteriormente, los miembros más ricos del
PCCh se alejaban cada vez más del resto y de la población. Esta es nuestra
conclusión: "Si bien la estructura de la membresía del PCCh en el período
reciente se aproxima más a la estructura de la población que en 1988, la cúpula
del CPC se está alejando cada vez más tanto de la estructura general de la
membresía del CPC como de la población urbana en su conjunto" (ver aquí).
La "insinuación" de los ricos en las altas esferas del partido
fue racionalizada por Jiang Zemin bajo la ideología de "la triple representavidad". Hoy en día
no se oye hablar mucho de "la triple representatividad" (parece haber
sido sustituido por el Pensamiento Xi Jinping), por lo que esa vía de cambio
está actualmente bloqueada.
El futuro nos dirá si de una de estas tres maneras, el Estado chino es
tomado por los ricos o no, es decir, si continua siendo autónomo en su toma de
decisiones.
Publicado por La Cuna del Sol
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