La guerra civil libia y
lo que ocurrió después allí tienen una influencia poderosa en el atentado de
Manchester, lo que no quiere decir que haya una relación causa-efecto directa.
El dirigente laborista, Jeremy Corbyn, pronunció un discurso este viernes en el
que estableció una conexión entre el atentado y las guerras fracasadas en
Oriente Medio y Asia Central desde 2001.
LA HISTORIA DEL ATENTADO DE
MANCHESTER COMENZÓ
EN LA GUERRA CONTRA LIBIA
INICIADA EN 2011
Por Octubre
En 2011, cuando desató la agresión contra Libia, el gobierno británico
tenía la opción de impedir que los exiliados libios en el Reino Unido se trasladaran
a su país a combatir, en especial los relacionados con grupos islamistas o
yihadistas. Apostó por hacer lo contrario. Incluso aquellos que estaban
sometidos a arresto domiciliario recibieron de vuelta sus pasaportes. Algunos
habían fracasado en su intento de derrocar a Gadafi en los años 90. Ahora
contaban con la oportunidad que antes se les había negado.
La guerra civil libia y lo que ocurrió después allí tienen una influencia
poderosa en el atentado de Manchester, lo que no quiere decir que haya una
relación causa-efecto directa. El dirigente laborista, Jeremy Corbyn, pronunció
un discurso este viernes en el que estableció una conexión entre el atentado y
las guerras fracasadas en Oriente Medio y Asia Central desde 2001.
Las declaraciones de David Cameron cuando en diciembre de 2006 dirigía la
oposición, no eran muy diferentes al mensaje de Corbyn. Cameron dijo
que la amenaza terrorista era mayor después de la invasión de Irak y apoyó un
documento difundido por el Partido Conservador que decía: “Tenemos que
reconocer que un elemento central de la política exterior, la intervención en
Irak, ha fracasado de una forma tan clara que la amenaza a este país es en
realidad mayor que lo que era antes”.
El mismo día en que Corbyn pronunció su discurso, el Financial
Times publicó un reportaje con el titular: “La guerra de Libia
vuelve a casa en Manchester”. Daba por hecho que Salmán Abedi, el autor del
atentado, había estado en esa guerra con 16 años. Puede que con esa edad su
papel fuera muy secundario, no así en el caso de su padre que también estaba
allí, pero fue sin duda un momento decisivo en su vida, en la suya y en la
numerosa comunidad libia de Manchester.
“Manchester se convirtió en un centro de
financiación de la guerra. Los imanes viajaban entre los dos países, animando a
la gente a luchar, definiendo el conflicto como una yihad”, decía el artículo del Financial
Times.
Gadafi fue derrocado y asesinado con la ayuda de países como Gran Bretaña.
Los vencedores de la guerra fueron incapaces de construir un nuevo Estado. Hoy
hay dos gobiernos en Libia, y ninguno es capaz de garantizar el orden, y los
yihadistas han encontrado un terreno fértil.
El imperialismo británico dio vía libre para
luchar contra Gadafi
En 2011, todo eso quedaba aún muy lejos y Londres tenía claras las
prioridades. Varios exiliados libios en Reino Unido han contado que en ese
momento el gobierno facilitó el viaje de todos aquellos libios que querían
luchar contra Gadafi, incluidos los más peligrosos, los que eran considerados
una amenaza para la seguridad.
Uno de estos últimos cuenta sin dar su nombre que quedó perplejo cuando
supo que podía volver a Libia. Sus movimientos estaban restringidos por una
orden del gobierno que en la práctica suponía el arresto domiciliario y la
prohibición de salir del país. La justificación es que las fuerzas de seguridad
sospechaban que podía unirse a un grupo insurgente y viajar a Irak para
combatir. “Me dejaron ir. Sin hacer preguntas”, ha dicho.
Otras personas en su misma situación tuvieron la misma oportunidad, para
ellos completamente inesperada. “No tenían sus pasaportes. Estaban
buscando cómo conseguir pasaportes falsos o una forma de salir de forma
clandestina”. Muy poco tiempo después, les levantaron las restricciones y
les devolvieron los pasaportes.
Los más veteranos eran miembros del LIFG (siglas en inglés del Grupo Islámico
Combatiente). Sus
fundadores habían combatido en Afganistán contra los soviéticos. El grupo lo
crearon los imperialistas creó en 1990 para llevar la yihad a Libia, donde terminaron
siendo derrotados en 1996. En 2005 pasaron a ser considerados un grupo
terrorista por el gobierno británico– y antes por el Consejo de Seguridad de la
ONU–, tanto por sus relaciones con Al Qaeda como para cumplir el acuerdo al que
se había llegado con Gadafi, que a finales de 2003 había renunciado a su
programa de investigación de armas nucleares.
A partir de 2001 el MI6, colaboró en el secuestro
de varios miembros libios de LIFG, por su relación con Al Qaeda, y en su
entrega al gobierno libio. Uno de ellos, Abdelhakim Belhadj, emir del LIFG, fue capturado en Kuala
Lumpur con información conseguida por el MI6 y enviado por la CIA a Libia,
donde pasó siete años en prisión. Tras la caída de Gadafi, Belhaj dirigió el
Consejo Militar de Trípoli con la ayuda económica del gobierno de Qatar. Hoy es
dirigente de un partido islamista libio.
En 2011, el MI5 decidió dar vía libre a todas esas personas cuya presencia
estaba controlada. Uno de ellos hizo una visita a Reino Unido y fue detenido en
el aeropuerto. Dice que un agente del MI5 le preguntó. “¿Estás
dispuesto a ir a la guerra?”. “Mientras me tomaba tiempo para responder, se
giró y me dijo que el gobierno británico no ponía ningún inconveniente a que la
gente luchara contra Gadafi”, dice. “La inmensa mayoría de los
tipos de Reino Unido que iban tenían algo menos de 30 años. Había algunos de 18
ó 19. La mayoría de los que vinieron [a Libia] eran
de Manchester”.
Abedi tenía entonces unos 16 años. Demasiado joven para tener un papel
relevante en la guerra. Sin duda, si estuvo allí, esa experiencia formó parte
de su educación política. Había crecido en un hogar de exiliados para los que
luchar en Libia por sus ideas islamistas era la mayor oportunidad de sus vidas.
Fuentes de su familia han contado a medios británicos que el padre de
Abedi formó parte del LIFG, aunque no lo consideraban un yihadista.
Antes de ser detenido la semana pasada en Trípoli, trabajaba en el Ministerio
de Interior en una función aún desconocida.
La colaboración británica no se limitaba a propiciar la llegada de
combatientes de ideas yihadistas. Otro de los libios que se unió en su país a
la lucha contra Gadafi cuenta que se ocupaba de montar vídeos de propaganda
durante la guerra en los que mercenarios británicos e irlandeses, que habían
sido de las fuerzas especiales, impartían adiestramiento militar a los
insurgentes en Bengasi, el baluarte de la rebelión contra Gadafi. No hubo sólo
mercenarios. Militares británicos y norteamericanos entrenaron también
a esas fuerzas.
La ayuda directa más efectiva fue la zona de exclusión aérea impuesta por
la OTAN y los ataques aéreos de norteamericanos, británicos y franceses contra
los blindados del Ejército.
La mayoría de los miembros de grupos radicales
procedía del exterior. La
presencia significativa de gente procedente de Gran Bretaña, y en concreto de
Manchester. Los discursos de los predicadores en favor de la sharia y
en contra del laicismo.
Uno de esos libios –hoy vive en Canadá– recuerda que algunos se quejaron al
embajador británico de la extensión del mensaje radical entre los que venían de
suelo británico. No les hicieron caso. “El Reino Unido, dice, quería
apoyarles porque veía a los grupos islamistas como una alternativa más viable
contra Gadafi que los grupos laicos locales”.
La guerra en Libia estaba dejando una huella inquietante. “Manchester
tiene la mayor comunidad de libios en Gran Bretaña y su gente sabe exactamente
lo que está pasando. Hay una política de reclutamiento. Hemos estado avisando
desde hace años”, dijo a The Guardian Salah Suhbi, un
diputado libio que creció en Sheffield. “La gente lleva hablando de
esto desde hace tres o cuatro años, hablan de que los que reclutan son
implacables. Buscan a la segunda o tercera generación de británicos libios u
otros árabes británicos”.
Tras el derrocamiento de Gadafi, Cameron y Sarkozy viajaron a Libia para
saborear su momento de victoria. Hicieron promesas que no cumplieron. De
inmediato, supieron detectar las oportunidades de negocio para sus empresas. “Espero
que las empresas británicas, e incluso los directores de ventas británicos,
estén ahora haciendo las maletas para ir a Libia cuanto antes y tomar parte en
la reconstrucción”, dijo el ministro británico de Defensa. El ministro
italiano de Exteriores presumió de que la petrolera Eni sería “la
número 1 en el futuro” de Libia. Meses antes, en abril, el
principal grupo de la oposición libia se había comprometido a garantizar a
Francia el 35 por ciento de la explotación del petróleo.
Sin duda, era tiempo de euforia y en algún caso hasta de orgullo imperial
reprimido. Bernard-Henri Levy, siempre dispuesto a apoyar la última guerra que
esté disponible, dijo que “Libia es la primera guerra que Francia ha
ganado desde 1918”.
El dividendo económico de la guerra de Libia nunca se produjo. El país se
hundió en un caos sin gobierno y con un numeroso grupo de milicias que sólo
responden ante su jefe. Egipto, Qatar y los Emiratos financiaron a sus socios
internos favoritos. Estados Unidos y Europa apoyaron sin grandes alardes a uno
de los dos gobiernos, que durante mucho tiempo sólo controló el hotel de Tobruk
donde tenía su sede. Ese vacío de poder fue aprovechado por el Califato
Islámico que creó un baluarte en Sirte, del que fue expulsado con gran pérdida de
vidas.
Lo que no desapareció fue la influencia de las ideas yihadistas en muchos
de esos libios que habían hecho la guerra en su país.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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