sábado, 20 de enero de 2018

Mediocre que es uno

Y yo, pobre de mí, que soy el colmo de la mediocridad, de la insignificancia, no soy candidato a nada. A nadita de nada. ¡Es el colmo! ¿Cómo voy a poder vivir sin partidarios? ¿Qué será de mi nombre sin hojas sueltas? ¿Nadie se apiadará de mí? ¿Ni siquiera una candidatura humilde queda, en este país fecundo, para un pobre escribiente?


MEDIOCRE QUE  ES UNO


Por Manuel José Arce
(De la serie “Nuestra Generación Maldita”)

Bueno, ahora sí, ya empezó el alboroto. Ya comenzaron las carreras por todas partes. La gente empieza a decir cosas sonoras, graves, projundijuiciosas. Las caras chorrean simpatía. Ya empezó, pues, la temporada alegre.
               
Porque hemos de estar y estaremos que en la tierra de los mayas, de la eterna primavera, el mejor café del mundo, el son, las guapas mujeres y la marimba bajo cuyo cielo vieron la luz primera el premio Nobel 1967 y el campeón de Boston y Helsinki, aquí, en me meritita patria, cada cuatro años celebramos el carnaval.
               
Es momento cuando todo el mundo se vuelve candidato a algo: a Presidente de la República, a Diputado al Congreso de la República, a Alcalde de la ciudad o de la villa, a Rector, a Decano, a Ministro, a Vice-Ministro, a Oficial Mayor, a Director General, a Oficial 5º.  O 35º., a Chofer, Portero, Conserje o Guardaespaldas, a Presidente de la Corte, a Escribiente del último juzgado, a Embajador, Ministro Consejero, Cónsul o Ataché mayense a cuelludazo cuelludo, simple conecte, o amigos, apenas. E, incluso, los hay también candidatos a desencantados, coléricos, defraudados, etc.
               
Todo el mundo es candidato a algo, digo.
               
(No entiendo cómo hay quienes abogan por el control de la natalidad. Si no fuera por una oportuna explosión demográfica, la verdad es que no habría votantes: nomás puros candidatos).
               
Los postes, los muros, las páginas de los periódicos y las pantallas de la tele se empiezan ya a cubrir de rostros sonrientes, angelicales, inteligentes, carismáticos; de consignas sonoras y “de mucho afecto”.
               
Y yo, pobre de mí, que soy el colmo de la mediocridad, de la insignificancia, no soy candidato a nada. A nadita de nada. ¡Es el colmo! ¿Cómo voy a poder vivir sin partidarios? ¿Qué será de mi nombre sin hojas sueltas? ¿Nadie se apiadará de mí? ¿Ni siquiera una candidatura humilde queda, en este país fecundo, para un pobre escribiente?
               
Mis niños regresan de clase entusiasmados. “¿Sabes cuántos hijos de candidatos hay en mi clase…?”. Tengo miedo que se les desarrolle un complejo de inferioridad; una frustración a tan temprana edad puede ser grave en el futuro, puede degenerar en una tendencia compulsiva a las candidaturas.
               
-No, vos, yo te quiero y te aprecio, vos lo sabés, pero no puedo apoyarte en esto: ya hubo un tal Manuel José Arce que no dio bola en la presidencia y un su hermano que fue Jefe de Estado en El Salvador y  no es cuestión de andar repitiendo nombres en la historia…-así me respondió un amigo al que le supliqué que me propusiera para presidente de cualquier cosa, de los ángeles con hambre, de los pavos reales de ensueño, de los coleccionistas de barriletes remontando las plácidas alturas…  -Si no me interesa llegar a presidente, vos  -insistí- , sólo se trata de una miserable candidatura. “El ajo no es triunfar: es competir”… -le supliqué. Pero él, inflexible, ya tenía completa la guía telefónica de sus candidatos.
               

Bueno, qué se va a hacer. No hay más que aceptar esta “aurea mediocritas” y empezar a buscar por quienes depositar el voto...






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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