lunes, 26 de febrero de 2018

Murió en Guatemala un pequeño satanás, por cierto, sin olor a santidad

Fueron muchos los que vieron a este sujeto, pero pocos lo conocían,  que es un asunto distinto. Egoísta, arribista, mezquino y enemigo jurado de las causas de la libertad y la democracia. Un Pequeño Satanás nos deja y el mundo estará mucho mejor sin él.


MURIÓ EN GUATEMALA UN PEQUEÑO SATANÁS,
POR CIERTO, SIN OLOR A SANTIDAD


Por María de los Ángeles Roca

Hay personas que son merecedoras de gran respeto en la vida como en la muerte, pero hay algunos, unos pocos, que no. Este es el caso de Oscar Vian, hasta hace poco arzobispo de Guatemala, a quien un cáncer fulminante se lo llevó a la tumba sin tanto trámite. Apasionado y acérrimo defensor del mundo empresarial en el ámbito de la educación, fue por muchos año el regente, el mandamás, del Colegio Don Bosco, que funcionaba como una pequeña curia vaticana y un  buen negocio que permitía mantener comiendo y bebiendo bien una corte de curas tripones y arrogantes que se imaginaban predestinados al gozo material en primer lugar, y a las glorias de lo alto en la vida eterna. Guatemala es un país, como pocos, donde las religiones del tipo que sean encuentran un terreno muy fértil por las grandes niveles de miseria y donde cualquier palabra de consuelo está bien, ante el dolor, la pena y la vida sombría de 14 o 15 millones de ciudadanos que llevan una existencia apesadumbrada viviendo con lo mínimo, no para vivir, sino para prolongar su martirizada existencia.

Fueron muchos los que vieron a este sujeto, pero pocos lo conocían,  que es un asunto distinto. Egoísta, arribista, mezquino y enemigo jurado de las causas de la libertad y la democracia. De alguna manera fue escalando posiciones y como en la Iglesia no muchas veces llegan a los más altos  cargos jerárquicos los mejores y probos hombres, si no los oportunistas; descubrió tempranamente cómo se podía escalar en la jerarquía eclesiástica para pasarla bien él, su familia y el círculo cercano de curas y religiosas que giraban a su alrededor. La muestra de su frugalidad, mesura y recato se le empezó a manifestar en la barriga y en la vida confortable que siempre disfrutó, aunque en sus misas, que solía dar en la iglesia del colegio Don Bosco a niños y maestros por el año 1978 (era obligatorio el proceso de hipócrita domesticación) insistía en la virtud que va implícita en la condición de ser pobre y aguantar hambre. ¡Ah jijos, este si la regó! dijo un maestro mexicano que lo escuchó y lo cual lo convirtió en un incorregible comunista a partir de esa prédica. El maestro y médico pertenecía a la familia Romo, esos ricachones del norte dueños de todos los viñedos de México y que cayó en combate en el Quiché convencido de que a Dios hacía muchos años le habían dado de baja en las iglesias católicas y que se había ido al monte para ver si se podían cambiar mejor allí las cosas.


Oscar Vian se caracterizó por ser un patrón desconsiderado con sus subalternos, los maestros, y en una ocasión que viendo los educadores las exorbitantes ganancias de un solo colegio, Don Bosco, decidieron hacerle una formal petición para que les diera un pequeño ajuste salarial. Para qué quisieron más, el demonio le salió por el bolsillo y fue tal su intransigencia que los trabajadores ventilaron el conflicto laboral en los Tribunales de Trabajo para que les otorgaran sus prestaciones de ley. Y así fue sucesivamente, buscando siempre esclavos, perdón, maestros, para que sirvieran un centro educativo de alta exigencia y capa mediero donde veían con desprecio a los hijos de los trabajadores, que en el afán de querer dar la mejor educación a sus hijos, los inscribían en ese centro educativo creyéndole que les iban a dar lo mejor para su formación. Pero no, de allí egresaron muchos jóvenes que hoy forman parte de los grandes contingentes de personas antidemocráticas y catoliqueros donde aprendieron la importancia de ser hipócritas y serviles para sobrevivir en esta país destrozado por el pecado de mareros, curas vividores, pastores de la prosperidad, brasileños de las iglesias del Espíritu Santo que tienen a miles y miles de guatemaltecos no muertos todavía por el sistema, pero sí debidamente atarantados. Un Pequeño Satanás nos deja y el mundo estará mucho mejor sin él. Guau! Lo que nos hace decir los resentimientos y la memoria. Eso está jodido, de verdad.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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