Las fuerzas de la derecha
cantan victoriosas su supuesto triunfo de 1989, pero en realidad no hay ningún
triunfo. Como escribí alguna vez en mis años mozos, siendo discípulo del
Profesor Hegel: el Amo tiembla aterrorizado delante del Esclavo porque sabe que
inexorablemente tiene sus días contados.
MARX HABLA SOBRE LA CAÍDA
DEL MURO DE BERLÍN
Por Marcelo Colussi
No puedo dar los detalles precisos, sino simplemente hacer saber que recibí
esta carta. Con mi pobre alemán me permití hacer la traducción, y como creo que
esto es muy importante, hago circular el texto de marras en su versión
española.
Trabajadores del mundo:
Las fuerzas de la derecha internacional festejan alborozadas estos casi 30
años de la Caída del Muro de Berlín. Pero se equivocan. ¿Qué festejan en
realidad? ¿El fin del socialismo?
La historia, contrariamente a como dijo ese apologista del sistema de apellido
Fukuyama hace algunos años atrás, no ha terminado. ¿De dónde saldría tamaño
disparate? La historia continúa su paso sin que sepamos hacia dónde va. Hoy,
sin temor a equivocarnos, dadas las características que ha tomado el sistema
capitalista internacional, perfectamente podría estar dirigiéndose hacia la
aniquilación de la especie humana, dado el afán de lucro imparable que lo
alimenta, y que bien podría llevar al holocausto termonuclear de activarse
todas las armas de destrucción masiva que existen sobre la faz del planeta. O
también, dado ese afán insaciable de obtención de ganancia que no puede
eliminar, a la destrucción del planeta por el consumo irracional de recursos
naturales que se está llevando a cabo.
Las fuerzas de la derecha cantan victoriosas su supuesto triunfo de 1989,
pero en realidad no hay ningún triunfo. Como escribí alguna vez en mis años
mozos, siendo discípulo del Profesor Hegel: el Amo tiembla aterrorizado delante
del Esclavo porque sabe que inexorablemente tiene sus días contados.
¿Qué quise decir en su momento con esta frase, algo enigmática quizá, antes
de ponerme a estudiar economía política para luego redactar el Tomo I de El
Capital? Pues no es nada complicado: aparentemente el sistema capitalista
“triunfó” de manera inexorable sobre las experiencias socialistas que se
estaban construyendo, siendo la demostración palpable de ello la caída de este
muro de la que ahora se cumplen casi 30 años. Supuestamente, según la fanfarria
con que esa derecha presenta las cosas, la misma población alemana del este,
“sojuzgada” por el yugo socialista, habría derrumbado el tal muro para
“liberarse” y acceder a las bondades del capitalismo. ¡Pamplinas! Puras
pamplinas, estupideces con que los actuales medios masivos de comunicación
presentan las cosas.
En realidad lo que esta derecha, por ahora ganadora, festeja es que el Amo,
para tomar la metáfora hegeliana (léase: la clase capitalista) alejó por un
tiempo el fantasma que la persigue (la clase trabajadora y la posibilidad que
alguna vez la misma se organice, abra los ojos y la expropie, tal como pasó
varias veces durante el siglo XX, en Rusia, en China, en Cuba). Es decir: la
clase por ahora dominante (industriales, banqueros, terratenientes) sabe que
está sentada sobre un barril de pólvora; sabe que los trabajadores del mundo
(obreros industriales urbanos –que fue lo que yo más estudié en su momento–,
campesinos, trabajadores explotados de toda índole, sub-ocupados y desocupados
–lo que yo en otro tiempo llamé Lumpenproletariät, es decir: población excluida
y marginalizada) en algún momento van a explotar.
La historia de la humanidad, y también la historia del capitalismo, se los
muestra. Las clases oprimidas aguantan (porque no tienen otra alternativa,
porque están sojuzgadas, reprimidas brutalmente a veces, manipuladas en otras
ocasiones). Aguantan hasta que, llegado a un punto de la acumulación de
contradicciones, estalla un período de violencia revolucionaria,
transformándose las relaciones de poder, pasando la propiedad de los medios de
producción de una clase a otra. Esto la derecha lo sabe. Sabe muy claramente
que la propiedad privada de esos medios es un saqueo legalizado; sabe con
precisión milimétrica que no puede dejar ni por un segundo de cuidar esa
propiedad, asentada en una explotación inmisericorde. Sabe que si se descuida,
si deja de proteger a capa y espada sus privilegios, las grandes mayorías
excluidas se levantan. Por eso, día a día, minuto a minuto, no dejan de
controlar y evitar que los trabajadores se organicen, piensen, conozcan la
verdadera realidad. Por eso los embrutecen con dádivas miserables: es decir, el
viejo pan y circo de los romanos.
Pero esa derecha sabe que el barril de pólvora sobre el que está sentada
puede explotar en algún momento, lo cual significaría perder sus privilegios de
clase. De hecho, eso ya sucedió varias veces el siglo pasado. Por eso mismo,
ante el retroceso que sufrió el primer Estado obrero del mundo, la llamada
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, las fuerzas de la derecha cantaron victoria,
mostrando el derribamiento del Muro de Berlín como la caída de las ideas
socialistas. Dicho de otra manera: como están tan aterrorizados con la
posibilidad que los trabajadores reaccionen alguna vez, se permitieron mostrar
ese incidente como el fracaso inexorable de las ideas socialistas. Pero ello no
es sino una demostración del pavor que sienten a ser expropiados. De ahí que
presenten lo de Berlín como un triunfo apoteósico y que cierra de una vez la
historia.
No hay dudas que con la involución que sufrieron las primeras experiencias
socialistas del mundo (la Unión Soviética se desintegró, China se abrió al
mercado capitalista, Cuba quedó flotando en el aire como pudo), el capitalismo
internacional avanzó groseramente sobre las conquistas de los trabajadores
obtenidas a fuerza de sacrificio en décadas y décadas de lucha. Por eso ahora
ese sistema, que se autopresenta como ganador y única salida posible, se
permite explotar más aún que hace un siglo atrás. Hoy día se perdieron
conquistas sindicales, se hacen contratos sin prestaciones laborales, no se
respeta la jornada laboral de ocho horas, se expolia sin la menor pudicia y se
entroniza la figura del “ganador”.
No hay dudas, para tratar de concluir la referida cita que hice más arriba,
que el sistema sabe que ya le va a llegar el turno, que su cabeza, igual que la
del monarca francés en 1789, rodará por el polvo. Por eso festeja este triunfo
parcial –que, sin dudas, hizo retroceder mucho al campo popular en estos
últimos años– como un triunfo absoluto, queriendo presentar las cosas como que
con el Muro de Berlín derribado terminó la explotación, y por tanto el ideal
revolucionario socialista de transformación social, de lucha contra las
injusticias.
Pero los trabajadores del mundo siguen siendo explotados, más que antes
incluso, apaleados, reprimidos. ¿Por qué no habrían de reaccionar? Tal vez hoy
día, hay que reconocerlo, los partidos comunistas están un tanto despistados.
Mis ideas –que, en realidad, no son mías, sino producto de una reflexión científica
(¡no digan “marxismo” sino materialismo histórico!)– se han querido presentar
como anticuadas, fracasadas, “pasadas de moda”. Nada más contrario a la verdad.
¿Acaso terminaron las injusticias y la explotación? ¡Para nada!
Mientras siga la explotación en el mundo (y esa es la esencia del sistema
capitalista) habrá quien proteste, quien alce la voz, quien busque organizarse
para cambiar la situación. Que hoy día esa organización y los programas
políticos al respecto estén golpeados, es una cosa. Pero pretender que se
esfumaron, que los explotados quedarán contentos y felices con su condición de
tales, que las injusticias cesaron porque el sistema ganó esta batalla, es un
craso error.
No hay que olvidar que el capitalismo, como proyecto económico-político,
comenzó a surgir en los siglos XII y XIII, allá en la Liga de Hansen, y demoró
varias centurias hasta poder tomar mayoría de edad constituyéndose en sistema
dominante, casi a fines del siglo XVIII, tanto en Francia e Inglaterra como en
los nacientes Estados Unidos de América. Las experiencias socialistas no tienen
ni 100 años de vida. ¡No olvidarlo! Cantar victoria porque se ganó una batalla
es de mal guerrero. Lo único que demuestra es que sí, efectivamente, ese Amo
tiembla porque sabe que ya le va a llegar su guillotina…, aunque en este
momento se sienta ganador.
Los casi 30 años que ahora se pretenden festejar no son sino una
demostración que el sistema capitalista no tiene salida. Se festeja el triunfo
de la explotación y la injusticia. Si el sistema tuviera “responsabilidad
social empresarial”, como parece que ahora se puso de moda decir, debería
echarse a llorar por el descalabro absoluto que ha creado. Para decirlo sólo
con dos ejemplos, lapidarios y terminantes por cierto: en estos momentos –créanme
que sigo muy de cerca estos acontecimientos y estoy perfectamente informado– la
humanidad produce un 45% más de los alimentos necesarios para nutrir a los
alrededor de 8.000 millones de almas que pueblan el mundo, y vergonzosamente la
principal causa de muerte sigue siendo nada más y nada menos que ¡el hambre!
¡Infame!, no caben dudas. Y para terminar: la principal actividad de la especie
humana, la que más ganancias genera desde el punto de vista capitalista, la
vanguardia de la ciencia y de la técnica es la producción de armamentos. Es
decir: la defensa a muerte de los privilegios de algunos por sobre el bienestar
de todos. ¡Más patético todavía!
Por tanto, camaradas, los insto a que no nos dejemos confundir por estos
cantos de sirena: la derecha no festeja un triunfo sino que sigue estando en
guerra, y con miedo, porque sabe que los trabajadores, tarde o temprano,
reaccionaremos. Y sabe, además, que la verdad está de nuestro lado. Nosotros no
explotamos ni sojuzgamos a nadie. ¡Ellos sí!
Hoy, como hace un siglo y medio, la consigna no es lamentarse por la paliza
recibida recientemente ni quedarse embobados viendo la televisión. Sigue siendo
como escribí con Federico en 1848: “No hay nada que perder más que las cadenas.
Por tanto: ¡unámonos!”
Dixi, et salvavi animam meam
Carlos Enrique Marx
Desde algún remoto lugar
USA.
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