En efecto, el gobierno de
Andrés Manuel López Obrador está realizándole el trabajo sucio a la política
antiinmigrante y racista de Donald Trump. El mismo humillante papel lo están
asumiendo Giammattei, Hernández y Bukele.
TAPAR EL SOL CON UN DEDO.
AMLO Y LAS
CARAVANAS DE MIGRANTES
Por Fabián Campos
Durante estos días la sociedad mexicana y latinoamericana ha tenido sobre
sí una avalancha de imágenes producto del cierre de la frontera sur ordenado
por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que producen
nubarrones que obstaculizan observar sus dramáticas consecuencias.
La instantánea en la que se ve a un miembro de la Guardia Nacional propinar
una zancadilla a un migrante que huía de los que le impiden continuar su
viacrucis rumbo a Estados Unidos le ha dado la vuelta al mundo. Que sumada a
las felicitaciones que desde la Casa Blanca se han hecho por el compromiso con
que asumen la “defensa” de las fronteras, han provocado la justa indignación de
amplios sectores, pero también el uso maquiavélico de otros que hoy se han
trocado en defensores de los migrantes con miras a golpear al gobierno de
centro–izquierda. Lo absurdo de esto último es evidente. Los mismos que
defendieron a capa y espada la entrega de la soberanía nacional mexicana a
Washington cuando se trataba de gobiernos del PAN y del PRI, se envuelven en la
bandera patria cuando sucede lo mismo pero no reditúa a sus intereses. Estos
“opinadores” simplemente se están subiendo a un tema de coyuntura buscando
posicionar y legitimar sus propias agendas, en las que los migrantes nunca han
tenido ni asomo de solidaridad ante el drama humano que implican sus historias.
Pero los intentos por encubrir el fenómeno también provienen de integrantes
del propio gobierno. Mientras tratan de “mantener la legalidad y el imperio de
las leyes migratorias”, eufemismo en el que buscan encubrir que humillantemente
Marcelo Ebrard dobló las corvas ante las amenazas de Donald Trump, anuncian con
bombo y platillos las posibilidades de que algunos migrantes puedan acceder a
empleos formales en México para que ya no continúen su camino rumbo a Estados
Unidos. Parecen ignorar que los sueldos en Honduras, El Salvador y Guatemala
son más elevados que los pagados en el territorio nacional. Eso podría ser
disculpable, sino fuera su obligación saberlo. Pero también parecen vivir en
otro planeta al desconocer que los niveles de violencia que sufren los
mexicanos son iguales o superiores a los del Triángulo Norte de Centroamérica.
Si los migrantes buscan huir de la pobreza y la violencia, los migrantes no
buscan quedarse en un país que ofrece mínimas o nulas mejoras en su calidad de
vida.
Otro tanto ocurre tras leer las declaraciones de los responsables directos
de contener la marcha de la caravana. El jefe en campo de las fuerzas de la
Guardia Nacional declaró que estaban usando tecnología de punta, entre ellos
drones y equipo de visión nocturna, para detener a aquellos migrantes que
pudieran burlar el cerco que han establecido sobre los cruces fronterizos de
Chiapas y Tabasco. Técnicamente poderosos persiguen a hombres, mujeres y niños
desarmados, cansados, hambrientos milenariamente que huyen de la violencia.
Pero ese poderío no muestra resultados en el combate a lo que hace que México se
haya convertido lenta, sangrientamente y de manera profunda en un amplio
territorio donde la muerte ha sentado sus reales, volviéndose domino absoluto
de la necropolítica.
Todo esto y muchos otros elementos sirven para intentar tapar el sol con un
dedo. En efecto, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está realizándole
el trabajo sucio a la política antiinmigrante y racista de Donald Trump. El
mismo humillante papel lo están asumiendo Giammattei, Hernández y Bukele. Pero
lo que no se está diciendo con todas sus letras es que mientras no cambien las
condiciones estructurales de México, Guatemala, El Salvador y Honduras,
mientras los habitantes de esos territorios no puedan tener derecho a ser
simplemente seres humanos, que mientras no existan trabajos, educación y salud,
los mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños y hondureños seguirán migrando.
Lo que no se está diciendo a todo pulmón es que los elementos de la Guardia
Nacional y de la Policía Nacional de Guatemala están impidiendo que la
migración se haga en descampado, siguiendo las principales carreteras, a plena
luz del día y a la vista de todos, protegiéndose así de los policías, soldados
y agentes de migración corruptos, pero también de los grupos de la delincuencia
organizada que han hecho fortunas con la sangre y los cuerpos de los migrantes.
El resultado dramático de toda esta polvareda que se ha desatado durante
los últimos días no va a contribuir a que se detenga el flujo migratorio, sino
que provocará que se vuelvan a implementar las rutas más peligrosas y a
encarecer el recorrido. Ya no veremos migrantes en las carreteras y volverán a
morir en lúgubres casas de seguridad. Pero Andrés Manuel López Obrador, Alejandro
Giammattei, Juan Orlando Hernández y Nayib Bukele podrán recibir su medalla por
los magníficos servicios prestados a Donald Trump y su reelección.
Publicado por La Cuna del Sol
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