domingo, 14 de junio de 2020

A las puertas del caos sanitario en Guatemala con la Covid-19

El manejo de la pandemia del coronavirus se le está yendo totalmente de las manos al presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, quien lidera en su calidad de presidente de la Nación, la lucha contra la mortal enfermedad.


A LAS PUERTAS DEL CAOS SANITARIO
EN GUATEMALA CON LA COVID-19


Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político

El manejo de la pandemia del coronavirus se le está yendo totalmente de las manos al presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, quien lidera en su calidad de presidente de la Nación, la lucha contra la mortal enfermedad. Pareciera que sus más cercanos colaboradores no tienen la inspiración para trabajar con denuedo y responsabilidad en estos momentos en que la curva de contagios va, sin contratiempos, para arriba. Cualquier lugar o sitio es fuente de contagio en los actuales momentos en el país, desde los hospitales, pasando por la Intendencia de Administración Tributaria, SAT, que es la institución de los recaudadores de impuestos de Guatemala, el Ministerio Público, tiendas de barrios, mercados y, en fin, todo lugar donde se mueven o concentran seres humanos.

Y ante la presión de las cámaras empresariales que están urgidas de hacer negocios y “mantener el empleo”, el presidente y sus colaboradores hacen ensayos para crear la nueva normalidad, pero cometiendo un gravísimo error, como Donald Trump en los Estados Unidos: iniciar desescalada de los confinamientos y restricciones, aunque sin aplanar la curva, es decir, que los contagios alcancen un punto estacionario o que vayan en descenso. En Guatemala esta semana que termina se vio marcada por la gran cantidad de contagios y fallecimientos diarios, muchos o quizá demasiado para este país que llega ya a los 9,000 contagiados. Con una red hospitalaria colapsada por todo. Médicos y personal auxiliar trabajando largas horas de trabajo sin la debida protección y que ha dado como resultado a decenas de operadores sanitarios infectados. Personal contratado para los nuevos hospitales a los cuales luego de tres meses no se les hace efectivo su salario, cuando debiera este sector de trabajadores públicos ser los más estimulados no solo con un mejor salario pagado con puntualidad, sino además dotados con otros incentivos para alentarlos a seguir laborando en las condiciones precarias en que desempeñan su trabajo.

La burocracia nacional no facilita las cosas sino que las complica, indiferente, ajena, insensible y a contrapelo de la voluntad de las más altas autoridades ejecutivas, según dan a entender el presidente y ministros relacionados. ¿Cuánto hay de cierto? Pues ahora muchos aspectos del tratamiento que tienen las autoridades contra la pandemia se están poniendo en duda, al punto que el jefe de epidemiología del Ministerio de Salud, el doctor Manuel Sagastume, ha renunciado a su cargo por algo escandaloso: el gobierno oculta la cifra de muertos y contagiados. Es una denuncia grave que nos indica que los términos de la pandemia están mucho más graves de lo que se declara oficialmente. Y los dineros fluyen por miles de millones desde hace tres meses, lo último hace 72 horas fue el préstamo otorgado por el Fondo Monetario Internacional por más de cuatro mil millones de quetzales.

La danza de los millones de quetzales no acaba, pero ese dinero se esfuma, no se sabe para dónde coge, porque la red hospitalaria, para la que está destinado ese dinero, parece hundirse cada día más. El dinero llega a cuentagotas y los casos de corrupción, esa dinámica de mucha fuerza en países como el nuestro, parece tener una fuerza irresistible. Los ciudadanos cooperan poco y los jóvenes y viejos están inclinados a quebrantar la ley, verbigracia el caso de los niños fresas de la burguesía cuyos nenes ya aburridos de algunas restricciones que observan relajadamente, la noche del viernes se desenfrenaron, desfogaron a lo loco en una fiesta clandestina en el exclusivo sector de la ciudad llamado Condado Concepción (porque hasta allí llega la enajenación de las clases poseedoras guatemaltecas de pretender tener condados como en los Estados Unidos) en una barahúnda tal, con el apadrinamiento del diablo, donde jovencitas de 16 o 17 años, a lo sumo, engullían con fruición, con muchas ganas, grandes garrafones de licor.

Y así está todo en el país. Comuneros indígenas quichés de Nahualá y Santa María Ixtahuacán matándose desde hace más de un siglo por pedazos de tierra, sin que se aplaquen unos ni otros, sin que salga a relucir por ningún lado la hermandad y los lazos de sangre ancestrales. En San Pablo Jocopilas, violando la ley y la dignidad humana, los pobladores no permitieron enterrar en el cementerio, como es debido, a un ciudadano fallecido por coronavirus. Le dieron un puesto en un lugar para su entierro: el basurero de San Pablo Jocopilas. ¿Qué nos pasa? Nos pasa mucho. Es una nación que está arrumbada, entre las cosas de poca utilidad, en el rincón de la indiferencia, el individualismo y la total falta de humanidad. Guatemala ya no sirve, o quizá desde ya hace muchos años los guatemaltecos no servimos, y hasta hoy ante la pandemia nos estamos dando mejor cuenta de eso.





Publicado por La Cuna del Sol

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