martes, 2 de junio de 2020

La sofocación de los movimientos populares, en Estados Unidos como cualquier parte del mundo, se hace mediante la coerción de la ley

El acudir al uso de la ley para conjurar las insurrecciones populares es un viejo método que en el sistema capitalista sigue siendo eficaz.


LA SOFOCACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS POPULARES,
EN ESTADOS UNIDOS COMO CUALQUIER PARTE DEL MUNDO,
SE HACE MEDIANTE LA COERCIÓN DE LA LEY


Por Luciano Castro Barillas
Escritor y Analista político

El acudir al uso de la ley para conjurar las insurrecciones populares es un viejo método que en el sistema capitalista sigue siendo eficaz. Más aún cuando los movimientos sociales espontáneos y altamente emotivos asaltan las calles y descargan su ira y frustraciones contra todo aquello que representa un sistema opresor y excluyente.

La característica de los movimientos sociales espontáneos es que crecen como la espuma y se desvanecen como una burbuja, por una condición fundamental: no tienen dirección y son de difícil conducción, lo cual hace que caminen peligrosamente hacia la desvirtuación de lo reclamado o reivindicado y se tornan anárquicos y de una violencia descontrolada o irracional. Pero un movimiento espontáneo en el momento que emerge tiene una alta racionalidad, no es asunto de locos o de despropósitos. Lleva un alto componente político, implícito, muchas veces no declarado. Viene precedido de una fuerte carga histórica signada por la exclusión, la explotación y la injusticia. Y esa empatía en común con amplios sectores de la población del mundo de los desfavorecidos (que son las grandes mayorías populares) hace que los vasos comunicantes en común se vuelvan tan vitales que, de manera inmediata, la sed de justicia, toma el abrevadero de las calles, el asalto a los símbolos del poder y la exclusión (los grandes centros comerciales de los ricos), la destrucción del poder opresor (policías y sus coches) y exijan a gritos y golpes de tranca y de bates lo que en la “normalidad” no se ha podido hacer o no se han tenido arrestos, agallas, para reclamarlo.

Los movimientos sociales espontáneos son movimientos que están los suficientemente maduros por las condiciones históricas que no necesitan de mucho para que se sumen cientos o miles de personas, lo cual por ser una añeja reivindicación, no debe de necesitar de mucho debate político para llegar a consensos mínimos y darle la debida conducción para plantarse ante el Estado Opresor y mejor aún, modificar el principio de delegación del poder en las Cámaras de Representantes o el Senado para ser auténticamente representados en sus intereses de clase. Eso se puede hacer, no es cosa el otro mundo, pues es un resultado humano y por lo tanto, nada fuera de este planeta. Pero hay que hacer el esfuerzo por entendernos y convocar a la organización, como lo hicieron en su momento Los Chalecos Amarillos. Sin hegemonismos, sin personalismos, ni sectarismos. Blancos pobres, minorías latinas o hispanas, hindúes, chinos y, en fin, todo aquél ser humano que se sienta o viva realmente la segregación de un sistema social injusto.

Quizá no se logre eso que propongo porque hay precedentes como lo de Rodney King en Los Ángeles en 1992, pero la fruta ya está madura y el sistema y Donald contra las cuerdas, no en balde invoca la Ley de insurrección de 1808, cuando ya no se tiene capacidad ejecutiva para administrar un problema, cuando se tiene miedo como Trump que tuvo como Hitler que estar escondido en el sótano de la Casa Blanca, su búnker hitleriano, con los pantalones húmedos. Invocar esa ley es de pocas luces  o puede ser también el fiel reflejo de que la movilización popular se le va de las manos.

Convocar a la milicia y movilizar al ejército es expresión de una gran debilidad. Todo por tener en servicio a un judío fascista que tenía diez y ocho amonestaciones por su mal desempeño como fuerza de seguridad y porque habría hecho lo mismo con un palestino si estuviera de servicio en el Medio Oriente. Lo que sí va a ocurrir es que ahora sí, luego de todo esto, se volverá imprescindible una reforma policial como mínimo. O quizá alcance a profundidad este sistema socioeconómico que se está cayendo paso a paso, sin que los dirigentes de la segunda potencia del mundo tengan capacidad de verlo.






Publicado por La Cuna del Sol

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