martes, 16 de junio de 2020

No hay ninguna diferencia entre la policía racista de los Estados Unidos y la policía clasista de Guatemala

Dios los crea, pero el diablo los junta. Son las míseras variables de un mismo tema. Ambas son fuerzas oscuras muy inclinadas a quedar bien con los diablos mayores, sus amos, y con quienes son sumisos sirvientes.


NO HAY NINGUNA DIFERENCIA ENTRE LA POLICÍA
RACISTA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y LA POLICÍA
CLASISTA DE GUATEMALA


Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político

Dios los crea, pero el diablo los junta. Son las míseras variables de un mismo tema. Ambas son fuerzas oscuras muy inclinadas a quedar bien con los diablos mayores, sus amos, y con quienes son sumisos sirvientes. Incondicionales granujas, que los mueve el amor al dinero, el reconocimiento de sus jefes y el odio hacia todo aquél que no tenga uniforme. Antes solo era el ejército el que concitaba a sus tropas el  odio por los civiles, a los pachucos. Ahora éstas fuerzas armadas civiles, los policías, no son simples policías sino milicias disfrazadas, ideologizadas y sin disimulada inclinación a meter tiros, romper cuellos, quebrar brazos o dejarle la boca a cualquier cristiano humilde con un tratamiento instantáneo de botox en los labios.

La verdad y contadas con los dedos de las manos, casi todas las policías son infames. No hay policía amable y para ellos no hay nadie bueno, todos son culpables para ellos; ninguno es inocente. Y con semejante manera de pensar insuflada en su cerebro por los capacitadores de inteligencia israelí, por ejemplo, resulta que los policías se transforman día a día en portentosas fuerzas de inseguridad públicas. Encontrar a un policía en un lugar desolado significa un virtual asalto, es usted desvalijado, robado con desembozo, y todavía amenazado si abre la boca y tiene la infeliz ocurrencia de denunciarlo con su jefe, con quien es lo más seguro, trabajan de la mano para hacer extras con los incautos que olvidaron su licencia de conducción o la tienen vencida o no porta por algún olvido su carnet de identidad.

Con la policía no se puede. A veces es preferible encontrarse con los verdaderos rateros, los ladrones sinceros, que con policías en patrulla, lamentablemente con una delegación de poder otorgada por el Estado y arropados por sus jefe pillos y avorazados.

La Policía Nacional Civil de Guatemala da muestras, por enésima vez, de su deplorable papel clasista y corrupto con el caso de los nenes del Condado Concepción. No aprehendieron a ninguno de estos descerebrados y descerebradas. Todos, desde muy jóvenes, van aprendiendo a cubrirse con el manto de la impunidad y acostumbrándose también, como buenos inútiles, a que papi apache todos sus clavos, sus clavillos de chicos traviesos, diría una madre alcahuete, al intentar justificar a los engendros que ha parido. Para estos chicos fresas no hubo ley. Nadie osó interrumpir su fiesta y los policías, de seguro, con la mano bien aceitada, hicieron como que pergeñaban algo en la libreta, mientras regresaban de su turno con buenos billetes. Contentos de que no había pasado nada y que esa clase de clientela pudieran atenderla todas las noches. No sería nada extraño que los mismos policías fueran a comprarle un su par de botellas de licor para que el otro día se quitaran la resaca y no sufrieran ninguna consecuencia. Es la policía clasista de Guatemala, pues no pasa lo mismo cuando entran en operaciones con los sectores populares. Pobre el vendedor de frutas que le rezongue, ese pelado sí sabrá lo bueno de la autoridad uniformada.

Lo mismo sucede en Estados Unidos con la policía racista. Son las mismas patrullas esclavistas que recorrían el sur de los Estados Unidos para capturar a los negros evadidos de los grandes campos de algodón. Por eso es que no tienen tolerancia con los negros, porque en la profundidad de su imaginario de Nación del Sur Esclavista, saben que los negros pueden venderse, alquilarse y por supuesto matarse. Valen poco. Son casi bestias. Pues a los Estados Unidos la han hecho los blancos y pese a que el hombre ya descubrió hace algunos años el mapa genético del ser humano, eso que digan que el hombre nació en las llanuras africanas son puras pamplinas, los blancos de América, más que de Inglaterra, vinieron de Utah, y los negros son tan negros, porque están malditos por Dios, según José Smith. ¡Cajum, cajum! Estos sin son verdaderamente locos de atar e inspiran a la policía racista de los Estados Unidos. Por lo cual, matar a un negro no tiene, no debería tener ningún agravante, porque son hijos de Satanás e igualmente malditos los dos. Ese pensamiento está en lo profundo de la oscuridad humana y va a ser un asunto muy difícil de hacerlo distinto. Una tarea contra la peor obtusidad mental. Pero esperemos, confiemos en que el mundo será mejor, muy a pesar de la existencia de esta clase de policías.






Publicado por La Cuna del Sol

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