El evangelio o teología de la
prosperidad (también
conocida como el evangelio de la riqueza
y de la salud) es una creencia religiosa Cristiana cuyos proponentes claman que
la Biblia enseña que la bendición
financiera es la voluntad de dios para los Cristianos. La mayoría de los
predicadores del Evangelio de la prosperidad
mantienen que la combinación de la fé, un discurso
positivo, y donaciones a los ministerios Cristianos incrementara de manera
continua la riqueza material para todos aquellos que practiquen tales acciones.
La teología de la prosperidad surgió primero en los Estados Unidos durante el
movimiento llamado de Redención y Sanación (Healing Revivals) en la decada de los 50s.
Algunos comentaristas han ligado la génesis del evangelio de la prosperidad a
la influencia del movimiento Nuevo Pensamiento. Subsecuentemente figuro de
manera prominente en el movimiento Palabra de Fe y en el Televangelio de los 80s. En los 90s y 2000s, fue aceptado por muchos líderes influyentes dentro del
movimiento carismático y ha sido promovido por misioneros Cristianos a través
del mundo. Ha sido duramente criticado por líderes del evangelismo tradicional como
una doctrina no acorde con las enseñanzas de la escritura o como una total
herejía. Secularistas han a menudo argumentado que los líderes del evangelio de
la prosperidad han tomado ventaja de los creyentes. Una de las figuras más
prominentes dentro de dicho movimiento es el siempre sonriente Joel Osteen. Este individuo
que más parece una celebridad de Hollywood es el pastor de la iglesia Lakewood
en Houston, Texas, la cual fue renovada a un costo de $95 millones y es hoy en día
la más grande y la de más rápido crecimiento en los Estados Unidos. Cada semana
Joel Osteen hace llegar su mensaje de esperanza y prosperidad a unas 38,000
personas que atienden a la iglesia a escuchar su mensaje. Es la figura
inspiracional mas vista en América. Su sermón semanal es visto por unos 7
millones de americanos mientras que su audiencia mundial se estima en unas
30millones de personas en 100 países. Joel Steen tiene muchas razones para creer,
y de acuerdo a su propia interpretación del evangelio, que “Dios quiere que
todos prosperemos.” El señor Steen para nada siente que él tenga que
disculparse por su riqueza que se estima en unos $40 millones. Hace unos anos el
señor Osteen a quien muchos consideran un
orador motivacional, recibió $13 millones por la firma de un contrato para la publicación
de uno de sus libros (guía espiritual). Se estima que la cantidad de dinero (ofrendas)
que se colecta en la iglesia Lakewood asciende a $1millon semanal. Claro que con
esta abundancia de riqueza no hay razones para que el señor Osteen y su despampanante
esposa Victoria Osteen no se sientan bendecidos por la prosperidad del
evangelio-anti-evangelio que ellos predican. ¿Sera posible que los 30 millones
de desempleados, los casi 50 millones de pobres que actualmente existen, o los
10 millones de clase medieros que han perdido sus casas producto de la crisis económica
aquí en los EUA, tengan alguna esperanza en la materialización de esa propuesta
teológica-neoliberal del evangelio de la prosperidad?
Para
terminar con esta breve reseña y luego dar paso a la nota escrita por el
profesor Luciano Castro Barillas, quiero referirme a la respuesta dada por un
predicador de nombre Larry Harris, proponente del evangelio de la prosperidad,
al ser cuestionado de la siguiente manera: ¿Y exactamente como el evangelio de
la prosperidad trabaja en los países del Tercer Mundo, países que son
mayoritariamente religiosos, pero sin embargo son extremadamente pobres?” Ustedes mismos tienen que preguntarse el
por qué la gente es pobre,” Harris respondió. ” ¿Que es lo que causa la pobreza?
Servir a Satán. El pecado.”----Marvin Najarro
NEOLIBERALISMO Y
ANTI-EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD
Por Luciano Castro Barillas
Un ruso genial, lúcido y certero dijo ya hace varios años
que a los cristianos no se les
reprocha por ser cristianos, sino porque no lo son. El apotegma se
ajusta como anillo al dedo por la tendencia actual de las iglesias protestantes
evangélicas del mundo occidental, pero de manera muy especial a las diferentes
sectas de factura estadounidense que están diseminadas a lo largo y ancho del
continente americano. En América Latina y especialmente en países donde los
índices de desarrollo humano y material son los más bajos en los indicadores
sociales y económicos (Centro América, para citar un ejemplo), esa propuesta
ideológica del capitalismo ha cogido tal ímpetu y vehemencia que, más que
inflamar la devoción de los creyentes, ha agitado sí el esquivo, oculto y poco
dadivoso bolsillo de los predicadores evangélicos que como un mal corrosivo
avanza en las ciudades, pueblos y aldeas (hay comunidades agrícolas o aldeas de
no más de unos 600 habitantes que tienen cinco o seis iglesias evangélicas)
difundiendo una idea muy peculiar que nada o muy poco tiene que ver con el
sentido profundo de los evangelios
Este engendro ideológico tiene una fuerza irresistible en
países donde las crisis en todos los órdenes de la vida social dan a los
ciudadanos una existencia sombría y desesperada, para el caso Guatemala y El
Salvador, países que ocupan los primerísimos lugares en violencia de todos los
matices. El horror de 19 y 25 homicidios diarios en los países mencionados es
para llevar una vida de zozobra e incertidumbre, donde los proyectos personales
no pueden ser a largo plazo, pues en cualquier
momento se interrumpen las ilusiones y aspiraciones ante el embate del
crimen organizado que ha llegado a límites indescriptibles en Guatemala (como
la decapitación de un bebé de un mes de nacido en un rito satánico). Vea usted,
luego de concluidos los Juegos Panamericanos de Guadalajara donde
Guatemala por primera vez en su historia
tuvo una participación muy lucida, si se compara con anteriores eventos
deportivos, donde a lo sumo se obtenían una o dos medallas. En esta ocasión
fueron 15 las medallas obtenidas por los deportistas guatemaltecos, situación
que llenó de enorme satisfacción a los ciudadanos. Como estímulo a dicho
esfuerzo, la Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala, CDAG, y las
respectivas especialidades deportivas federadas que obtuvieron preseas,
acordaron entregar una modesta cantidad de dinero a los atletas triunfadores,
la mayoría de origen humilde y a quienes el estímulo económico les resultaba
altamente significativo. De manera inmediata los atletas empezaron es escribir
llamadas telefónicas, no precisamente para felicitarlos, sino para extorsionarlos
requiriéndoles el 50% del aporte dado por las instituciones deportivas, de lo
contrario iban a ser eliminados ellos o algunos de sus familiares. Hechos como
el citados, que ocurren diariamente en Guatemala, son la mejor justificación
para inflamar la retórica protestante que enderezar sus baterías -muchas veces de disparates- anunciando el fin de los tiempos con cábalas
del Antiguo Testamento de total locura y desquiciamiento, indicando entre otras
cosas, que el pecado de la pobreza
económica y ese tipo de rapiña delincuencial tienen su origen en la
falta en la falta de devoción, pero sobre todo en el incumplimiento de sus
obligaciones con sus congregaciones religiosas, principalmente lo relacionado
con diezmos, aporte insoslayable que no se puede dejar de lado si usted
requiere del pastor de su iglesia asistencia espiritual consistente en una
oración auxiliadora para curación de una enfermedad, mejoramiento de las
perspectivas económicas o fortalecimiento de la tranquilidad familiar, sin
dejar de lado la expulsión de espíritus chocarreros que andan haciéndole trampa
a su felicidad. La oferta es variada y las explicaciones sobre la causa de la
pobreza no son las históricas que usted y yo conocemos. Como tal, despliegan
una desinformación tan insensata y chocante que ahora resulta que la pobreza de
las naciones centroamericanas no son fruto de un sistema económico
internacional injusto y el ejercicio por años de democracias liberales
controladas y restringidas por el imperialismo, sino hijas del pecado reflejadas
en su falta de prosperidad. Este tipo de visión seudo
evangélica en que en la Biblia hay abundantes referencias sobre la prosperidad
económica conferida por Dios a quien le es fiel y cumple sus leyes. Y
lógicamente esto debiera ser así, porque cada hombre con sus hechos construye
su destino, sean éstos productivos o morales. Sin embargo, un asunto muy
distinto es la prosperidad económica normal que el trabajo honrado otorga a las
personas y que salvaguarda su dignidad humana y otro muy diferente el afán de
acumulación monetaria, con fines de opulencia y ostentación, codicia, búsqueda
de prestigio social a través del dinero y opresión. El dinero cuando pierde el
sentido de herramienta de satisfacción y bienestar humano y se convierte en un
instrumento de dominación y manipulación de los más débiles, pues,
sencillamente; ignora su sentido de riqueza (tan útil y sana en la vida de los
hombres) y se transforma en la más diabólica maquinaria de maldad y
perversiones extremas. Ese es el problema ideológico-político del evangelio de
la prosperidad, confundir la prosperidad ética con la acumulación capitalista
inmoral. Al punto que en la actualidad muchas iglesias
evangélicas -la de Cash Luna y la de
Yiye Ávila, por ejemplo- son auténticas
casas de bolsa donde palabras como inversión, especulación y ganancias
inescrupulosas son tomadas como dádivas divinas o bendiciones. Este
utilitarismo ideológico de las religiones nacidas en los Estados Unidos nos
enseña día a día que el poder del dinero es capaz de corromper todo,
tergiversar todo, echar a perder todo. Y la apelación a Dios está en boca de
los politiqueros, principalmente cuando andan en campaña, al expresar
cínicamente a los ciudadanos ¡Qué Dios bendiga a Guatemala! ¡ ¡Qué
Dios los bendiga!, como colofón de sus discursos demagógicos, de alta
fullería y maña con que alimentan esperanzas de los hambrientos y menesterosos
ciudadanos.
El evangelio de la prosperidad es la versión más incisiva
del neoliberalismo y la herramienta más afilada que desbasta cual dentada
escofina el cerebro de los ciudadanos incautos, que lastima y ofende a los
auténticos y admirables cristianos, dignos de imitación por su coherencia
evangélica entre obra y fe. El capitalismo nada tiene que ver con los
evangelios, porque es una doctrina de amor extremo al prójimo (amar a nuestros
enemigos) y la otra una doctrina egoísta e inhumana. Por ello la necesidad de
orientación espiritual y legal de los ciudadanos en estos tiempos en que las
sectas servidoras del imperialismo y destructoras de la cultura nacional, hacen
de manera eficaz algo que dijera hace ya algunos años el humorista mexicana
Eduardo del Río, RIUS, respecto de las religiones, no de los evangelios: “La Iglesia actualmente ya no mata, sólo
ataranta”.
Nota: El profesor Luciano Castro concluye que el
mejor predicador es aquel que no abre la boca.
Publicado por Marvin Najarro
CT, USA.
Publicado por Marvin Najarro
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