De la serie “Diario de un
Escribiente”
ESCRITOS DE MANUEL JOSÉ ARCE
INFECCIÓN INTESTINAL
Bajaste de tu avión ayer apenas -dos
valijas, cien pecas, pasaporte, cabellos amarillos, travelers check, curiosidad,
higiene, y un cargamento inmenso de
pastillas desinfectantes y anticonceptivos-
con un instinto lógico, maternal de protección para tu estómago y todo
tu aparato digestivo.
Allá en tu patria nítida, higiénica y aséptica, antes de hacer el viaje
investigaste informes y estadísticas sobre este mi país y hallaste un
porcentaje astronómico, increíble, de muertes por infección intestinal.
Aquí habrás de beber desinfectada el agua: no es cuestión de arriesgarse. Y
comerás pastillas antisépticas, frijoles vacunados.
Más, no temas. El índice en verdad
-yo te lo digo- no es tan alto,
aunque se dan los casos con frecuencia, sobre todo en los niños.
Pero ocurre también, suele ocurrir, que cuando alguno muere de otra cosa,
para enterrarlo es necesario una acta firmada por un médico. Y conseguirla a
veces es difícil -mucha gente se cura
como puede y además cuando un médico ha firmado muchas de aquellas actas se
encuentra con que merma su clientela.
Si cuando el policía se presenta a investigar tu muerte no tienes a la mano
el acta de defunción con firma y sello, se llevan tu difunto a “la autopsia de
ley” y no hay velorio, porque en el anfiteatro te lo entregan hasta el día
siguiente en horas hábiles.
Entonces, lo mejor en tal caso es poner una cara de tonto y de ignorante y
explicarle al agente: “Vómitos y asientos desde hace varios días, una diarrea
atroz, incontenible…”. El comprende al momento: conoce bien los síntomas.
Levanta el acta y dictamina que hubo una infección intestinal. Y punto. Y tú puedes
así, tranquilamente, llorar tu muerto junto a tus amigos, en tu propia casa,
verlo toda la noche (pareciera que duerme el pobrecito), ser un poco importante
para el barrio, puesto que ahora tú tienes tu muerto.
F O T O S
Vienen a presenciar nuestra miseria. El contraste curioso, el fenómeno
(interesante por demás, es claro) de nuestro Popol Vuh, tun y marimba, Tikal,
textiles típicos, tortillas, oncocercosis y revoluciones.
Nuestro folclor, digamos, les atrae.
Es curioso. Es también antropológico. Y además tiene origen arqueológico.
(No hubo alguien, también, que en una feria exhibió a una familia lacandona
como a una tribu de animales raros, en una estrecha jaula? Luego también somos
zoológicos.
Se dan un baño de subdesarrollo. Vuelven a su país y ante su hermosa
refrigeradora, su pequeño confort, su alto estándar de vida; ofician sus
rituales para acciones de gracia y hacen comparaciones. Después, lógicamente,
están contentos. Satisfechos al menos de lo que en casa tienen: cuando llegan
de aquí protestan menos y aceptan más.
Vienen a presenciar nuestra miseria. Y la fotografían y la estudian -entre tubos de ensayo, por supuesto: es
lógico evitar las contaminaciones-. Aparecen después libros profundos acerca
del atraso de estos pueblos, planes de desarrollo que recetan empréstitos que
habremos de pagar con sudor y con sangre, y más miseria.
Y la verdad de todo es que en el fondo (detrás de toda esa conmiseración de
pueblos prósperos), se ha descubierto que el subdesarrollo es negocio rentable.
Por eso hay que estudiarlo. Por eso se analiza con minuciosidad de frío
cálculo. Y se establece aquí la Incaparina que alimenta al soldado entre los
arrozales vietnamitas o ruinas camboyanas; aquí, los alimentos, donde el hambre
de conejillos de indias gratuitos, que reúnen las más extraordinarias
condiciones para el experimento.
Vienen a presenciar nuestra miseria. Y la utilizan. Y por lo mismo en
Chichicastenango los niños no se dejan tomar fotos si no les pagan tuentifai
centavos.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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