Después de décadas de guerra
civil y las posteriores reformas neoliberales, los niños de Guatemala están
huyendo de la violencia desenfrenada.
ESCAPANDO DE UN ESTADO
FALLIDO
Por Cosme Caal
La puerta de abordaje 31 de la Terminal Internacional Tom Bradley en Los
Ángeles está llena de turistas americanos blancos, voluntarios y misioneros
esperando en pequeños corrillos. Y allí también están los guatemaltecos y los
niños americanos/guatemaltecos esperando para partir hacia América Central.
Todo el mundo parlotea. En Inglés, en Español, en Spanglish. Los turistas y los
voluntarios a los guatemaltecos no nos ponen atención. Ellos ejercen su cortés
desatención, una práctica que los guatemaltecos consideramos algo grosero y
despectivo. Pero en realidad a nadie parece importarle. Todos queremos ir a
Guatemala. Oigo susurros y conversaciones acerca de la "peligrosa
Guatemala," los asesinatos incesantes, y las deportaciones. Sin embargo,
aquí estamos. Aquí estoy, yendo a casa una vez más como un americano
transnacional.
Seis horas más tarde en el Aeropuerto Internacional de Guatemala, La
Aurora, las familias se reúnen con júbilo en la puerta principal. Uno a uno,
los guatemaltecos son recogidos por sus familiares y se van a casa. Mi aventón
se ha demorado. Es una oportunidad para para sentarme y observar. Los turistas
y voluntarios estadounidenses blancos se juntan en un grupo muy compacto. Sus
rostros revelan la preocupación, incluso aquí en este aeropuerto muy militarizado,
militarizado por su seguridad. Su presencia es importante para el gobierno de
Guatemala. Deben ser protegidos. Ellos son recogidos en un bus Mercedes Benz de
modelo reciente, con vidrios polarizados y un guardia armado. Hay un pequeño
cartel en el parabrisas que dice "Antigua," la ciudad más segura en
todo el país. Durante dos décadas, Antigua ha sido el principal destino de los
turistas blancos de Estados Unidos y Europa. Pero entre el aeropuerto y Antigua
existe una Guatemala que la mayoría de los turistas y voluntarios nunca llegan a ver. Especialmente los americanos blancos.
Otro mundo aparece poco a poco tan pronto como usted sale del aeropuerto.
Un mundo lleno de gente trabajadora que vive bajo un constante temor. La
extorsión por parte de bandas bien armadas y altamente organizadas constituye
hoy en día un problema nacional. La mayoría de las pequeñas empresas,
corporaciones, e incluso las trabajadoras del sexo y los fabricantes de tortillas
deben pagar a estas bandas bajo la amenaza de muerte. Y son muchos los que se
niegan a pagar, e incluso se arriesgan a denunciarlos a las autoridades. El
asesinato es una ocurrencia común. Los conductores de autobús son asesinados a
tiros a plena luz del día. Los pequeños propietarios de tiendas o sus familiares
son literalmente fusilados en el acto. Los botaderos de cuerpos se han convertido
en algo común.
Los estilos de asesinatos se han estandarizado. Los líderes de las bandas
encarcelados envían a equipos de dos hombres en motocicleta. El pasajero es el
tirador. De cinco a diez disparos en la cabeza y el torso con una pistola semiautomática
es el método de ejecución preferido. Según el Instituto Nacional de Ciencias
Forenses 1,747 personas han sido asesinadas entre enero y el 31 de mayo de este
año. Guardias penitenciarios corruptos introducen de contrabando teléfonos
celulares a los líderes del crimen organizado, junto con otras herramientas que
puedan necesitar para dirigir el caos desde la cárcel.
Guatemala es prácticamente una zona de guerra. La policía de las diferentes
agencias estatales patrulla en camionetas de modelo reciente, equipados con
armamento militar. Ellos pululan en las zonas pobres de las ciudades y el
campo. Equipos de soldados dirigidos por capitanes de la policía se envían
todas las mañanas a la mayoría de las zonas, incluyendo las áreas ricas que
ahora son presa fácil de extorsiones y secuestros por parte de las pandillas.
El cincuenta por ciento de la Policía
Nacional patrulla la ciudad capital. Los guardias de seguridad privados permanecen
en estado de alerta en prácticamente todos los negocios exitosos. Ellos llevan
escopetas cargadas completamente sin el interruptor de seguridad. Mal
entrenados y mal pagados, estos guardias han matado a civiles inocentes por
error. Su temor por sus propias vidas los mantiene en vilo.
Nadie se siente seguro. No los ricos, no los pequeños propietarios de negocios, y,
definitivamente, no los pobres. La
promesa del presidente de Guatemala, Otto Pérez, de "Mano Dura"
contra la delincuencia ha resultado ser un fracaso. De hecho, ha provocado que
las pandillas y el crimen organizados actúen con más violencia y crueldad.
El femicidio también ha alcanzado proporciones epidémicas. El asesinato y
desmembramiento de las mujeres escogidas al azar en la calle se ha convertido
en una táctica de intimidación contra el Estado de Guatemala por parte de las
pandillas.
Una caminata desde el fuertemente custodiado antiguo centro de la ciudad
hacia cualquier zona de la ciudad revela residenciales amurallados con puntos
de control. Equipos policiales registran al azar a los hombres en las paradas
de autobuses, parques y centros comerciales. Las ambulancias se apresuran en su
camino para recoger a otro cadáver. Los atracos es algo de esperar y para lo que
hay que estar preparado. A las personas se les dispara a matar sin miramientos por resistirse a entregar su
propiedad.
La presencia de policías fuertemente armados y guardias de seguridad
privada no disuade a la delincuencia. De hecho, hay informes recurrentes de la
mala conducta y corrupción de la policía. Según Diego Camajá, el Inspector
General de la Policía Nacional Civil, hay entre 12 a 17 informes diarios de
corrupción y brutalidad policial. Cinco o seis de ellos resultan corroborados. Solo
en lo que va del año se han abierto 300 casos.
Esta es una guerra. Como cualquier país que experimenta la guerra, la
sociedad guatemalteca se está cayendo a pedazos. La violencia se ha
normalizado. La violencia interpersonal es rampante. Dos de cada cinco mujeres
casadas sufrirán una agresión por parte de sus maridos. Según la oficina Nacional de Desarrollo y Estadística Judicial,
la violencia contra las mujeres en Guatemala ha aumentado un 104% en el último
año. Durante el mismo periodo, el abuso físico y psicológico aumentó en un 90%.
Delia Dávila, directora de procuración de la Procuraduría de Derechos Humanos
de Guatemala informa que por lo menos setenta guatemaltecos buscan diariamente tratamiento
para el trauma psicológico. Los temas más recurrentes son la violencia
familiar, la pobreza, y el estrés postraumático.
Después de un conflicto de cuarenta años, los guatemaltecos buscaron construir
la paz en base a los acuerdos de paz de Esquipulas en 1996. Más de 200.000
personas murieron en la Guerra Civil, en su mayoría mujeres, niños y ancianos
de origen maya. Los acuerdos representaron una breve oportunidad para que los
guatemaltecos comenzaran un proyecto de desarrollo nacional. Pero con los
acuerdos de paz llegó también la rápida incorporación de Guatemala en la
economía mundial capitalista, bajo la influencia de los Estados Unidos.
Siguiendo el consejo de los economistas neoliberales los ya escasos servicios sociales fueron
erradicados con el fin de introducir los servicios privados por una cuota
mínima. La corrupción en cada ministerio nacional se hizo necesaria con el fin
de introducir políticas neoliberales, causando estragos en un Estado-nación ya de
por si frágil. La guerra contra las drogas militarizó aún más al Estado de
Guatemala, armando a la policía nacional, con armamento más letal del que
tuvieron acceso durante la guerra civil. Las bandas de extorsionistas de
Guatemala están bien armadas y altamente disciplinadas también. Son el producto
de la pobreza y de la militarización y la desesperanza entre gran parte de la
clase obrera. La mayoría de los guatemaltecos se encuentran atrapados en medio
de estas pinzas letales.
Esta es la realidad que muchos adolescentes y niños están escapando,
arriesgándose en la ruta mortal del norte hacia Estados Unidos. De acuerdo con
el capítulo de Defensa de la Juventud de los Abogados para los Derechos Humanos
de Guatemala, uno de cada cuatro menores de edad emigra a los Estados Unidos
para escapar de la violencia que azota a la nación. Por difícil que resulte de
creer, la situación es cada vez peor a medida que el gobierno y las pandillas
continúan intensificando la guerra. Las bandas de extorsionistas y del crimen organizado
han aprendido a explotar la relativa impunidad con la cual los sicarios menores
de edad pueden llevar a cabo los asesinatos. Las leyes guatemaltecas son
indulgentes con los menores de edad. De ahí que los adolescentes pobres sean
contratados como matones. Si se niegan, serán asesinados, o peor, sus
familiares serán perseguidos. Matar o morir es el lema de los adolescentes
pobres en la mayoría de las zonas afectadas por la pobreza, como la Zona 6 y
Zona 18 de la Ciudad de Guatemala.
Según Enrique Leal, Secretario de Bienestar Social, el encarcelamiento de
los adolescentes se ha incrementado de manera espectacular este año. En la
actualidad hay miles de menores alojados en las diferentes cárceles de todo el
país. El cambio de táctica por el liderazgo de las pandillas extorsionistas
promete aumentar ese número, sobre todo en la capital.
La Policía Nacional reporta que el robo, la extorsión, las armas ilegales,
y la posesión de drogas son los cuatro delitos más importantes cometidos por
los 1,310 menores de edad detenidos en la capital en lo que va del año. La PNC
también informa que 2,609 armas, en su mayoría rifles y pistolas, han sido
incautadas entre febrero y abril de este año. Los líderes de las pandillas extorsionistas
están armando a sus soldados con granadas. Para forzar a una fábrica de cerveza
a que pagara miles de dólares la semana pasada, los menores lanzaron granadas a
tres fábricas y bodegas diferentes, hiriendo a once guardias fuertemente
armados. A los adolescentes detenidos en redadas se les han encontrado granadas en las mochilas escolares. La
pregunta es, ¿cómo consiguen acceso a armas de guerra?
El gobierno de Guatemala está considerando la aprobación de leyes para
procesar a los menores como adultos. Este es un modelo que muchos guatemaltecos
aprueban en su desesperación por encontrar una solución que ponga fin al
terror.
A medida que la crisis migratoria de los niños centroamericanos aumenta, el
gobierno de Guatemala se está movilizando para procesar a los coyotes
(contrabandistas de seres humanos) y a las familias de los niños que les pagan
para llevarlos al norte. Este es el contexto social de decenas de miles de
jóvenes adolescentes y niños que están escapando, arriesgándose en la ruta
hacia el norte. Si se quedan, se arriesgan a ser coaccionados por las pandillas
que libran una guerra virtual contra la sociedad. Si caen en las manos del
Estado corren el riesgo de ser encarcelados. Ellos pueden terminar ejecutados
algún día. Si se las arreglan para evitar al Estado y a las pandillas muchos
todavía quedarán condenados a una vida de pobreza, trabajando en la parte
inferior de la jerarquía laboral de la economía global.
Alejandra Carrillo, del Consejo Nacional de la Juventud de Guatemala,
señala que el 40 por ciento de los migrantes guatemaltecos están entre las
edades de 14 a 24 años. Ella sostiene que este porcentaje se incrementa cuando
el marco de edad se amplía de 13 a 29 años. Guatemala está siendo drenada de
sus jóvenes.
Este es el contexto al que los menores deportados, capturados en México y
los Estados Unidos serán reintroducidos. La niñez guatemalteca no cuenta con
una protección real por parte del gobierno. Un paseo por cualquier parte de la
ciudad capital revela a miles de niños que trabajan en la economía informal,
junto con sus padres, o por su cuenta. Estos son los afortunados que tienen
padres que velan por ellos. Un trabajo continuo significa alimento y refugio.
Esto significa un nivel de amor y cuidado, independientemente de su incapacidad
para ir a la escuela o tener una infancia.
Hugo Morán, presidente de la Comisión del Menor y la Familia anunció la
introducción de nuevas leyes para erradicar el trabajo infantil. Pero las leyes
abundan en este país. Ellas significan muy poco, especialmente para los pobres.
Las leyes están en papel. La realidad está en las calles.
La situación de las niñas es peor. La trata de personas y la esclavitud
sexual en Centroamérica y México es rampante. Hay informes casi semanales de
batidas en los bares locales en Guatemala, Tegucigalpa y San Salvador, en los
burdeles legales e ilegales en los que las menores migrantes son retenidas como
prisioneras y obligadas a ejercer la
prostitución. Estas chicas constituyen la mitad de la materia prima, la mitad
del trabajo en la industria mundial del sexo, patrocinado en gran parte por los
norteamericanos y europeos, además de los hombres guatemaltecos y mexicanos.
Por último, están los adolescentes que han sido endurecidos por la vida en
la calle. Abandonado por sus padres a una edad muy temprana, han aprendido a
malvivir en las calles. Incapaces o renuentes a convertirse en sicarios, muchos
optan por escapar hacia el norte en busca de cualquier cosa menos de la
violencia que los rodea.
Guatemala es uno de los países más militarizados de América Latina, sin
embargo, nadie se siente seguro, especialmente los jóvenes mayas que son
detenidos y registrados de forma continua. Ser de piel oscura es una señal de
ser sospechoso entre la policía y los soldados que son preparados cada vez más
en esta psicología, incluso cuando la mayoría de ellos mismos son hombres de
origen maya.
Las Naciones Unidas han colocado a Guatemala como el quinto país más mortal
en el mundo. Las otras cuatro son naciones en pleno conflicto como Irak y
Afganistán. Resulta pasmoso darse cuenta de que esta violencia está teniendo
lugar tan cerca de la frontera con Estados Unidos, pero, por supuesto, la
frontera es una parte muy importante de la causa.
Guatemala es una sociedad altamente religiosa y los guatemaltecos tienen puestas
sus esperanzas en Dios, y muy poca confianza en su gobierno. “Que Dios ilumine tu camino y te traiga de regreso a
casa” se ha convertido en una despedida común en un país donde la muerte y el
secuestro son demasiado cotidianos. A menos que el gobierno de Guatemala, con
la ayuda de organizaciones extranjeras encuentre una solución a este conflicto
interno no oficial, las nuevas oleadas de migrantes menores de edad, muchos de
ellos niños, se arriesgaran en la ruta norte hacia los Estados Unidos.
"Donde hay una voluntad, hay un camino" es algo que los guatemaltecos
conocen muy bien. Y ellos encontraran que una manera de salir de este conflicto
es a través de la frontera de los EE.UU. Tal es su desesperación.
Cosme Caal es un activista comunitario y estudioso
de las Américas. Sus actividades incluyen la movilización política de los mayas
en Guatemala y Los Ángeles, y la organización política indígena Pachakutik en
la región andina.
1 comentario:
Excelente publicación, triste...pero verdad, solo con la gran esperanza de que se logre el compromiso real de la participación civil se de, para una transformación social.
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