domingo, 11 de diciembre de 2011

Crisis educativa


Muy a menudo escuchamos o leemos en páginas de opinión una queja muy común entre muchos guatemaltecos que, siendo Guatemala un país con enormes recursos y bellezas naturales, con una envidiable posición geográfica con relación al mercado del país más rico y poderoso del mundo, nos encontremos en semejante atraso. Pocas veces se toca o se pasa por alto, lo que debería ser la respuesta más obvia; el deplorable estado de la educación en Guatemala. No es un secreto que el desarrollo de los pueblos se sustenta en mayor medida en el nivel educativo de su componente humano. Existe una relación estrecha y proporcional. En el caso particular de Guatemala, país que cuenta con 14 millones de habitantes y una deplorable tasa de analfabetismo del más del 40%,  no es ninguna sorpresa, como lo refiere el profesor Luciano Castro Barillas en el ensayo " La crisis de la educación guatemalteca", (…) Guatemala, es uno de los pueblos más ignorantes del mundo y por ende, más manipulable. No por gusto ocupamos uno de los últimos lugares en la comunidad internacional en desarrollo humano y material. Lo anterior, aunque lamentable, se manifiesta con toda claridad entre los connacionales que residen (documentados o indocumentados) aquí, en los Estados Unidos, en donde a pesar de ser una de las comunidades de emigrantes más numerosas - probablemente más de 1 millón - también constituye uno de los grupos con el nivel educativo más bajo en toda la nación. No se necesita ser un gran estudioso o tener una percepción muy aguda como para no darse cuenta de este fenómeno, pues por si sólo se hace evidente. En el país de los estereotipos y los prejuicios raciales es común escuchar a gentes de otras nacionalidades referirse de manera despectiva hacia los guatemaltecos como unos “brutos,” o como  la dama originaria del Cono Sur del continente y de profesión psicóloga, quien dijo: (…) ustedes los guatemaltecos no saben leer ni escribir. Todo esto, aparte de ser frustrante es una realidad insoslayable que refleja con toda su crudeza la lamentable condición de la gran mayoría de guatemaltecos, pues el hecho de que cientos de miles de ciudadanos se vean obligados a emigrar a estas tierras en tales condiciones de desventaja, dice mucho de la funcionalidad de la democracia guatemalteca y de la competencia y vocación democrática de sus dirigentes. Es inaceptable que a estas alturas del siglo XXI Guatemala, en el rubro educativo como en otros, siga ocupando tan deshonrosa posición. De nada sirve tener tanta riqueza natural y una posición geográfica que sería de gran provecho, si en lo más elemental, como sociedad organizada fallamos estrepitosamente. Si la dirigencia política guatemalteca y las flamantes organizaciones de guatemaltecos en el extranjero (aparte de organizar festivales y fiestas folclóricas) no tienen la decisión y la capacidad para hacer algo al respecto, el estigma del “pobremente educados y de escasa habilidades técnicas,” del guatemalteco, así como el abuso y el desprecio que ello conlleva en una sociedad tan exigente como la norteamericana, se harán muy difíciles de borrar algún día, y seremos, lamentablemente en sociedades discriminativas y excluyentes como la norteamericana, los apestados de la tierra. Marvin Najarro









LA CRISIS DE LA EDUCACIÓN GUATEMALTECA

 Por Luciano Castro Barillas

 “Nadie puede ser, si no le permiten que sea”, sentenció en una ocasión el ilustre pedagogo brasileño Paulo Freire, uno de los grandes estandartes de la educación para la libertad en América Latina y que durante varias décadas ha influido en el pensamiento pedagógico de los educadores progresistas de Guatemala, reducido sector que impulsó, con no pocas dificultades,  ideas tan fundamentales como la educación para la vida y no necesariamente para saber, habida cuenta que hay una diferencia entre instruirse y educarse. La educación para la libertad era la propuesta educativa y política más innovadora para las realidades de exclusión y racismo de las sociedades latinoamericanas. En Guatemala, en pleno 2011, los dos momentos fundamentales de las categorías pedagógicas de Freire andan realmente mal. Y no es que se desconozcan. Hay en nuestro país los suficientes diplomados, licenciados y doctores en educación poseedores de tecnologías educativas capaces de transformar la superestructura ideológica. Lo que sucede es que países como el nuestro, con permanente déficit democrático y la consiguiente crisis de administración, nada, por creativo e innovador que sea cuajará. Los niños no aprenden en las escuelas los contenidos mínimos de enseñanza (lo teórico) y el centro escolar ha llegado a ser en los últimos años el lugar menos indicado para adquirir buenos modales y donde se promuevan  interactuaciones democráticas. La mala crianza campea en todos los ámbitos de la comunidad escolar: niños desobligados de sus tareas escolares, sin intereses de estudio (con pocas excepciones), maestros sin ideales de enseñanza (vagabundean muchas veces desesperados en los corredores de las escuelas viendo constantemente su reloj a la espera de la hora de salida, prolongan excesivamente los horarios de receso o recreo que oficialmente es de media hora, carecen de planificaciones técnicas, pero lo peor casi lo sea los pésimos ejemplos vivientes de mala educación propiciados por los “educadores”, por la vida insufrible que se hacen entre ellos, tal el caso de una comunidad rural [aldea El Tablón, del municipio de Jutiapa] donde las rencillas entre los profesores era tan extremas, que se llegó a asesinar hasta el director de la escuela); sin obviar, claro está, lo que sucede a nivel de la formulación de la política educativa del Estado. La inversión que hace el Estado de Guatemala de su Producto Interno Bruto apenas llega al 2.5%. Algunos hablan que ya llegó al 3%, lo que sería asunto por verificar por la situación desastrosa del sistema de educación nacional, en penúltimo lugar en América Latina, sólo precedido por Haití. No existe realmente una política educativa de Estado porque cada cuatro años, con el cambio de gobierno, las ocurrencias pedagógicas van en el protocolo de un iluminado pedagogo oficial, sin darle continuidad a los programas educativos del anterior y esto se constituye lo de nunca acabar. Es la planificación de la improvisación y la mediocridad. Sumémosle a ello las iniciativas privadas en la materia, tal el caso de una entidad corporativa de nombre Empresarios de la Educación de Guatemala, que constituyen el no va más en la distorsión de los altos ideales de la educación al reducir, vulgarmente, los grandes procesos de enseñar a aprender al ser humano en un simple valor de cambio: comercio y lucro.

            
También la demagogia politiquera está al día en la educación guatemalteca. El gobierno de Álvaro Colom, por ejemplo, promovió la idea de su gobierno impulsaba la gratuidad en la educación. Lo cierto es que la educación guatemalteca ha sido laica y gratuita desde hace más de un siglo, desde los tiempos de la Revolución Liberal en 1871. No sé si gratuidad haya sido para el gobierno de Colom el mínimo aporte al año que daban los padres de familia para el mantenimiento de los centros escolares (compra  de aperos de limpieza) consistente en 1 ó 2 dólares al año. El gobierno de Álvaro Colom decidió en su demagogia de clientelismo escolar exonerar a los padres de familia de ese mínimo pago y ¿qué fue lo que al final ocurrió? Que el dinero ofrecido por el Estado para suplir esas necesidades llegó tarde  -o no llegó-  y los centros escolares, muchos de ellos, tienen problemas para proveerse de estas herramientas, para citar tan sólo un ejemplo de tantos problemas cotidianos de la educación nacional. El sistema de supervisión escolar se ha burocratizado a tal punto que la administración educativa es sólo eso: administración de papeles, donde dejó de existir el superior pedagógico, capaz de de dar la debida orientación didáctica y menos aún pedagógica que le dé guía y orientación intelectual a directores y docentes. La organización sindical de los maestros, con demandas justificadas, no opera de la manera debida. Las organizaciones gremiales son también para crear y promover compromisos serios con la educación y no exclusivamente impulsar luchas reivindicativas, por justificadas que sean. Peor aún, cuando los dirigentes sindicales no guardan las debidas distancias del poder oficial, sus actuaciones se vuelven sospechosas y los logros que se adquieren no tienen la mística de conquista de los trabajadores, sino de regalías del gobernante de turno. El Sindicato de los Trabajadores de la Educación Guatemala, STEG, fue un proyecto revolucionario concebido por la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemala para ampliar la incidencia política del proyecto revolucionario en las organizaciones de masas urbanas en 1986. Actualmente muchos de los ideales de la educación democrática andan a la deriva y los dirigentes sindicales son con frecuencia dirigentes o afiliados de partidos políticos tradicionales.

“El sistema educativo nacional guatemalteco  -dijo un amigo-  es el mejor del mundo. Funciona perfectamente y sus grandes objetivos han sido alcanzados. Ha hecho de Guatemala lo que quería el imperialismo y la oligarquía: ser el pueblo de Guatemala, una de las naciones más ignorantes del mundo y por ende, más manipulable”. No por gusto ocupamos uno de los últimos lugares en el mundo en desarrollo humano y material. El problema de la educación guatemalteca es, por supuesto, un problema estructural, de profunda descomposición social, resultado del creciente déficit democrático, donde lo técnico-pedagógico, por creativo o innovador que sea, es como la perla que cae en el lodo. El conservadurismo y esclerosis múltiple del Estado guatemalteco, la miopía y antipatriotismo de las clases poseedoras han llevado a nuestro país a un punto sin retorno. Es ya  -aunque algunos buenos optimistas no lo admiten-  un Estado fracasado. Una sociedad colapsada donde galopa la inseguridad en todos sus aspectos, el crimen de 20 personas diarias, la violencia contra la mujer, el narcotráfico, la ausencia de autoridad, la corrupción administrativa, privada y personal; los modales amables para con las personas y la división de los diversos estamentos sociales por todo. Aquí se desconoce la palabra consenso, acuerdo, entendimiento. Se cumple, fatalmente, lo afirmado por el escritor Luiz Cardoza y Aragón hace unos cuarenta años: "Donde dos guatemaltecos se ponen a hablar de política, surgen tres partidos políticos". Y peor aún, existe la percepción generalmente aceptada entre los ciudadanos que nadie ni nada puede cambiar esa realidad lacerante e infame, lo cual nos dice que muchas cosas andan profundamente mal en este país. Porque cuando una nación deja de soñar, de tener ideales y sueños, de confiar en que la felicidad es alcanzable y posible, digamos, hemos tocado fondo. Hemos sido conquistados por la mediocridad. Ya lo dijo Toro Sentado y sería bueno aprenderlo: "Cuando las leyendas mueren, mueren los sueños; y cuando mueren los sueños, mueren las grandezas"






Publicado por: Marvin Najarro
CT, USA.


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