Muy a menudo escuchamos o leemos en páginas de opinión una queja muy común
entre muchos guatemaltecos que, siendo Guatemala un país con enormes recursos y
bellezas naturales, con una envidiable posición geográfica con relación al
mercado del país más rico y poderoso del mundo, nos encontremos en semejante
atraso. Pocas veces se toca o se pasa por alto, lo que debería ser la respuesta
más obvia; el deplorable estado de la educación en Guatemala. No es un secreto
que el desarrollo de los pueblos se sustenta en mayor medida en el nivel
educativo de su componente humano. Existe una relación estrecha y proporcional.
En el caso particular de Guatemala, país que cuenta con 14 millones de
habitantes y una deplorable tasa de analfabetismo del más del 40%, no es
ninguna sorpresa, como lo refiere el profesor Luciano Castro Barillas en el
ensayo " La crisis de la educación guatemalteca", (…)
Guatemala, es uno
de los pueblos más ignorantes del mundo y por ende, más manipulable. No por
gusto ocupamos uno de los últimos lugares en la comunidad internacional en
desarrollo humano y material. Lo anterior, aunque lamentable, se manifiesta con
toda claridad entre los connacionales que residen (documentados o
indocumentados) aquí, en los Estados Unidos, en donde a pesar de ser una de las
comunidades de emigrantes más numerosas - probablemente más de 1 millón -
también constituye uno de los grupos con el nivel educativo más bajo en toda la
nación. No se necesita ser un gran estudioso o tener una percepción muy aguda
como para no darse cuenta de este fenómeno, pues por si sólo se hace evidente.
En el país de los estereotipos y los prejuicios raciales es común escuchar a gentes
de otras nacionalidades referirse de manera despectiva hacia los guatemaltecos
como unos “brutos,” o como la dama originaria del Cono Sur del continente
y de profesión psicóloga, quien dijo: (…) ustedes los guatemaltecos no saben
leer ni escribir. Todo esto, aparte de ser frustrante es una realidad
insoslayable que refleja con toda su crudeza la lamentable condición de la gran
mayoría de guatemaltecos, pues el hecho de que cientos de miles de ciudadanos
se vean obligados a emigrar a estas tierras en tales condiciones de desventaja,
dice mucho de la funcionalidad de la democracia guatemalteca y de la
competencia y vocación democrática de sus dirigentes. Es inaceptable que a
estas alturas del siglo XXI Guatemala, en el rubro educativo como en otros, siga
ocupando tan deshonrosa posición. De nada sirve tener tanta riqueza natural y
una posición geográfica que sería de gran provecho, si en lo más elemental,
como sociedad organizada fallamos estrepitosamente. Si la dirigencia política
guatemalteca y las flamantes organizaciones de guatemaltecos en el extranjero
(aparte de organizar festivales y fiestas folclóricas) no tienen la decisión y
la capacidad para hacer algo al respecto, el estigma del “pobremente educados y
de escasa habilidades técnicas,” del guatemalteco, así como el abuso y el
desprecio que ello conlleva en una sociedad tan exigente como la
norteamericana, se harán muy difíciles de borrar algún día, y seremos,
lamentablemente en sociedades discriminativas y excluyentes como la
norteamericana, los apestados de la tierra. Marvin Najarro
LA CRISIS DE LA EDUCACIÓN GUATEMALTECA
Por Luciano Castro Barillas
“Nadie
puede ser, si no le permiten que sea”, sentenció en una ocasión el
ilustre pedagogo brasileño Paulo Freire, uno de los grandes estandartes de la
educación para la libertad en América Latina y que durante varias décadas ha
influido en el pensamiento pedagógico de los educadores progresistas de
Guatemala, reducido sector que impulsó, con no pocas dificultades, ideas
tan fundamentales como la educación para la vida y no necesariamente para
saber, habida cuenta que hay una diferencia entre instruirse y educarse. La
educación para la libertad era la propuesta educativa y política más innovadora
para las realidades de exclusión y racismo de las sociedades latinoamericanas.
En Guatemala, en pleno 2011, los dos momentos fundamentales de las categorías
pedagógicas de Freire andan realmente mal. Y no es que se desconozcan. Hay en
nuestro país los suficientes diplomados, licenciados y doctores en educación
poseedores de tecnologías educativas capaces de transformar la superestructura
ideológica. Lo que sucede es que países como el nuestro, con permanente déficit
democrático y la consiguiente crisis de administración, nada, por creativo e
innovador que sea cuajará. Los niños no aprenden en las escuelas los contenidos
mínimos de enseñanza (lo teórico) y el centro escolar ha llegado a ser en los
últimos años el lugar menos indicado para adquirir buenos modales y donde se
promuevan interactuaciones democráticas. La mala crianza campea en todos
los ámbitos de la comunidad escolar: niños desobligados de sus tareas
escolares, sin intereses de estudio (con pocas excepciones), maestros sin
ideales de enseñanza (vagabundean muchas veces desesperados en los corredores
de las escuelas viendo constantemente su reloj a la espera de la hora de
salida, prolongan excesivamente los horarios de receso o recreo que
oficialmente es de media hora, carecen de planificaciones técnicas, pero lo
peor casi lo sea los pésimos ejemplos vivientes de mala educación propiciados
por los “educadores”, por la vida insufrible que se hacen entre ellos, tal el
caso de una comunidad rural [aldea El Tablón, del municipio de Jutiapa] donde
las rencillas entre los profesores era tan extremas, que se llegó a asesinar
hasta el director de la escuela); sin obviar, claro está, lo que sucede a nivel
de la formulación de la política educativa del Estado. La inversión que hace el
Estado de Guatemala de su Producto Interno Bruto apenas llega al 2.5%. Algunos
hablan que ya llegó al 3%, lo que sería asunto por verificar por la situación
desastrosa del sistema de educación nacional, en penúltimo lugar en América
Latina, sólo precedido por Haití. No existe realmente una política
educativa de Estado porque cada cuatro años, con el cambio de
gobierno, las ocurrencias pedagógicas van en el
protocolo de un iluminado pedagogo oficial, sin darle continuidad a los
programas educativos del anterior y esto se constituye lo de nunca acabar. Es
la planificación de la improvisación y la mediocridad. Sumémosle a ello las
iniciativas privadas en la materia, tal el caso de una entidad corporativa de
nombre Empresarios de la Educación de Guatemala, que constituyen el no va más
en la distorsión de los altos ideales de la educación al reducir, vulgarmente,
los grandes procesos de enseñar a aprender al ser humano en un simple valor de
cambio: comercio y lucro.
También la demagogia politiquera está al día en la educación guatemalteca. El
gobierno de Álvaro Colom, por ejemplo, promovió la idea de su gobierno
impulsaba la gratuidad en la educación. Lo cierto es que la educación
guatemalteca ha sido laica y gratuita desde hace más de un siglo, desde los
tiempos de la Revolución Liberal en 1871. No sé si gratuidad haya sido para el
gobierno de Colom el mínimo aporte al año que daban los padres de familia para
el mantenimiento de los centros escolares (compra de aperos de limpieza)
consistente en 1 ó 2 dólares al año. El gobierno de Álvaro Colom decidió en su
demagogia de clientelismo escolar exonerar a los padres de familia de ese
mínimo pago y ¿qué fue lo que al final ocurrió? Que el dinero ofrecido por el
Estado para suplir esas necesidades llegó tarde -o no llegó- y los
centros escolares, muchos de ellos, tienen problemas para proveerse de estas
herramientas, para citar tan sólo un ejemplo de tantos problemas cotidianos de
la educación nacional. El sistema de supervisión escolar se ha burocratizado a
tal punto que la administración educativa es sólo eso: administración de
papeles, donde dejó de existir el superior pedagógico, capaz de de dar la
debida orientación didáctica y menos aún pedagógica que le dé guía y
orientación intelectual a directores y docentes. La organización sindical de
los maestros, con demandas justificadas, no opera de la manera debida. Las
organizaciones gremiales son también para crear y promover compromisos serios
con la educación y no exclusivamente impulsar luchas reivindicativas, por
justificadas que sean. Peor aún, cuando los dirigentes sindicales no guardan
las debidas distancias del poder oficial, sus actuaciones se vuelven
sospechosas y los logros que se adquieren no tienen la mística de conquista
de los trabajadores, sino de regalías del gobernante de turno. El
Sindicato de los Trabajadores de la Educación Guatemala, STEG, fue un proyecto
revolucionario concebido por la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemala para
ampliar la incidencia política del proyecto revolucionario en las
organizaciones de masas urbanas en 1986. Actualmente muchos de los ideales de
la educación democrática andan a la deriva y los dirigentes sindicales son con
frecuencia dirigentes o afiliados de partidos políticos tradicionales.
“El sistema educativo nacional
guatemalteco -dijo un amigo- es el mejor del mundo. Funciona
perfectamente y sus grandes objetivos han sido alcanzados. Ha hecho de
Guatemala lo que quería el imperialismo y la oligarquía: ser el pueblo de
Guatemala, una de las naciones más ignorantes del mundo y por ende, más
manipulable”. No por gusto ocupamos uno de los últimos lugares en el mundo en
desarrollo humano y material. El problema de la educación guatemalteca es, por
supuesto, un problema estructural, de profunda descomposición social, resultado
del creciente déficit democrático, donde lo técnico-pedagógico, por creativo o
innovador que sea, es como la perla que cae en el lodo. El conservadurismo y esclerosis múltiple
del Estado guatemalteco, la miopía y antipatriotismo de las clases poseedoras
han llevado a nuestro país a un punto sin retorno. Es ya -aunque algunos
buenos optimistas no lo admiten- un Estado fracasado. Una sociedad
colapsada donde galopa la inseguridad en todos sus aspectos, el crimen de 20
personas diarias, la violencia contra la mujer, el narcotráfico, la ausencia de
autoridad, la corrupción administrativa, privada y personal; los modales
amables para con las personas y la división de los diversos estamentos sociales
por todo. Aquí se desconoce la palabra consenso, acuerdo, entendimiento. Se
cumple, fatalmente, lo afirmado por el escritor Luiz Cardoza y Aragón hace unos
cuarenta años: "Donde dos guatemaltecos se ponen a hablar de política,
surgen tres partidos políticos". Y peor aún, existe la percepción
generalmente aceptada entre los ciudadanos que nadie ni nada puede cambiar esa
realidad lacerante e infame, lo cual nos dice que muchas cosas andan
profundamente mal en este país. Porque cuando una nación deja de soñar, de
tener ideales y sueños, de confiar en que la felicidad es alcanzable y posible,
digamos, hemos tocado fondo. Hemos sido conquistados por la mediocridad. Ya lo
dijo Toro Sentado y sería bueno aprenderlo: "Cuando las leyendas mueren,
mueren los sueños; y cuando mueren los sueños, mueren las grandezas"
Publicado por: Marvin Najarro
CT, USA.
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