INTRODUCCIÓN
En esta temporada de la Navidad, nadie mejor
que un poeta para hacernos sentir y reflexionar sobre la importancia del
nacimiento de Cristo, sobre la magia de esta época, hoy signada por el
consumismo, que desvirtúa el profundo sentido de la integración familiar, la
amistad y la solidaridad. El poeta Arce nos recuerda que los guatemaltecos
somos felices con pequeñas cosas -un
tamal, por ejemplo- pero en las condiciones
de miseria del pueblo guatemalteco esta masa de maíz impregnada de infinitos
sabores y olores, se ha tornado un asunto casi imposible.
Habla también, de la manera más agradable
posible (pero no por ello contundente y hasta con reclamo) sobre la
inconsciencia de los guatemaltecos, muy dados al dispendio de sus pocos
recursos. De sus falsas alegrías (los cohetes), sus hipocresías, de sus ocultas
arrogancias disfrazadas de humildad y las chabacanerías, como una forma de
trascender el dolor y sus frustraciones. Deléitese, lector amigo, con estos
exquisitos artículos navideños (pero no artículos de abarrotería) del más
insigne de los poetas guatemaltecos. Luciano Castro Barillas
UN TRAGO POR EL CARPINTERO
No conmemoro hoy el nacimiento del “Rey de
Reyes”. No me gustan las monarquías ni el carácter monárquico que durante
muchos siglos, le dio la
Iglesia a la religión. Hasta el título mismo que está entre
comillas lo usó tanto tiempo Haile Selassie. No conmemoro tampoco el nacimiento
del fundador de un tremendo estado político, aliado de poderosos, socio de
grandes comerciantes, justificador de guerras, crímenes y opresiones. No
conmemoro en esta Navidad la deformada imagen, elaborada durante siglos,
justificada por las enjundias teológicas, utilizada para fincar poderíos
transitorios.
Conmemoro, con mi tamal popular de medianoche,
con mi paquete de cuetes y mi largo trago de guaro áspero, el nacimiento de un
carpintero, de un obrero martirizado, de un cotidiano hombre del pueblo.
Héroe, sí. Mártir, sí. Y como él, tantos más,
en similares circunstancias. ¿Me pregunto por qué, cuando se le pone entre
símbolos que le son tan ajenos, se ha tratado de olvidar obviamente muchas de
sus verdaderas circunstancias, se ha retorcido la lógica, se ha tergiversado
tanto su verdad hasta que el pueblo, de donde nace, no puede reconocerla sino a
través de la magia? ¡Aquel carpintero en un trono, disfrazado de rey medieval,
con facultades de dictador todopoderoso, rodeado de oro, boato, lujo!
Tan diferente la realidad: un obrero, amigo de
pescadores, nacido en un pequeño país subdesarrollado, oprimido por el más
poderoso imperialismo de entonces. Un obrero joven que se identifica con su
pueblo, que lo organiza y que, por ello mismo, es aprehendido, torturado y
sacrificado. ¿Qué tiene que ver con esto la silla gestatoria y la Capilla Sextina y las custodias
de oro y pedrería? Sí, todo esto último es muy hermoso. Rafael, Miguel Angel,
Boticelli, Da Vinci… Todo ello es maravilloso. Enhorabuena ese Estado mecenas
que motivó y rescató el arte y la cultura de tantos siglos. Ha sido un
invaluable servicio a la humanidad. Y mi amor y mi respeto para toda esa obra
sublime.
Pero, no se me pida que, con mi tamal, mi trago
y mis cuetes, con mi corazón de hombre nacido en Guatemala y en este siglo,
conmemore a un Emperador Supremo, Monarca Absoluto, Sumo Dictador. Mi saludo
solidario y fraterno para aquel carpintero popular y rebelde, que se irguió
hasta la muerte frente al imperio invasor, frente a los fariseos explotadores,
frente a un pueblo adormecido por el hambre y el terror.
EL AGUINALDO
Como un pellizco al balance anual de las
ganancias de las empresas, además del salario, el trabajador recibe en
diciembre una suma adicional de dinero: el aguinaldo. Curiosa palabrita ésta,
cuya acepción usual equivale a “regalo”. ¡”Regalo” una mínima porción de las
ganancias que el propio trabajador ha producido!
Pero, en fin, no es de eso lo que pretendo
platicar hoy, sino el sentido que ese sobresueldo debe tener para quien lo
recibe.
El aguinaldo
-dentro de nuestro sistema- no
tiene el carácter de retribución por el trabajo realizado. Para eso está el
sueldo, el salario, el jornal.
El aguinaldo no es propiedad personal del
trabajador que, se supone, no ha dado su fuerza de trabajo a cambio de él. El
aguinaldo pertenecer a la familia del trabajador.
Es el reconocimiento de que esa familia tiene
derecho a algo diferente, a un goce especial al finalizar el año. Algo que va
más allá de todo lo demás a lo que cada ciudadano tiene derecho: alimentación,
salud, vivienda, ropa, estudios, transporte, etc., etc.
El aguinaldo representa el derecho de las
familias a sonreír en Navidad y en Año Nuevo. El derecho que todo niño tiene a
un juguete. El derecho que toda esposa tiene a un regalo. El derecho que toda
familia tiene a una noche de amorosas sorpresas, de alegría y abundancia.
Pensando en estas cosas, me pregunto quién
disfruta del aguinaldo -en muchos casos,
en dolorosamente muchos casos- en
nuestro país. Llegará la
Navidad con cargamento de alegría para muchos hogares, es
cierto. Por esa noche nos olvidaremos de la penuria habitual, de la carestía de
la vida, de la injusticia institucionalizada, del futuro inseguro y nublado.
Nos olvidaremos de todo eso en una evasión que hasta necesario resulta para
seguir viviendo. Y seremos felices, un poco felices quizá, pero al fin felices.
Pero en cuántos hogares ocurrirá lo contrario.
Cuántos cantineros recibirán a manos llenas los aguinaldos que no harán feliz a
nadie. En cuántas familias la
Navidad llegará con alas negras, con la preocupación por el
jefe del hogar, por el esposo, por el padre, por el hermano mayor que está en
la cárcel, en el hospital, en el cementerio, en el manicomio o, en el mejor de
los casos, en plena “furia”; que ha quemado en su hoguera desesperada de
alcohol aquellos centavos que pertenecían a la familia, al juguete del niño, al
regalo de la compañera, a la cena alegre y amable de todos.
Cuántas mujeres hay que tiemblan de miedo
cuando se acerca la fecha del día de pago porque, sobre la pobreza cotidiana,
el temor por la “fuerza” que el marido “agarra” con el salario es un agravante.
Cuántas más estarán por estos días maldiciendo el aguinaldo que en vez de risa
llevó penas, que en vez de modesto lujo llevó más deudas y pobreza, que en vez
de alegría llevó llanto a la familia.
Y, como una carga más sobre el balance anual de
las desgracias, en esos pobres hogares cae también el aguinaldo…
Publicado por: Marvin Najarro
CT, USA.
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