INTRODUCCIÓN
Sin
llevárselas de motivador profesional, de esos que proveen a las personas
ingenuas de muletas espirituales para andar por la vida y, al final, de tanta
cháchara se dan tumbos a cada rato; este inefable poeta de Guatemala, Manuel
José Arce, nos da una cátedra magistral
de cómo vivir y la importancia que tiene la vida con todos sus altibajos. Como
que los seres humanos debiéramos entender y aceptar con madurez que la vida
está hecha de todo: de felicidad y sufrimientos. Y que ambos componentes son la
sal y pimienta, la sabrosura del existir. Luciano Castro Barillas.
Y AHORA VAMOS A VIVIR
La
pobre tiene derecho a tener una limpia reputación. Al fin de cuentas, es
hermosa, es deliciosa, es -sin ofender a
quienes crean en la supervivencia del alma-
lo único que tenemos.
Acaso
sea usted una de esas gentes que tienen por costumbre mantenerse del mal humor
y refunfuñar por todo. De esas gentes que, si por equivocación les dieron unos
centavos de menos en el vuelto, piensan que este es un país de ladrones; de
esas gentes que, si no encuentran el peine por la mañana, gritan que esta vida
es una porquería y que sería mejor morirse.
Usamos
a veces expresiones terriblemente radicales sin darnos cuenta, por mal hábito,
porque somos así. Y no reparamos en que hay miles, millones de gentes, en
circunstancias mucho peores que la nuestra, que ven la vida con optimismo,
luchan por conservarla, gastan hasta su última gota de sudor por hacerla más
digna.
He
visto sonreír moribundos. Los he visto sentenciados a muerte, desahuciados por
la ciencia, con un estrecho plazo por delante, cómo se gozaban cada partícula
de oxígeno al respirar, cómo gozaban la posibilidad de mover su mano, qué
dichosos se sentían de poder hablar y escuchar a un ser querido.
Piense
en cuántos desesperados hay que viven al borde del suicidio y cómo una
expresión suya puede darle el último empujón, el definitivo. Piense en cuántos
niños hay que están empezando a saber qué es la vida y que tienen la capacidad
para hacer de su existencia algo útil a sus semejantes. Algo pleno y lleno de
humanidad. ¿Si uno de ellos le preguntara, se atreviera usted a decirle: la
vida es una porquería que no merece ser
vivida?
Siéntase
vivir.
Es
la mejor de las experiencias, es el mayor de los placeres.
Todo
lo demás es fragmentario, es parcial, es incompleto. Siéntase vivir a todo lo
que den sus células. Cuando respire, respire hondo. Cuando piense, piense claro
y alto. Cuando ame, ame a fondo. Cuando trabaje, cuando descanse, en todo
momento gócese su posibilidad de vivir. Después no podrá hacerlo. Cuando uno
sufre, incluso, debe sufrir bien, a conciencia, hasta que el dolor nos haga sonreír.
Y esto no es masoquismo, es madurez.
No
me hable mal de la vida, por favor.
No
se hable mal de su vida a usted mismo. Es una traición hacerlo. Es una cobardía
que no tiene nombre. Es una ingratitud.
¿Cuántas
mujeres se han desgarrado las entrañas, desde el mono hasta usted, para que sus
pies puedan caminar, para que sus neuronas puedan lograr el milagro del
pensamiento, para que su sangre circule por su cuerpo, para que usted viva? No
sólo la mujer que le dio la vida, sino también la que le dio vida a ella, y así
por millones de siglos, usted ha llegado hasta el hoy a través de un camino
palpitante. ¿Y esto le parece poco? ¿Y esto le parece aburrido? ¿Y esto le
parece indigno de vivirse?
No
se fugue de la vida. No se ponga vendas en los ojos para no verla. No tome por
atajos de evasión. Véala, vívala en toda su hermosura terrible.
Y
piense, piense por favor, en el derecho que asiste a los demás a vivir. No
olvide que todos necesitamos de usted en la medida en que usted se decida hacer
de su vida, de su propia vida un pedazo de tiempo iluminado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario