martes, 17 de enero de 2012

"Doy mi palabra de honor": Otto Pérez Molina (II)


Es común al leer los despachos noticiosos que tienen que ver con Guatemala y que se publican en la prensa norteamericana (impresa y electrónica). Encontrar como primera referencia los altos niveles de violencia existentes en el país. Es sobre todo la violencia que generan las pandillas juveniles como también la del crimen organizado (narcotráfico) la que acapara toda la atención. Y es precisamente dentro del contexto de la violencia, a la que se ubica o se quiere reducir como prioridad número uno al gobierno de Otto Pérez Molina. Es innegable que los niveles de violencia en Guatemala son intolerables y es deber del gobierno enfrentarla con todos los recursos a su alcance, pues no se puede hablar de desarrollo y progreso cuando ni siquiera existen los más mínimos niveles de seguridad para los ciudadanos o para las inversiones. Ahora bien, tampoco se puede hablar de combatir el crimen organizado como la más urgente misión del actual gobierno, de ser así, en que plano quedarían los otros problemas como: el enorme déficit fiscal, la crisis educativa, el desempleo, el estado calamitoso del sistema de salud pública y de las redes viales. Son también problemas muy urgentes cuya solución no se puede postergar y sacrificar en nombre del combate al crimen organizado. Guatemala, como lo expresara el presidente en su discurso de toma de posesión está al borde de la quiebra moral y económica, él lo sabe, y sabe también que las palabras si no van acompañadas de acciones concretas de nada sirven. Acciones concretas, mano dura, en contra de los poderes fácticos que se oponen a toda iniciativa de cambio, sea este profundo, estructural o no, es y será el gran reto que pondrá a prueba la palabra de honor del presidente Otto Pérez Molina.

Por último es importante señalar algo que el presidente dijo en su discurso (…) la gente quiere participar, la gente quiere que Guatemala cambie, (…) países que han cambiado es cuando la mayoría de la población ha dicho que quiere ser parte del cambio. ¿Queremos en verdad que Guatemala cambie? ¿Queremos ser parte del cambio? o ¿simple y sencillamente nos ubicaremos en posiciones antagónicas de fiera oposición a todo lo que el gobierno haga o intente hacer? Creo que a estas alturas lo que menos necesita el país es ese tipo de oposición destructora, pero como los guatemaltecos somos ese espécimen de seres extraños que preferimos el fracaso del contrincante antes que reconocerle sus méritos, no es de extrañar  que desde ya existan quienes estén cruzando los dedos deseando el fracaso del actual gobierno. Permitamos que el gobierno trabaje, que ponga en práctica su plan de gobierno, que cumpla con su palabra de honor, otorguémosle el beneficio de la duda. Marvin Najarro

A continuación, en la segunda de tres entregas, el profesor Luciano Castro Barillas nos manifiesta su opinión sobre las posibilidades que ofrece para el pueblo de Guatemala el gobierno de Otto Pérez Molina.






“DOY MI PALABRA DE HONOR,  ESTE GOBIERNO SERÁ
DE HONESTIDAD, TRABAJO Y COMPROMISO”:
OTTO PÉREZ MOLINA

Segunda Parte



Por Luciano Castro Barillas



Hay personas que nunca están contentas con nada. Son caprichosas y díscolas. Viven en permanente desconfianza y suspicacia en sus relaciones familiares y con mayor énfasis  en las políticas.  Por el momento, el actual gobierno tiene el beneficio de la duda. Tampoco es asunto de investirnos de candor y no ver las cosas como realmente son. Un presidente nacionalista -con todo lo feo del exclusivismo nacional- es mucho mejor que un vende-patria a intereses nacionales y extranjeros. La actuación gubernativa –sus hechos- de Pérez Molina lo irán ubicando en el justo y preciso lugar como un presidente común y corriente o como un gobernante que, pese a los prejuicios que los militantes revolucionarios hemos tenido con personas egresadas de las filas castrenses, en un franco olvido histórico de los buenos militares que gestaron páginas heroicas y revolucionarias sin ser marxistas y que luego evolucionaron en su pensamiento social y político (Jacobo Arbenz, Alejandro de León, Luis Trejo Esquivel, Turcios Lima y Marco Antonio Yon Sosa, entre otros). ¿Acaso no está abierta esa posibilidad? Yo no voté por él; pero soy optimista, y este militar si realmente tiene palabra de honor y personalidad política podría ser capaz de introducir grandes cambios ante su plena consciencia de que este país, según sus palabras (…) está infestado de corrupción y que las causas que dieron origen al conflicto armado están a todavía presentes. Pienso, pues, que al decirlo un hombre de derecha, además de militar, es digno de tomarse en cuenta. Al parecer tiene voluntad, pero al confrontarse con los poderes fácticos tradicionales su programa de gobierno se confrontará con la realidad, no obstante para eso existe la palabra renuncia si como gobernante quieren reducirlo a una simple figura administrativa y no un presidente, que es en esencia guía intelectual y moral de una nación. Y no necesariamente manejador de grandes teorías sociales y políticas. André Malraux decía que un intelectual es un hombre a quien una simple idea, ordena y compromete su  vida. ¿Miente? Bueno, eso será su problema pero la actitud de todos los guatemaltecos con un país que se cae en pedazos y está en total bancarrota material y moral es y tendrá que ser tener confianza en el futuro y no ser catódicos –aunque tal vez escépticos- por todo lo que hemos visto estos 25 años de “democracia” electorera guatemalteca. Un político nacionalista no está mal del todo. El ejemplo histórico más trascendente en la región centroamericana fue Augusto César Sandino, que  terminó desencontrándose con los comunistas (con Farabundo Martí, en concreto), sin embargo, impulsó una lucha con profundo sentido nacional que fue guía e inspiración de los marxistas del Frente Sandinista de Liberación Nacional muchos años después de su muerte. Es asunto de pragmatismo político y de visión directa y no simbólica de la vida política nacional, de salirle al paso a un grupo de “analistas” que no analizan nada y que lo único que hacen es dar “orientaciones” y declaraciones librescas de las teorías aprendidas en la academia, a los cuales les falta algo esencial: haber transitado verdaderamente en la vida política de nuestro país y tener, ante todo, higiene mental. Lenin lo decía: se puede negociar y dialogar con los enemigos, con las personas o sectores afines política e ideológicamente o con personas discrepantes,  alusión que corresponde a su teoría sobre la política de alianzas, pero en este caso, lo aplicativo va en el sentido de la amplitud política y en contra del prejuicio. En ningún momento la avocación a la entrega, el servilismo o la claudicación ante posiciones políticas  negadoras de la justicia, la libertad, la democracia y justicia penal y social. Dicho esto, lo que corresponde en este momento es asumir –repito- una actitud de amplia educación política y si a los meses los resultados son contrarios a las reivindicaciones históricas de nuestro pueblo, pues, sencillamente, Otto Pérez Molina debe irse al diablo con su equipo de trabajo. Ese es el punto.

Dejemos que los hechos tomen su rumbo natural (los hechos son el criterio de la verdad) y por el momento contengamos los impulsos, esas ganas de joder y de lucirse ante los medios de comunicación que tienen los “analistas” que no analizan nada. Lo bien o mal estructurado de un discurso, sus anacolutos o sus cálamos currentes, son asuntos de forma, no de contenido. Además lo dicho por Pérez Molina no fue una disertación de un examen público de tesis ¿no? Estuvo, claro, con muchas generalizaciones y también puntualizaciones.

Hay otro asunto que destacar: afirmó que los ofrecimientos de campaña son compromisos de Estado. No recuerdo que presidentes anteriores hayan hecho tal declaración en su toma de posesión o si lo dijeron lo han hecho con suficiente franqueza. Mencionó también algo muy importante: El respeto a la autoridad, algo que en Guatemala ya no ocurre. Es necesario detenernos aquí. Los sucesivos gobiernos de la época de la apertura política (desde 1986) no han tenido ni autoridad ni poder, pues el poder lo da la autoridad. Y sin autoridad no hay poder. La autoridad no es la fuerza, aunque si hay fuerza cuando se tiene autoridad. Las fuerzas de seguridad del Estado  -su coerción-  no funciona porque nadie cree a estas alturas de gravísimos índices delincuenciales en los policías y el ejército (hay policías asaltantes y kaibiles con los zetas). Recuperar todo esto no es tarea fácil. Hay una total decepción ciudadana con los últimos hechos y una sensación de absoluta indefensión: nueve soldados y cuatro policías fueron retenidos por pobladores de una comunidad indígena, los cuales fueron tomados como rehenes. ¡Fue necesario intercambiarlos por unos sujetos a quienes ellos habían capturado!

Los militares en el pasado fueron hombres de honor, caballeros, con rasgos propios de los héroes trágicos románticos cuando ofrendaban la vida por la Patria.  Se desdibujaron en Guatemala durante el conflicto armado interno por matar gente desarmada e integrar bandas de narco-militares. Démosle tiempo a las cosas y no escribamos o abramos la boca porque nos consideremos muy inteligentes, lúcidos o brillantes. Ya no hay nada por descubrir en el ámbito de las filosofías políticas. Agarremos la onda, no elucubremos tanto y bajémosle al culto a la personalidad. Lectores de La Cuna del Sol, el sábado publicamos la tercera parte de estos comentarios. Disculpen ustedes por los excesos.










Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA.

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