sábado, 28 de enero de 2012

El general continúa blindado de impunidad


La noticia del enjuiciamiento del general  Efraín Ríos Montt, acusado de graves violaciones a los derechos humanos durante la sangrienta guerra civil que asoló Guatemala, especialmente en el período 1982-1983, en el cual el militar se constituyó en Jefe de Estado absoluto, ha causado gran revuelo tanto nacional e internacional; al punto de que hasta el New York Times, el periódico de mayor relevancia y vocero no oficial del gobierno de los Estados Unidos hizo eco de tal acontecimiento en una de sus ediciones diarias. Ante la magnitud y relevancia del juicio contra el general acusado de genocidio, resulta sumamente desalentador que la jueza a cargo de las primeras audiencias haya dictado un auto de prisión domiciliar a favor del acusado, el general Ríos Montt. En todo caso y dada la gravedad de las acusaciones criminales que pesan sobre el general, la jueza debió de haber decretado, sin vacilaciones, que el general fuera detenido y recluido inmediatamente en una celda y sin derecho a fianza. Debió de haber sido de esa manera, si se quiere desde un principio dejar en claro que nadie está sobre la ley, que la justicia marcha un poco mejor en esta Guatemala sin ley, pero desbordada de impunidad.   No se sabe de qué razones o atenuantes legales se habrá valido la jueza Flores al emitir su fallo a favor del general y su equipo de abogados, lo cierto aquí es que las especulaciones de todo tipo han empezado a aflorar, y desde ya un fétido olor a pescado  podrido empieza a impregnar el ambiente. Hay que dejar en claro que el general Efraín Ríos Montt, no fue un simple burócrata al servicio de la maquinaria de terror del Estado, como especula Hannah Arendt en su libro Eichmann  en Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, basado en el juicio del criminal de guerra Nazi, Adolph Eichmann. La tesis de Arendt era que la gente como Eichmann (…) puede que no sean locos fanáticos del todo, sino más bien individuos ordinarios quienes simplemente aceptan las premisas del Estado y participan en cualquier empresa o actividad  con la energía de unos buenos burócratas. El general Ríos Montt era el jefe absoluto de la maquinaria de terror del Estado, no era un individuo ordinario. Cristian Tomuschat, el jurista alemán dijo: “Creyendo que los fines justificaban todo, los militares y las fuerzas de seguridad del Estado, actuaron ciegamente en su lucha anticomunista, sin respetar ningún principio legal o los más elementales valores éticos y religiosos, perdiendo de esta manera, cualquier semblanza de la moral humana.” A estas alturas no se sabe si el general, a quien Ronald Reagan en un  ataque de demencia, elogió como un hombre de “gran integridad” personal, terminará enjaulado de por vida en Matamoros o recluido en alguna habitación de su casa sumido en actos de coprofagia; o postrado en estado de coma, como el Carnicero de Sabra y Shatila o el general Romeo Lucas Caballeros que cómodamente con el mal de alzhaimer se desconectó del mundo y acaso algunas mortificaciones de su pasado criminal. Alguien quizás se aproximará a él y le recitará, del excelso poeta Manuel Jose Arce, estas líneas del poema Sermón Presidencial: “Los ancianos del pueblo/ venerables/ estaban decapitados en la plaza frente a la iglesia/ No quedaba ni quien para contarlo/ Ni los perros/ y la prensa/ la radio y la televisión repetían/ hoy lunes/ el sermón del domingo del señor presidente/ general y pastor evangelista/ que comenzó diciendo: “Dios es Amor Hermanos.” Marvin Najarro

A continuación estimados lectores de La Cuna del Sol, el profesor Luciano Castro Barillas, nos brinda su opinión a cerca de los pormenores del juicio contra el general Efraín Ríos Montt.







RÍOS MONTT CONTINÚA BLINDADO DE IMPUNIDAD


Por Luciano Castro Barillas




En el ocaso de su vida, un anciano que baja gradas apoyándose en la pared, mueve a la consideración. Ríos Montt es eso en este momento. El arrogante, vociferante, prepotente y energúmeno jefe militar de la década de los 80 es sólo un recuerdo, no así sus hechos. Definitivamente tiene responsabilidad en los crímenes de genocidio que se le imputan, no porque lo haya ejecutado con mano propia, aunque sí con su consentimiento. Algunos sectores conservadores y proclives a los militares tratan de excusarlo afirmando que las Fuerzas de Tareade esos años eran unidades militares que se iban por la libre y sus oficiales no necesariamente daban cuenta a sus comandantes de las respectivas zonas militares de sus barrabasadas, lo cual en gran medida es cierto. Sin embargo, los planes operativos contrainsurgentes generales, lo planificado en el gabinete de los estados mayores (los planes Victoria, Firmeza, etc.) eran una estrategia militar contrainsurgente del Estado, lo cual lo sabía Ríos Montt. No puede aducir falta de conocimiento, porque si no ¿qué clase de comandante en jefe del ejército era?  Que haya sido utilizado  -por ser un militar famoso, ampliamente conocido-  por la mafia militarista de esos años no cabe la menor duda ocurrió, aprovechándose de una de las grandes debilidades de este general bigotón y no mal mozo en su juventud: su irrefrenable culto a la personalidad. De allí las razones de llamarlo a integrar la Junta Militar, sin obviar el prestigio que todavía en esos años gozaba de militar progresista, pues había realmente ganado las elecciones generales en la década de los 70 postulado por Frente Nacional de Oposición, que aglutinó a amplios sectores populares y personalidades democráticas de esos años, entre otros, Alberto Fuentes Mohr y Manuel Colom Argueta. Pero Ríos Montt ya en el poder empezó a desbarrar  -a cantearla, como dicen en Asunción Mita-  y apartó del mando a los coroneles de línea moderada Horacio Maldonado Schaad y a Francisco Luis Gordillo. Se engolosinó con el poder y lo sacralizó, al punto de sustituir el discurso político, propio de un gobernante; por la oratoria sagrada apoyada en los textos bíblicos, indudable combinación letal en su mente, que le hizo derivar también a muchos de sus seguidores a falsas conclusiones, en otras, que el general era una insólita especie de profeta nacional, destinado a redimir a la nación guatemalteca a través de la prédica y el castigo (Tribunales de Fuero Especial, política de tierra arrasada, tortura y represión indiscriminada) para redimir sus culpas. El demonio, el pecado, su purifica con el fuego; de la tierra arrasada, para el caso. De esa galopante y alucinante locura no pudo desmontarse jamás y como genio y figura hasta la sepultura, el general el día de ayer volvió a apelar al conocido expediente de siempre   -su arrogancia-  con el fallo de la jueza Carol Patricia Flores que, personalmente, lo considero ajustado a derecho, en la medida que Ríos Montt se presentó hace cosa de un mes voluntariamente al Ministerio Público para estar a disposición de la justicia y su actitud colaboradora no constituye peligro de obstaculización a la justicia o peligro de fuga. La resolución tampoco está exenta de superficialidad, pues otra de las razones del porqué Ríos Montt se presentó ante los órganos jurisdiccionales a rendir su primera declaración por los delitos que se le sindican es porque, ciertamente, no haya para dónde agarrar y no por un acto de gallardía militar. O sería mucho imaginar que Ríos Montt se pasó de hombrecito, porque de ser así, ¿porque no hizo lo mismo estos últimos 15 años que vivió blindado de impunidad parlamentaria? Dijo estas palabras al momento de llegar al edificio del Ministerio Público: “Si existiese alguna persecución penal en mi contra, se debe cumplir del debido proceso y que se me cite a cualquier tribunal, que yo tengo buena salud y estoy libre a partir del 14 de enero, que se termina el antejuicio del que gozo como diputado”. La activista por los derechos humanos, la jutiapaneca Aura Elena Farfán, dijo al ser consultada: “El ex jefe de Estado deberá explicar qué pasó durante la guerra interna y sobre los planes contrainsurgentes que se pusieron en práctica durante su administración de facto. Esperamos que en su primera declaración no empiece con amnesia o que diga que está enfermo. Él debe decir todo lo que le consta; aunque no tiene responsabilidad en el campo de batalla, sí la tiene de manera intelectual en el conflicto armado”.  Sobre Ríos Montt pesa una orden de captura internacional promovida por la Audiencia Nacional española y el hecho de comparecer le funcionó como un eficaz atenuante que condicionó en una buena medida la resolución de la jueza, lo que no exime de suspicacia a la juzgadora porque siendo un caso judicial atípico y de gran revuelo nacional e internacional, así como de gran gran carga moral para la Nación, pudo también haber asumido la resolución ese camino, con ese respaldo reflexivo más profundo, de espíritu y de sana crítica judicial o pensamiento lógico, para no caer en legalismos, en formalismos extremos, como parece ser la decisión de la juzgadora. Este atenuante le dio pauta legal a la jueza, que de algún modo, resultó lavándose las manos.

Ahora que Guatemala ratificó en esta semana el Estatuto de Roma (1998) o  Estatuto de la Corte Penal Internacional, el círculo judicial se le cierra aún más al general. La vuelta de tuerca avanza, pese a que a su favor funciona la retroactividad de la ley. La Corte Penal Internacional tiene, entre su competencia, juzgar los delitos siguientes: a) El crimen de genocidio, b) Los crímenes de lesa humanidad, c) Los crímenes de guerra, ch) El crimen de agresión. Pese a que el arresto domiciliar es poca cosa para quienes deseaban verlo ya confinado en la cárcel militar de Matamoros, la estrechas ventanas de esa ergástula le siguen haciendo ojitos pues el Ministerio Público no está satisfecho con la resolución de la jueza Flores y apelará para que el general duerma en la fría losa del cuartel y que no le estén rascando el piojito en su confortable casa de habitación. 








Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA.              

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