La noticia del enjuiciamiento del general
Efraín Ríos Montt, acusado de graves violaciones a los derechos humanos durante
la sangrienta guerra civil que asoló Guatemala, especialmente en el
período 1982-1983, en el cual el militar se constituyó en Jefe de Estado
absoluto, ha causado gran revuelo tanto nacional e internacional; al punto de
que hasta el New York Times, el periódico de mayor relevancia y vocero no
oficial del gobierno de los Estados Unidos hizo eco de tal acontecimiento en
una de sus ediciones diarias. Ante la magnitud y relevancia del juicio contra
el general acusado de genocidio, resulta sumamente desalentador que la jueza a
cargo de las primeras audiencias haya dictado un auto de prisión domiciliar a
favor del acusado, el general Ríos Montt. En todo caso y dada la gravedad de
las acusaciones criminales que pesan sobre el general, la jueza debió de haber
decretado, sin vacilaciones, que el general fuera detenido y recluido inmediatamente
en una celda y sin derecho a fianza. Debió de haber sido de esa manera, si se
quiere desde un principio dejar en claro que nadie está sobre la ley, que la
justicia marcha un poco mejor en esta Guatemala sin ley, pero desbordada de
impunidad. No se sabe de qué razones o atenuantes legales se habrá
valido la jueza Flores al emitir su fallo a favor del general y su equipo de
abogados, lo cierto aquí es que las especulaciones de todo tipo han empezado a
aflorar, y desde ya un fétido olor a pescado podrido empieza a impregnar
el ambiente. Hay que dejar en claro que el general Efraín Ríos Montt, no fue un
simple burócrata al servicio de la maquinaria de terror del Estado, como
especula Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalem: A
Report on the Banality of Evil, basado en el juicio del criminal de guerra
Nazi, Adolph Eichmann. La tesis de Arendt era que la gente como Eichmann (…)
puede que no sean locos fanáticos del todo, sino más bien individuos ordinarios
quienes simplemente aceptan las premisas del Estado y participan en cualquier
empresa o actividad con la energía de unos buenos burócratas. El
general Ríos Montt era el jefe absoluto de la maquinaria de terror del Estado,
no era un individuo ordinario. Cristian Tomuschat, el jurista alemán dijo: “Creyendo
que los fines justificaban todo, los militares y las fuerzas de seguridad del
Estado, actuaron ciegamente en su lucha anticomunista, sin respetar ningún
principio legal o los más elementales valores éticos y religiosos, perdiendo de
esta manera, cualquier semblanza de la moral humana.” A estas alturas
no se sabe si el general, a quien Ronald Reagan en un ataque de demencia,
elogió como un hombre de “gran integridad” personal, terminará enjaulado de por
vida en Matamoros o recluido en alguna habitación de su casa sumido en actos de
coprofagia; o postrado en estado de coma, como el Carnicero de Sabra y Shatila
o el general Romeo Lucas Caballeros que cómodamente con el mal de alzhaimer se
desconectó del mundo y acaso algunas mortificaciones de su pasado criminal.
Alguien quizás se aproximará a él y le recitará, del excelso
poeta Manuel Jose Arce, estas líneas del poema Sermón Presidencial: “Los
ancianos del pueblo/ venerables/ estaban decapitados en la plaza frente a la
iglesia/ No quedaba ni quien para contarlo/ Ni los perros/ y la prensa/ la
radio y la televisión repetían/ hoy lunes/ el sermón del domingo del señor
presidente/ general y pastor evangelista/ que comenzó diciendo: “Dios es Amor
Hermanos.” Marvin Najarro
A continuación estimados lectores de La Cuna
del Sol, el profesor Luciano Castro Barillas, nos brinda su opinión a cerca de
los pormenores del juicio contra el general Efraín Ríos Montt.
RÍOS MONTT CONTINÚA BLINDADO DE IMPUNIDAD
Por Luciano Castro Barillas
En el ocaso de su vida, un anciano que baja
gradas apoyándose en la pared, mueve a la consideración. Ríos Montt es eso en
este momento. El arrogante, vociferante, prepotente y energúmeno jefe militar
de la década de los 80 es sólo un recuerdo, no así sus hechos. Definitivamente
tiene responsabilidad en los crímenes de genocidio que se le imputan, no porque
lo haya ejecutado con mano propia, aunque sí con su consentimiento. Algunos
sectores conservadores y proclives a los militares tratan de excusarlo afirmando
que las Fuerzas de Tareade esos años eran unidades militares que se
iban por la libre y sus oficiales no necesariamente daban cuenta a sus
comandantes de las respectivas zonas militares de sus barrabasadas, lo cual en
gran medida es cierto. Sin embargo, los planes operativos contrainsurgentes
generales, lo planificado en el gabinete de los estados mayores (los planes
Victoria, Firmeza, etc.) eran una estrategia militar contrainsurgente
del Estado, lo cual lo sabía Ríos Montt. No puede aducir falta de conocimiento,
porque si no ¿qué clase de comandante en jefe del ejército era? Que haya
sido utilizado -por ser un militar famoso, ampliamente conocido-
por la mafia militarista de esos años no cabe la menor duda ocurrió,
aprovechándose de una de las grandes debilidades de este general bigotón y no
mal mozo en su juventud: su irrefrenable culto a la personalidad. De allí las
razones de llamarlo a integrar la Junta Militar, sin obviar el prestigio que
todavía en esos años gozaba de militar progresista, pues había realmente ganado
las elecciones generales en la década de los 70 postulado por Frente
Nacional de Oposición, que aglutinó a amplios sectores populares y
personalidades democráticas de esos años, entre otros, Alberto Fuentes Mohr y
Manuel Colom Argueta. Pero Ríos Montt ya en el poder empezó a desbarrar
-a cantearla, como dicen en Asunción Mita- y apartó del mando a los
coroneles de línea moderada Horacio Maldonado Schaad y a Francisco Luis
Gordillo. Se engolosinó con el poder y lo sacralizó, al punto de sustituir el
discurso político, propio de un gobernante; por la oratoria sagrada apoyada en
los textos bíblicos, indudable combinación letal en su mente, que le hizo
derivar también a muchos de sus seguidores a falsas conclusiones, en otras, que
el general era una insólita especie de profeta nacional, destinado a redimir a
la nación guatemalteca a través de la prédica y el castigo (Tribunales de Fuero
Especial, política de tierra arrasada, tortura y represión indiscriminada) para
redimir sus culpas. El demonio, el pecado, su purifica con el fuego; de la
tierra arrasada, para el caso. De esa galopante y alucinante locura no pudo
desmontarse jamás y como genio y figura hasta la sepultura, el
general el día de ayer volvió a apelar al conocido expediente de siempre
-su arrogancia- con el fallo de la jueza Carol Patricia Flores que,
personalmente, lo considero ajustado a derecho, en la medida que Ríos Montt se
presentó hace cosa de un mes voluntariamente al Ministerio Público para estar a
disposición de la justicia y su actitud colaboradora no constituye peligro de
obstaculización a la justicia o peligro de fuga. La resolución tampoco está
exenta de superficialidad, pues otra de las razones del porqué Ríos Montt se
presentó ante los órganos jurisdiccionales a rendir su primera declaración por
los delitos que se le sindican es porque, ciertamente, no haya para
dónde agarrar y no por un acto de gallardía militar. O sería mucho imaginar
que Ríos Montt se pasó de hombrecito, porque de ser así, ¿porque no hizo lo mismo
estos últimos 15 años que vivió blindado de impunidad parlamentaria? Dijo estas
palabras al momento de llegar al edificio del Ministerio Público: “Si
existiese alguna persecución penal en mi contra, se debe cumplir del debido
proceso y que se me cite a cualquier tribunal, que yo tengo buena salud y estoy
libre a partir del 14 de enero, que se termina el antejuicio del que gozo como
diputado”. La activista por los derechos humanos, la jutiapaneca Aura
Elena Farfán, dijo al ser consultada: “El ex jefe de Estado deberá
explicar qué pasó durante la guerra interna y sobre los planes
contrainsurgentes que se pusieron en práctica durante su administración de
facto. Esperamos que en su primera declaración no empiece con amnesia o que
diga que está enfermo. Él debe decir todo lo que le consta; aunque no tiene
responsabilidad en el campo de batalla, sí la tiene de manera intelectual en el
conflicto armado”. Sobre Ríos Montt pesa una orden de captura
internacional promovida por la Audiencia Nacional española y el hecho de
comparecer le funcionó como un eficaz atenuante que condicionó en una buena
medida la resolución de la jueza, lo que no exime de suspicacia a la juzgadora
porque siendo un caso judicial atípico y de gran revuelo nacional e
internacional, así como de gran gran carga moral para la Nación, pudo también
haber asumido la resolución ese camino, con ese respaldo reflexivo más
profundo, de espíritu y de sana crítica judicial o pensamiento lógico, para no
caer en legalismos, en formalismos extremos, como parece ser la decisión de la
juzgadora. Este atenuante le dio pauta legal a la jueza, que de algún modo,
resultó lavándose las manos.
Ahora que Guatemala ratificó en esta semana el Estatuto de Roma (1998) o Estatuto de la Corte Penal Internacional, el círculo judicial se le cierra aún
más al general. La vuelta de tuerca avanza, pese a que a su favor funciona la
retroactividad de la ley. La Corte Penal Internacional tiene, entre su
competencia, juzgar los delitos siguientes: a) El crimen de genocidio, b) Los
crímenes de lesa humanidad, c) Los crímenes de guerra, ch) El crimen de
agresión. Pese a que el arresto domiciliar es poca cosa para quienes deseaban
verlo ya confinado en la cárcel militar de Matamoros, la estrechas ventanas de
esa ergástula le siguen haciendo ojitos pues el Ministerio Público no está
satisfecho con la resolución de la jueza Flores y apelará para que el general
duerma en la fría losa del cuartel y que no le estén rascando el piojito en su
confortable casa de habitación.
Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA.
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