Emprender alguna acción desacostumbrada,
innovadora, difícil y hasta peligrosa, podría ser el actual dilema que la
recién inaugurada administración del presidente Otto Pérez Molina enfrenta, en
este caso con el sector empresarial guatemalteco que habituados a la evasión
fiscal y a tributar menos de lo aceptable, aunque fuera algo cercano al 35%,
que es lo que nominalmente pagan las corporaciones norteamericanas; será el
primer gran escollo a los planes de gobierno de la actual administración. Todo
mundo sabe y, como el mismo presidente lo hizo ver en su discurso de toma de
posesión, que Guatemala está al borde de la quiebra moral y económica. Ante
semejante realidad no le queda al gobierno más que amarrarse bien los pantaloncillos,
calzarse los guantes y dirigir los puños con decisión y firmeza hacia donde
corresponde, principalmente contra las transnacionales de la minería y el
petrloleo cuyas regalías son las más bajas del mundo y totalmente contrarias a
los intereses de los guatemaltecos (dan las mineras, por ejemplo, el 1% de
beneficio al Estado, contra el 49% de la misma empresa en China o el 37% en
México). El consenso como herramienta política puede servir a los fines del
gobierno siempre y cuando esto no signifique ceder o claudicar ante las
exigencias y posturas egoístas y antipatrióticas del sector empresarial
guatemalteco y sus aliados estratégicos internacionales. Según proyecciones, se
estima que el déficit fiscal para el corriente año rondara el 3% del Producto
Interno Bruto (PIB), lo que significa que el gobierno no contara con los
suficientes recursos económicos para hacerle frente a la enorme crisis en los
sectores de salud, educación, trabajo, vivienda, construcción y reparación de
las deterioradas redes viales y sobre todo el problema de la seguridad que se
espera consuma gran parte del tiempo y recursos del Estado. Ante tal
disyuntiva, el gobierno no se puede quedar de brazos cruzados como ha
sido la costumbre en Guatemala. El gobierno no puede constituirse en mendigo de
los empresarios, esperando que la buena consciencia de estos les haga
reflexionar y decidan contribuir un poco más de ese mísero como ridículo 12% de
sus ingresos como lo han venido haciendo hasta los actuales momentos. O ¿a
caso esperan los empresarios y el propio gobierno recurrir al endeudamiento
externo, o a las generosas remesas (5 mil millones de dólares) de los
guatemaltecos que residen en el extranjero? El gobierno de Otto Pérez Molina,
si en verdad está comprometido con llevar a cabo las reformas profundas y
estructurales de las que habló en su discurso, no tiene más opción que hacer
efectivo el poder que le ha otorgado el pueblo de Guatemala, gobernar para el
pueblo que tanto necesita del cambio y no para el sector económico que no
quiere ni desea cambio alguno. La prueba de fuego ha llegado, Guatemala no da
para más, la palabra o las palabras sino se materializan en acciones, sino se
materializan en la práctica, de nada sirven. Marvin Najarro
A continuación, en la última de tres entregas,
el profesor Luciano Castro Barillas comenta sobre la primera como crucial
prueba de fuego que habrá de definir de una vez por todas el rumbo de la
presidencia de Otto Pérez Molina.
PONIÉNDOLE EL CASCABEL AL GATO: LOS RICOS DE
GUATEMALA DEBEN PAGAR IMPUESTOS
Por Luciano Castro Barillas
La prioridad del gobierno de Otto Pérez
Molina en este momento de crisis financiera del Estado y para evitar el
crecimiento de las deudas debe ser el impulso inmediato de la Reforma Fiscal,
de lo contrario nada de lo ofrecido se podrá llegar a cabo pues todo proyecto
espiritual y material del hombre necesita de bases concretas; en este caso, el
dinero. Para nadie es un secreto que el sector empresarial guatemalteco es uno
de los más mezquinos del mundo, donde rentabilidades de un 8% (es la media en
los Estados Unidos, por ejemplo, y se valora como un buen negocio) resulta
despreciable y poco apetecible. Para un empresario guatemalteco, buen negocio
ha sido y ojalá ya no lo sea es aquel donde la ganancia anda por la cota del
300%, habida cuenta que un alto porcentaje de los impuestos del sistema
tributario de Guatemala se sustenta en la tributación indirecta, es decir, el
IVA, el cual es pagado diariamente, sin posibilidades de evasión, por la gran
mayoría de la población. De allí una de las explicaciones de la alta
aplicación del Sistema de Administración Tributaria. El Impuesto sobre
la Renta, ISR, ha sido el que siempre ha perdido el paso en la marcha nacional
de la tributación. Los grandes capitales han estado exentos de la real
tributación y con miles de subterfugio (doble contabilidad, por
ejemplo) han podido eludir sus compromisos. Por ello una rebaja del Impuesto
Sobre la Renta para las personas de altos ingresos es semejante a lo hecho por
todos los sectores del mundo a escala mundial: los banqueros sencillamente no
pagan y ansiosos acuden al papá Estado (luego que lo han
maltratado de mil maneras) cuando están con problemas de liquidez, aunque
afirman despreciar tal paternidad, según sean sus cariñitos neoliberales.
Mañana (20-01-2012) el Ministro de Finanzas
Públicas, Pavel Centeno, presentará al gabinete de gobierno su propuesta
de Actualización Tributaria (así le ha nombrado este gobierno
y ya no Modernización Tributaria) para ver la manera de mejorar los ingresos
del Estado y para romper el círculo de vicioso del endeudamiento creciente. Ese
nuevo paquete o acuerdo de tributación es probable que sea aceptado o
rechazado. Si ocurre esto último -conociendo la naturaleza egoísta de
este sector de la sociedad guatemalteca- a Otto Pérez Molina todo se le
hará cuesta arriba y si en algún momento pensó en la solidaridad de este
sector, el puño cerrado, duro, dejará de ser contundente y la mano se abrirá
para pedirles limosna. Es lo que esperamos los guatemaltecos que no ocurra
porque se necesita negociar o imponer la justicia tributaria en el país donde los pobres (ponderando los precarios ingresos) pagan más allá de lo
debido y los que tiene más de lo necesario viven desde siglos en el frenesí de
la acumulación monetaria. El Ministro de Finanzas declaró lo siguiente con
respecto a la reunión de mañana: (…) hay una expresión que siempre uso: los
impuestos son impuestos, porque efectivamente son impuestos, y por supuesto
la idea del presidente fue consensuarla con todos los sectores, principalmente con
los sectores que se han opuesto a estas medidas. Lo que hicimos fue recoger
las ideas que todos plantearon; analizarlas, estudiarlas, hacer
contrapropuestas y, finalmente, llegamos a un documento que vamos a presentar
al gabinete.
Se espera con esta medida recaudar en los
cuatro años de gobierno unos cuatro mil quinientos millones de quetzales,
además se contempla también con la promulgación de la Ley Antievasión II la
recaudación de mil doscientos millones de quetzales. Todo esto aliviaría en
buena medida la crisis financiera del Estado guatemalteco, aunque con la
profundidad y ramificación de tanto problema social, económico y político no
deja de ser insuficiente. No olvidemos que Guatemala es el país en América Latina
que tiene la más baja tributación -el 12%- en relación con su
Producto Interno Bruto, PIB y que un gran porcentaje de los impuestos
recaudados están fundados en la tributación indirecta que se paga diariamente,
puntualmente por los sectores populares cuando compran huevos, azúcar o
frijoles.
Ahora bien, desde el punto de vista
político (Marx decía que la política es la expresión concentrada de la
economía), una renuencia a pagar significará de manera inmediata para el
gobierno de Otto Pérez Molina un balde de agua fría y se activará de manera
automática la primera gran crisis política de este gobierno pues sus supuestos
aliados se saldrían por la tangente y no estarían pensando en el compromiso con
la Nación -que es lo que espera el presidente- si no, como siempre,
en sus intereses de grupo. Pero quien tiene el poder tiene que ejercerlo y como
en el actualmente momento cuenta con el respaldo de la población y la coyuntura
debería aprovecharla, los impuestos, como dice el Ministro de Finanzas, deben
imponerse, pues este país ya no da para más. De lo contrario, si el
fracaso del gobierno de Alvaro Colom fue sobradamente obvio en los dos
últimos años; el de Pérez Molina lo sería al mes de empezado. Todo será asunto
del carácter y de mano dura esgrimida por el presidente en su campaña pues
estamos por acceder a un nuevo futuro si hay personalidad política o nos
abocamos a la más terrible decepción y fuerte confrontación social. Ya no
hay salidas. El tiempo nos cogió y cual barco a la deriva por el rompimiento
del timón, encallaremos justo en la catástrofe tantas veces anunciada: la
explosión social.
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