Ríos Montt, en ese momento, era
el conductor del show quien contaba con la ayuda de su gabinete del cual dos tercios
-como el mismo dictador- habían estudiado en la SOA (Escuela de las Américas). Estos
fueron los hombres que desataron la “Operación Sofía” sobre las comunidades
mayas: documentos en el sitio web del National Security Archives demuestran que
altos rangos en el gobierno de Guatemala estuvieron envueltos en su
planeamiento y dirección.
UN PROTEGIDO DE LOS EEUU
FORZADO A ENFRENTAR EL
PASADO
Por Nick Alexandrov
Efraín Ríos Montt, el antiguo
dictador de Guatemala puede que todavía tenga que enfrentar las consecuencias
de sus acciones. El pasado lunes el juez Miguel Ángel Gálvez anunció que
ambos Ríos Montt, de 86 años, y el también ex general José Mauricio Rodríguez Sánchez, tendrán que “ir
a juicio bajo cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad”, escribió Elisabeth Malking en el New York Times. De
acuerdo con los estándares del Times, el
artículo deja unas cuantas cosas sin mencionar, entre ellas, el hecho de que Ríos
Montt completó un curso de adiestramiento en la Escuela de las Américas (SOA) tres décadas
antes de tomar el poder. La escuela es ahora conocida con el nombre de Western Hemisphere Institute for Security
Cooperation o WHINSEC, pero de acuerdo al testimonio de uno de sus antiguos
instructores, “aparte del nombre no hay cambios sustantivos”. Los catorce meses
de gobierno dictatorial del antiguo general fueron brutales, aun para los estándares
que la SOA ha establecido para sus graduados: De acuerdo a Amnistía
Internacional “se estima que 70,000 civiles desarmados fueron muertos o
desaparecidos, cientos de miles fueron desplazados internamente. La “Operación Sofía”
del general fue “dirigida a masacrar a miles de campesinos indígenas”, explica
el sitio web del National Security Archives –y fue del todo exitosa, dado las
600 aldeas mayas que fueron destruidas.
EL National Security Archives esta residenciado en la Universidad George
Washington, que vale la pena tener en mente. El hecho que una prominente
universidad pueda llevar el nombre del hombre que los Iroquois apodaban el “Destructor
de Pueblos” en los años 1770 dice mucho a cerca de la cultura intelectual
prevaleciente en este país y de su sentido de la historia. El jefe Seneca,
Cornplanter, explicó que, siempre que el alguien mencionaba el nombre los
Padres de la Patria, “nuestras mujeres volteaban hacia atrás la mirada y se ponían pálidas y
nuestros niños se colgaban al cuello de sus madres”. A este respecto, Washington
fue apenas un innovador y similar al hombre que, siglos más temprano, “se lanzó
por todo el territorio, atacando las masas congregadas de nativos enfermos y
desarmados y masacrándolos por miles”. Ese hombre fue Colón y su desenfrenada
orgia asesina por el territorio de la Hispaniola en marzo de 1495 es descrita
por el historiador David Stannard. Ríos Montt ha sido un valioso heredero de
este barbarismo occidental.
Y sus políticas estaban de acuerdo con las metas de Washington para la región.
Cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin, los estrategas del
Departamento de Estado de los EEUU escribieron sobre el “problema”, como ellos
lo miraban, con “las otras repúblicas de América”, las cuales estaban “manifestando
un fuerte espíritu independentista y una ardorosa insistencia por una soberanía
completa”. Esto era una molestia que presentaba dificultades para los esfuerzos
de Washington de asegurar derechos a “largo plazo para el uso…de ciertas bases
navales y aéreas”, y su deseo “por mantener las economías” de las naciones de América
Latina en concordancia con sus principios –“del todo alejadas de la equidad,
esto es para el propio interés de los Estados Unidos” así lo enfatizaban los
estrategas de Washington.
Estas declaraciones aparecen en
documentos de 1943-45, indicando que el consiguiente apoyo de Washington a las
dictaduras tenía poco que ver con “el clima de la Guerra Fría”, deformando lo
que de otra manera eran las buenas intenciones de los oficiales de EEUU. Desde
la perspectiva de estos hombres, Guatemala, al aproximarse el final de la
segunda guerra mundial entró en una década de crisis prolongada. En
1994, una revuelta popular depuso a Jorge Ubico, el dictador al que Washington
apoyaba. Su sucesor, Juan José Arévalo quien ganó abrumadoramente las elecciones
para presidente celebradas ese diciembre, empezó un proceso democratizador en
el país. En 1951, los votantes eligieron a Jacobo Árbenz, cuya Ley de
Reforma Agraria, era parte de una estrategia para limitar el poder de las
grandes corporaciones. Bajo Ubico, explica Susanne Jones, el gobierno estuvo “activo…protegiendo
y subsidiando (pero nunca regulando o restringiendo) a la empresa privada”, además,
mientras reprimía a la mayoría de la población y mantenía pobres, aterrorizados
y atomizados a los trabajadores, las altas ganancias de las empresas
continuaban.
Pero en definitiva fue el “cada vez más fuerte espíritu independentista” de
los guatemaltecos bajo Árbenz, más que ninguna política específica
que limitaba, digamos, la capacidad de la United Fruit Company para operar, lo
que llevó a su caída en un golpe de Estado orquestado por la CIA en 1954. Ese
derrocamiento, no sin dificultades, fue uno de los intentos más tempranos de la
CIA: un oficial, como lo reveló el antiguo historiador miembro de la CIA,
Nick Cullather, “arengó a sus descorazonadas tropas con el recordatorio
de que la moral de los Nazis en el invierno de 1932, justo antes de la toma del
poder en la primavera de 1933, se encontraba en su punto más bajo”. Al quedar Árbenz
fuera de la escena, el gobierno de Guatemala empezó a actuar bajo las
instrucciones de la embajada de los Estados Unidos, persiguiendo y torturando a
miles de supuestos subversivos en un esfuerzo por someter de nuevo a la población
por medio del terror. Bajo estas condiciones, el público poco podía hacer para
protestar, digamos, el Código del Petróleo, en 1955, el cual según Jones, fue
escrito en inglés y como una “medida obsequiosa” hacia las compañías
extranjeras.
En 1960 y de acuerdo con las disposiciones de Washington se dio una restructuración
de las fuerzas de seguridad, se aumentó al doble el tamaño del ejército y se
creó la Policía Militar Móvil, expandiendo el alcance del Estado dentro de las
comunidades rurales. Estos cambios coincidieron con el entrenamiento de
unidades contrainsurgencia por los EEUU, tanto en la escuela de las Américas,
como en el país, tal y como quedó demostrado cuando el coronel John D. Webber
viajó a Guatemala en 1966 para supervisar la instrucción de los nuevos
escuadrones. Al contrario y a pesar de la retórica oficial, la represión del
gobierno era “totalmente desproporcionada en relación a la fuerza de la
insurgencia”, de acuerdo a los autores del reporte de 1999 de la Comisión del
Esclarecimiento Histórico apoyada por la ONU –en términos simples, fue terror
de Estado, debido a lo cual quizás unas 8,000 personas terminaron pagando el
precio entre 1966 y 1968. Pero las cosas no estaban del todo mal. En 1962, un
reporte del Chase Manhattan Bank hacía referencia al “clima más favorable para
los negocios” de la era post Árbenz, en la que sus autores tenían confianza
que los negocios “empezarían a repuntar”.
Los esfuerzos para aplastar hasta el menor indicio de políticas progresistas
se intensificaron en los años que siguieron
y continuaron con ferocidad absoluta en los años 1980. El periodo entre
1981-1983 fue en el que “agentes del
Estado de Guatemala, dentro del marco de las operaciones de contrainsurgencia –desarrollado
con la ayuda de Washington, que no debe ser sobreestimado- “cometieron actos de
genocidio contra grupos de pobladores mayas”, de acuerdo con la Comisión de la
Verdad de 1999. Ríos Montt, en ese momento, era el conductor del show quien
contaba con la ayuda de su gabinete del cual dos tercios -como el mismo
dictador- habían estudiado en la SOA (Escuela de las Américas). Estos fueron
los hombres que desataron la “Operación Sofía” sobre las comunidades mayas:
documentos en el sitio web del National Security Archives demuestran que altos
rangos en el gobierno de Guatemala estuvieron envueltos en su planeamiento y dirección.
Otro reporte de los derechos humanos, compilado por la Oficina de Derechos
Humanos del Arzobispado, le da sentido a lo que un “clima más favorable para
los negocios” se refiere. Un testimonio recuerda “los cadáveres quemados,
mujeres empaladas y enterradas como si fueran animales listas para ser asadas,
y niños masacrados y mutilados con machetes”. Un segundo testimonio describió como los soldados ataron a una
familia dentro de una casa y luego le prendieron fuego, un niño de dos años de
edad se encontraba entre los que murieron quemados. Otro relata como una mujer preñada “en su
octavo mes” se encontró cara a cara con las fuerzas contrainsurgentes: “ellos
le cortaron el vientre y le sacaron al pequeño y lo lanzaron alrededor como a
una pelota”. Y en 1980, después de dispararle a una mujer impedida, un grupo de
soldados, “dejaron sus mochilas y la arrastraron como a un perro hacia la
rivera del rio. Ellos la violaron y la mataron”.
Estos son solo cuatro ejemplos de miles y parte de una política más extensa
de brutalizarían por la cual, en particular, el ministro de Defensa, Héctor
Gramajo Morales, carga con gran responsabilidad. Oficiales de los Estados
Unidos le rindieron honores por sus esfuerzos en la ceremonia de graduación de
1991 en la Escuela de las Américas en Fort Bening, GA, después de la cual la Harvard’s
John F. Kennedy School of Government lo premio con la beca de estudios Mason. Samantha
Power, cuyo trabajo ganador del Premio Pulitzer, “A Problem from Hell” nunca
menciona a Guatemala, enseñó en la Kennedy School antes de que Obama
la seleccionara para su Consejo de Seguridad Nacional, confirmando el estatus
de Harvard como refugio seguro para aquellos que contribuyen a la causa de
negar el genocidio en Guatemala. Pero en las arenas civilizadas, parece muy difícil
librarse de acusaciones de haber supervisado la matanza de miles -una de las
tantas razones del por qué se le debe poner toda la atención al desarrollo
del juicio a Rios Montt.
Traducido del inglés por Marvin Najarro
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
3 comentarios:
El mejor presidente que ha tenido Guatemala ha sido Rios Mont. Un extranjero no tiene derecho a opinar!
Este es un espacio de libre opinion, sin discriminacion de ninguna clase. El hecho de que usted estimdo anonimo pueda opinar sin ser sensurado es una muestra de nuestro compromiso con ese sagrado cocepto de la "libertad de opnion". Siga opinando.
No tengo derecho a criticar mi gobierno? Gracias por la traduccion, Marvin!
Publicar un comentario