Finalmente y como se había
anticipado la temporada de caza o la cacería desatada contra el rebelde ex
policía de los Ángeles ha llegado a su final, con el acorralamiento y posterior
ejecución de Christopeher Dorner quien
fue quemado vivo dentro de una cabaña en la zona de Big Bear. Toda esto ocurría
en el preciso momento en que el presidente Obama pronunciaba su discurso sobre
el estado de la nación. Los sheriffs del condado de San Bernardino sabiendo
perfectamente lo que estaban haciendo, quemaron vivo a Christopher Dorner. La
vida y la muerte de él nos ofrecen una imagen mucho más clara del estado de
esta nación que el discurso del presidente o el comentario de los serviles y
cómplices medios de prensa. La brutalidad policial, el racismo y la
irresponsabilidad política, la falta de oportunidades económicas y la muerte
extrajudicial de todo aquel al que se considere un enemigo del Estado ponen a
las claras el verdadero estado de la nación. Un millón de dólares fue el precio
puesto a la cabeza de Dorner.
TEMPORADA DE CAZA
Por Marvin Najarro
No se trata de los lobos y coyotes en el estado de Montana, como tampoco,
de los osos polares que encima de estar siendo diezmados por el efecto
invernadero en su hábitat, ahora tendrán que sufrir las consecuencias de la
ambición de las compañías petroleras que
están explorando en esas descongeladas aguas y quienes quieren tener el derecho
para matar a los osos polares y a otras especies propias de ese ecosistema y
que viven en las proximidades de las áreas de exploración petrolera. Su
eliminación será categorizada como “incidental” e “insignificante” o como quien
dice “daño colateral”, similar al que está provocando la cacería humana
-próximamente a ser rodada por Holliwood- del ex policía del condado de Los Ángeles,
Christopher Dorner, quien tiene en estado de pánico a todo el Departamento de
Policía de Los Ángeles hacia quienes va dirigida su furia vengadora.
La implacable persecución desatada contra Dorner ya ha cobrado sus primera
víctimas inocentes, entre ellas, dos mujeres latinas que trabajaban entregando
periódicos y a quienes la policía abatió sin consideración de ninguna clase,
solamente por el parecido de la camioneta que ellas conducían con la del
fugitivo Dorner. Ellas y las otras dos mujeres muertas son únicamente víctimas
del “daño colateral”, práctica común de la justicia americana, sea en Paquistán
o Afganistán o, en cualquier calle de una ciudad norteamericana brutalizadas
por el poder y la violencia policial. Después de todo así es como funciona
América. Las muertes indebidas son necesarias cuando lo que se persigue es el
interés y la seguridad de la nación, así lo proclama el gobierno. Alguien como
Dorner entiende muy bien el concepto del
“daño colateral” pues él ha sido entrenado por el militarismo imperialista
norteamericano.
Algunas veces necesitamos que muera gente inocente para que otras personas
inocentes puedan estar seguros –o algo así nos ha dicho el comandante en jefe.
Es rutinario en una nación constantemente sacudida por los actos violentos
de individuos el inmediatamente atribuírselos a desquiciados mentales, otro
loco que ha cometido actos impensables, el hecho sobresale y habla por la
persona, vean lo que ha hecho, de seguro que tiene que estar loco. Así lo entiende y acepta la mayoría del público ante la intensa
campaña desinformativa de los medios de comunicación en concordancia y en relación simbiótica con el
sistema.
Lo que ellos quieren, explican G. Ciccariello-Maher y Mike King en Counterpunch, es que
usted vea simplemente a otro Adam Lanza, otro acto inexplicable, y cuando el
hecho habla por el asaltante, las palabras son secundarias y no hay necesidad
de escuchar. Pero esto no es y, nunca ha sido, una buena manera de entender la
realidad. Lo que ellos quieren que usted olvide es la rareza pura de lo que
esta pasando en Los Ángeles. Christopher Dorner supuestamente mató a un
oficial de policía y a dos civiles. Este no fue el tiroteo al azar de un
derechista tarado lamentando la perdida de la “Real America”. Aquí tenemos a un
hombre con cosas muy buenas que decir a cerca de los demócratas liberales, un
partidario de un estricto control de armas, un ex oficial del Departamento de
Policía de Los Ángeles y reservista de la Marina, atacando a su propia
institución a la que ha acusado de racismo, violencia y corrupción.
Aparte de todas la peculiaridades que rodean el caso del perseguido ex
policía de la cuales los medios de comunicación han tomado y propagado solo
aquellas que lo hacen parecer como un loco, en el fondo las acciones y las
denuncias de Dorner hechas públicas en un manifiesto online tienen que ver con
los males estructurales que plagan al DPLA, uno de los más brutales y corruptos
de todo el país. No es que las denuncias hechas por Dorner sean una novedad,
pues todo mundo, en especial las llamadas minorías, negras y latinas que
habitan en los guetos angelinos lo saben y lo han experimentado en carne propia
desde hace largo tiempo. Basta con platicar con cualquier persona que resida o
haya residido ahí para enterarse de la realidad de la vida de esas comunidades
bajo la vigilancia y la presencia de esa desalmada y racista fuerza policial.
El escándalo que han generado las revelaciones de Dorner es que, vienen
precisamente de alguien que como miembro del DPLA fue parte y testigo de la
conducta criminal de ese cuerpo policial que, en muchas ocasiones, como en el
caso de Rodney King, y el cual menciona en sus declaraciones, los policías
involucrados en ese acto de brutalidad fueron promovidos no penalizados. “Soy
un hombre que ha perdido toda su fe en el sistema, cuando el sistema me
traicionó, me difamó y calumnió”, declara Dorner, quien fuera despedido
por denunciar ante sus superiores los actos de brutalidad de sus compañeros
policías. Él es un hombre -un patriota como él se define, no por su servicio
militar sino porque está en su ADN- que ha mirado dentro del negro abismo de la
corrupción y del que ha decidido vengarse, tratando de que el DPLA experimente
lo que han sentido la victimas que el departamento ha perseguido.
Los parámetros de violencia sufridos diariamente por los pobres residentes
de los Ángeles y que él ha presenciado lo ha llevado a responder, urgiendo:
ciudadanos/no combatientes, no le brinden ayuda médica a los oficiales
heridos/enemigos combatientes. Ellos no harían lo mismo por ustedes. Ellos
dejaran que se desangren…no les rindan honores a estos oficiales
caídos/basuras. Cuando los miembros de su familia mueren, ellos simplemente los
ven como un extra tiempo extra en la escena de un crimen y en un perímetro.
¿Por qué tienen ustedes que valorar las vidas de ellos cuando claramente ellos
no valoran las de ustedes ni las de los miembros de su familia? Las acciones
del ex policía Dorner son vistas como heroicas y él es considerado un héroe
entre esas comunidades que han sido el blanco de la represión y agresión
racista de la policía de los Ángeles.
En definitiva no hay nada atractivo a cerca de las acciones desesperadas de
un hombre que muy pronto será eliminado, pero al menos es nuestro deber tratar
de comprender. Para ser claros y de acuerdo al estupendo análisis de George Ciccariello-Maher y Mike King: La
proclama de Dorner no es un manifiesto revolucionario y él ciertamente no captó la
relación estructural entre ocupación y la brutalidad de DPLA, pero sus
declaraciones y sus acciones son profundamente sintomáticas de un mal social
que no menciona. Si el adagio, “tu cosechas lo que siembras” no fue el eslogan
de la semana en la que fue asesinado en un polígono de tiro en Texas el
impenitente francotirador Navy Seal, Chris Kile quien abrazó la
deshumanización asesina de su profesión, esto es ahora innegable.
Dada su función social, el DPLA simple y sencillamente no puede ser otra
cosa que brutal y racista, y como para demostrar el punto de Dorner, la
respuesta, como lo prueba el caso arriba mencionado de las dos mujeres latinas,
ha sido brutal, con un claro intento de matar sin tratar de identificar
previamente a las víctimas. Tirar a matar a todo aquello que se mueva es la
norma de un departamento de policía que ha estado a la vanguardia en su rol
policial racista en los Estados Unidos desde el reclutamiento de policías
blancos supremacista en los años 1960 que dieron lugar a los motines del
vecindario Watts en 1965.
Al final y cuando todo el circo de la cacería creada por los medios de comunicación haya
terminado y se haga necesario un evaluación profunda de este último incidente,
algo que tendrá que quedar muy en claro es, la inextricable convergencia entre
las tácticas contrainsurgentes -y el daño colateral resultante- empleadas por
los militares estadounidenses en varios países alrededor del mundo y las
empleadas por la fuerzas policiales en su propio territorio. Como lo declaran G.Ciccariello-Maher
y M. King, el violento traslape entre la guerra moderna y la acción policial
interna, del cual Dorner es un extraño subproducto, es especialmente agudo
entre los oficiales de policía que retornan como veteranos de Afganistán e
Iraq. Los altos niveles de DSPT y violencia entre los veteranos en general, es
amplificado, no solo a través de un trabajo que confiere poder, y algunas veces
requiere el uso de fuerza mortal, sino porque los actuales métodos de patrullaje policial urbano se han entrelazado con los objetivos generales,
lógica estratégica y la práctica diaria, de la contrainsurgencia.
Dorner no fue un radical, (la temporada de caza ha terminado, él fue encontrado,
acorralado y quemado vivo dentro de una cabaña en la zona de Big Bear, en el
momento en que el presidente Obama pronunciaba su discurso anual sobre el
estado de la nación) pero, su corta historia, contrario a lo maliciosamente
difundido por los complacientes medios de prensa, no fue simplemente la de un hombre
emocionalmente desbaratado o la de una venganza individual. Dorner fue el
producto de la brutalidad y el racismo ordinariamente practicados y encubiertos
por un departamento de policía corrupto. Esas son las cuestiones que dieron
lugar a la rebelión de Dorner y que han resonado enormemente dentro de las
comunidades que diariamente soportan la realidad de las acciones policiales. La
simpatía y el apoyo que él recibió es un claro indicador de las
estructurales y profundas desigualdades sociales que dieron lugar a forjar la senda de la vida de Dorner y de
su violento final. En un reciente artículo sobre Dorner el gran historiador
radical Mike Davis, concluye con la siguiente interrogante. “¿Hay quien admire
y celebre a Dorner?” Lo peculiar es que,
para bien o para mal, no hay manera de negar que la respuesta es, “si”.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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