Para muchos de los inmigrantes
latinos que viven en una ciudad como Stamford, una de las más ricas y pujantes
del Estado de Connecticut, pero sobre todo muy segura, si se compara con otras
ciudades en los EE.UU o países como Guatemala, Honduras, El Salvador y México,
y donde los casos de brutalidad policial son mínimos, crimines violentos como
el cometido contra el inmigrante guatemalteco Antonio Muralles no dejan de
producir una sensación de angustia, temor, impotencia y vulnerabilidad. Llegaron
aquí en busca de mejores condiciones de vida, en muchos casos huyendo de la
pobreza y la violencia que azota sus países de origen solo para encontrarse con
la triste realidad que aquí al igual que los lugares que abandonaron, la vida
no vale nada.
LA VIDA NO VALE NADA
El crimen fue brutal, Antonio Muralles un inmigrante guatemalteco de 52
años, trabajador muy dedicado como la mayoría de sus connacionales y con
esperanzas de algún día retornar a su país de origen, fue violentamente
asesinado de varias cuchilladas por un grupo de jóvenes negros de entre 15 y 22
años. El crimen tuvo lugar el 11 de marzo en uno de los lugares más céntricos y
exclusivos de Stamford, una de las ciudades más afluentes del sur de
Connecticut y considerada por su bajo índice de criminalidad entre las más
seguras a nivel nacional. El motivo de semejante acto barbárico fue una mancha
de café accidentalmente ocasionada por el inmigrante guatemalteco quien salía
de un restaurant de comida rápida y tuvo el infortunio de tropezar con sus
agresores, quienes a pesar de las disculpas ofrecidas por el inmigrante,
decidieron atacarlo de manera violenta e irracional arrebatándole la vida de
manera despiadada. Según los medios de prensa, el homicidio es el primero que
se comete en la ciudad en lo que va del 2015.
Para una población acostumbrada a observar desde el confort de sus hogares a
través de la television o You Tube, los indescriptibles actos de violencia
criminal que a diario se cometen en otras partes del mundo, las características
del crimen, del lugar, de la víctima y sus victimarios los sitúa frente a una
situación donde la incredulidad, el repudio, la consternación y el temor se
conjugan con las nociones preconcebidas y los prejuicios prevalecientes en
amplios sectores del público cuando se trata de encontrar respuestas o juzgar
la naturaleza o las causas de actos criminales violentos como el descrito. Veamos
por ejemplo este comentario publicado en Live Leak:
“Y la gente me llama racista debido a mi política de disparar primero en el
instante que un salvaje se aproxima a 10 pies de mí. ¿Todavía pretenden que
ellos son normales como todos los demás? ¿Todavía quieren actuar como si su
reiterada inclinación al crimen es la misma que la de cualquier otro grupo? La
pobre victima puede que sea o no un ilegal, pero de cualquier manera, su
excreta tiene más valor que cualquiera de esos fuera de control, violentos
salvajes del gueto. Absolutas alimañas malditas. Nunca relajarse cuando hay
negros a su alrededor”.
Ante una opinión así, uno no puede más que manifestar su total repudio pues
es evidente el nivel de odio y rechazo existente. Sin embargo, no es un sentimiento
que únicamente se le puede achacar a ciertas personas o grupos particulares que
manifiestan ese tipo de prejuicios raciales. Por lamentable que parezca, es un
sentimiento compartido por un buen segmento de la comunidad latina inmigrante
sin importar su origen nacional o condición migratoria.
La explicación es sencilla; es el grupo que con mayor frecuencia es víctima
de las acciones criminales perpetradas en su mayoría por individuos de piel
negra. Esto tampoco quiere decir que no sean víctimas de criminales de su
propia comunidad, aunque comparativamente hablando, en menor escala. Tampoco
significa que este sentimiento sea producto de un marcado racismo, sobre todo
si se toma en cuenta la diversidad de la comunidad latina y que entre sus
miembros existen también afrodescendientes. El sentimiento simple y llanamente tiene
que ver con el comportamiento criminal y sobre todo, esa inclinación del
delincuente afroamericano a ver al latino inmigrante como su víctima preferida.
Este sentimiento de ser considerado el blanco predilecto -“un cajero automático
ambulante”- tal y como se hizo público
hace un tiempo en referencia a los inmigrantes guatemaltecos, hace imposible cualquier
reflexión sobre las posibles causas subyacentes, como la discriminación, el
racismo y la exclusión social y económica que podrían llevar a encontrar
respuestas sobre la disposición al crimen entre algunos miembros de la
comunidad negra. Desafortunadamente cuando se ha sido víctima y se ha sido constantemente
atacado la primera y más lógica reacción es ver al atacante como malvado, con
una inclinación natural a delinquir y como tal no merecedor de ninguna consideración.
Si alguien durante los sucesos de Ferguson se hubiera tomado la molestia de
conducir una encuesta de opinión entre los inmigrantes latinos seguramente se
habría sorprendido ante las respuestas.
Las características del crimen perpetrado contra el trabajador inmigrante
originario de Guatemala, la alevosía, la saña, el total desprecio hacia la vida
del otro exhibida por los atacantes, no han hecho más que acrecentar esos
sentimientos en el inmigrante latino, pues no hay manera de aceptar o inventar
otras explicaciones que no sean aquellas que se origina en su experiencia
cotidiana de tener que sufrir en su humanidad los efectos traumatizantes de
esa delincuencia en las calles o en los vecindarios donde viven. Por otra parte
y aunado a lo anterior, existe la sensación de que a pesar de compartir en
muchos casos los mismos vecindarios y niveles similares de pobreza y
marginalización, el latino inmigrante es visto por sus vecinos afroamericanos
con desprecio, como alguien inferior, lo que quizá sea interpretado por algunos
de ellos como tener licencia para actuar contra él con total impunidad. Antonio Muralles fue violentamente asesinado
por un incidente trivial, el robo ni siquiera se ha considerado como el posible
móvil del crimen.
Para muchos de los inmigrantes latinos que viven en una ciudad como
Stamford, una de las más ricas y pujantes del Estado y sobre todo muy segura,
si se compara con otras ciudades en los EE.UU o países como Guatemala,
Honduras, El Salvador y México, y donde los casos de brutalidad policial son
mínimos, crimines violentos como el cometido contra el inmigrante guatemalteco
no dejan de producir una sensación de angustia, temor, impotencia y
vulnerabilidad sobre todo si se toma en cuenta que muchos han llegado aquí
huyendo no solo de la pobreza, sino también de la violencia crónica que azota sus
países de origen donde la vida prácticamente no tiene ningún valor. Resulta
paradójico entonces que en busca de mejore condiciones de vida, lejos de sus
países y sus familias mucho se topan con
la triste realidad de que aquí también la vida no vale nada, especialmente si
se es un inmigrante latino, legal o ilegal.
Por ultimo queremos expresar a los familiares de Antonio Muralles, nuestras
más sinceras condolencias y que sus restos descansen en paz.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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