Evidentemente el Imperio
está lanzado en una catastrófica fuga militar hacia adelante extendiendo sus
operaciones hacia todos los continentes, nos encontramos en plena guerra
global. Ni los grandes medios de comunicación, ni los más importantes
dirigentes internacionales han registrado públicamente el hecho, todos hablan
como si viviéramos en tiempos de paz, solo en unos pocos casos aparecen algunos
de ellos advirtiendo sobre el peligro de guerra mundial o regional.
AMÉRICA LATINA EN LA
DINÁMICA
DE LA GUERRA GLOBAL
Por Jorge Beinstein
Todo al mismo tiempo: al promediar el mes de marzo de 2015 Estados Unidos
acaba de dar un salto cualitativo de claro perfil belicista en sus acciones
contra Venezuela, también desarrolla ejercicios militares en países limítrofes
con Rusia en la llamada operación “Atlantic Resolve”, algunas de esas
operaciones son realizadas a unos cien kilómetros de San Petersburgo[i] ,
además se intensifican las informaciones acerca de una nueva ofensiva del
gobierno de Kiev contra la región de Donbass[ii], aumenta la circulación de
naves de guerra de la OTAN en el Mar Negro, continúan las viejas guerras
imperiales en Irak y Afganistan a las que se agregó luego la ofensiva contra
Siria (pasando por Libia)... y mucho más...
Evidentemente el Imperio está lanzado en una catastrófica fuga militar
hacia adelante extendiendo sus operaciones hacia todos los continentes, nos
encontramos en plena guerra global. Ni los grandes medios de comunicación, ni
los más importantes dirigentes internacionales han registrado públicamente el
hecho, todos hablan como si viviéramos en tiempos de paz, solo en unos pocos
casos aparecen algunos de ellos advirtiendo sobre el peligro de guerra mundial
o regional. Una excepción reciente es la del Papa Francisco cuando afirmó que
actualmente nos encontramos ante una “una tercera guerra mundial” que él
describe como desarrollándose “por partes” aunque sin señalar a los
contendientes y haciendo vagas referencias a “la codicia” y a “intereses
espurios” con el lenguaje entre confuso y jesuítico que lo caracteriza[iii] .
Cada mes agrega algún indicador anunciando la proximidad de una nueva
recesión global mucho más fuerte y extendida que la de 2009. El capitalismo
empezando por su polo imperialista se ha ido convirtiendo velozmente en un
sistema de saqueo donde la reproducción de fuerzas productivas queda
completamente subordinada a la lógica del parasitismo. Las elites imperiales y
sus lumpenburguesías satélites “necesitan” superexplotar hasta el exterminio
recursos naturales y mercados periféricos para sostener las tasas de ganancia
de su decadente sistema productivo-financiero.
Las tendencias globales hacia la decadencia económica se expresan de
múltiples maneras en el día a día entre ellas la volatilidad de los precios de
las materias primas, por ejemplo el petróleo, llave maestra de la economía
mundial, cuyo estancamiento extractivo (que no ha conseguido ser superado por
el show mediático en torno del “milagroso” petróleo de esquisto) se combina con
desaceleraciones de la demanda internacional como ocurre actualmente sumadas a
golpes especulativos y geopolíticos que convierten a los mercados en espacios
inestables donde las maniobras de corto plazo imponen la incertidumbre.
El cortoplacismo especulativo hegemónico engendra paquetes tecnológicos
depredadores como la minería a cielo abierto, la fractura hidráulica o la
agricultura en base a transgénicos acompañados por operaciones políticas y
comunicacionales que degradan, desarticulan sistemas sociales buscando
convertirlos en espacios indefensos ante los saqueos.
El optimismo económico de la época del auge neoliberal ha dado paso al
pesimismo del “estancamiento secular” pregonado ahora por los grandes expertos
del sistema[iv]. Ellos indican que la salvación del capitalismo no llegará
desde la economía condenada a sufrir recesiones o crecimientos insignificantes,
mejor no hablar demasiado de esos tristes temas. Entonces la guerra asciende al
primer plano, las acciones militares ocupan el centro del terreno, cada día nos
ofrece alguna batalla, alguna masacre protagonizada por tropas regulares o
mercenarios, algún bombardeo, alguna amenaza de ataque en Europa del Este,
Asia, África o América Latina. Los medios de comunicación nos apabullan con
esas noticias sin embargo nadie habla de guerra global.
Todo ocurre como si la dinámica de la guerra se hubiera autonomizado pero
empleando un discurso embrollado, difícil de entender. Pero así como los
superpoderes de los hombres de negocios de los años 1990 no eran independientes
sino compartidos al interior de una compleja trama de poderes (políticos,
mediáticos, militares, etc.) que en términos generales suele denominarse como
“clase dominante” también la aparente autonomía de lo militar nos dificulta ver
a las redes mafiosas de intereses donde se desdibujan las fronteras entre sus
componentes. Las elites de la era neoliberal han sufrido cambios decisivos, han
experimentado mutaciones que las han convertido en clases completamente
degeneradas que cada vez más solo pueden acudir a la fuerza bruta, a la lógica
de la guerra. No se trata entonces que la componente militar se autonomiza sino
más bien que las elites imperialistas se militarizan, ya no seducen con ofertas
de consumo más algunas dosis de violencia, ahora solo propagan el miedo,
amenazan con sus armas o las utilizan.
Progresismos
latinoamericanos
Dentro de ese contexto global debemos evaluar a los progresismos
latinoamericanos[v] que se instalaron sobre la base de las crisis de
gobernabilidad de los regímenes neoliberales.
Los buenos precios internacionales de las materias primas durante la década
pasada sumado a políticas de contención social de los pobres les permitieron
recomponer la gobernabilidad de los sistemas existentes. En algunos de esos
casos se desarrollaron ampliaciones o renovaciones de las elites capitalistas y
en casi todos ellos prosperaron las clases medias. Los gobiernos progresistas
se ilusionaron suponiendo que las mejoras económicas les permitirían ganar
políticamente a dichos sectores pero como era previsible ocurrió lo contrario,
las capas medias se derechizaban mientras ascendían, miraban con desprecio a
los de abajo y asumían como propios los delirios más reaccionarios de sus
burguesías. La explicación es sencilla, en la medida en que son preservados (y
aún fortalecidos) los fundamentos del sistema y en que sus núcleos decisivos
radicalizan su elitismo depredador siguiendo la ruta trazada por los Estados
Unidos (y “Occidente” en general) se produce un encadenamiento de subculturas
neofascistas que va desde arriba hacia abajo, desde el centro hacia las burguesías
periféricas y desde estas hacia sus capas medias. En Venezuela, Brasil o
Argentina las clases medias mejoraban su nivel de vida y al mismo tiempo
volcaban sus votos hacia los candidatos de la derecha vieja o renovada.
Se estableció un forcejeo interminable entre gobiernos progresistas que
hacían gobernables a los capitalismos locales y derechas salvajes ansiosas por
realizar grandes robos y aplastar a los pobres. El progresismo confrontando
políticamente con esa derecha calificada de “irresponsable”, cuyos fundamentos
económicos respetaba, chantajeaba a quienes desde la izquierda criticaban su
sometimiento a las reglas de juego del capitalismo utilizando al cuco
reaccionario (“nosotros o la bestia”), acusándolos de hacerle el juego a la
derecha. En realidad el progresismo es un gran juego favorable al sistema y en
última instancia a la derecha siempre en condiciones de retornar al gobierno
gracias a la moderación, a la “astucia” aparentemente estúpida de los
progresistas que a veces consiguen cooptar izquierdas claudicantes cuya
obsesión por “no hacerle el juego a la derecha” (y de paso integrarse al
sistema) es completamente funcional a la reproducción del país burgués y en
consecuencia a esa detestable derecha.
Ahora el juego se va agotando, los progresismos gobernantes con distintos
ritmos y variados discursos acosados por el enfriamiento económico global y por
el creciente intervencionismo de los Estados Unidos van perdiendo espacio
político, en varios casos sus dificultades fiscales los empujan a ajustar
gastos públicos (y de ninguna manera a reducir las súper ganancias de los
grupos económicos más concentrados), a aceptar las devastaciones de la
megaminería o a adoptar medidas que facilitan la concentración de ingresos. En
Brasil el segundo gobierno de Dilma puso a un neoliberal puro y duro al comando
de la política económica, acorralado por una derecha ascendente, una economía
oscilando entre el estancamiento y la recesión y una intervención
norteamericana cada vez más activa. En Uruguay el nuevo gobierno de Tabaré
Vazquez muestra un rostro claramente conservador y en Chile la presidencia
Bachelet no necesita correrse demasiado a la derecha, luego de su demagogia
rosada electoral se afirma como continuidad del gobierno anterior y en
consecuencia, pasada la confusión inicial, heredará también la hostilidad de
importantes franjas de izquierda y de los movimientos sociales.
En Argentina el núcleo duro agro-minero exportador-financiero y los grupos
industriales exportadores más concentrados son más prósperos que nunca mientras
la ingerencia norteamericana se amplifica conduciendo el juego de títeres
políticos hacia una ruptura ultraderechista. En Venezuela la eterna transición
hacia un socialismo que nunca termina de llegar no ha conseguido superar al
capitalismo aunque caotiza su funcionamiento forjando de ese modo el escenario
de una gran tragedia. Por el momento solo Bolivia parece salvarse de la
avalancha, afirmándose en la mayor mutación social de su historia moderna sin
superar los marcos del subdesarrollo capitalista pero recomponiendolo
integrando a las masas sumergidas, multiplicando por mil lo que había hecho el
peronismo en Argentina entre 1945 y 1955 (de todos modos ello no la libera del
cambio de contexto regional-global).
En América Latina asistimos a un proceso de crisis muy profundo donde
convergen progresismos declinantes con neoliberalismos integralmente degradados
como en Colombia o México conformando un panorama común de perdida de
legitimidad del poder político, avances de grupos económicos saqueadores y
activismo imperialista cada vez más fuerte.
A este panorama sombrío es necesario incorporar elementos esperanzadores
sin los cuales no podríamos empezar a entender lo que está ocurriendo. Por
debajo de las jugarretas políticas, los negocios rápidos y las histerias
fascistas aparecen las protestas populares multitudinarias, la persistencia de
izquierdas no cooptadas por el sistema (más allá de sus perfiles más o menos
moderados o radicales), la presencia de insurgencias incipientes o poderosas (como
en Colombia).
Ni los cantos de sirena progresistas ni la represión neoliberal han podido
hacer desaparecer o marginalizar completamente a esos fantasmas. Realidad
latinoamericana que preocupa a los estrategas del Imperio que temen que lo que
ellos consideran como su inevitable arremetida contra la región pueda desatar
el infierno de la insurgencia continental, en ese caso el paraíso de los
grandes negocios podría convertirse en un tembladeral donde se hundiría el
conjunto del sistema.
Geopolítica del Imperio,
integraciones y colonizaciones
La estrategia de los Estados Unidos aparece articulada en torno de tres
grandes ejes; el transatlantico y el transpacífico apuntando en una gigantesco
juego de pinzas contra la convergencia ruso-china centro motor de la
integración euroasática. Y luego el latinoamericano destinado a la
recolonización de la región.
Los Estados Unidos intentan convertir a la masa continental asiática y su
ampliación rusoeuropea en un espacio desarticulado, con grandes zonas caóticas,
objeto de saqueo y superexplotación.
Los recursos naturales pero también laborales de esos territorios conforman
su centro principal de atención, en la elipse estratégica que cubre el Golfo
Pérsico y la Cuenca del Mar Caspio extendiéndose hacia Rusia se encuentra el 80
% de las reservas globales de gas y el 60 % de las de petróleo y en China
habitan algo más de 230 millones de obreros industriales (aproximadamente un
tercio del total mundial).
América Latina aparece como el patio trasero a recolonizar, allí se encuentran
por ejemplo las reservas petroleras de Venezuela (las primeras del mundo, 20 %
del total global), cerca del 80 % de las reservas mundiales de litio (en un
triángulo territorial extendido por el norte de Chile y Argentina y el sur de
Bolivia) imprescindible en la futura industria del automóvil eléctrico, la
reservas de gas y petróleo de esquisto del sur argentino, las fabulosas
reservas de agua dulce del acuífero guaraní entre Brasil, Paraguay y Argentina.
Una de las ofensivas fuertes del Imperio en la década pasada fue la
tentativa de conformación del ALCA, zona de libre comercio e inversiones que
significaba la anexión económica de la región por parte de los Estados Unidos.
El proyecto fracasó, el ascenso del progresismo latinoamericano sumado a la
emergencia de potencias no occidentales, sobre todo China y al empantanamiento
estadounidense en su guerra asiática fueron factores decisivos que en distinta
medida debilitaron la arremetida imperial.
Pero a partir de la llegada de Obama a la presidencia los Estados Unidos
desataron una ofensiva flexible de reconquista de América Latina: se puso en
marcha una compleja mezcla de presiones, negociaciones, desestabilizaciones y
golpes de estado. Los golpes blandos exitosos en Honduras y Paraguay, las tentativas
de desestabilización en Ecuador, Argentina, Brasil y sobre todo en Venezuela
(donde se va perfilando una intervención militar), pero también la tentativa en
curso de extinción negociada de la guerrilla colombiana y la domesticación de
Cuba forman parte de esa estrategia de recolonización.
La misma es implementada a través de una sucesión de tanteos suaves y duros
tendiente a desarticular las resistencias estatales y los procesos de
integración regional (Unasur, Celac, Alba) y extraregionales periféricos
(BRICS, acuerdos con China y Rusia, etc.) pero también a bloquear, corromper o
disolver las resistencias sociales y las alternativas políticas más avanzadas
en curso o potenciales. Intentando llevar adelante una dinámica de
desarticulación pero buscando evitar que la misma genere rebeliones
propagándose como un reguero de pólvora en una región actualmente muy
interrelacionada.
Saben muy bien que en muchos países de la región el remplazo de gobiernos
”progresistas” por otros abiertamente proimperialistas significa el
encumbramiento de camarillas enloquecidas que a corto plazo causarían
situaciones de caos que podrían desatar insurgencias peligrosas. Algunos
estrategas del Imperio creen poder neutralizar ese peligro con el propio caos,
desarrollando “guerras de cuarta generación” instalando distintas formas de
violencia social desestructurante combinadas con destrucciones mediático-culturales
y represiones selectivas, en ese sentido el modelo mexicano es para ellos (por
ahora) un paradigma interesante.
Por ejemplo temen que un escenario de caos fascista en Venezuela derive en
una guerra popular que les obligaría a intervenir directamente en un conflicto
prolongado que sumado a sus guerras asiáticas lo conduciría a una sobre
extensión estratégica ingobernable. Es por ello que consideran imprescindible
obtener el apaciguamiento de la guerrilla colombiana potencial aliada
estratégica de una posible resistencia popular venezolana.
El panorama es completado con el proceso de integración colonial de los
países de la llamada Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile). A
ello se suman los tratados de libre comercio de manera individual con países de
América Central y otros como Chile o Colombia y el viejo tratado entre Estados
Unidos, Canadá y México.
Integración colonial y desarticulación, manipulación del caos y
fortalecimiento de polos represivos, Capriles más Peña Nieto, Ollanta Humala
más Santos más bandas narcomafiosas... todo ello dentro de un contexto global
de decadencia sistémica donde el viejo orden unipolar declina sin ser
remplazado por un nuevo orden multipolar. Tentativa de control imperialista de
América Latina sumergida en el desorden del capitalismo mundial.
El cerebro del imperio no logra superar los achaques de su cuerpo
envejecido y enfermo, los delirios se reproducen, las fugas hacia adelante se
multiplican, evidentemente nos encontramos en un momento histórico decisivo.
[i] Finian Cunningham, “NATO’s Shadow of Nazi
Operation Barbarossa”, Strategic Culture Foundation, 13.03.2015
[ii] Colonel Cassad, “Ukraine:
Reprise de la guerre au printemps?”, http://lesakerfrancophone.net/ le 13 mars
2015
[iii] “El papa Francisco advirtió
que vivimos una tercera guerra mundial combatida ‘por partes’ “, http://www.lanacion.com.ar, 13 de
septiembre de 2014
[iv] Laurence H Summers, “Reflections on the ‘New
Secular Stagnation Hypothesis’” y Robert J Gordon, “The turtle’s progress:
Secular stagnation meets the headwinds” en “Secular Stagnation: Facts, Causes,
and Cures”, CEPR Press, 2014.
[v] Utilizo el termino
“progresista” en el sentido más amplio, desde gobiernos que se proclaman
socialistas o prosocialistas como en Venezuela o Bolivia hasta otros de corte
neoliberal-progresista como los de Uruguay o Brasil.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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