miércoles, 8 de abril de 2015

No es solo el Lobby

Los EE.UU apoyan a Israel, ya que promueve los intereses estadounidenses en el Medio Oriente -no sólo a causa de la presión del Lobby de Israel.


NO ES SOLO EL LOBBY

Golda Meir, primer ministro israelí con el presidente Richard Nixon y Henry Kissinger en 1973. 
Marion Trikosko / Biblioteca del Congreso

Por David Mizner

En marzo del 2006, la Escuela Kennedy de Harvard publicó un documento de los profesores John Mearsheimer y Stephen Walt en su sitio web. Poco después, el London Review of Books publicó una versión condensada titulada "El Lobby de Israel". Y en 2007, salió en forma de libro. El raro trabajo académico para redefinir el discurso popular, "The Israel Lobby" rompió con gran estilo el tabú de discutir el poder del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC en inglés) y sus aliados.

Pero el documento exageró el poder del lobby. Las inevitables acusaciones de antisemitismo ahogaron la crítica sustantiva de gente como Noam Chomsky, quien, al tiempo que le otorgaba crédito a Mearsheimer y Walt por abordar el tema, desacreditó su tesis. Señaló que los intereses de Estados Unidos generalmente se alineaban con Israel y que las políticas de Estados Unidos en el Medio Oriente eran "bastante similares a las contempladas en otras partes del mundo, y han sido un éxito notable".

El argumento de Chomsky es aún más convincente hoy cuando el presidente Obama negocia con Irán sobre su programa nuclear a pesar de las furiosas objeciones del gobierno de Israel. Obama ha desafiado previamente el lobby de Israel en otras cuestiones, desde la nominación de Chuck Hagel a las sanciones contra Irán. Suficiente ya en cuanto a la subordinación de Estados Unidos. Y mientras que el gobierno de Estados Unidos apoya la dominación de los palestinos por parte de Israel, este continúa sirviendo a los intereses estadounidenses en la región.

Debido a que el apoyo estadounidense a Israel tiene sus raíces en el despiadado cálculo geopolítico, la ira en la Casa Blanca sobre el politiqueo electoral del presidente israelí, Benjamin Netanyahu, no dará lugar a un cambio en la política estadounidense. No importa la dureza de la retórica; el gobierno de Estados Unidos no va a poner una presión real sobre Israel -no sin un gran cambio político que, aunque tal vez se acerca, está todavía muy lejos.

Esto no es negar el poder del lobby de Israel, que golpea muy por encima de su peso y que se beneficia de la ausencia de cualquier fuerza compensatoria significativa. Para los miembros del Congreso, desafiar el Lobby no tiene una ventaja política positiva. La posibilidad de que los demócratas del Senado puedan aniquilar el acuerdo de Obama con Irán es nueva evidencia de su influencia. Hace que se cumpla con la lealtad a través de su capacidad para derrotar a los candidatos y a través de su propaganda increíblemente exitosa.

Encabezado no sólo por los Judíos, sino también los cristianos conservadores y activistas anti-musulmanes, el lobby de Israel ha utilizado la "guerra contra el terror" para convertir a Israel en una cuestión cultural, creando un clima en el que exigir justicia para los palestinos es ser sospechoso, suave contra el terrorismo, y de apoyar el yihadismo.

En relación con esto, el lobby ha hecho del apoyo incondicional a Israel un indicador de  conservadorismo de buena fe. Como tal, la causa obtiene financiamiento de los multimillonarios de derecha, incluidos quienes no suelen enfocarse en la política exterior. Los hermanos Koch, por ejemplo, han contribuido a la campaña para aplastar el ascendente movimiento de Boicots, Desinversión y Sanciones (BDS en inglés) en los Estados Unidos. El lobby es mucho más amplio y más poderoso que una lista de financistas judíos.

Sin embargo, es menos potente de lo que afirman algunos observadores. ¿Por qué muchas personas creen que el AIPAC & Co. tienen un dominio absoluto sobre el gobierno más poderoso del mundo? El antisemitismo sin duda juega un papel: a pesar de su diversidad, el Lobby es aun ampliamente considerado como una entidad judía, y la imagen de judíos que mueven los hilos es irresistible para algunos.

Mucho más importante, sin embargo, es la ignorancia sobre lo que Estados Unidos está haciendo en el Medio Oriente. Para algunos observadores, el apoyo a Israel es tan perjudicial para los Estados Unidos -incitando tal hostilidad generalizada- que asumen que el Lobby está conduciendo a los legisladores estadounidenses por el mal camino. "AIPAC socava el apoyo estadounidense a los movimientos democráticos en el mundo árabe", escribe la cofundadora de CODEPINK Medea Benjamin, fomentando la extraña pero popular creencia de que el lobby de Israel está corrompiendo un empeño que de otra manera es bien intencionado.

El error del contingente que culpa a AIPAC es creer que las élites estadounidenses quieren lo que tú y yo queremos. Sin duda, la política de Estados Unidos hacia Israel no es buena para los estadounidenses, mucho menos para la humanidad -pero lo mismo se puede decir de la política exterior estadounidense en su conjunto.
Examinar la política estadounidense en el Medio Oriente es revelar la racionalidad del apoyo estadounidense a Israel. Un Estado cliente, Israel ayuda al largo esfuerzo de Estados Unidos para controlar el mundo por medio del control del petróleo.

Un memo de 1945 del Departamento de Estado señaló que "los recursos petroleros saudíes constituyen una estupenda fuente de poder estratégico y uno de los grandes premios materiales de la historia del mundo". Ese mismo año, el Presidente Roosevelt -que había establecido un estrecho vínculo con Arabia Saudita- escribió al rey Ibn Saud, asegurándole que los EE.UU no tomarían ninguna acción hostil contra las naciones árabes y no respaldarían la formación de un Estado judío sin antes consultar con él.

Roosevelt murió una semana después, y su reemplazo, Harry Truman, también se mostró reacio a ponerse de lleno de lado de la causa sionista. Pero en 1947 -aquí parece que los antepasados de AIPAC tuvieron un impacto- Truman apoyó un plan de partición de la ONU que pidió la creación de un Estado de mayoría judía cubriendo 56.47% del "Mandato de Palestina". Truman enfrentó oposición del Departamento de Estado que temía que tal postura pondría en peligro los intereses fundamentales del país.

He aquí cómo la Oficina del Historiador del Departamento de Estado describe su punto de vista bajo Truman:

El Departamento de Estado, preocupado por la posibilidad de un aumento del papel soviético en el mundo árabe y el potencial para la restricción por parte de las naciones árabes productoras de petróleo de los suministros de petróleo a Estados Unidos, aconsejó contra la intervención de Estados Unidos en nombre de los judíos.

Así que el interés de Estados Unidos en controlar los recursos económicos del Medio Oriente -y  prevenir a otros países de hacerlo- quedaba claro; lo que no quedó claro fue si el apoyo estadounidense a un Estado judío sirvió a ese interés.

La resistencia al sionismo en la clase política de Estados Unidos comenzó a desaparecer con la victoria de Israel - y el acaparamiento de tierras - en 1948. Su fuerza impresionó a funcionarios como al Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, Hoyt Vandenberg, quien escribió en una circular que "el equilibrio de poder en el Oriente Próximo y Oriente Medio ha sido alterado radicalmente", y que Israel "ha demostrado a través del poder de las armas su derecho a ser considerado el siguiente poder militar  después de que Turquía". Concluyó que "como resultado de su apoyo a Israel, Estados Unidos ahora podría ganar ventajas estratégicas de la nueva situación política".

Aun así, el apoyo del gobierno de Estados Unidos fue relativamente moderado -en los años cincuenta no le dio a su aliado prácticamente ninguna ayuda militar- hasta la próxima gran victoria militar de Israel, en 1967. El nacionalismo árabe -particularmente en la forma del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser- amenazaba la hegemonía estadounidense en la región, como lo hacía la Unión Soviética, que respaldó a Egipto y Siria en la guerra. Al derrotar a una coalición liderada por Egipto, Israel realizó un valioso servicio para los Estados Unidos (y para Arabia Saudita, que estaba peleando una guerra de terceros contra Egipto en Yemen.)

Es ampliamente reconocido que la Guerra de los Seis Días dio a luz la relación especial entre Israel y Estados Unidos. No menos importante, sin embargo, fue Septiembre Negro -la guerra civil 1970-1971 en Jordania, que se convirtió en otra batalla de terceros en la Guerra Fría. El Secretario de Estado Henry Kissinger lo llamaría "una prueba de nuestra capacidad para controlar los eventos en la región".

En julio de 1970, un plan respaldado por Estados Unidos pidió que Cisjordania quedara bajo el control del rey Hussein de Jordania, quien ya presidia sobre un Estado de mayoría palestina. Esto, junto con la represión, provocó un levantamiento palestino encabezado por el Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, y, en menor grado, la Organización para la Liberación de Palestina. "Los instintos del presidente son aplastar a los fedayines ahora", dijo Kissinger.

Particularmente preocupante para los EE.UU fue la perspectiva de una intervención de un país alineado con los soviéticos, lo que podría alterar el equilibrio de poder en la región. "Si los sirios o los iraquíes intervienen en Jordania", dijo el presidente Nixon, "sólo hay dos de nosotros para detenerlos, los israelíes o nosotros". Pero el ejército de Estados Unidos tenía un par de cientos de miles de soldados en Vietnam. Por eso, cuando Siria envió tanques a Jordania, confió en su aliado.

La solución que se decidió fue emplear a Israel como un ejecutor regional de los intereses estadounidenses. A diferencia de Estados Unidos, Israel no estaba limitado por un enorme compromiso militar en el sudeste asiático. Mientras que Estados Unidos carecía del personal, las bases, las líneas de suministro, y el apoyo del público para intervenir eficazmente en Jordania, Israel estaba listo y dispuesto.
Israel hizo volar aviones de guerra sobre Jordania, enviando un mensaje inequívoco a Siria. Temeroso de sufrir una nueva derrota a manos de Israel, el ministro de Defensa de Siria, Hafez Al-Assad, se negó a proporcionar cobertura aérea a las tropas sirias, que se vieron obligadas a retirarse. Las tropas jordanas procedieron a masacrar a miles de palestinos, la mayoría civiles.

En caso de que todavía hay dudas acerca de la importancia de este evento en el surgimiento de Israel como un vital agente estadounidense, de 1970 a 1971 la asistencia militar estadounidense se incrementó en más de 1,700%, de $30 millones a $545 millones.

Este aumento en los envíos de armas, refleja un cambio en la política exterior de Estados Unidos iniciada por la Doctrina Nixon, que redujo la importancia de la intervención directa de Estados Unidos a favor de la dependencia en colaboradores de Estados Unidos. La ayuda estadounidense en armas a Irán y Arabia Saudita también se disparó, con esos países e Israel convirtiéndose en lo que el Secretario de Defensa Melvin Laird llamó "policías en ronda".

La estrategia estadounidense de utilizar tanto a Israel y sus presuntos adversarios árabes creó complicaciones, sobre todo durante la guerra de octubre de 1973. El apoyo estadounidense a Israel en su batalla contra Egipto en el Sinaí empujó a Arabia Saudita y otros productores de petróleo a imponer un embargo sobre los Estados Unidos, y eso llevó a la crisis del petróleo. Si alguna vez hubo un momento en que Estados Unidos habría alterado su postura hacia Israel, fue en esta ocasión. No fue así.

Más tarde, la revolución iraní y la invasión soviética de Afganistán llevaron a Estados Unidos a reconsiderar su dependencia en terceros. El discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Carter en 1980 rechazó la Doctrina Nixon y allanó el camino para la intervención directa de Estados Unidos en la región. "Cualquier intento de cualquier fuerza externa para obtener el control de la región del Golfo Pérsico será considerado como un asalto a los intereses vitales de los Estados Unidos de América", dijo Carter, "y tal asalto será repelido por cualquier medio necesario, incluyendo la fuerza militar".

Aun así, los Estados Unidos continuaron utilizando aliados para imponer su "estabilidad". Se enviaron miles de millones de dólares en armas a Egipto, que había firmado un acuerdo de paz con Israel en 1979. Egipto se unió a Arabia Saudita e Israel como patas del taburete. A lo largo de los años noventa -cuando la población de colonos israelíes creció en más de 150.000- Arabia Saudita y Egipto prestaron su apoyo a un "proceso de paz" negociado por Estados Unidos que no habría de llevar a una verdadera soberanía palestina. El presidente egipcio Hosni Mubarak se mostró especialmente activo en el intento de elaborar un acuerdo inaceptable para la mayoría de los palestinos.
Hoy en día, Israel, Egipto y Arabia Saudita ayudan a Estados Unidos en tratar de controlar a Irán y acallar la efervescencia democrática en la región. Ellos ayudaron a la administración Obama a asegurarse que los levantamientos de 2010-11 no alteraran el orden básico del Oriente Medio. A pesar de la confusión generalizada, y a pesar de un período en el que Mohamed Morsi de la Hermandad Musulmana fue presidente de Egipto, el taburete está intacto. Y Netanyahu reflejaba las opiniones del gobierno de Estados Unidos cuando advirtió sobre la Primavera Árabe en 2011: si eso no fue evidente en ese momento, debe ser ahora.

El tipo de tensiones que surgieron entre Israel y los aliados árabes de Estados Unidos en los años setenta son raras hoy en día. De hecho, Israel es un aliado de facto de Egipto y Arabia Saudita. Aunque Morsi hizo sólo movimientos tentativos para ayudar a los palestinos en la Franja de Gaza, fueron suficientes para amenazar a Israel, que apoyó el golpe de Estado que llevó al general Abdel Fattah el-Sisi al poder. Sisi ha reforzado el bloqueo, destruyendo los túneles que sirven como cuerda salvavidas y el cierre del paso fronterizo de Rafah durante la masacre de Israel en Gaza. Mientras tanto, Israel y Arabia Saudita hacen causa común en su oposición a Irán, Siria y Hezbolá.

Recientemente, por ejemplo, los grandes animadores de Netanyahu, al este del Weekly Standard, han sido los medios financiados por los sauditas. As’ad AbuKhalil va tan lejos como para escribir, "en todas las cuestiones en la política árabe, el régimen saudí está alineado con Israel".

Y a medida que los gobiernos de Arabia Saudita y Egipto compiten para ver cuál puede más ser más brutal, los Estados Unidos le envían a cada uno los mejores deseos, y armas. Si AIPAC es la causa  del apoyo de Estados Unidos a Israel, entonces, ¿qué explica su similar -y quizás aún más íntima- relación con Arabia Saudita? Si la presión política interna estadounidense es la razón por la que Estados Unidos financia la brutalidad de Israel, entonces ¿por qué apuntala la dictadura militar de Egipto?

Zack Beauchamp de Vox  lo pone de manera correcta cuando dice que Estados Unidos cree que  "estratégicamente vale la pena apoyar a los Estados como Egipto, Arabia Saudita e Israel, que se ven a sí mismos como beneficiarios de un enfoque esencialmente conservador de Estados Unidos hacia la política regional de Oriente Medio". Pero él dice más aquí de lo que parece darse cuenta, vinculando la falsa democracia de Israel a las dictaduras formales. Para el jefe de la policía de Washington, la rutina de la "única democracia del Oriente Medio" es ser un baluarte contra la democracia.

La razón detrás del apoyo estadounidense a Israel se hace evidente si se tiene en cuenta lo que probablemente sucedería si los palestinos se convirtieran en autónomos o si se convirtieran en la mayoría en un Estado democrático y multiétnico. Cualquiera de estos eventos podría poner de cabeza la "estabilidad" impuesta por los EE.UU.

Los palestinos en Jordania y en otros lugares  intentarían ejercer su derecho al retorno. Los pueblos reprimidos en todo el Oriente Medio se levantarían para exigir el tipo de libertad de los dictadores que los palestinos han adquirido de Israel. La liberación palestina desencadenaría una serie de eventos que podrían liberar enteramente la región de las garras de Estados Unidos al exigir a la gente que ellos -no los monarcas y no las corporaciones occidentales- se beneficien de su petróleo.

Es por eso que el proclamado apoyo por parte del gobierno de Estados Unidos para la liberación de Palestina es tan increíble como el de Netanyahu. Algo más que un estado palestino gravemente atenuado pondría en peligro los setenta años de prioridad -nunca alterado- de Estados Unidos. Y esa perspectiva, no El Lobby, es la razón principal por la que los Estados Unidos están prácticamente solo contra el resto del mundo en apoyar incondicionalmente la violencia de Israel contra los palestinos.

El gobierno de Estados Unidos no sacrifica una prioridad geopolítica debido a que un grupo de presión lo quiere  -o, para el caso, debido a que el presidente israelí enfurece a su homólogo estadounidense. Aquellos que esperan que la disputa Obama-Netanyahu por si sola augure un importante cambio político quedaran decepcionados.

Aun así, las grietas en la relación especial son útiles. El BDS y otros componentes del movimiento de liberación palestino pueden explotarlos en su esfuerzo por aislar al gobierno israelí y convertirlo en un paria en los Estados Unidos. El movimiento sigue creciendo, y ahora viene una nueva generación de estadounidenses susceptibles a sus objetivos.

Será una lucha larga y violenta. En última instancia, se trata de desafiar a la clase dominante. Para quebrar el apoyo estadounidense a Israel, tenemos que arrebatar el control del gobierno de las manos de las corporaciones y bancos. Pero óiganme, tenemos que hacer eso de todos modos.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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