jueves, 26 de octubre de 2017

Ensayos de Manuel José Arce

De la serie “Diario de un Escribiente”


ENSAYOS DE MANUEL JOSÉ ARCE


LEGIÓN

Poco se dice de los resentidos. Y se les llama así. Con eso basta.
               
Es cierto: son legiones, son legiones amargas que murmuran  -con una agria voz baja-  contra los otros, los no resentidos, los triunfadores, los veloces, los creadores del resentimiento.
               
Resentido es aquel que “no ha triunfado”, porque hubo “otro más listo”. El que encontró la puerta a piedra y lodo y no pudo tumbarla. El que encontró cerrados los caminos. El que no se prestó. El que no pudo prestarse a aquellas cosas. El despojado. El que no fue veloz o se detuvo a meditar las duras consecuencias. El que no quiso ser audaz, irresponsable. El que vio la oportunidad cuando era tarde.
               
Hay muchos resentidos. Son legiones. Son millares. Son pueblos.
               
Poco se dice de ellos: que son nulos, amargados, reacios, resentidos. Que son la exacta antítesis del triunfador que pasó sobre todas las cabezas, del que olvidó las lágrimas ajenas, del que no tuvo escrúpulos y de aquel que heredó puertas abiertas y caminos fáciles, del que se yergue ahora sobre la amarga masa.
               
Los resentidos son el cemento con el que han fraguado los pedestales de los triunfadores.
               
Un oscuro fermento que crece y crece y seguirá creciendo. Hasta el día y la hora


INÉDITOS

Están aquí mis libros  -no los que leo sino los que escribo- : bandadas de papeles llenos de tachaduras que ensucian la limpieza de mi pulcra Olivetti.

Están aquí. Son libros, aunque no lo parezcan todavía. Siguen aún inéditos. Podría publicarlos, pero resulta que no hacen ediciones por abonos. Y aun cuando las hicieran, debo pagar primero la cocina, el refrigerador y las letras del carro (todo lo necesario y lo más útil).

Y además ¿de qué me serviría publicarlos? A lo sumo, gastaría bolígrafos en las dedicatorias, me dirían “poeta” en plena vía pública y entraría en el círculo selecto: La Sociedad de Autores Nacionales.

Pero no aceptaría el carnicero un volumen de versos a cambio de una libra de puyazo. Ni el médico vería con agrado si pago la consulta con un pobre ejemplar autografiado.

Es más, esos centavos mensuales que costara la edición de algún libro (en el remoto caso que un editor diera fiado) están mejor empleados en las revistas de las tiras cómicas que alegran a los hijos e inclusive me hacen reír a veces.

Por eso están ahí, por allí,  esos mis libros inéditos que ni yo mismo leo, que ni yo mismo entiendo, como cosas derruidas donde  -yerbajos-  crecen tachaduras, correcciones inútiles que no verá la imprenta, que no habrán de salvarme de la muerte.


ENCUESTA

Entraron a mi casa, armados de preguntas, portafolios, anteojos, cuestionarios y un aire de importancia. Preguntaron mil cosas substanciales. Anotaron datos. Inspeccionaron todos los rincones. Dieron las gracias educadamente, asegurando que aquella información era secreta  -“confidencial”, para ser más exactos.
               
Remitieron después sus materiales a países lejanos, en donde mi familia, mi casucha, mi “standard económico de vida”, mi salario, mis gastos y mi organismo incluso y mi trabajo, y mis inclinaciones y amistades, mis ideas, mi barrio, todo fue analizado con minucia, todo fue computado (junto a miles y miles de casos semejantes).
               
Ahora están de vuelta. No han cambiado: traen aquel mismo airecito de importancia, siguen siendo educados. Y llegan otra vez a mi casa, armados de preguntas, productos, anuncios y prospectos, formularios.
               
Ellos no cambian. Son iguales. Siempre.
               

Pero yo sí he cambiado. Ya no soy un hombre como todos: ahora soy su mercado.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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