Sin duda, el mercado del petróleo está desafiando a otra superpotencia. La URSS se sumió en una profunda recesión, que supuso el fin de la perestroika, posibilitando a su vez la dura crítica de Boris Yeltsin al sistema soviético en general. Existe una inquietante similitud en este caso, ya que Biden también tiene una perestroika que llevar adelante, la cual también es existencial.
EL PRECIO DEL PETRÓLEO
ACECHA A OTRA SUPERPOTENCIA
M. K. Bhadrakumar
Indian Punchline
En el folclore geopolítico, se presume que Afganistán causó el fin de
la Unión Soviética, pero en realidad, la guerra no habría sido una "herida
sangrante" en 1989 si no hubiera sido por la abrupta caída de los ingresos
soviéticos por las exportaciones de petróleo.
La opinión de los expertos hoy en día es que "los costos militares y
financieros del conflicto afgano, aunque no son triviales, apenas mermaron las
capacidades de una superpotencia", lo anterior ha sido tomado de un
documento de 1989 del antiguo analista de políticas y autor de RAND, Tad Daley
(Afghanistan And Gorbachev's Global Foreign Policy, Asian Survey, May
1989).
Tras el golpe mortal que supuso para la economía soviética y la industria
energética la catástrofe de Chernóbil de 1986, William Casey, entonces director
de la Agencia Central de Inteligencia en la administración Reagan, negoció en
secreto con el rey saudí Fahd un acuerdo fáustico por el que los saudíes
quintuplicaron la extracción de petróleo y los precios se desplomaron de 32 a
10 dólares el barril. La URSS, que ya tenía un déficit presupuestario, perdió
una porción significativa de sus ingresos anuales.
Treinta años después, es el turno de Estados Unidos de batallar contra los
precios del petróleo. Su enfado se debe a la enorme subida de los precios del
petróleo, ya que al haber más habitantes vacunados saliendo de las cuarentenas a
causa del coronavirus, la reactivación de la actividad económica desde Asia
hasta Europa y Norteamérica ha ganado impulso.
El pronóstico es que se avecina un invierno excepcionalmente severo que
incrementará la demanda de combustible. La continua escasez de la oferta, la
recuperación económica en zonas y regiones clave y las consiguientes presiones
externas sobre el mercado continúan acumulándose. Los principales bancos de
inversión pronostican un precio de 100 dólares por barril. Goldman Sachs indica
que un precio de 90 dólares por barril podría ser un pronóstico conservador. El
presidente ruso Vladimir Putin cree que 100 dólares por barril es "muy
posible".
Para EE.UU., esto es un desastre a punto de ocurrir, ya que el fantasma de
la inflación asecha a la economía. El Wall Street Journal informó en octubre
que la inflación según el índice de precios al consumidor del Departamento de
Trabajo, fue del 5,3% en los 12 meses que finalizaron en agosto, cerca de la
más alta en 12 años.
La psicología de la inflación es dudosa. El New York Times informó que
"los trabajadores han tomado la delantera en el mercado laboral,
consiguiendo los mayores aumentos en décadas y abandonando sus puestos de trabajo
a un ritmo récord".
Las presiones inflacionarias ocurren en un momento en el que la
Administración de Biden está sometida a una inmensa presión para modificar el
sentimiento de los votantes tras los pésimos resultados electorales del martes,
y está buscando aprobar un plan de gastos extravagantes. El Penn Wharton Budget
Model estima que el plan de gasto social de Biden, de 1,75 billones de dólares,
costará en realidad cerca de 3,9 billones, mientras que los aumentos de
ingresos que Biden propone para financiar el gasto sólo pueden generar cerca de
1,5 billones.
Los precios del petróleo y los niveles de inflación están correlacionados
en una relación de causa y efecto porque el petróleo es un insumo considerable
en la economía. Cuando los precios del petróleo suben, la inflación -que es la
medida de las tendencias generales de los precios, como el costo de la vida, el
costo de hacer negocios, los préstamos, las hipotecas, los rendimientos de los
bonos corporativos y gubernamentales, etc.- sigue en la misma tendencia al
alza.
Ante la subida de los precios del petróleo, el presidente Biden exigió a la
OPEP+ (la sociedad entre Rusia y Arabia Saudta) que aumentara la oferta. La
OPEP+ lo ignoró. Posteriormente, un exasperado Biden declaró a los medios de
comunicación: "Si echan un vistazo a los precios de la gasolina, y a los
precios del petróleo, eso es consecuencia, hasta ahora, de la negativa de Rusia
o de las naciones de la OPEP a bombear más petróleo".
Pero la OPEP+ se mantiene indiferente. Tras una reunión virtual el pasado
jueves decidió mantener el mecanismo de ajuste mensual de producción aprobado
en su reunión de julio. Evidentemente, los productores no están dispuestos a
aumentar la producción con demasiada rapidez, por temor a que nuevos brotes de Covid
puedan seguir frenando la recuperación económica mundial.
El aumento de los precios de la energía no sólo va a exacerbar la inflación
a corto plazo, sino que también debilitará el dólar estadounidense. Por otra
parte, tanto Rusia como Arabia Saudita están trabajando a toda prisa para
generar el máximo de ingresos a partir de sus enormes reservas de petróleo
antes de que la "revolución verde" restablezca las reglas del juego a
mediano plazo.
Sin duda, Biden está en una situación similar a la de Gorbachov en aquel
entonces. Al igual que el antiguo líder soviético, Biden se encuentra en serios
aprietos. Y los republicanos perciben la debilidad del enemigo. El ex
secretario de Energía de Trump, Rick Perry, advirtió: "El potencial de
desastre es muy real, tanto desde el punto de vista de la seguridad nacional,
como de si podemos o no mantener literalmente las luces encendidas".
Perry, ex gobernador de Texas, es cercano a las grandes petroleras.
"Las acciones restrictivas de la administración Biden -no a los oleoductos,
no a la perforación, no a la financiación de proyectos de petróleo y gas en el
extranjero... es un retroceso impresionante de la independencia energética
lograda bajo la administración Trump”, declaró Perry a CNBC.
Actualmente, el crudo ronda los 82 dólares por barril. El viernes, Saudi
Aramco elevó en 2,70 dólares el precio de venta por barril para el mes de
diciembre para Asia de su crudo ligero árabe, lo que supone una subida de 1,40
dólares respecto a este mes. Es una señal de que la demanda sigue siendo
fuerte.
Biden tiene pocas opciones. Quizás, podría ordenar la liberación de petróleo
de la reserva estratégica, que tiene suficiente crudo para reemplazar todo el
petróleo que EE. UU. ha importado de la OPEP+ durante más de un año; podría
prohibir las exportaciones de petróleo de EE. UU.; o, podría tratar de
promulgar una legislación para demandar a la OPEP por actuar como un cártel (lo
cual es, por supuesto, una posibilidad remota.) Pero ninguna de estas opciones
puede realmente reducir los precios de la gasolina a corto plazo.
Por otro lado, existe el riesgo de que si Biden consiguiera una gran caída
de los precios, podría ser contraproducente y frenar aún más el repunte de la
actividad del petróleo de esquisto y eso, a su vez, llevaría a precios mucho
más altos el año que viene, cuando se celebren las elecciones al Congreso de
mitad de mandato.
Por supuesto, la mejor opción de Biden puede ser llamar al presidente Putin
y al príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman y pedirles que bombeen más
petróleo. Pero para que eso ocurra, Biden debe bajarse del caballo del
excepcionalismo. Es demasiado débil para hacerlo. Trump podría hacerlo.
Sin duda, el mercado del petróleo está desafiando a otra superpotencia. La
URSS se sumió en una profunda recesión, que supuso el fin de la perestroika,
posibilitando a su vez la dura crítica de Boris Yeltsin al sistema soviético en
general. Existe una inquietante similitud en este caso, ya que Biden también
tiene una perestroika que llevar adelante y la cual también es existencial.
Publicado por La Cuna del Sol
No hay comentarios.:
Publicar un comentario