Guatemala ya no solo es un Estado Fracasado. Es ahora también una Sociedad Fracasada. Donde instituciones, gobernantes, ilusiones y sueños de una vida próspera, democrática y humana está llegando a su fin de manera acelerada.
LA INFLACIÓN EN
GUATEMALA
DISPARA LA CANASTA
BÁSICA A Q. 7,054.00 QUETZALES,
PULVERIZANDO LOS
ÍNFIMOS SALARIOS
PAGADOS POR LAS
EMPRESAS PRIVADAS
Luciano Castro Barilla
Escritor y analista político
La Cuna del Sol
¡Escalofriante para las amas de casa de
Guatemala! Un tomate pequeño tiene en este momento el precio de Q.1.50 de
quetzal, casi un cuarto de dólar. Una cora,
como dicen los migrantes mexicanos en los Estados Unidos. La gasolina, a
precios altísimos, ha generado otro hecho inflacionario: las trokas, o pequeños camiones que se
mueven por los mercados de Jutiapa, han subido el costo de sus transportes y
una “carrerita” de cinco cuadras o seis les cuesta a las señoras que llevan
provisiones de verduras y fruta al mercado, no menos de cincuenta quetzales. A
esto hay que sumarle el costo que pagan los verduleros por traer sus mercancías
de la capital a Jutiapa.
El galón
de aceite diésel está costando 27.99, cercano al precio de las gasolinas que
cuesta la más refinada Q.33.00 quetzales, más cara que en los Estados Unidos.
La libra de carne sin controles de calidad y de ganado vacuno tísico (las vacas
padecen con frecuencia de tuberculosis pulmonar) cuesta Q.35.00 quetzales. Un
aguacate pequeño, de tercer corte, casi de desecho; Q.500 quetzales y el gas
propano subió de noventa a 142 quetzales, por lo cual ahora se venden dos
tortillas delgadas, casi transparentes, por un quetzal. ¿Y las autoridades, el
gobierno, qué hacen? Nada. Dejan que las “fuerzas invisibles del mercado”,
esotéricas y misteriosas, vayan definiendo los precios. Entretanto esas fuerzas
intangibles hacen lo suyo, la desesperación cunde en las amas de casa de las
familias trabajadoras que ya no saben qué hacer con el escaso dinero que aporta
el esposo, el padre de familiar, para la manutención de la familia.
Las familias tradicionales guatemaltecas tienen
todavía como mínimo tres hijos, a los cuales ya no pueden alimentar, ni educar,
curar o recrear. Es un desastre total ahora la vida en este país. El fenómeno
inmediato que surge es la delincuencia común, donde asaltantes, ladrones de
poca monta, extorsionistas y secuestradores exprés merodean por todas partes.
La inseguridad es tal que ahora cuando tocan a tu puerta, ésta ya no se debe
abrir, como solía acostumbrarse, sino ver por la rejilla o ventanilla, quién
toca; porque las vecinas o vecinos se arriesgan que un pillo empuje tu puerta y
en tropel sus compinches invadan tu vivienda, te roben y en el peor de los
casos, te maten. Las colonias populares son los lugares donde más se sufre y
quienes son más vulnerables por la precariedad de sus casas.
Resulta que ahora, asalariados, desempleados y
subempleados no saben qué hacer para sobrevivir, en todo caso, para comer. La
economía se viene abajo y su gran base de sustentación y crecimiento, los
quince millones de pobres, ya no pueden adquirir. Los restaurantes van quedando
ahora para las capas medias acomodadas como los profesionales de alta renta. Un
maestro o un trabajador de un call center deben conformarse, al pasar por
restaurante de fragancias apetitosas, con solo hacer inhalaciones. La vida se
ha quedado varada en Guatemala. Se estrelló su quilla en el arrecife de la
indiferencia y el abandono. Ahora ya nadie habla de “movimiento popular”, como
esperanza de fuerza revulsiva para una Guatemala mejor.
Guatemala ya no solo es un Estado Fracasado. Es
ahora también una Sociedad Fracasada. Donde instituciones, gobernantes,
ilusiones y sueños de una vida próspera, democrática y humana está llegando a
su fin de manera acelerada. A todos los guatemaltecos, o casi todos, la miseria
nos está acosando.
Publicado por La Cuna del Sol
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