EE. UU. está adoptando la táctica de divide y vencerás, que es cada vez más provocativa y pone a Pekín y a Moscú bajo fuerte presión. No deja de hostigar sus "líneas rojas" para crear nuevos hechos sobre el terreno.
LA COLUSIÓN CHINO-RUSA SOBRE
TAIWÁN Y UCRANIA PARECE
IMPROBABLE
PERO NO LO ES
M. K. Bhadrakumar
Indian Punchline
La "sensación de optimismo" después de la reunión virtual entre
el Presidente Joe Biden y el Presidente Xi Jinping brota de la cumbre entre
Estados Unidos y Rusia celebrada en Ginebra en junio.
Las conversaciones entre Biden y el Presidente ruso Vladimir Putin
aparentemente buscaban crear una relación "estable y predecible" con
Rusia, pero hoy se habla de guerra.
Durante una sesión informativa sobre la cumbre, Jake Sullivan, asesor de seguridad
nacional de Biden, declaró que EE. UU. y los socios afines redactarían las
"reglas para promover sus intereses y valores" y presionarían a China.
El jueves 18 de noviembre, Biden reveló que está considerando un boicot
diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín.
Luego, el viernes 19, el Departamento de Estado de EE. UU, anunció que ese
día tendría lugar un diálogo de la Asociación para la Prosperidad Económica
entre EE. UU. y Taiwán con el fin de reforzar la cooperación comercial y
económica, destacando que Taiwán seguirá siendo un serio foco de tensión en la relación entre EE. UU. y China y que la
Administración Biden intensificará la cooperación militar y tecnológica con
Taipei.
El sábado, el jefe del Comando del Indo-Pacífico de EE.UU., el almirante
John Aquilino, reafirmó el compromiso de EE. UU. con la consecución de una
región libre y accesible en el Indo-Pacífico y enfatizó a los aliados la
urgencia de hacer frente a las crecientes tensiones con China y a sus acciones
militares.
A partir de entonces, altos funcionarios de la Casa Blanca han instado a
Pekín a respetar "el reglamento de circulación", o "las normas de
tráfico", alternativamente.
El viernes, China devolvió el golpe. Qin Gang, embajador en EE.UU.,
cuestionó sin tapujos el mandato de EE. UU. al insistir que Pekín debe obedecer
las "normas de tráfico" establecidas por la Casa Blanca y acusó a EE.
UU. de intentar levantar otro "Muro de Berlín" para contener a China.
En comparación, la cumbre Biden-Putin en Ginebra ha tenido más vida útil.
Sin embargo, Estados Unidos esta advirtiendo a sus aliados de que Rusia parece
encaminarse a una guerra en Ucrania.
En esencia, en el plano diplomático, el objetivo de la administración Biden
es establecer "barreras" para evitar que las tensiones bilaterales se
conviertan en un conflicto con China o Rusia. Sin embargo, en realidad, estas
"barreras" actuarían como una restricción unilateral sobre China y
Rusia con respecto a los intereses de Estados Unidos.
Es una fórmula para la desconfianza y el antagonismo. Sourabh Gupta,
investigador principal del Instituto de Estudios China-América en Washington,
enmarcó acertadamente el paradigma como un "transaccionalismo a la
carta" que elude la verdadera cooperación.
Está claro que ni China ni Rusia se conformarán con una coexistencia de tal
naturaleza, de un caos controlado, ya que Taiwán y Ucrania son cuestiones
existenciales. En algún momento obligaran a Estados Unidos a que muestre sus
cartas. Las actuales tensiones sobre Ucrania son emblemáticas en ese sentido.
EE. UU. está adoptando la táctica de divide y vencerás, que es cada vez más
provocativa y pone a Pekín y a Moscú bajo fuerte presión. No deja de hostigar sus
"líneas rojas" para crear nuevos hechos sobre el terreno.
El profesor Glenn Diesen, uno de los principales expertos rusos, escribió
la semana pasada: "Las líneas rojas tienen que ver con la disuasión. En primer
lugar, el propósito de trazarlas es comunicar los intereses de seguridad
críticos y las graves consecuencias que se producirían si fueran socavados. En
esencia, los ultimátums de Moscú pretenden impedir que Occidente cometa un
peligroso error de cálculo".
Poco después de las contundentes declaraciones del presidente Vladimir
Putin en Moscú el 18 de noviembre sobre las “líneas rojas en Ucrania”, en una
nota escrita para RT el profesor Diesen explicaba:
"La disuasión se basa en las tres C: capacidad, credibilidad y comunicación.
Rusia tiene la capacidad militar para actuar si se traspasan sus líneas rojas,
ha demostrado su credibilidad en cuanto a su preparación para actuar ante las
amenazas, y sabe que los detalles deben comunicarse con claridad para evitar
que Occidente dé pasos en falso que requieran una respuesta contundente. Sin
embargo, el punto débil de sus líneas rojas es la actual falta de detalles
sobre lo que ocurriría si otra nación sobrepasara esos límites".
Lo que Estados Unidos está haciendo en Taiwán es casi lo mismo que en
Ucrania. Tanto en Taiwán como en Ucrania, Estados Unidos ha colocado "trampas"
en forma de despliegue de fuerzas especiales, ofuscando la "línea
roja". Y en ambos casos, Estados Unidos ha recurrido a la lenta táctica
del salami, es decir, a la "conquista mediante el corte de finas rebanadas".
Ninguna acción es tan escandalosa que constituya el pretexto para la guerra,
pero, un día, te das la vuelta y te das cuenta del terreno que has
perdido", de acuerdo al profesor Diesen.
La paciencia de Moscú se está agotando. En esencia, Moscú no puede y no
aceptará más
- el apoyo de Estados Unidos al abandono de los Acuerdos de Minsk por parte de Kiev
- el fomento por parte de Occidente de los sentimientos revanchistas en Ucrania
- la hoja de ruta de Occidente para transformar a Ucrania en un Estado "antirruso
- la intensificación del apoyo militar a Ucrania;
- el despliegue de fuerzas estadounidenses en Ucrania y el Mar Negro; y
- el compromiso activo de la OTAN con Ucrania y su presencia en el Mar Negro.
Putin esperaba que Biden percibiera las preocupaciones de Rusia, pero no se
ha producido ninguna corrección del rumbo y se persiste vigorosamente en el
viejo enfoque. Desde el punto de vista ruso, la política de Estados Unidos está
imposibilitando que Moscú mantenga lazos normales con Kiev y está conduciendo
inexorablemente a la creación de un Estado antirruso justo en su frontera occidental.
Resulta interesante que Putin también haya incluido en sus declaraciones la
importancia de la cuasialianza chino-rusa. Putin declaró: "Algunos de
nuestros socios occidentales están intentando de manera descarada abrir una
brecha entre Moscú y Pekín. Somos muy conscientes de ello. Junto con nuestros
amigos chinos, seguiremos respondiendo a esos intentos, ampliando nuestra
cooperación política, económica y de otro tipo, y coordinando los pasos en la
escena mundial." El Ministerio de Asuntos Exteriores chino saludó las
declaraciones de Putin.
El 19 de noviembre, China y Rusia realizaron una patrulla aérea estratégica
conjunta en el Mar de Japón y el Mar de China Oriental. Dos bombarderos con
capacidad nuclear de la parte rusa y de la china participaron en la patrulla
que duró más de diez horas. Tass destacó que Putin se mantuvo informado de la
misma.
El comunicado de prensa conjunto especificó, entre otras cosas, que la
patrulla tenía como objetivo “elevar el nivel de coordinación estratégica y las
capacidades operativas conjuntas de ambas partes, y proteger conjuntamente la
estabilidad estratégica global".
Para China y Rusia, Taiwán y Ucrania son cuestiones existenciales. Pekín no
puede permitirse la metástasis de Taiwán como componente de un cordón sanitario
dirigido por Estados Unidos. Moscú tampoco puede permitirse una contingencia
similar en su frontera occidental y meridional. (La semana pasada, el
secretario general de la OTAN habló abiertamente sobre el despliegue de armas
nucleares en Europa del Este).
Basta con decir que Rusia no se tomará las gravitaciones actuales con
estoicismo. ¿Qué pasará entonces? El Kremlin ha advertido de la gravedad de la
situación que se está produciendo.
De hecho, nadie habla aquí sobre
alguna "colusión" sino-rusa. Tampoco se trata de que, tanto para
Moscú como para Pekín, la cuestión sea simplemente ir a la guerra o no. Tanto
China como Rusia podrían adoptar un enfoque proactivo para promover sus
objetivos.
Pekín podría disponer de medidas para hacer frente a las provocaciones de
las fuerzas independentistas de Taiwán. Para Moscú también hay opciones,
excepto una invasión de Ucrania. Basta decir que ambos países tienen opciones
en su arsenal de herramientas que aún no han utilizado.
Sin embargo, sería un escenario totalmente nuevo si apareciera una
simultaneidad en el síndrome
"acción-reacción" en el Lejano Oriente y Europa Oriental. Hay
variables en juego, pero un escenario de simultaneidad no puede tener un
resultado favorable para EE.UU., geopolíticamente en el Pacífico occidental y a
nivel mundial. De hecho, el mundo puede presentar un aspecto totalmente
diferente.
Si Pekín observara con pasividad como Rusia "pierde" en Ucrania,
EE.UU. se envalentonaría y la capacidad de China para hacer frente a la
hegemonía estadounidense se debilitaría. Del mismo modo, si Estados Unidos sale
triunfante en el Lejano Oriente, Washington impondrá a Rusia un
restablecimiento de la estabilidad estratégica mundial en sus propios términos,
cueste lo que cueste.
De hecho, Taiwán y Ucrania son inseparables y los desafíos no podrían ser
mayores para Rusia y China.
Publicado por La Cuna del Sol
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