El desprecio y la
expoliación del indígena se ha naturalizado tanto en la sociedad guatemalteca,
que esta sociedad enferma del racismo, no sólo se niega a reconocer su mal
crónico, sino que reproduce y defiende las causas estructurales de su atavismo
patológico que lo ata en el atraso civilizatorio irracional.
GUATEMALA: ENVIDIABLEMENTE
MULTICULTURAL,
ESCALOFRIANTEMENTE RACISTA
Por Ollantay Itzamná
10 de abril, 2014.- Cuando el visitante ingresa a las principales ciudades
de Guatemala, la diversidad de colores, idiomas y aromas irrumpen desde los
mercados y plazas principales, activando en el huésped sensible su capacidad de
asombro y observación.
Guatemala está conformada por cuatro pueblos (maya, xinca, garífuna y
mestizo). Pero, más del 60% de su población es culturalmente maya, aunque
genéticamente casi nadie se puede abstraer de lo maya. Y, precisamente, esta
población mayoritaria maya, distribuida en 22 pueblos, con idiomas y costumbres
vivas y diferenciadas, es lo que hace de Guatemala un país policromático y
megadiverso como ningún otro en Abya Yala.
La extensión territorial de Guatemala es apenas un poco más de 108 mil Km2.
Casi una décima parte del territorio de países andinos como Perú o Bolivia. En
este territorio “diminuto”, germinó y florece un envidiable vivero de
identidades culturales desconocido y despreciado casi por la totalidad de sus
habitantes.
En el interior del país, existen bolsones territoriales indígenas inéditos
donde los mestizos se sienten verdaderos extranjeros “con categoría”, no sólo
por el idioma, sino también por la gastronomía, la vestimenta, las eco
espiritualidades, las eco tecnologías, los conocimientos ecológicos y los
diversos estilos de vida de sus anfitriones. Pero, la reacción casi “natural”
del visitante mestizo ante esta riqueza biocultural es el desprecio barnizado
de indiferencia.
El racismo, una enfermedad
crónica de Guatemala
El desprecio y la expoliación del indígena se ha naturalizado tanto en la
sociedad guatemalteca, que esta sociedad enferma del racismo, no sólo se niega
a reconocer su mal crónico, sino que reproduce y defiende las causas
estructurales de su atavismo patológico que lo ata en el atraso civilizatorio
irracional.
Guatemala está tan enferma que no puede vivir sin este mal que configura
las estructuras psicológicas individuales y colectivas de sus habitantes.
El racismo condena a las y los guatemaltecos a una esquizofrenia cultural
identitario que los obliga a subsistir escupiendo a lo que son y añorando con
lo que no son, ni será jamás (blancos genética y culturalmente). Sufrimiento
histórico que espera redención estructural.
Abordar este mal estructurante del país, en la gran mayoría de los casos no
sólo causa incomodidad, sino que hasta es ofensivo para la generalidad de
guatemaltecos.
Ni indígenas, ni mestizos se asumen como racistas. Pero, las miradas, los
comentarios, los maltratos, las estigmatizaciones permean las leyes, las
costumbre sociales, las instituciones públicas y privadas, los ritos
religiosos, hasta las relaciones intrafamiliares. Incluso, el o la indígena, en
la medida que se escolariza/profesionaliza, se vuelve más racista y despectivo
con su propia sangre.
El racista no nace, se hace
El racismo, como toda enfermedad social, es producto histórico y
socialmente construido. Nadie nace racista. La sociedad racista es la que
fecunda sujetos racistas. Esta enfermedad crónica se inyectó en el alma
individual y colectiva de criollos y mestizos de Guatemala en tiempos de la
invasión y saqueo colonial. Desde entonces, generación tras generación, esta
tara social se institucionalizó y normalizó en las leyes, en las instituciones
públicas y privadas y en las iglesias.
En Guatemala el mismo Estado está organizado para engendrar “ciudadanos”
racistas. El Estado (colonial y republicano), en su origen, historia,
estructura y funciones fue y es tremendamente etnofóbico y sistemáticamente
etnofágico. El Estado hizo de las grandes mayorías (indígenas) un “mal”
permitido e indeseado, pero necesario para su subsistencia.
¿Existen los pueblos indígenas en la Constitución Política de Guatemala?
No. ¿Existen héroes o heroínas indígenas en la historia oficial de Guatemala?
No. ¿Existen valores, eco tecnologías y conocimientos ancestrales indígenas en
los contenidos académicos del sistema educativo estatal? No. ¿Para quienes
están destinados los peores nichos laborales en el país? Para indígenas.
¿De qué color son las estatuas de santos, vírgenes y del mismo Dios en las
iglesias? Blancos. ¿De qué color es el centro de la bandera de Guatemala?
Blanco. ¿En qué idioma están escritas las leyes del país?
Sin embargo, las y los indígenas son casi las dos terceras partes de la
población del país. Los pueblos mayas y xinca tienen historias, eco
tecnologías, conocimientos milenarios y espiritualidades, ahora, rebuscados por
la industria del conocimiento externo. Son indígenas quienes dinamizan y
mantienen a las iglesias. El fenómeno de la economía de la agroexportación
tiene aroma de sangre y sudor maya.
Con estas estructuras estructurantes es imposible no ser racista. ¡Hasta
los dioses se hacen racistas en Guatemala!
Y, lo más triste es que este atavismo crónico es asumido y premiado como
una estimable virtud por el sistema. Al grado que las víctimas del racismo, no
sólo aceptan este vicio social como algo normal, sino que lo defiende y lo
reproducen como un elixir de ascenso social y progreso.
¿Cuál es el origen del
racismo en Guatemala?
El racismo, como un constructo sociocultural, tiene su origen histórico en
la invasión colonial, y en la configuración psicológica del espíritu del
colonizado.
Si bien los invasores, luego los criollos, pudieron legitimar su conducta
de saqueo y dominación sobre los aborígenes argumentando que nuestros
abuelos/as no eran seres humanos, por tanto, tampoco tenían derecho a tener
derechos, ni propiedades; esta negación se convirtió simultáneamente en la
frustración y fracaso de los soldados guerreros del Rey de España.
Los soldados del Rey sólo podían demostrar su hidalguía y esperar la
recompensa real correspondiente si demostraban su victoria militar sobre otros
pueblos, sobre otros seres humanos. Pero, como los aborígenes “vencidos” no
eran seres humanos, entonces, los “vencedores” no podían autoafirmar su
gallardía, mucho menos esperar la recompensa del ascenso de estatus.
De allí viene el odio y el desprecio al aborigen por parte del invasor y
del criollo. Ellos odian y desprecian su fracaso (al aborigen), pero, al mismo
tiempo ese fracaso era la esencia vital para su subsistencia en el nuevo mundo.
Esta contradicción existencial que habitó a los invasores fue heredado por
criollos y mestizos que intentaron crear el Estado republicano. Por eso,
sistemáticamente aplicaron desde el aparente Estado nación políticas de
asimilación, integración y de eliminación biológica (genocidio) en contra de
los pueblos indígenas (por ser, según ellos, el espejo de su fracaso). Pero,
tampoco podían desaparecernos cultural y biológicamente por completo porque su
Estado y ellos subsistían y subsisten gracias a nuestros bienes y fuerzas
laborales. Por eso, el racismo fluctuante en Guatemala aniquila pero no mata
por completo. Porque si desaparecemos, desaparecen ellos.
Esta contradicción existencial que enferma a verdugos y víctimas sólo será
superada con la creación de un nuevo Estado y una nueva sociedad intercultural
con la participación de todos los pueblos y sectores del país.
A esta redención histórica, en la América Latina del siglo XXI, se denomina
proceso de una asamblea constituyente refundacional. Concertar y construir
nuevas leyes, nuevas instituciones públicas y nuevos proyectos de vida fundados
y orientados por la interculturalidad y la vocación por la vida policromática.
Éste es el reto que tiene Guatemala para superar su pecado original, el
racismo.
*Ollantay Itzamná, indígena
quechua. Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya.
Conoció el castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera,
la rueda, etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que
sus reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir
“Solo nos dejen decir nuestra verdad”.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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