La relación entre EE UU y
Rusia-China es oscilante, a veces aliados que se necesitan, otras tantas
ocasiones incómodos rivales en el tablero geopolítico global. Sin embargo, el
gigante rojo y el gigante euroasiático conforman una “llave” única capaz de frenar
a Washington en distintos asuntos globales.
PULSO DE FUERZAS
Por Juan Pablo Crespo
Panorama
De bipolar a unipolar, y de allí a la multipolaridad. Así es el mundo de
hoy. Sin embargo, hay expertos que creen que lo de multipolar no encaja en la
realidad y prefieren hablar de apolar, por un débil centro gravitacional del
sistema internacional. Lo cierto es que Estados Unidos sigue siendo la gran
potencia, aunque lejos de lo que llegó a ser, mientras China y Rusia conforman
una especie de bloque que le pone ciertos límites a Washington e, incluso, le
ronca en su propio continente.
La relación entre EE UU y Rusia-China puede decirse que es oscilante, a
veces aliados que se necesitan, otras tantas ocasiones incómodos rivales en el
tablero geopolítico global. Tras el fin de la Guerra Fría, muchas cosas
cambiaron en el camino. Rusia, por ejemplo, y bajo el liderazgo de Vladimir
Putin, consolidó el G7, que pasó a ser el actual G8, pero ahora excluido del
grupo de países industrializados por la anexión de Crimea.
Este panorama de sube y baja, de tensiones que van
y vienen, puede corroborarse precisamente con la incorporación de Crimea por
parte de Rusia, que se produjo sin disparos, aunque ha colocado la relación entre Washington
y Moscú en uno de sus puntos más bajos. Para Occidente, se trata de
expansionismo puro. Algunos analistan han asomado la idea de una “preguerra
fría” y hasta de un nuevo orden mundial.
Ahora bien, retomando la línea de esa capacidad de los rusos y chinos de
limitar la capacidad de acción de Estados Unidos, Siria ha sido uno de esos
casos emblemáticos. En la crisis interna del país árabe, Rusia ha sido el gran
actor. La actitud de Moscú siempre fue la de “aquí no habrá solución sin
nuestra participación”. Así quedó ratificado con el cambio de rumbo que en una
oportunidad tuvo que acometer EE UU, que no tuvo otra que seguir el camino marcado
por el gigante euroasiático, en vez de insistir con la intervención militar.
Cuando las acciones ofensivas parecían inminentes, entonces surgió la
propuesta de Moscú para que Siria entregue sus armas químicas, vista con buenos
ojos tanto por Washington como por Damasco. La intervención militar se quedó en
el camino, aunque los norteamericanos lo último que querían era estar
involucrados en otra acción de este tipo. Irak y Afganistán erosionaron los
recursos económicos requeridos para desplegar el músculo militar y la
credibilidad internacional.
Desde el Consejo de Seguridad de la ONU (constituido por 15 miembros, cinco
de estos permanentes: China, Rusia, Francia, Gran Bretaña y EE UU), tanto
chinos como rusos en algunas oportunidades han hecho uso del derecho a veto
para frenar Estados Unidos y Europa. Así por ejemplo, a mediados de marzo
pasado, Rusia vetó el borrador de la resolución que declaraba que el referéndum
que tuvo lugar en Crimea no podía tener validez y urgía a los estados y
organizaciones internacionales a no reconocerlo. Aquí, China se
abstuvo. La embajadora de Washington ante Naciones Unidas, Samantha Power,
afirmó que Moscú usó su “veto como cómplice de una incursión militar ilegal.
Rusia tiene el poder de vetar la resolución, pero no puede vetar la verdad”.
En dos oportunidades, Moscú y Beijing vetaron proyectos de resolución contra Siria, posición que frenó una posible agresión armada contra el país sumergido en una guerra civil desde hace más de dos años. Al respecto, Fida Dakroub, de la Universidad de Western Ontario, llegó a escribir que “tal oposición tiene un gran significado: La determinación de Moscú y Beijing para frenar las ambiciones de Estados Unidos para establecer un nuevo ´califato´ en el Medio Oriente, dirigido por sus nuevos aliados en la zona, la Hermandad Musulmana y grupos wahabíes islamistas”.
Rusia y China se opusieron siempre a una intervención militar de Occidente
contra Irán, so pretexto de un supuesto programa nuclear con fines nucleares
que estaría desarrollando el país islámico. Como uno de los actores más
cercanos a Irán, Moscú igualmente ha jugado aquí un papel preponderante. Para
Rusia, la solución ha pasado siempre por el diálogo. Por supuesto,
tanto en Siria como en Irán, los rusos tienen distintos intereses, como los
económicos, que defender. Así, por ejemplo, esta semana se conoció que Irán y
Rusia avanzaron hacia un acuerdo de intercambio de bienes por petróleo, por un
valor estimado de 20.000 millones de dólares. La Casa Blanca fijó posición al
afirmar que un acuerdo de este tipo produciría graves preocupaciones sobre el
tema nuclear entre Occidente e Irán.
Tanto Rusia como China llegaron a vetar igualmente iniciativas de Naciones
Unidas que impondrían paquetes de más sanciones sobre Irán. Lo mismo sucedió
después en el caso Siria. Cabe acotar que tanto el primero como el segundo
están a favor de la no proliferación de armas de destrucción masiva.
“Rusia y China se ganan los espacios dentro del
mercado sin necesidad de utilizar la fuerza. Eso no quita que, probablemente,
ambos estén hoy más convencidos de la necesidad de definir y consolidar un
bloque económico, político y militar”, dijo el analista político e internacional Níkolas
Stolpkin (Chile), consultado sobre el tema.
Esa “llave” Rusia-China tampoco es que funciona de manera automática, ni
están tan acoplados como Washington con sus aliados naturales. “Para que haya
un bloque económico, político y militar consolidado se necesita tener, como
bloque, respuestas económicas, políticas y militares, de las cuales carecen,
por el momento, Rusia-China. Todo lo contrario a lo que sucede con el bloque EE
UU-Europa-Japón que tienen estas respuestas como bloque”, señaló Stolpkin.
“Obviamente, no querríamos una confrontación militar entre el bloque de
Occidente frente a Rusia y China. Pero alguien debe frenar a Occidente, en
especial a Estados Unidos, y obligarlo a ceder su trono económico”. Stolpkin
cree que los movimientos de piezas que últimamente han tenido EE UU y sus
aliados, en el plano militar, en el fondo lo que buscan es frenar el desarrollo
del bloque capitalista liderado por China. “Y China es su gran motor”.
El experto en Asia, Ken Courtiss, ha manifestado que “lo que está
ocurriendo es que, en un abrir y cerrar de ojos, en tan solo una generación, el
poder se ha mudado de Occidente a Oriente. Y con el tiempo veremos que no se
trata solo de un movimiento del poder económico y financiero, sino que también
migrará a Oriente el poder político, cultural e ideológico”.
China, como ha dicho Nicholas Redman, del
Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, sabe, además, cómo jugar a
dos puntas. El caso
Crimea así lo dibuja. Beijing tiene como norte de su política exterior no
meterse en asuntos internos. No obstante, hace aproximadamente mes y medio, el
canciller chino, Wang Yi, dijo que “la relación China-Rusia está en el mejor
momento de la historia”. A mediados del año pasado, el gigante rojo y el
gigante euroasiático realizaron los ejercicios militares más grandes en la historia
del milenario dragón. China, por lo demás, es el país que más petróleo
le compra a Rusia, el segundo mayor exportador de crudo del mundo.
El presidente chino, Xi Jinping, en una visita a Moscú, llegó a decir que
su país y Rusia, “los mayores vecinos el uno del otro, comparten muchos puntos
en común en sus modelos de desarrollo nacional”. Y que “las relaciones
bilaterales han entrado en una nueva etapa en la que cada uno proporciona al
otro importantes oportunidades de desarrollo y trata al otro como un socio
importante”.
Mientras tanto, cada vez China y Rusia ganan más
terreno en América Latina, quizás directamente proporcional a la pérdida de
influencia de los norteamericanos en la región.Los lazos políticos son cada vez más fuertes y la
relación comercial, en especial con China, crece exponencialmente. Los chinos
necesitan materia prima y en Latinoamérica pueden encontrarla, y mucho. Aquí
compran y explotan tierras. En África su presencia también es notable.
“En definitiva, el avance económico tanto de China como de Rusia implicará
de cualquier forma la desesperada entrada a escena del bloque Occidental
liderado por Estados Unidos para querer detener ese avance, por lo que ambos
deben estar obligados a definir y fortalecer el bloque que representa tanto en
lo económico, como en lo político y militar”, señaló Stolpkin.
“A China no le conviene tener una Rusia débil, y
como motor deberá liderar la defensa del bloque por emerger. El punto es
¿cuándo China entrará en escena? ¿Cuándo China golpeará la mesa?
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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