El fallecido autor, que
siempre apoyó la revolución cubana y brevemente trabajó en Prensa Latina, no
sólo argumentó que la realidad del continente era más extraña que la ficción,
sino que se dio a la tarea de demostrarlo a través del periodismo creativo.
GARCÍA MÁRQUEZ SE HA IDO,
PERO
NO EL MUNDO QUE ÉL DESCRIBIÓ
Por Chris Gilbert
Caracas.
Uno de los más grandes autores latinoamericanos, el escritor colombiano
Gabriel García Márquez, murió el jueves pasado. Al igual que con cualquier
escritor cuya obra se convierte en un fenómeno de la cultura de masas, su
trabajo es también el foco de diversas lecturas. Estas interpretaciones tienen
a su vez una influencia directa en la comprensión de la realidad de nuestro
continente. Por esta razón, al poner presión sobre el legado de
"Gabo" -como se le llamó a veces- también ejerce presión tectónica
en la lectura que tenemos de nuestra realidad vivida.
De acuerdo con una línea de pensamiento, García Márquez inventó el género
del realismo mágico. Esto es falso y políticamente peligroso. Por un lado,
Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Julio Cortázar y hasta William Faulkner (como
Gabo indicó en su discurso de
aceptación del Premio Nobel) colaboraron en la creación de
este género literario. Por otro lado, la "realidad" del realismo
mágico -como la realidad de Guernica,
según la famosa frase de Picasso -fue creada por el imperialismo.
La United Fruit Company está detrás de algunos de los elementos más
"mágicos" del Macondo imaginado de García Márquez -como la masacre de
los trabajadores bananeros que oficialmente nunca ocurrió y nadie recuerda-,
mientras que el colonialismo y el imperialismo en general, están detrás de los bajos
niveles culturales que definen el tipo de subjetividad en sus novelas más
consumadas (1967 hacia adelante). Estas son historias en las que la magia se
fusiona con la realidad y las personas asumen una actitud no crítica, no
distante, pre científica hacia su entorno. Por ejemplo, para los habitantes de Cien años de soledad un bloque de hielo
o un imán es tratado como un objeto de admiración, sin embargo, una
resurrección o la levitación se considera normal.
Aunque la pluma de Gabo fue ciertamente dotada de genio demiurgico, no dejó
de registrar realidades. El fallecido autor, que siempre apoyó la revolución
cubana y brevemente trabajó en Prensa Latina, no sólo argumentó que la realidad
del continente era más extraña que la ficción, sino que se dio a la tarea de demostrarlo
a través del periodismo creativo. Después de ganar el Nobel, se dedicó a temas
como la misteriosa muerte del guerrillero Jaime Bateman para la revista Semana, mientras que el secuestro de
diez periodistas por el cartel del inmortal Pablo Escobar se convirtió en Noticia de un secuestro.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC-EP, ahora en conversaciones
de paz con el gobierno colombiano en La Habana, ha declarado que Macondo -un
país desnacionalizado y la guerra surrealista - no es una ficción, sino una
realidad que los colombianos han vivido durante más de 50 años. Por esta razón,
cuando en estos mismo días se le rendía un homenaje a
Gabo, ellos no dudaron en expresar el deseo de que el
verdadero Macondo (es decir, Colombia) no termine en un torbellino de polvo y
escombros a causa de la oligarquía militarista del país. De manera similar, el
fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez expresó con frecuencia el deseo
de que América Latina deje atrás sus 100 años de soledad.
Aquí es donde las interpretaciones del Norte Goblal y del Sur Global de la
obra de Gabo divergen. Un siglo de soledad y un país similar a Macondo no puede
ser simplemente una cuestión de curiosidad como quizás quieren hacernos creer las
empresas editoriales del Norte. Tampoco puede la pintoresca versión de realismo
mágico ser tratada como un destino o un programa político para América Latina,
de la misma manera que la alienación
suburbana retratada por John Updike tampoco puede ser tomada como el destino de
la población de América del Norte.
Hace un siglo, Lenin escribió que
Tolstoi era un gran autor, pero asignó su obra a un período
específico de desarrollo de Rusia: el momento encarnado en la altamente
contradictoria revolución de 1905 con el objetivo de la democratización en un
estado autocrático, y sin embargo, en última instancia limitado por la
condición campesina y la mentalidad religiosa de sus principales actores. Lenin
pudo haber sido demasiado mecánico en su argumento, pero estuvo correcto en poner
algunos límites a la mentalidad expresada en la ficción de Tolstoi. De manera
similar, el mundo mágico de Gabo no debe ser colocado en la culminación de las
letras latinoamericanas, sino más bien en sus comienzos.
Esto se debe a que las raíces del boom de la escritura latinoamericana, en
la cresta de la cual cabalgaba García Márquez, tienen que ser encontrados en el
surgimiento de la propia América Latina como una consecuencia de la revolución
cubana. Es decir –siguiendo la reflexión de Roberto Fernández Retamar- la
existencia de América Latina como entidad política y soberana es la condición previa
para que exista ahí una literatura latinoamericana. Un corolario es que la
historia de una América Latina que existe en el escenario mundial y tiene a Gabo
como uno de sus primeros y mejores narradores, apenas ha comenzado a ser
contada.
Chris Gilbert se desempeña como profesor de Ciencias Políticas
en la Universidad Bolivariana de Venezuela
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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