Los partidarios de la
independencia energética consagran la llamada "revolución del
esquisto" de Estados Unidos como un elemento de cambio geopolítico, lo que
permite a Estados Unidos hacer uso de sus exportaciones potenciales de petróleo
de esquisto bituminoso y gas para debilitar a los poderes productores de
hidrocarburos que no cooperan. A continuación, Flynt Leverett y Hillary Mann
Leverett argumentan que la revolución del esquisto no le dará a los Estados
Unidos nada que se aproxime a la independencia significativa de energía, algo
que de todos modos Estados Unidos no debería tratar. Los autores sugieren que
la adopción de la mitología de la independencia energética refuerza la aversión
oficial de Washington a la diplomacia seria con rivales estratégicos, exacerbando
así las confrontaciones auto-perjudiciales e innecesarias de los Estados Unidos
con países como Rusia e Irán.
LA REVOLUCIÓN DEL ESQUISTO
DE EE.UU Y EL PELIGRO
DEL MITO DE LA INDEPENDENCIA
ENERGÉTICA
Por Flynt Leverett and Hillary Mann Leverett
Las elites estadounidenses han estado hablando de la "independencia
energética" durante cuarenta años -desde que los Estados Unidos se
convirtió en un importador neto de petróleo a principios de 1970, en la época
de la primera crisis petrolera. Aunque rara vez han sido precisos o
analíticamente rigurosos en el uso del término, que parece significar, en su
formulación más ambiciosa, que los Estados Unidos nunca volvería a tener que
importar moléculas de hidrocarburo, en forma líquida o gaseosa. En una versión
más moderada (pero aún bastante ambiciosa), la demanda de importaciones de
petróleo y gas de los EE.UU se reduciría a niveles que podrían satisfacerse con los suministros de
“amigables” vecinos, en lugar de los países geopolíticamente en desacuerdo con
Washington.
Pero, de una u otra forma, la noción de la independencia energética es un
mito, y uno que es peligroso. Es un mito
porque ignora las realidades de hoy del mercado internacional del petróleo y el
gas, es peligroso porque estipula opciones de política exterior mal
aconsejadas.
Visiones cambiantes
Durante gran parte de los últimos cuarenta años, las élites estadounidenses
han hablado de la independencia energética mayormente en términos de
sustitución de hidrocarburos con fuentes alternativas de energía y/o en
términos de gestión de la demanda. Esta visión trata la dependencia del mundo
de los hidrocarburos, de más de un ochenta por ciento de su energía, como
patológica, como una "adicción" que necesita tratamiento. De hecho,
la dependencia mundial de los hidrocarburos es muy racional. Los hidrocarburos
son de alta densidad, son combustibles eficientes; especialmente en su forma
líquida, son más baratos para transportar y almacenar que otros tipos de
combustible. Por otra parte, los propios hidrocarburos son baratos: un barril
de petróleo (incluso a un precio de más de $100) es más barato que volúmenes
iguales de cualquier otro líquido en el planeta -leche, Diet Coke, champú,
incluso el agua. Esto hace que sea muy difícil desplazar el petróleo crudo y
otros hidrocarburos, y explica por qué las visiones basadas en la demanda de la
independencia energética no han tenido un impacto estratégicamente
significativo en el balance energético global.
En años recientes, el discurso sobre la independencia energética se ha
desplazado de una narrativa basada en la demanda a una posición basada en la
oferta, dando por sentado que Estados Unidos puede producir suficiente petróleo
y gas como para obviar la necesidad de importar hidrocarburos. La clave de esto
ha sido la "revolución del esquisto", conseguido mediante la
aplicación del fracturamiento hidráulico, o "fracking", en la
producción de petróleo y gas en los EE.UU. Visiones basadas en la oferta para la
independencia energética sostienen que el esquisto no sólo va a mejorar la
seguridad energética de Estados Unidos, sino que resucitará su primacía mundial
mediante el aumento de los suministros de petróleo y gas y la reducción de los precios
de la energía, a su vez provocando un renacimiento económico de los EE.UU al
tiempo que socava a las potencias productoras de hidrocarburos que no cooperan,
arrebatándoles su cuota de mercado y reduciendo sus ingresos por concepto de
exportaciones.
El juego del esquisto
Sin duda, la revolución del esquisto ha tenido un impacto significativo en
la producción de energía en los EE.UU. Tan recientemente como el 2007, el
esquisto representaba sólo el cinco por ciento de la producción de gas natural
estadounidense; para el 2012, representaba el treinta y cinco por ciento de la
producción de gas, y esa cifra parece que va a seguir subiendo. Muchos
sostienen que el esquisto hará que Estados Unidos sea autosuficiente y aun más
en el gas en los próximos años.
La producción convencional de petróleo en los Estados Unidos -la producción
de los yacimientos convencionales sin el fracking -alcanzó su punto máximo en
1970 con 9,7 millones de barriles por día (bpd) y luego disminuyó, alcanzando
un mínimo de 5 millones de bpd en el 2008. Pero con el arribo de la producción
de esquisto, los Estados Unidos aumentó su producción a 7,5 millones de barriles
diarios de petróleo crudo en 2013, convirtiéndose en el tercer mayor productor
del mundo (después de Arabia Saudita y Rusia); al sumar los gases naturales
líquidos y condensados, tenemos que la producción de combustibles líquidos de
los EE.UU superó los 11 millones de bpd. Eso es reducir la demanda de EE.UU por
el petróleo importado -en 2005, las importaciones estadounidenses ascendieron a
60 por ciento de la demanda de combustible líquido; para el año 2011, esta
cifra se había reducido a 45 por ciento, los datos preliminares para el 2013
sugieren que puede ahora ser de hasta 35 por ciento.
¿Cuál revolución?
Todo esto es una buena noticia, hasta cierto punto. Durante la última
década, las importaciones de energía han representado aproximadamente la mitad
del enorme déficit comercial de Estados Unidos. En la medida en que los EE.UU tengan
que importar menos petróleo y gas, esto resulta claramente positivo para la
balanza de pagos de los EE.UU. También hay mediciones del PIB y el crecimiento
del empleo asociados a la producción de esquisto. Sin embargo, hay fuertes
razones para el escepticismo en cuanto al alcance y sostenibilidad de la revolución
del esquisto, y si la independencia energética basada en la oferta será tan
poderosa estratégicamente para Washington, como algunos dicen.
Ciertamente, la idea de que Estados Unidos exportará suficiente gas de
esquisto en forma de gas natural licuado (GNL) a precios suficientemente bajos
para socavar las enormes ventajas que un importante productor de gas ya
establecido como Rusia disfruta en los mercados de exportación de gas en
Eurasia, parece muy fantasioso. Hasta ahora el gobierno de EE.UU ha aprobado cinco
solicitudes para proyectos de exportación de gas natural licuado, con otros diecinueve pendientes. Pero está lejos de ser
claro cuánto gas estadounidense estará realmente disponible para la exportación
en los próximos años.
Las compañías han conseguido muy buenos resultados en la producción de gas
de esquisto en los EE.UU -y, en el trayecto, han bajado tanto los precios del gas
en América del Norte como para debilitar el caso de mayor inversión en nueva
producción. (Grandes compañías energéticas que siguieron a las empresas independientes
más pequeñas en el negocio del gas de esquisto estadounidense están perdiendo
dinero en sus emprendimientos.) Y para aquellos que piensan que los Estados Unidos podrían
exportar gas a Europa y a la ex Unión Soviética en cuestión de meses, si tan
solo Washington emitiera más licencias, el desarrollo de un tren de
licuefacción de GNL toma, literalmente, años.
Es además demasiado oneroso. Para cuando el primero de los trenes de GNL a
los que el gobierno de EE.UU ha dado licencias de exportación entre en
funcionamiento el próximo año, tendrá un costo de al menos $10 mil millones; el
costo para los trenes futuros serán por lo menos de tal magnitud. Los altos
costos iniciales significan que los inversores sólo financiarán proyectos para
los clientes comprometidos a comprar los contratos de producción, durante
veinte o veinticinco años, razón por la cual la mayoría de los trenes de GNL
que han solicitado certificados de exportación nunca seran construidos.
(Algunos productores peticionan para estimular los bajos precios del gas norteamericano
mediante el fomento de la percepción de la demanda en el extranjero.)
Incluso si varios trenes de licuefacción entran en operación, su producción
será una fracción de las exportaciones de gas de Rusia a Europa. Y, mientras
que los precios europeos del gas son más altos que los de Norteamérica, es
prácticamente seguro que la mayoría del GNL estadounidense irá a Asia, donde
los precios son incluso más altos que en Europa.
De manera similar existen serias interrogantes acerca de auge del petróleo
de esquisto bituminoso en Estados Unidos. La Agencia Internacional de la
Energía proyecta que la producción de petróleo de esquisto en los EE.UU
alcanzará el punto máximo en el 2020, un período de estabilización durante unos
años, luego declinará. La producción de petróleo convencional de los
EE.UU continúa en declive, al igual que la producción del Golfo de México. Esto
significa que la canibalización del esquisto para reemplazar la producción
perdida en otros ámbitos se acelerará; después de una década más o menos, el
petróleo de esquisto bituminoso no evitará que la producción total de petróleo de
EE.UU alcance su punto máximo -y decline- de nuevo. De esta manera, la AIE
prevé que el mundo seguirá mirando a Oriente Medio para el incremento gradual
de la producción de petróleo en el largo plazo.
Ilusiones peligrosas
La búsqueda de la independencia energética, desafiando la realidad en los
mercados de petróleo y gas de hoy en día, no sólo es quijotesco -es
contraproducente para el prestigio y la influencia de Estados Unidos. Es
contraproducente de manera más inmediata, ya que refuerza la convicción de
larga data de Washington, de que los Estados Unidos no tiene que empeñarse en
la diplomacia real con los rivales estratégicos –es decir, la diplomacia, que
reconoce y acomoda sus intereses nacionales legítimos (por ejemplo, el interés
de Rusia en no querer que Occidente convierta a otros estados post-soviéticos
en plataformas anti-rusas, o el interés de Irán en el desarrollo de las
capacidades del ciclo del combustible nuclear vigilado pero gestionados de
manera autóctona).
En términos más generales, las clases gobernantes estadounidenses deben
entender que lo opuesto a la independencia energética no es la dependencia, es
la interdependencia energética. Desde la Segunda Guerra Mundial, la
estabilización de la interdependencia energética ha sido un elemento
fundamental en la posición de los Estados Unidos como una gran potencia.
Durante décadas, los intereses de Estados Unidos en la estabilización de la
interdependencia energética se han encarnado en su compromiso de defender el
libre flujo de los hidrocarburos del Golfo Pérsico a los mercados internacionales.
Pero el interés de EE.UU en el petróleo del Golfo Pérsico, desde sus orígenes
en la Segunda Guerra Mundial, nunca ha sido fundamentalmente acerca de sus
propias necesidades energéticas.
Los Estados Unidos emergieron de la Segunda Guerra Mundial autosuficientes
y algo más en la producción de petróleo -fue, de acuerdo a las definiciones que
figuran más arriba, energéticamente independiente.
Los EE. UU no se convertirían en un importador neto de petróleo hasta la década
de 1970, más de un cuarto de siglo después del fin de la guerra. E incluso
después de convertirse en un importador neto, los EE.UU nunca han recurrido a
las importaciones del Oriente Medio para balancear el alto porcentaje de su propia
demanda de petróleo. El interés de los EE.UU en el Golfo Pérsico nunca ha sido
a cerca del petróleo de esa región para satisfacer su propia demanda de
energía, es a cerca de la habilidad para controlar quien tiene acceso al petróleo
del Golfo Pérsico.
Al salir de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos quería garantizar los
flujos de petróleo del Golfo Pérsico a Europa Occidental y Japón, porque juzgaba
(mucho antes de la Guerra Fría) que proveyendo de un suministro energético
seguro y barato a estos estados sería esencial para su recuperación de
posguerra -y su recuperación era considerada esencial para las propias
perspectivas económicas de Estados Unidos a largo plazo. En una perspectiva más
amplia, la seguridad energética provista por los EE.UU confinaba a Europa y Japón en asociaciones
económicas y de seguridad a largo plazo con los Estados Unidos. Durante casi
setenta años, incluso después de la revolución de la OPEP de la década de 1970 que
puso fin a la capacidad de Occidente para controlar los precios de la energía,
esto se ha mantenido como la base real del interés de Estados Unidos en el
mantenimiento de una significativa influencia sobre la producción y
comercialización de hidrocarburos del Golfo Pérsico: para reforzar su posición
estratégica en otras partes importantes del mundo.
La necesidad percibida de dominar los flujos de hidrocarburos del Golfo
Pérsico también ha llevado a Washington a tratar asiduamente de suprimir la
aparición de centros de poder independientes en la región (por ejemplo, el
golpe de la CIA en 1953 que derrocó a un gobierno nacionalista elegido
democráticamente en Irán). Desde el fin de la Guerra Fría, los Estados Unidos ha
redoblado imprudentemente este enfoque, buscando un nivel de supremacía
hegemónica en el Golfo Pérsico del cual se vio limitado durante la Guerra Fría.
La aspiración hegemónica ha llevado a las administraciones de los Estados
Unidos a buscar políticas, que en realidad, han disminuido la seguridad de los
flujos de hidrocarburos del Golfo Pérsico a los mercados internacionales -por
ejemplo, mantener un nutrido contingente militar sobre el terreno en la región
después de la primera Guerra del Golfo Pérsico, el mantenimiento de las
sanciones internacionales contra Irak que mataron a más de un millón de
iraquíes (la mitad de ellos niños), la invasión de Irak en 2003 y la posterior ocupación
que duró varios años, y amenazas de imponer sanciones extraterritoriales (por lo
tanto ilegales) a las entidades de terceros países que realicen transacciones
con Irán.
Tanto como tales políticas han operado en contra de la seguridad energética
global, también han dañado la posición internacional de Estados Unidos. Pero el
impacto negativo de estas políticas no significa que el logro de una condición
(mítica) de la independencia energética, haría a los Estados Unidos más fuerte.
En realidad, reduciría las herramientas disponibles para los políticos
estadounidenses para promover la perspectiva y la influencia de Estados Unidos
en todo el mundo.
La otra cara de la afirmación de que la revolución del esquisto permitirá a
los Estados Unidos socavar a las potencias productoras de hidrocarburos que no
cooperan, es la afirmación de que la independencia energética basada en la
oferta, permitirá a los Estados Unidos desentenderse de sus
problemas en el Oriente Medio y sus desafíos. Esto es un error, incluso si se
cumplen las proyecciones más optimistas de gas de esquisto y la producción de
petróleo de esquisto bituminoso en los Estados Unidos, los productores de
esquisto estadounidenses todavía estarán operando en un mercado global,
especialmente para el petróleo. Por lo tanto, los Estados Unidos todavía va a
tener que preocuparse por lo que ocurre en el Golfo Pérsico, porque lo que
sucede allí tiene un gran efecto en los precios de la energía.
Más fundamentalmente, los que dicen que la revolución de esquisto permitirá
que los Estados Unidos se interesen menos en el Oriente Medio, están
básicamente diciendo que los Estados Unidos deben removerse de las cuestiones
que atañen a las superpotencias. En realidad, los Estados Unidos tienen que
abandonar los delirios de la hegemonía de
la Guerra Fría, y tomar en serio lo de ser una gran potencia -mediante el
empleo del poder diplomático estratégicamente basado y equilibrado, con otros Estados
globales y regionales importantes, y trabajando con otros en una forma
genuinamente cooperativa para asegurar el bien público global de la seguridad
energética.
Traducido del inglés por Marvin Najarro
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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