En los países en que se
implantan maquilas y/o se producen materias primas se pretende que no existan
alternativas de educación universitaria sino tecnológica
LA EDUCACIÓN DE MAQUILA
Por Renán Vega Cantor
En los nuevos esquemas de división internacional del trabajo a partir de
las ventajas comparativas unos cuantos países producen ciencia, tecnología y
conocimiento, mientras que la mayoría genera las materias primas que en los
centros imperialistas se necesitan para perpetuar su modo de producción y de
consumo, y allí se ensambla y terminan los productos que son diseñados y
controlados por las empresas multinacionales. En esta perspectiva de
desindustrialización, se abandona el modelo que se difundió durante casi medio
siglo (1945-1985) y que pregonaba una educación de masas, tendiente a reforzar
una formación que coadyuvara en esos procesos de industrialización. En estos
momentos se renuncia a ese proyecto y se sostiene que en los países en que se
implantan maquilas y/o se producen materias primas debe impulsarse una
educación que forme en las competencias adecuadas para este tipo de economía y
sociedad.
Por ello, en la educación superior se diferencia entre aquella consagrada a
formar fuerza de trabajo calificada para los oficios que necesita el
capitalismo maquilero y dependiente y aquella que instruye a los cuadros
dirigentes de un país, ligados en forma directa con los intereses
transnacionales. Para el primer sector se plantea una educación especializada
al máximo, en donde se enseñe a leer, escribir y sumar, junto con unos
conocimientos técnicos rudimentarios para desempeñarse en las maquilas, en la
agricultura de exportación, o en el sector minero.
En consecuencia, para amplios segmentos de la población no existen
alternativas de educación universitaria sino tecnológica, e incluso el Banco
Mundial ha propuesto eliminar la universidad en países enteros, como sucedió
hace un cuarto de siglo en Estonia. Se planteó el fin de la universidad porque
se suponía que ese país debía especializarse en ventajas comparativas, cuyas
habilidades laborales se adquirían por fuera de la universidad, en razón de lo
cual ésta era innecesaria y podía ser suprimida. Puede pensarse que las
afirmaciones sobre la abolición de la universidad en los países periféricos son
circunstanciales y excepcionales, pero el Banco Mundial considera que la
universidad debe eliminarse como perspectiva escolar de la mayor parte de la
población de un país, que debe ser encaminada hacia una educación de otra
índole, con predominio de los saberes requeridos para el capitalismo maquilero.
La cuna de la maquila
educativa
En el norte de México, donde desde hace varias décadas se estructuró un
cordón de maquilas, ligadas al capitalismo transnacional, también se impulsaron
las primeras propuestas de convertir a la educación en una maquila. En otros
términos, si la economía de la zona fronteriza de México está regida por las
maquilas, la educación que se debe implementar en esa región –lo que luego se
ha hecho extensivo a países enteros– debe ser funcional a las maquilas. En
Ciudad Juárez y Tijuana desde la década de 1960 se establecieron fábricas que
emplearon a miles de mujeres jóvenes, con bajos salarios y pésimas condiciones
laborales, debido a su destreza para ensamblar aparatos microelectrónicos y a
su docilidad y obediencia. En esos mismos lugares, desde comienzos de la década
de 1980 se crearon escuelas técnicas de nivel medio superior, en las cuales se
ofrecen adiestramientos elementales para las maquilas.
La maquila agrava el problema de la sobre oferta de profesionales
capacitados que genera una educación sin industrialización, puesto que aquellos
no tienen donde emplearse, puesto que la maquila importa una tecnología ya
desarrollada y materializada en máquinas, junto con, al decir de Hugo Aboites,
“el diseño de los productos, diagramas, insumos, organización, técnicas de
manejo de inventarios, procedimientos de control de calidad y de selección de
recursos humanos y de administración y hasta los productos ya listos para ser
ensamblados”.
Con ello, se reduce la necesidad de propiciar investigación y avance
científico en las zonas de actividad productiva periférica, algo que también
acontece con la demanda de profesionales, porque en esencia la maquila necesita
de una fuerza de trabajo barata y eficiente para efectuar tareas rudimentarias,
tales como clasificar cupones de centros comerciales de los Estados Unidos,
soldar y, en los casos más complicados, insertar microchips o realizar
ensambles con microscopio.
Pese a que estas últimas actividades tienen una gran complejidad
tecnológica, el proceso de trabajo exige una escolaridad mínima, la
indispensable para seguir unas instrucciones y asimilar un veloz entrenamiento
previo. Hasta tal punto esto es cierto que la escogencia de personal no está
determinada por la preparación educativa o los títulos obtenidos sino por la experiencia
previa que se tenga y la disciplina y obediencia que se demuestre. No podía ser
de otra forma en un proceso de trabajo en el cual la investigación y la
innovación se producen en otra parte y no en la zona donde funcionan las
maquilas.
Las limitaciones educativas de las maquilas no son óbice para que en México
y en los lugares donde se impulsa el capitalismo maquilero se pregone que debe
superarse el espacio de la universidad como lugar educativo, porque las
empresas cumplen a cabalidad tal rol en la medida en que poseen, generan y
transmiten conocimientos y permiten acceder a las tecnologías en uso y porque
con la experiencia práctica se forma a los jóvenes. Esto es pura demagogia,
porque la maquila y las máquinas que allí se emplean involucran unos
conocimientos y tecnología aplicada que son inaccesibles a los operadores
locales, porque esas zonas de ensamblaje el trabajo se reduce a pura eficacia
manual, sin ninguna perspectiva de un mejoramiento profesional y humano. En
concordancia, a las multinacionales que son dueñas de las maquilas no les
interesa ningún tipo de investigación ni de difusión de conocimiento y tampoco
contratar a los egresados de las universidades locales.
Características de la
maquila educativa
No se habla de un caso aislado de una región de México, ya que la maquila
se expandió por diversos países de América Latina y del mundo, como resultado
de la desindustrialización impuesta en las últimas décadas, algo que tanto en
México como en la mayor parte de países de la región se generalizó con los
Tratados de Libre Comercio, con los cuales se impuso dicho modelo económico,
social, cultural, y del mismo se desprende el tipo de educación que brevemente
hemos descrito en las líneas anteriores. Para sintetizarlo, podemos decir que el
modelo educativo de la maquila se caracteriza por cuatro rasgos principales:
- Es ajeno a los contextos locales: en los lugares donde se implanta la
maquila se impone su propia agenda educativa, lo que quiere decir que se enseña
aquello que le es inmediatamente funcional y “útil”, como informática,
administración y cuestiones relacionadas con el proceso productivo. Lo que no
tenga que ver con estos aspectos desaparece de los programas de educación
superior. Con esto se genera una terrible paradoja, ya que las regiones donde
se ha impuesto el libre comercio se ven forzadas a aceptar la presencia de
capital extranjero sin que eso se corresponda con un mejoramiento de la
educación de la población local, que sería un elemento decisivo que les
permitiría a esas regiones enfrentar el impacto nefato de la implantación del
capitalismo maquilero.
Esta característica de la educación de maquila se ha extendido por todo el
mundo, ya que las reformas educativas en marcha desde hace varias décadas
plantean la reducción de la educación universitaria clásica, porque se arguye
que tienen muchos aditamentos innecesarios, que deben ser sustituidos por
saberes “útiles” de tipo práctico e inmediato, con énfasis en conocimientos
técnicos, que vincule en forma directa a la educación con la empresa y que esta
última participe activamente en las directrices educativas de un país o de una
región. Como puede notarse, no es muy sublime y para nada heroico el origen de
la educación empresarial de que tanto presumen los reformadores educativos en
América Latina y en Colombia.
- Propicia el estancamiento de la matrícula y el desempleo de los
egresados: En los lugares donde se imponen las maquilas de manera inmediata se
estancan las matriculas en las universidades convencionales y sus egresados no
encuentran trabajo, como resultado de las mismas características de la maquila
que no requiere de ninguna preparación especial, por sus bajos salarios y sus
degradadas condiciones laborales.
En pocas palabras, para conseguir un empleo con escaza calificación, no
resulta muy atractivo gastar tiempo, dinero, recursos y energía personal en
estudios largos y complejos. Eso no tiene sentido, porque con una preparación
elemental se puede acceder a un trabajo en una maquila.
- Minifundios de especialización: Con el argumento que las maquilas
necesitan trabajadores hábiles y eficientes, pero que no piensen ni duden, se
abren una vasta cantidad de programas tecnológicos de un ámbito de aplicación
absolutamente restringido y sin ningún tipo de horizonte que vaya más allá del
empleo inmediato. No sorprende que en México, en las zonas de maquila, se
ofrezcan programas tan diversos que giran en torno a lo mismo: ingeniería de
computación, ingeniería en sistemas y computación digital, ingeniería en
sistemas computacionales, sistemas computaciones en programación.
En este caso se hace alusión a lo que puede considerarse como sofisticado,
porque predominan los programas en los que la formación se restringe a cosas
tan grandiosas como colocar una tuerca o un tornillo, o empaquetar un producto
determinado. O como en Bogotá, donde instituciones de educación superior
ofrecen estudios como “técnico en cuidado estético de manos y pies”, “técnico
en peluquería”, o “técnico en jardín infantil”, “tecnólogo en actividad física”,
“tecnólogo en dirección técnica de futbol”, “tecnólogo en gestión de talento
humano”, “tecnólogo en comunicación comercial”.
- Cambios en la vida institucional de universidades: a partir de la lógica
de la maquila se contemplan todas las actividades que se desenvuelven a su
alrededor, incluyendo la educación en general y la universidad en particular.
El sesgo se produce a partir de los conocimientos que demanda la maquila
–administración, computación, procesos industriales– que se imponen como los propios
de las universidades, a las que se les exige funcionar como una empresa
automática y mecanizada, en la cual se programan los procesos en forma
“científica” y cuantificada y a los profesores y estudiantes se les mide de
acuerdo a su productividad, que debe ser verificada como se hace en cualquier
proceso industrial. Por lo mismo, se empieza a hablar de insumos (estudiantes,
profesores), procesos de instrucción eficientes (competencias), y productos
finales de calidad (egresados y sus títulos).
Esto implica que los hombres y las mujeres que intervienen en el quehacer
educativo son reducidos a simples insumos. En la misma forma que acontece con
los operadores de las maquilas, que soportan una degradación humana y laboral
al verse reducidos a las partes de un proceso académico-industrial que les es
extraño y cuyo monopolio está en manos de sectores empresariales que nada
tienen que ver con la educación universitaria. Como afirma Hugo Aboites, “la
deshumanización de la maquila que penetra en las universidades no deja de
contaminar la manera como se ve (a) quienes pretenden ingresar a la
universidad, es decir, se les concibe como una masa amorfa, sin caras ni
historias personales, que debe ser controlada de la mejor manera posible, y
cobra sentido el establecimiento de mecanismos deshumanizados pero mucho más
eficientes en la selección de los ‘mejores’, como insumos”.
En resumen, la educación de maquila es un claro ejemplo del sentido que
adquiere la división internacional del trabajo educativo, puesto que aquélla se
basa en el supuesto que el mundo está dividido irremediablemente –lo cual se
reproduce en cada país– en una aristocracia del pensamiento, que es la que debe
ir a la universidad, y una gran masa de personas incapaces, con poco talento y
que solo sirven para recibir una mínima y pobre instrucción y desempeñarse como
operarios en un trabajo rutinario.
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la
Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia.
Publicado en 'Periferia, Prensa Alternativa', No. 99, septiembre de 2014.
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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