No es un término reverencial. Muchos mexicanos
esperaban que la privatización, que comenzó a principios de los 1990,
crearía competencia y bajaría los
precios drásticamente. Eso no ha sucedido porque gente como Slim, uno entre una
docena de peces gordos en México, impiden el crecimiento de ese país debido al
control que ejercen sobre los monopolios u oligopolios La economía mexicana es
altamente ineficiente, y está perdiendo su posición competitiva vis-à-vis otros
países debido a gente como Slim.
“SLIMLANDIA”, LA TIERRA DEL
OLIGARCA MEXICANO
Por Don Quijones
A pesar de ser el segundo hombre más rico de México y ser dueño de uno de
los grupos mineros más grandes del mundo, German Larrea es un enigma. Hasta este
mes la única foto que los medios de comunicación tenían de él era una imagen borrosa
en blanco y negro.
Esta nueva ola de atención pública no deseada es el resultado de lo que
muchos describen como el peor desastre ecológico en la historia de México. El 6
de agosto la mina Buenavista del Cobre que pertenece a la empresa insignia de
Larrea, Grupo México, la mayor compañía minera y de la infraestructura del
país, derramó 10 millones de galones (40.000 metros cúbicos) de ácido de
sulfato de cobre en los ríos Sonora y Bacanuchi, tornando en anaranjado su
caudal y envenenando el suministro de agua de 24,000 personas en siete
comunidades a lo largo de los ríos.
No hubo disculpas
La autoridades ponen el costo de la limpieza en los cientos de millones o
incluso miles de millones de pesos, sin embargo, hasta ahora el gobierno ha
penalizado al Grupo México con una sanción única de tan sólo 40 millones de
pesos (aproximadamente $ 3 millones). En cuanto a Larrea, este de prisa se ha
arrastrado al escondite de donde vino, sin haber emitido una sola disculpa
pública.
No es la primera vez que Larrea ha demostrado semejante indiferencia por
las externalidades ocasionalmente destructivas de sus negocios. En 2006 una
explosión de metano en la mina de carbón de Pasta de Conchos propiedad de Grupo
México dejó 65 mineros atrapados bajo tierra. Únicamente dos de los 65 cuerpos
fueron encontrados antes de tomar la decisión de cancelar la búsqueda solo
cinco días después de la explosión. Durante ese tiempo, ni el entonces
presidente de México, Vicente Fox, ni Larrea, visitaron la mina o se
comunicaron con las familias. De hecho, ni un solo accionista de Grupo México
se tomó la molestia en aparecer.
Según Forbes, Larrea es el 60o multimillonario más rico del
mundo, ostentando una riqueza total de $ 15 mil millones. Mediante el control
de más de la mitad de Grupo México, él y sus familiares son dueños de activos
mineros en México (Minera México), Perú (Southern Copper) y los EE.UU (Asarco).
También son los dueños de Infraestructura y Transportes México (ITM), que opera
dos ferrocarriles, Ferrocarril Mexicano y Ferrosur, así como una participación
del 30 por ciento en el operador mexicano de aeropuertos, Grupo Aeroportuario
del Pacífico.
Larrea es también el dueño mayoritario de Cinemex, la segunda cadena de cines más
grande de México. Él forma parte de las juntas de Banamex propiedad de Citi, la
Bolsa Mexicana de Valores, el Grupo de Accionistas de México, y hasta hace poco
del grupo de medios mexicanos, el gigante Televisa. De hecho, se rumorea que
Larrea está a punto de tomar ventaja de la reciente reorganización del sector
de las telecomunicaciones de México para poner en marcha su propio imperio
mediático.
Como muchos de sus compañeros multimillonarios mexicanos, Larrea debe gran
parte de su fortuna a un hombre: Carlos Salinas de Gortari, quien se desempeñó
como presidente de México entre 1988 y 1994. Durante su presidencia de seis
años, Salinas no sólo firmado el TLCAN, sino que también se embarcó en una
orgia privatizadora, el remate de minas, bancos, ferrocarriles, redes de
electricidad y, por supuesto, Telmex, la compañía telefónica nacional. Salinas
contó con un grupo relativamente pequeño de la oligarquía de México que le
proporciono fondos de campaña (y tal vez personales), a cambio de la venta de
activos estatales a tasas y condiciones favorables. Por ejemplo, un amigo
cercano de Salinas, Carlos Slim, ahora el multimillonario más rico del planeta,
fue en esencia capaz de pagar por la adquisición Telmex de los futuros
beneficios de la compañía.
Bienvenidos a Slimlandia
Mientras que Slim es a menudo celebrado en la prensa internacional, tanto
por su cacumen para los negocios como por su generoso filantropismo, su éxito
ha sido alcanzado a un alto precio, especialmente para los consumidores
mexicanos.
Esto es de la
revista Fortune:
George W. Grayson, un profesor en gobierno en la Universidad de William
& Mary, acuñó el término "Slimlandia" para describir cuan
arraigada están las empresas de la familia Slim en la vida cotidiana de los
mexicanos.
No es un término reverencial. Muchos mexicanos esperaban que la
privatización, que comenzó a principios de los 1990, crearía competencia y bajaría los precios drásticamente.
Eso no ha sucedido. “Slim es uno de una docena de peces gordos en México que
impiden el crecimiento de ese país porque operan monopolios u oligopolios”,
dice Grayson. “La economía mexicana es altamente ineficiente, y está perdiendo
su posición competitiva vis-à-vis otros países debido a gente como Slim."
De acuerdo con un estudio realizado por la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre 2005 y 2009 a los consumidores
mexicanos se les cobró $ 6.5 mil millones de más al año por el servicio de
telefonía fija. La pérdida total para la economía mexicana como resultado del
dominio de Slim en las telecomunicaciones se estima en $ 129 mil millones
durante un período de cinco años, debido al exceso de cargos y pobre inversión
en infraestructura.
Dadas las circunstancias, Slim se vio obligado recientemente, debido a los
cambios en la legislación de telecomunicaciones de México, a liquidar una gran
parte de sus posesiones (por valor de unos $ 10 mil millones) en América Móvil.
Pero su dominio sobre la economía mexicana se mantiene prácticamente sin
oposición, como fue demostrado por la reciente decisión del gobierno de
adjudicar la licitación para diseñar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México
a una empresa dirigida por Fernando Romero, un arquitecto mexicano que sucede
está casado con una de las hijas de Carlos Slim. Lo que es más, Grupo Carso,
una de las muchas empresas de construcción propiedad de Slim, es parte de un
consorcio que se está preparando para hacer una oferta para contratos
relacionados con el nuevo aeropuerto. Si el consorcio gana, estará a cargo de un
proyecto se prevé tendrá un valor de unos 12 mil millones de dólares -y
probablemente mucho más dada la tendencia de los contratistas de excederse en
el presupuesto.
El ascenso de los oligarcas
de México
Slim no es el único multimillonario mexicano cuya fortuna fue forjada a
partir de las cenizas de los activos que
una vez pertenecieron al Estado. Al igual que sucedió en la Rusia de Yeltsin,
la “liberalización” y la privatización de los mercados mexicanos ha dado lugar
al surgimiento de una nueva casta de
súper oligarcas. Más de la mitad de los 11 magnates mexicanos que figuran en la
lista del 2012 de los ricos de la revista Forbes (quienes entre ellos controlan
una riqueza total de $ 129, 700 millones) son o fueron alguna
vez propietarios de las antiguas empresas estatales. Entre
ellos se incluyen propietarios o accionistas
importantes de minas (Larrea y Alberto Baillères), compañías de
telecomunicaciones (Slim, Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga) y bancos
(Roberto González Barrera, Alfredo Harp Helú y Roberto Hernández Ramírez).
Pero por cada ganador en un sistema fundado de acuerdo a matrices oligárquicas, tiene que haber un
sinnúmero de perdedores. En México, todas las promesas de crecimiento
milagroso, desarrollo imparable, precios más baratos y mejores condiciones han
resultado ser solo eso, promesas nada más. En lugar de ser los monopolios
estatales quienes tengan la batuta, México está sujeto, a los caprichos de los
oligopolios privados dirigidos por un pequeño grupo de individuos híper-conectados
que ahora efectivamente son los dueños del país.
En muchos sentidos, México es la estrella del neoliberalismo. Durante
décadas y bajo los sucesivos gobiernos el país ha seguido al pie de la letra el
libro estandarizado de reglas de la gobernanza económica del siglo 21. Según el
economista Julián Castaño, México es ahora el segundo país más privatizado de
América Latina. También ha firmado acuerdos de libre comercio bilaterales y
multilaterales más que casi cualquier otra nación bajo el sol.
Sin embargo, el resultado, lejos de ser el de mercados más libres y abiertos,
es la concentración de poder y riqueza, el aumento de precios y la disminución
de opciones para los consumidores -una tendencia que parece destinada a
continuar en tanto Enrique Peña Nieto el cautivante y apuesto aprendiz de
Salinas se prepara para completar el proyecto que su amo empezó hace 26 años.
Don Quijones es un escritor independiente y traductor
radicado en Barcelona, España, también es editor de Wolf Street
donde este artículo fue originalmente publicado.
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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