Este escándalo, aparte de
crear la falsa ilusión de una ruptura entre quienes critican la influencia del
“lobby judío” en la política exterior estadounidense y la supuesta sumisión de
Estados Unidos a los caprichos del régimen sionista, equivale absolutamente a
nada, excepto en la imaginación de estas personas, pues inmediatamente después
de que se hicieron públicas las declaraciones de los funcionarios de gobierno,
el mismo Obama y Jonh Kerry se apresuraron a condenar y distanciarse de las
inapropiadas y denigrantes expresiones emitidas contra el infeliz de “Bibi”
Netanyahu.
EL ESCÁNDALO “CHICKENSHIT”
Como era de suponerse las declaraciones de algunos funcionarios de la Casa
Blanca, publicadas por el reconocido sionista y ex miembro del ejercito de
Israel, Jeffrey Golberd en The Atlantic,
en el sentido de que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu era un
“chickenshit” (término derogatorio en inglés utilizado para referirse a alguien
como cobarde, despreciable o de poca valía) ha generado todo un escándalo en
los diversos medios de comunicación masiva tanto en EE.UU como en Israel.
De acuerdo a Goldberg que presenta su artículo como la evidencia oficial de
una crisis en las relaciones entre los EE.UU e Israel, la furia de la
administración de Obama en lo tocante a las políticas de Israel sobre los
asentamientos en los territorios ocupados de Palestina, está al “rojo vivo”, y
el gobierno de Netanyahu abiertamente expresa su desprecio por la forma en que
Obma entiende al Medio Oriente. Esto según Goldberg, puede verse como el
avecinamiento de cambios profundos en la relación entre ambos.
Goldberg dice que los comentarios derogatorios de los funcionarios del
gobierno de Obama a cerca del líder extranjero que más parece frustrar a la
Casa Blanca y al Departamento de Estado, “Bibi” Netanyahu, representan el tono
desmesurado en el que tanto funcionarios estadounidenses como israelíes se refieren ahora el uno al otro tras bambalinas, y más aún es otra indicación
que las relaciones entre los gobiernos de Obama y Netanyahu se ha trasladado a
su estado más avanzado. La relación entre estos dos gobiernos –garantes del
supuesto “inquebrantable” vínculo entre los EE.UU e Israel- es en estos
momentos la peor en su historia, y pinta para empeorar significativamente
después de las elecciones de noviembre. Durante el próximo año, el gobierno de
Obama puede en realidad retirar el apoyo diplomático en las Naciones Unidas,
pero incluso antes de eso, ambos lados están esperando una confrontación sobre Irán,
en caso se llegue a un acuerdo a cerca del futuro de su programa nuclear.
Pero en realidad, ¿es este escándalo la manifestación de una grave
inconformidad de la Casa Blanca con las políticas de Netanyahu y amenaza
seriamente el sostenimiento de las relaciones entre Estados Unidos e Israel o,
es solamente una campaña destinada a dar la impresión de que el gobierno de
Obama está harto con el proceder de su “perro de ataque” en el Medio Oriente?
Puede que haya algunos funcionarios en la Casa Blanca, e incluso el mismo
Obama, que a nivel personal detesten al primer ministro israelí, pero estas
cuestiones personales no determinan o influyen en la arquitectura de la
política exterior de los EE.UU, sobre todo cuando se trata de todos los
intereses geopolíticos vitales que están en juego en esa crucial región del
planeta y en la que Israel como una extensión del imperialismo estadounidense juega
un papel fundamental al ser la máxima potencia militar en el Medio Oriente.
Pero todo esto, aparte de crear la falsa ilusión de una ruptura entre
quienes critican la influencia del “lobby judío” en la política exterior
estadounidense y la supuesta sumisión de Estados Unidos a los caprichos del
régimen sionista, equivale absolutamente a nada, excepto en la imaginación de
estas personas, pues inmediatamente después de que se hicieron públicas las
declaraciones de los funcionarios de gobierno, el mismo Obama y Jonh Kerry se
apresuraron a condenar y distanciarse de las inapropiadas y denigrantes
expresiones emitidas contra el infeliz de “Bibi”.
Y aunque parezca que existe una crisis en la relaciones entre EE.UU e Israel,
en realidad las cosas distan de ser lo que se pretende hacer creer y ambos
Estados no podrían estar el uno más cerca del otro. Por ejemplo, el día que el
escándalo “chickenshit” explotó en todos los medios, la Asamblea general de la
ONU aprobó una resolución pidiéndole a los EE.UU que ponga fin al embargo de 50
años sobre Cuba. Los delegados de 188 países votaron a favor incluyendo a todos
los miembros de la UE y de la OTAN, solo dos Estados votaron en contra; los
EE.UU e Israel, mientras que Micronesia, Palau y las Islas Marshall se
abstuvieron. Este ejemplo es uno entre tantos que se han repetido a lo largo de
los años en incontables ocasiones en la ONU, en donde ambos países han
reafirmado y demostrado una y otra vez su inquebrantable alianza. Lo de la
ruptura no pasa de ser un mito.
En cuanto a los nuevos asentamientos que Israel planea construir en Jerusalén Oriental, 1000 unidades, y que sería el motivo de la ira
de Washington con Netanyahu, ya que entorpece el moribundo proceso de paz, esto
no pasa de ser una balandronada, y Tel Aviv a estas alturas sabe muy bien que
sin el respaldo de sanciones punitivas, las advertencias de Washington,
equivalen a una señal de luz verde para
proceder con la anexión ilegal de Jerusalén Oriental (al-Quds). Ni siquiera la
indignante acción de Israel de cerrar la Mezquita de Al-Aqsa, el tercer sitio
más sagrado de Islam, provocó una respuesta significativa de Washington.
Por otra parte el mismo día de la publicación de las declaraciones
denigrantes contra “Bibi”, los EE.UU acordaron venderle o regalarle a Israel 25
aviones furtivos de combate F-35 por un valor aproximado de $4 billones. La
nueva generación del avión de guerra falta todavía que entre en servicio y
según algunos críticos es una pieza extra publicitada de chatarra de alta
tecnología. Sea como sea, los F-35, sin embargo, representan presuntamente la
más sofisticada machina de la muerte del Pentágono envuelta en un velo de
misterio.
La entrega de estos aviones de combate de avanzada a Israel habla volúmenes
de la relación integral e inviolable entre los Estados Unidos y su Estado cliente, pues ningún otro país goza de tanta
confianza depositada, como el régimen sionista. Esta dadiva es adicional a los
$ 3,000 millones que Israel recibe anualmente de los contribuyentes
norteamericanos y también es una suma extra a los cientos de millones de
dólares para nuevos sistemas de defensa de misiles otorgados durante la matanza
de los palestinos de Gaza llevada a cabo por Israel a principios del pasado
verano.
Durante el gobierno de Obama en incontables ocasiones se ha hecho alusión a
la existencia de una tensa relación con Netanyahu que podría poner en serio
peligro las relaciones entre Estados Unidos e Israel, pero cada vez que Obama
se presenta en algún evento organizado por alguna organización judía, como por
ejemplo, el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, en inglés)
el presidente estadounidense no deja de enfatizar el compromiso inquebrantable
de los EE.UU con la seguridad de Israel y aunque Israel cometa toda clase de
crímenes contra los palestino en los territorios ocupados, el presidente
siempre asegura que Israel, aunque se le pase la mano, tiene todo el derecho a
defenderse del terrorismo palestino.
Puede que entre algunos funcionarios de la Casa Blanca exista algún tipo de
resentimiento personal hacia el odioso
Netanyahu y los insolentes ministros del partido Likud por los continuos
insultos de estos a John Kerry, que ha sido catalogado de “ingenuo y mesiánico”
por su papel en el llamado proceso de paz. Pero no hay que engañarse, estas
pequeñas tensiones, no son el presagio de una posible ruptura estratégica entre
Washington y Tel Aviv. El régimen de Israel es la plataforma del imperialismo en
el estratégicamente vital Medio Oriente. “Y si Israel no existiera”, como dijo
Joe Biden en uno de sus acostumbradas indiscreciones, “los EE.UU lo
inventarían”.
La hegemonía de los EE.UU en la rica región petrolera del medio Oriente descansa
completamente en la existencia de Israel, que algunos críticos dicen, les sirve
a los estadounidenses como su base de operaciones de avanzada. Israel puede
violar cuanta ley internacional le plazca y cometer cualquier crimen de lesa
humanidad en Palestina sin riesgos de tener que sufrir las consecuencias por
esas acciones, pues cuenta con el respaldo inapelable de la mayor potencia
mundial que encubre esos crímenes bajo la farsa de un interminable proceso de
paz.
Así es que aquellos que critican la indulgencia de Washington para con el régimen
sionista, se engañan a sí mismos al imaginarse que la política exterior de los
EE.UU está bajo el control de Israel, piensan que el régimen israelí es una
pesada carga para el prestigio y la bondad del imperio y que si tan
solo pudiese sacudirse ese lastre, entonces los EE.UU podrían redimirse
como una nación noble con relaciones normales con el resto del mundo. De ahí se
origina todo el entusiasmo generado por este reciente escándalo que algunos
ilusoriamente ven como una indicación de que por fin los EE.UU está cortando
sus lazos con los sionistas corruptores y usurpadores de la nación
estadounidense.
Sin embargo, esa idea erra en comprender que los Estados Unidos es
esencialmente una entidad imperialista que utiliza la guerra y la dominación
foránea para reafirmar su hegemonía capitalista en el mundo. Modificando
drásticamente su relación con Israel no va a cambiar ese hecho inmutable. Solo acabando
con las estructuras que sostienen el sistema capitalista intervencionista-guerrerista,
dará lugar a una nación que respete el derecho internacional y que se dedique a convivir en paz con el resto del mundo.
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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