Las manifestaciones
populares de apoyo e indignación por el crimen de lesa humanidad perpetrado por
el Estado oligárquico mexicano en Ayotzinapa aumentan cada día, sin embargo el
futbol, el deporte de más arraigo popular en México, sigue atrincherado,
impertérrito y distante de la atroz realidad nacional.
EL FUTBOL Y EL CRIMEN DE AYOTZINAPA
Es justo suponer que la mayoría de los 43 estudiantes normalistas
desaparecidos de Ayotzinapa, aparte de
practicar el futbol, eran aficionados de algunos de los clubes de la división
profesional del futbol mexicano y demás está decir, del tricolor mexicano. El
crimen atroz perpetrado en contra de la humanidad de estos jóvenes estudiantes
rebeldes, que estaban en la mira de las narcoautoridades de Iguala, Guerrero,
ha despertado toda una ola de indignación de grandes sectores de la población
mexicana, que de esa manera se han solidarizado con las víctimas y repudiado
las acciones del Estado criminal. ¿Pero dónde están las condenas o las muestras
de solidaridad del deporte más popular de Mexico, el futbol?
Aparte de las protestas de un puñado de aficionados mexicanos en Ámsterdam,
Holanda, del Cruz Azul y el Club León de
la primera división del futbol mexicano que desplegaron mantas con la leyenda
de “gobierno asesino” y cartulinas con el número 43, parece que Ayotzinapa y su
tragedia no ha penetrado, o no se le ha permitido penetrar en los teatros del
futbol; los estadios y los foros deportivos donde tanto se habla de futbol. Valga
decir que la Femexfut, mostrando su carácter autoritario y represivo, le recetó
una sanción de 23,000 pesos al León por permitir que esos revoltosos se
manifestaran.
En estos momentos de gran consternación e indignación popular por lo
sucedido a los 43 jóvenes estudiantes, en quienes se materializó con toda su
saña la violencia política del Estado sobre la población mexicana, es justo
esperar que el futbol, sus jugadores, sus dirigentes, sus aficionados y
comentaristas expresen su sentir sobre un crimen que ha ensangrentado a todo un
pueblo que a pesar de sufrir diariamente las diferentes manifestaciones de la
violencia, sigue paso a paso, con una devoción inusitada, las incidencias del
mas mediático de los deportes el cual se ha convertido literalmente en un artículo
de consumo diario, sin el cual no se puede vivir.
Desafortunadamente, esperar que todos aquellos involucrados en el
espectáculo del futbol, se manifiesten o digan algo, exceptuando los casos
antes mencionados, no pasa de ser una quimera. El futbol es un gran negocio en
donde se mueven grandes cantidades de dinero, se le ha convertido en una
mercancía para el consumo de las masas. El futbol es, usando la expresión del técnico
de la selección mexicana, una “trinchera”. Una construida por la clase
capitalista mexicana, los Slims, Azcárragas y otros notorios oligarcas quienes dada
la magnitud de la porción de la riqueza nacional en su poder y de los grandes
intereses económicos que manejan, son prácticamente los dueños de México.
El futbol es una “trinchera” donde no se permite que nadie asome la cabeza
porque corre el riesgo de perderla, hay que quedarse quieto ahí en ese asfixiante
y reducido espacio, donde no cabe nada que no sea el bendito futbol
completamente despolitizado, pero que paradójicamente, quienes la comandan
apestan a la forma más vil de política, de aquella en que se negocia
secretamente, donde prima la compra de voluntades, donde la corrupción es tan
redonda como el mismo balón de futbol, y donde se privilegian los intereses de
un puñado de voraces capitalistas sobre los de las mayorías depauperadas.
La farsa constantemente repetida por dirigentes y propagada por los
comentaristas deportivos de los grande
monopolios mediáticos de que, “el futbol y la política no se mezclan”, queda al
descubierto cuando se observa la relación, por ejemplo, entre la máxima rectora
del futbol mundial, la autoritaria FIFA, y los grande intereses económicos y el
manejo de la concesión de torneos mundiales a países con regímenes corruptos,
antidemocráticos, y violadores de los derechos humanos. Además es conocido como
los gobiernos en casi todo el mundo utilizan el futbol como una herramienta
política, ya sea para mejorar su desprestigiada imagen o para fomentar los
falsos patriotismos entre la población amante al futbol. No pocas son las veces
también, en las que se utiliza el futbol como un mecanismo distractor para
poner en marcha políticas perjudiciales
para los intereses de la gente pobre, como las limpiezas sociales y los
desahucios, en beneficio de los grandes inversionistas del capital. Y qué decir
de las mafias del crimen organizado que también tienen metidas las manos en el
lucrativo negocio del futbol y que en muchos casos están aliadas con los
políticos de turno. Pero todo esto está bien porque encaja perfectamente con el
modelo económico dominante que prioriza la obtención de beneficios económicos
sobre cualquier otra cosa.
Por otra parte, mientras que por un lado se intenta desligar a un deporte
de eminente extracción popular, como el futbol, de la problemática social que
se vive fuera de los estadios, por el otro se incentiva la formación y
proliferación de las llamadas “barras bravas” que en muchos casos utilizan los encuentros
de futbol para darle rienda suelta a sus frustraciones producto de la
conflictividad del entorno social en el que se desenvuelven. En no pocas
ocasiones, estos comportamientos no solo degeneran en actos de violencia dentro
de los mismos estadios, sino que la misma se extiende al exterior en donde a
menudo se salda con trágicos resultados.
Y aunque en México la violencia de las “barras bravas” no alcanza la
dimensión de la practicada por sus similares en otros lugares como en Europa e
Israel en donde funcionan como elementos de carácter represivo contra aquellos
que, por razones de carácter étnico o ideológico son vistos como enemigos, su
existencia y comportamiento son el reflejo del sustrato político, económico y
social del que provienen.
Las manifestaciones populares de apoyo e indignación por el crimen de lesa
humanidad perpetrado por el Estado oligárquico mexicano en Ayotzinapa aumentan
cada día, sin embargo el futbol, el deporte de más arraigo popular en México,
sigue atrincherado, impertérrito y distante de la atroz realidad nacional. Y
aunque ha habido algunas manifestaciones de protesta de parte de aficionados y
de “barras bravas” como las del León y el Cruz Azul, estas no son conmensurables
con la proporción de la masa que sigue al futbol, ni con el tamaño de la
tragedia que ha desangrado a México. Se necesita algo más, y ese algo mas es,
acabar con el mito de la despolitización de futbol. El futbol está en la
política y la política está en el futbol, ambos están en todas partes, forman
parte de nuestro diario vivir y ni uno ni el otro deben ir por caminos
separado. Hay que atacar y destruir la “trinchera”
de la dictadura oligárquica, clasista y represiva, y devolverle al futbol, el
deporte de las grandes mayorías, su carácter revolucionario y transformador que
elimina lo viejo para dar paso a a lo nuevo.
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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