viernes, 14 de noviembre de 2014

Lenin, el águila de las montañas

Estaba segura que Vladímir, el águila de las montañas, el gran revolucionario ruso, estaba ahí, lo sentía entre ellos gozoso y feliz de su gente, con su gorra y su sonrisa, su optimismo de clase, caminando por la explanada de la inmensa y bella, emotiva e inolvidable plaza Roja.


LENIN, EL ÁGUILA DE LAS MONTAÑAS


Por Maité Campillo

Un corto paseo y encontrarán dentro del corazón del barrio OtxarKoaga, los bustos de Marx y Lenin, rodeados del empeño insistente de Pa. . .Ya, eta Boltxe Kolektiboa.

El capitalismo es el genocida más respetado del mundo, el socialismo económico sin la moral comunista no me interesa (Ernesto Guevara, "Che", internacionalista, héroe de la revolución cubana)

Desde este lado del mundo que les estoy escribiendo. . .

Fluye emotiva la vida entre el impulso de los sueños, más allá de los brazos de Marijaiak que abarca el botxo de la ciudad entre puentes y ría, ubico fugaces los personajes que representan el “que hacer” de estas notas, personajes de carne y hueso que van curtiendo la historia dentro de un barrio obrero combativo; ahí es que podrán encontrarles este 15 de noviembre, una y mil veces les podrán encontrar año tras año, rindiendo homenaje emotivo al águila de las montañas; entre las faldas de la ciudad llamada Bilbo, o Bilbao, en otras épocas conocida como la ciudad de hombres y mujeres forjadores del hierroUn paseo por sus alrededores, al margen de la pintoresca estampa del museo modernista de cuyo nombre no quiero acordarme; lo dicho, un corto paseo y encontrarán dentro del corazón del barrioOtxarkoaga, los bustos de Marx y Lenin, rodeados del empeño insistente de Pa. . .Ya, eta Boltxe Kolektiboa. Lenin Eguna (2014)es un día en que los claveles rojos se sienten en su ambiente de purito frescos, entre edificios colmena y un pequeño parque sobre el que revolotean los sueños de una parte de sus habitantes. Es empeño leninista, el que carga de amistad internacionalista una de sus alas, mientras agitan la otra que revolotea a ritmo aurresku; ojito, pues, que en ocasiones aparece el xirimiri, pero siempre en son boltxe; asoma entre las montañas de la ciudad, reverdeciendo cosechas que deberían seguir siendo, para que broten sobre el asfalto. Ahí es que podemos encontrar a Lenin, en el trajín de esos pasos. Hablamos de la buena gente, de amistad internacional reivindicativa, alternativa, cultural, festiva, de carácter tan social como popular, un akelarre de ilusiones y desenfreno de compromisos con la libertad. . . ¿De qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica (Bertolt Brecht).

 Era la víspera de la Revolución de Octubre, cuando millones de obreros, campesinos y soldados, empujados por la crisis en la retaguardia y en el frente, exigían la paz y la libertad; cuando los generales de la burguesía preparaban la instauración de una dictadura militar, con el objetivo de llevar la guerra ‘hasta el fin’; cuando toda la supuesta ‘opinión pública’ y todos los supuestos ‘partidos socialistas’ eran hostiles a los bolcheviques y los calificaban de ‘espías alemanes’; cuando Kerensky tentaba hundir al Partido de los bolcheviques en la ilegalidad y ya lo consiguió en parte; cuando los ejércitos, todavía poderosos y disciplinados, de la coalición austro-alemana, se erguían ante nuestros ejércitos cansinos y en estado de descomposición, y los ‘socialistas’ de Europa occidental continuaban manteniendo tranquilamente el bloque con sus gobiernos, con el objetivo de proseguir ‘la guerra hasta la victoria completa’. . . ¿Qué significaba desencadenar una insurrección en aquel momento? Desencadenar una insurrección en esas condiciones era arriesgar todo. Mas Lenin no temía arriesgarlo, porque sabía y veía con su ojear clarividente que la insurrección era inevitable, que la insurrección vencería, que la insurrección en Rusia prepararía el fin de la guerra imperialista, que la insurrección en Rusia pondría de pie a las masas agotadas de Occidente, que la insurrección en Rusia transformaría la guerra imperialista en guerra civil, que de esta insurrección nacería la República de los Soviets, que la República de los Soviets serviría de baluarte al movimiento revolucionario del mundo entero (lósif Vissariónovich Stalin)

Existen hilos conductores que convergen en desesperada lucha en el mundo, contra el gran capital del derroche y la opulencia degenerativa, símbolos de la heroicidad histórica de nuestros días donde se forja la denuncia artística, literaria, paisajista, ideológica, compromiso político y futuro como pan de cada día. Desde esa siembra abrazan el mundo saltando mugas, vinculándose entre océanos como hermanos de la misma condición; son calcio de historia, vitamina D, su internacionalismo. Astro entre las estrellas, que en otros tiempos fueron portadoras de amistad, militancia, y compromiso. Astro que abrirá las puertas de los pueblos a la libertad, por ello, a los que lucharon y siguen luchando se les aclama y recibe; la txalaparta es protagonista, trina en manos de otro mundo posible, donde la marginación sirva para apartar el terror del terrorismo de estado. Astro iluminando estrellas, personajes con esencia marina entre valles, caseríos y montañas que recorren sus frentes en estampidas de sudor y lucha por el réquiem de la memoria, todo está guardado en la memoria. Arropa la música hasta el lamento, Euskal Herria es cantera entre Zorzico, Ariñari, txalaparta, trikitixa, cantos, gorak, txupinazo y txikiteo. . .

En 1988 me encontraba en lo que hasta entonces aún se llamaba la Unión Soviética (URSS). El gobierno lo presidia el más traidor y vendido de los últimos presidentes que había tenido la URSS, Mijail Gorbachov; su paz, democraciaUSA, derrapó sobre su frente señalando al traidor por entonces más relevante por antisocial. Ya para entonces el país estaba más vendido que el Sahara a la dinastía parásita de Marruecos por los no menos parásitos españoles; yanquis y alemanes andaban 'como Pedro' por su casa. Ahhhhh. . .
Pero no sólo había un traidor en el Kremlin! No. Traidores hubo en la Duma, en el propio Partido Comunista y organización juvenil, por igual la corrupción en los sindicatos e indudablemente en el llamado ejército rojo. . .¿Existía un ejército rojo?, ya tiempo que la URSS no era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ya tiempo que sólo existían mafiosos en el poder, ya tiempo que en el poder de los soviets predominaban los vendidos al imperio gringo, ya tiempo, mucho tiempo, que estaban alejados de la clase trabajadora, del sentido revolucionario de la palabra, de las capas más marginales, de los pueblos de las repúblicas, del internacionalismo. Serían por supuesto los que más tarde dominarían la economía, política, medios informativos y los que se quedaron con las mejores empresas, petroleo, edificios, transporte, comunicaciones, armas, sanidad, con todo lo que olía a dinero se quedaron; ¿y al pueblo?, capitalismo duro de purito crudo, sus fieles desertores del ejercito ruso, esos mandos mimados por el actual capitalismo, veranean varios meses seguidos del lado del sol d`esa España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía.


En la fecha señalada me encontraba en Moscú, acompañaba un grupo numeroso, mayoría gipuzkoanos, bizkainos y mas culturas; aún se podía disfrutar en determinados ambientes un oxígeno que pudo haber sido en tiempos de Lenin, y conocer lo que aún merecía la pena conocer por su rebosante sensibilidad receptiva y cariño: al pueblo moscovita, su historia, su cultura; en una palabra, lo que aún quedaba del glorioso octubre rojo, que además de la impactante hermosura histórica, aún presentes 'casi intactos' sus impresionantes museos, librerías, las inolvidables sin parangón tiendas de música con precios accesibles, el multitudinario rastro, en el que ya se empezaba a vender 'la rapiña', banderas históricas y otros símbolos preciosos, artesanía impactante, también chaspas históricas como si fuera chatarra que ya no servía a la Perestroika, ese invento yanqui para desbaratar el Estado de los soviets. Lo más impresionante, inolvidable para mi, el primer día que presencié por vez primera la plaza Roja, y participar en una manifestación de miles de personas reivindicando a los históricos, cientos de pancartas y estandartes, decenas de banderas rojas a la entrada de la plaza Roja y del mausoleo de Lenin, cantar la internacional puño en alto con todos ellos en ruso, hojas con la canción y fecha en la que se tomó el Palacio de Invierno, presidida por varios de sus héroes históricos, francamente conmovedor. Estaba segura que Vladímir, el águila de las montañas, el gran revolucionario ruso, estaba ahí, lo sentía entre ellos gozoso y feliz de su gente, con su gorra y su sonrisa, su optimismo de clase, caminando por la explanada de la inmensa y bella, emotiva e inolvidable plaza Roja.

Iban pasando los días de mi instancia, entre encuentros, reuniones, vivencias emotivas, presentaciones, y caminatas por los barrios más alejados de la puntillita de los popes que se percibía como canto a la expansiva burocracia capitalista que ya se olfateaba; gracias al excelente, limpio y rápido metro moscovita, museo bajo tierra. Conocí la ciudad de Leningrado, hoy llamada por la gracia perestroika y sus tenebrosos popes, San Petersburgo, igualmente llamada Petrogrado hasta la muerte de Lenin. Leningrado, conocida como la Venecia rusa por los canales que surten la ciudad. Fundada por el zar Pedro el Grande, el 16 de mayo de 1703, con la intención de convertirla en la 'ventana de Rusia hacia el mundo occidental'; a partir de entonces, fue capital del Imperio ruso por más de doscientos años. . . Y, con el estallido de la Revolución rusa, se convirtió en el centro de la rebelión. En marzo de 1918 la capital fue trasladada a Moscú. En enero de 1924, tras la victoria bolchevique, la creación de la Unión Soviética (1922) y el fallecimiento de Lenin (1924), San Petersurgo cambió su nombre a Leningrado, en honor al gran dirigente de la revolución.

Durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar el cerco de Leningrado, que se mantuvo por 29 meses, en los cuales los nazis bombardearon constantemente la ciudad y la bloquearon para que no pudiera abastecerse, murieron más de un millón y medio de personas. Tras la derrota de Alemania, en 1945, la ciudad fue nombrada Ciudad heroica por los revolucionarios soviéticos. En 1917, San Petersburgo, vio los primeros movimientos de la Revolución rusa; se destituyó al zar Nicolás II de su cargo y se instaló en la ciudad el Gobierno provisional; en octubre una segunda fase de la revolución hizo que el poder pasase a los Sóviets y se formó el primer gobierno soviético de bolcheviques y socialistas revolucionarios (SR) de izquierda, el Sovnarkom.

También me impresionó enormemente el primer día que pisé sobre la entrada hacia la Plaza del Palacio de Invierno, por esa puerta tan emblemática e histórica de aquél domingo sangriento de 1905, y la Revolución Boltxevique del 1917; no tanto el Hermitage, dónde te pierdes entre salas y más salas, enormes salones, pasillos, sótanos llenos de cuadros y esculturas. . . Lo gratificante, es que allí indudablemente, también estaba Lenin al frente de los Sóviets avanzando hacia la toma del palacio; y yo dejándome llevar por el pasado arrollador, quizá de escenas fílmicas, de aquel acontecimiento histórico que marcó la vida de miles de revolucionarios de todo el mundo.

Mi recuerdo se posa como alas de mariposa sobre el camino rojo, tren además de bonito y cómodo, idílico en cuanto ambiente; a través de él empecé a revivir la revolución rusa, con sus banderas rojas en cabeza irrumpiendo sobre vías, caminos, atravesando pueblos cercanos a las montañas, desiertos, bosques; muchas horas de tren, de convivencia entre vagones, recorriendo parte de las tierras rusas para llegar a la Ucrania (aún) soviética. En Kiev, conocí un pueblo tranquilo, más campesino, alegre y trabajador, dónde en la plaza (ahora de los nazis), se discutía en alegres asambleas públicas sobre lo humano y lo divino, sobre política, deportes, cultura, se leía y analizaba enormes carteles y convocatorias; en fin, la vida fluía como manantial caudaloso de agua fresca; allí también estaba Lenin entre ellos, en la sonrisa de sus habitantes el líder de la revolución, entre los trabajadores cantando se encontraba entre las cosechas y los cientos de flores que se vendían, flores entre las barandas de trenes, metro, esculturas, en todas las partes, mis manos se llenaban de flores tan sólo con mirar los ojos de aquellas mujeres campesinas.
 Volví a Moscú para asistir a varias de las obras de teatro y danza programadas; Moscú irradiaba aún de espectáculos asequibles para todos, de circo y música dónde el pueblo moscovita asistía entusiasmado para recibir su dosis de cultura prácticamente gratuita. El tiempo pasa, cargada de libros, discos e instrumentos musicales, empecé a despedirme, triste, nostálgica, sabía que no habría ya de volver al corazón del mundo hasta entonces. Había llegado la hora de despedirme de algunas de las abuelas de la república exiliadas con hijos y nietos ya rusos, viejitas pero con una memoria del carajo; también de algunos de los llamados niños de la guerra, seres entrañables, difícil de describir su sentimiento, sensibilidad, educación, su mirada y cariño trasmitido. Salí de la tierra de Lenin llena de ilusión, y mucha pena (la decadencia era ya una evidencia a voces), no fue fácil, ver lo que estaban ya maniobrando con un pueblo tan digno como valiente; el que logró vencer al ejército más potente y sanguinario de Europa, el que luchó hasta derrocarlo, a pesar de sufrir la muerte de más de veinte millones de personas. . .

La palabra aclama hechos e historia, testimonio que alumbra irguiendo el machete campesino, bosquejos que fertiliza otoños con la revolución rusa como protagonista; asaltar los cientos, miles de palacios de invierno en el mundo, es una puesta en común sin etiquetas, se es o no se es, para que echar a volar no cueste tan caro. Pelear la paz de hoy no incluye cargar con la paloma de la “democracia”. El sistema del método capitalista no favorece nuestras trincheras, como supervivencia sirve luchar. No al impulso colorista o folclorista que siembra al capitalismo en nuestros campos. No a los pastorcillos ni patroncillos Wojtyla. Ya nos ha cagado bastante en la historia la paz importada de Roma al mundo; contra la impotencia, que genera la ley genocida de la imposición, ninguno te pregunta si tienes o no trabajo, sólo que les conviertas en protagonistas del sistema que te aliena, ¿eso qué es, progresismo, o feudalismo? Las lluvias avanzan en puñal rojo de esperanza; brota sobre los 'cuentos chinos' nuestra historia, la historia revolucionaria, no hay marcha atrás.

El pacifismo y la prédica abstracta de la paz, son una forma de embaucar a la clase obrera y que no se rebele contra su opresor, la verdad es siempre revolucionaria (Vladimir Lenin)


Maité Campillo (actriz y directora de teatro)





Publicado por LaQnadlSol
USA.

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